El fantasma del descontrol económico y la vital ayuda de Donald Trump al plan económico fueron actores clave de las elecciones legislativas en las que Javier Milei rompió con todos los pronósticos y se impuso con claridad. Fue una ola nacional más fuerte incluso que en 2023, cuando el libertario se impuso en el balotaje ante Sergio Massa. Tiene ahora el Presidente, el aval para avanzar en las reformas que pretende imponer -laboral, impositiva, previsional-, pero, al mismo tiempo, comienza a urgir la necesidad de mostrar resultados.
No debe creer que fue un cheque en blanco. La economía real no levanta ni siente la influencia de los dólares liberados por Estados Unidos.
Los mercados celebran, pero no aflojan la presión. El dólar cerró octubre apenas un poco por debajo del pico preelectoral, que superó los 1.500 pesos. El tipo de cambio fue de 1.475 el viernes, con una baja de 1,7% en la semana, pero una suba de 5,3 por ciento en todo octubre.
La pregunta que cabe es si se trató únicamente de un voto “bolsillo”, como el voto cuota que permitió reelegir a Carlos Menem en 1995 o si se trata de una ruptura con el pacto político-social que ordenó la democracia desde 1983: Estado garante, subsidios cruzados, federalismo fiscal asimétrico.
¿Es Milei un síntoma del derrumbe de las viejas estructuras o el arquitecto de un nuevo orden? Si fuera lo segundo, debería dejar atrás la algarabía de campaña y tomar con mayor rigor una gestión que hasta hace unas pocas semanas tambaleaba hasta que recibió el salvataje del norte al que ahora rinde pleitesía.
El temor a volver atrás en el tiempo, a los días de alta inflación y un kirchnerismo envejecido, también fueron influencias sustanciales en el voto violeta. Milei jugó bien sus cartas agitando el fantasma y Trump puso su sello al advertir que si había derrota libertaria, la “ayuda” de Estados Unidos no iba a concretarse.
El impacto fue contundente. Incluso en Buenos Aires, que un mes antes le había sacado quince puntos de diferencia a los candidatos libertarios, la Libertad Avanza se impuso, dando vuelta una elección imposible, con un candidato de apuro para tapar el escándalo narco de José Luis Espert. En Santa Fe, Maximialino Pullaro ganó hace dos meses y ahora quedó tercero cómodo. En Córdoba, Juan Schiaretti quedó catorce puntos abajo de los libertarios y sepultó el futuro de Provincias Unidas, un armado fugaz de quienes querían ser el “ancho camino del centro”.
Misiones no fue la excepción y fue superada por la Libertad Avanza, que se quedó con dos bancas, contra una del oficialismo, que retuvo su espacio en el Congreso, ahora con Oscar Herrera Ahuad.
El escenario misionero sirve para explicar el nuevo mapa político nacional. En junio, cuando se definía la Legislatura provincial, la sociedad ratificó a la Renovación. Ahora decidió respaldar al Gobierno nacional que necesita en el Congreso mayor presencia para poder imponer su agenda. El contraste es marcado: Herrera Ahuad hizo una campaña intensa, con despliegue territorial. Diego Hartfield se limitó a algunas reuniones puntuales y muchas redes sociales. Ahora será diputado nacional -renuncia a la banca en Misiones-, junto a Maura Gruber, una empresaria forestal muy poco conocida por fuera de su rubro.
El gran perdedor del 26 de octubre resultó ser el peronismo. Un peronismo bicéfalo y atado a la añoranza de años mejores que resultan demasiado lejanos. Que muchos jóvenes, la base de sustento libertaria, siquiera conocen. Parece no haber más espacio para una doctrina desactualizada ni al egoísmo del bronce. No hubo reedición del Braden o Perón. Ni Bessent o Cristina. La ex presidenta no parece estar dispuesta a dejar de ser el centro y la misma noche de la derrota, repitió el baile en el balcón ante los mismos de siempre. Su hijo Máximo -se hereda el apellido, pero no la templanza ni la habilidad- se dedicó a mostrar cara larga junto a Kicillof, al que insisten en marcarle la cancha. “Fue un error político el desdoblamiento”, le achacó Cristina, para después decir que “insiste en la unidad”. Su unidad. El gobernador de Buenos Aires no tiene mucho más camino que tomar: romper y asumir el control pleno del peronismo o irse a su casa en 2027, sin chances presidenciales e imposibilitado de reelegir.
¿Nacerá una nueva derecha “racional” o un centro progresista post-kirchnerista?
Cristina se equivoca al magnificar los “errores” de Kicillof. El kirchnerismo fue derrotado en todo el país. Cristina Britez, su referencia misionera, sacó menos del diez por ciento de los votos, aunque la ex diputada se jacte de ser “la tercera fuerza” en Misiones. Magra fuerza. Apenas 56.780 votos.
La opción amarilla tampoco tuvo sustancia. Mimetizados con los libertarios en muchas provincias, como en Misiones, el PRO quedó reducido a un espacio testimonial. Quedó trunco el sueño de Mauricio Macri de imponer condiciones a un gobierno debilitado. Este viernes, cuando fue a cenar con el Presidente, se enteró al mismo tiempo de una fuga en masa de su bloque en el Congreso y de las renuncias de Guillermo Francos y Lisandro Catalán, el jefe de Gabinete y el ministro del Interior. En reemplazo del funcionario “más político” del gabinete, Milei puso a Manuel Adorni, el vocero todo terreno que en unas pocas semanas deberá asumir como diputado. La centralidad a la que aspiraba el ex presidente quedó desteñida ante el poder exhibido por Karina Milei.
