Alimentos sanos, caminos soberanos y acceso a la tierra

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Texto y fotos: Hernán Vitenberg. Había una vez un venado que tuvo dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato montés se comió a uno de ellos y quedó sólo la hembra. Su madre le hacía repetir todas las mañanas, al rayar el día, la oración de los venados. Y dice así:

I. Hay que oler bien las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas.

II. Hay que mirar bien el río y quedarse quieto antes de bajar a beber, para estar seguro de que no hay yacarés.

III. Cada media hora hay que levantar bien alto la cabeza y oler el viento, para sentir el olor del tigre.

IV. Cuando se come pasto del suelo hay que mirar siempre antes los yuyos, para ver si hay víboras.

La oración de los venados

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Fotos: Hernán Vitenberg

Son las cinco de la mañana en el Docke (Avellaneda), llueve y el camión de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) se prepara para ir a buscar 25.000 kilos de yerba a Misiones. El plan es inaugurar el «primer corredor soberano» que tiene la intención de reducir los costos de transporte para mejorar los precios y establecer relaciones más justas para el consumidor, el productor y el tarefero. El conductor del camión se llama Fredy y el copiloto Gabriel, los dos forman parte de la UTT. Hay mucha expectativa en este viaje que cargará mercadería y traerá mucha yerba de distintas cooperativas de Misiones en tres días (terminaron siendo cinco).

El itinerario siguió por Entre Ríos, en la Colonia Agroecológica Carlos Arenas en Gualeguaychú. Pasó por el almacén de la UTT en Concepción Uruguay, siguió hacia la comunidad de Vida Juan XXII para entregar una donación y luego por el Mercado Popular del Municipio de San José de Feliciano. También pasó por otro almacén de la organización en Curuzú Cuatiá, en Corrientes, para llegar finalmente a destino, Oberá, Misiones, donde empezarían las historias.

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Mi rol fue importantísimo: cebar mates principalmente, pero también escuchar, mirar, oler y dejarme llevar por la ruta de la selva. Una selva hermosa de tierra roja y neblina mañanera, que cuando viajás en un camión con acoplado de 40 metros cada maniobra se vuelve una aventura. Así fuimos recorriendo rutas de asfalto y desvíos de tierra para ir en búsqueda de la yerba de los “venados”. Quieren hacer las cosas distintas a la lógica comercial, pero sufren la amenaza constante de los yacarés y de megaempresas como Las Marías, que manejan la mayoría de las marcas grandes que están en los supermercados. Y que justamente son los que desestabilizan y rompen el mercado con estrategias para sacar del juego a las cooperativas como las del Hipólito Yrigoyen, Grapia, Río Paraná de Movimiento Agrario Misionero (MAM), Yerbal Viejo, Orambae y Chamarra de El inmigrante.

En el viaje aprendí muchísimo de gente sabia que vive y sufre hace décadas esa puja desigual, que marca el ritmo de lo que termina siendo supervivencia. El querer hacer las cosas distintas en un territorio lleno de yacarés, de tigres y de víboras que se manejan en esferas de poder inalcanzables, indesarmables. El horizonte está claro: la organización como estrategia, la revolución de la hormiga para poder llegar a la gente, para generar conciencia y política de la que sirve.

La proyección de la Unión de Trabajadores de la Tierra es crear una red de corredores soberanos que elimine a los intermediarios. Crear cada vez más nodos solidarios que además de proveer alimentos saludables generen lazos sociales. Tener cada vez más estructura para plantear y pelear por el acceso a la tierra.

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