Alta cocina misionera: Gunther Moros y sus proyectos gastronómicos, del arroyo Paraíso a la Riviera francesa

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El pelo lo traía revuelto por el viento de la ciudad y el tiempo que apremia. “Tengo el pelo revuelto”, dice, entre risas, Gunther Moros. Pero ese look cuidadosamente desprolijo no le resta ni un gramo al magnetismo que emana cuando cuenta sus historias. Es chef, pero también amante de Misiones, padre devoto, explorador del sabor, emprendedor incansable y, por encima de todo, un hombre que cocina como quien escribe una carta de amor a la tierra que habita. Es un torbellino de cosas en marcha: un bodegón, un restaurante internacional en el corazón de la Triple Frontera, un viaje de perfeccionamiento a Europa y un proyecto secreto propio. 

¿Qué define a Gunther Moros?

Moros no duda: “Yo me defino como un papá muy presente. Como un laburante que necesita compartir, crear y sostener. Como un autodidacta que la viene remando en un país difícil y en una provincia compleja. Pero, sobre todo, como alguien que no sabe quedarse quieto”.

Habla como quien amasa ideas mientras el horno calienta. Va hilando recuerdos familiares –su abuelo Lucas, que vivió hasta los 102 años y le enseñó a hacer queso de chancho y conservas– con el presente vibrante de su cocina regenerativa, esa que huele a monte húmedo, a hoja de banano, a humo bueno.

Nació en una familia grande, con mesas que eran un planisferio en miniatura: recetas paraguayas, toques austríacos, herencias ucranianas, sabores del Litoral. “La cocina venía con el afecto. Los domingos se cocinaba para estar juntos”, recuerda. Y esa enseñanza, más que cualquier escuela, lo empujó al fuego.

Recorrió el mundo para aprender. Pasó por Noruega, Italia, España, Chile, la Patagonia argentina. Fue en Chile -dice- donde vivió su verdadera escuela, sobre todo en el mundo de los mariscos. “Noruega me marcó, pero en Chile me hice cocinero”.

Hoy, desde Misiones, sueña proyectos que mezclan alta gastronomía con selva virgen, sostenibilidad con identidad, lujo con raíces. En El Soberbio, en Margay, un lodge metido en el monte de Yaboti, creó una experiencia culinaria sensorial, donde el silencio, es el condimento. “No todo el mundo soporta el silencio de la selva”, dice. Pero los que se animan, se quedan encantados.

Ese proyecto, diseñado con los propietarios del lodge, le valió participar de uno de los premios más prestigiosos de la gastronomía. Y ganar. 

Fue distinguido con el Premio Baron B – Édition Cuisine, uno de los galardones más prestigiosos del país. Lo ganó escribiendo de madrugada, sin saber si llegaba. O sabiéndolo todo, en secreto. “Tengo una agenda donde anoto todo y ahí había escrito: 26/27 de junio, ganador del Baron B. Lo había anotado antes de saber siquiera si iba a participar. ¿Premonición? No sé. Pero pasó.”

Ese premio lo llevará a cocinar y capacitarse en el restaurante Mirazur, en la Riviera francesa, uno de los mejores del mundo. Después seguirá por bodegas en Portugal, junto a Mauricio Ghiglione, un chef amigo posadeño que triunfa en Europa, mostrando la cocina del Litoral al viejo continente con los restaurantes Belos Aires, en el centro y en la playa lusitana.

Pero Moros no para. En Posadas se abrirá en las próximas semanas  un bodegón con alma porteña: milanesa bien hecha, bife al punto justo, flan con dulce de leche. Cocina de barrio elevada a culto. El chef es el consultor gastronómico. Y en Iguazú, otro proyecto: un restaurante en el corazón de la Triple Frontera, en las Siete Bocas de la ciudad de las Cataratas, donde la gastronomía se arma como un mapa: desde el Atlántico hasta el Chaco boliviano, pasando por Foz y Ciudad del Este. “Todo a la vista. A los fuegos. Con horno de barro, parrilla, caminador. Cocina de verdad”, detalla. Ahí también oficia de consultor de un proyecto ideado por los hermanos Noziglia. 