Al igual que su rival favorita, Cristina Fernández, ambos ex presidentes son ahora relatores por X de la realidad Argentina.
Macri cuestionó vía redes los cambios de gabinete y apuntó a la inexperiencia de Adorni para un cargo tan relevante: “A esta decisión a mi juicio desacertada, se suma la falta de resolución de las conocidas disputas internas del gobierno, claves en la hoja de ruta del futuro. Lamento esta situación porque, tras el esfuerzo realizado, la revalidación de la gente en las urnas y el apoyo inédito de Estados Unidos, el país se encuentra frente a una oportunidad histórica que no puede desaprovechar. Como el presidente ha dicho públicamente, yo no he pedido ni pediré nada a título personal, pero me veo obligado a hacer mi aporte y a expresar mis preocupaciones porque nos une el futuro del país”.
En algo tiene razón el ex Presidente. El desplazamiento de Francos fue una sorpresa para los gobernadores que apenas 24 horas antes habían estado reunidos en Casa de Gobierno con Milei y el entonces jefe de Gabinete, en el afán de dar señales de gobernabilidad. El misionero Hugo Passalacqua fue claro: “n”Nos dispusimos a dialogar las veces que sean necesarias para consensuar temas, más allá de las lógicas diferencias, con el objetivo de hacer crecer al país y a Misiones, generar empleo y cuidar las cuentas públicas como siempre lo hemos hecho. Buscamos la felicidad de todos los misioneros, y eso se logra trabajando y poniendo el foco en las coincidencias”.
El viernes el desconcierto era compartido por los jefes provinciales que, a casi dos años de la gestión libertaria, no encuentran un interlocutor relevante y con poder de decisión. En la agenda pendiente quedan nada menos que el Presupuesto, la reforma laboral y la reforma impositiva, que el Gobierno considera claves, pero que ningunea en su análisis.
Respetar el voto ciudadano no es aprobar a libro cerrado, señalan los gobernadores, preocupados por la exigüidad del Presupuesto y la letra chica de las reformas. Aunque nadie duda de la necesidad de actualizar normas vetustas para la era moderna, la idea de cercenar derechos no es tolerada.
Los gobernadores no entienden cómo el Presidente sentó a Francos a negociar y atender reclamos de las provincias a sabiendas de que no iba a seguir en el cargo. Una desprolijidad que conspira contra la necesidad de hallar consensos.
Pregunta central: ¿qué queda del Estado de bienestar y del sistema político si el ajuste se convierte en norma?
La crisis del peronismo y la nimiedad del PRO posiciona a los gobernadores con un rol central en la política y el ejercicio del poder. El federalismo vuelve a ser la verdadera arena política, aún a pesar del propio Milei. En política, el capital no es el dinero sino la posibilidad de negociar acuerdos, de acercar posiciones. Si el ajuste es permanente, el poder se agota.
Misiones es ejemplo de que se puede tener las cuentas en órden, sin deudas y, al mismo tiempo, invertir en desarrollo y contención social. Las cuentas están en orden desde hace tiempo y la deuda representa apenas el 4 por ciento de los ingresos totales. Otras provincias y el gobierno nacional ni se acercan a los números locales.
La sociedad ratifica el respaldo a esas políticas en las elecciones provinciales, pero no deja de expresar también su visión sobre el rumbo que debe tomar el país.
En la Renovación entendieron que el resultado de las legislativas nacionales obedeció a una tendencia nacional, en la que la “marca” de Javier Milei y su partido jugaron un rol central, pero tomaron nota sobre el crecimiento opositor. Esto implica que los factores nacionales (crisis económica, cansancio del sistema político tradicional) tienen peso también en el ámbito provincial.
Para la Renovación, el resultado plantea desafíos. (Re) adaptarse, tejer nuevas alianzas, redefinir discursos y liderazgos. Su capacidad de reacción será clave.
Para la oposición es más sencillo, sin responsabilidad de gestión, aunque ahora mismo será Hartfield el que deba comenzar a responder por los efectos de las decisiones nacionales en el terreno, riesgo al que hasta ahora no tuvo que someterse. No es la primera vez que la Renovación pierde una elección intermedia, pero no debe obviar las preguntas. ¿Qué sectores de electores migraron? ¿Qué mensaje llevó LLA que convenció? ¿Por qué productores yerbateros agobiados por la desregulación ratificaron su voto a Milei? ¿Por qué comerciantes y empleados públicos, que sienten la crisis del bolsillo prefirieron la opción que ofrece más ajuste como única vía? Estos interrogantes permitirán observar más allá de los porcentajes y de las responsabilidades puntuales de dirigentes que cuando no son candidatos, no suelen poner el mismo esfuerzo.
La Renovación, durante años, fue sinónimo de gestión, previsibilidad y estabilidad institucional. Su discurso de “misionerismo” -esa mezcla de autonomía política y prudencia fiscal- funcionó como escudo y como relato. Pero los jóvenes que hoy votan por primera vez no vivieron las crisis que dieron origen a ese modelo. Y el mileísmo, con su retórica de ruptura, encontró allí su ventana.