¿Y cómo sobrevive un cocinero en esta economía? 

Suspira. “Bajó un 35 a 45 por ciento el consumo en gastronomía. Hablamos con colegas todo el tiempo. Pero hay que seguir. Argentina es así. Se acomoda y desacomoda. Hay que crear para seguir eligiéndonos.

Y en ese crear aparece la esperanza. “Posadas tiene futuro. Iguazú ya es fuerte, pero Posadas tiene potencial para ser capital gastronómica del Litoral. Hay cocineros comprometidos, preparados. Están volviendo muchos cocineros muy preparados. Así que, yo creo que eso va a favorecer. El turismo va a activar un poco más. El mundo está raro, así que una vez que se acomode todo, yo creo que vamos a crecer como ciudad, la más linda del Litoral. Solo falta tiempo y que la economía acompañe. En una década puede dar el salto”. 

A Gunther Moros lo llaman “el cocinero de Misiones”, aunque a él le cueste admitirlo. Un poco autodidacta, mucho de perfeccionamiento. “No sé si soy una marca, pero me gusta hacer, compartir, dejar algo. Y si puedo dejarlo en mi tierra, mejor”.

¿Qué te gusta que te cocinen?

Sonríe. “Algo simple, bien hecho. Una buena carne, una buena pasta, siempre con palta. En casa la comemos todos los días. Hacemos hasta helado de palta. Jugamos con la comida. Eso me gusta. Mi esposa cocina muy bien”. Su esposa es Romina Silva, una psicóloga con quien tiene dos hijos: Ramsey de 14 y Aramí.

Tiene casi 48 años, pero parece menos. Tal vez por esa energía incansable que lo empuja a seguir encendiendo fuegos en cada rincón de Misiones, de Europa, de la memoria. Apenas vuelva de su gira por el Viejo Continente, ya tiene preparado otro desafío. Esta vez, propio. Un restaurante en el corazón de Villa Sarita, en una casona centenaria, con 40 cubiertos, que atenderá solo por reserva y con un menú viajero, desde alta cocina al estofado misionero.

Al final del día, cuando apaga los hornos y se sienta con su familia, Gunther Moros vuelve a ser ese chico que miraba a su abuelo cocinar, oliendo el humo de un futuro que ya estaba escrito. Con leña, con amor, con coraje. Y con hambre de más.

Proyectos que llevan su sello

📍 Margay Lodge (El Soberbio)
Cocina regenerativa en plena selva.
Ubicado a orillas del arroyo Paraíso, el lodge combina sustentabilidad, productos locales y cocina de autor. Es un refugio de sabores en la profundidad de la selva misionera, donde el silencio se sirve como parte del menú.

🥇 Premio Baron B – Édition Cuisine (2023)
Reconocimiento nacional a la excelencia y el compromiso social.
El proyecto Margay fue distinguido por su valor cultural, ambiental y gastronómico. Moros fue uno de los tres finalistas y el gran ganador, tras años de trabajo silencioso en la selva misionera.

🇫🇷 Capacitación internacional en Mirazur (Francia)
De Misiones a uno de los mejores restaurantes del mundo.
Como parte del premio, Moros viajará en junio a capacitarse con Mauro Colagreco en Menton, en la Riviera Francesa, donde la alta cocina se encuentra con la naturaleza.

🍷 Cocina federal en Europa
Eventos con sello misionero en Portugal.
Junto al chef posadeño Mauricio Ghiglione, Moros organiza encuentros culinarios en bodegas europeas, llevando los sabores de la triple frontera a los paladares del viejo continente.

🍽️ Bodegón contemporáneo (Posadas)
Una esquina con alma porteña.
En pleno centro posadeño, abrirá un bodegón moderno con platos típicos como milanesas, bifes, purés cremosos y flanes con dulce de leche. Cocina honesta y contundente, con producto y cariño.

🔥 Proyecto Iguazú – Cocina de triple frontera
Alta cocina con identidad regional.
En pleno centro de Puerto Iguazú, abrirá un restaurante con cocina a la vista y menú internacional. Un recorrido culinario desde el Atlántico brasileño hasta el Chaco paraguayo, con eje en el Litoral argentino.

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