Del cipayo Mitre al apátrida Cornejo: lo que dice y omite Barrios Arrechea

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En principio, es muy positivo que un “político de raza” (como se autodefinió alguna vez R A B A -Barrios Arrechea-, creo que acertadamente) se dedique a analizar la historia, pues la actualidad es consecuencia del devenir histórico y sus diversos quiebres y vericuetos.

Cita a varios historiadores, pero curiosamente a ningún historiador revisionista de fuste, como “El Colorado” Ramos, ni Muñoz Azpiri, ni el “Pepe” Rosa ni tampoco a uno filo radical pero bien documentado y de buena pluma, como Félix Luna, ni ningún otro de ese calibre documental y prosapia certera e inclaudicable orientación Nacional.

Si bien critica un enfoque u opinión previa que desconozco, no puedo coincidir –prima facie- con su descalificación hacia la “ideologización” de la historia-, pues eso parecería caer en la pretendida “asepsia absoluta” que es utilizada por los que terminan haciendo narrativas que por pretendidamente “puristas” terminan siendo afines a los que de un modo u otro son funcionales a los factores del Poder Concentrado del ultra conservadurismo, que desde siempre edulcoraron, ocultaron y alteraron la historia para hacerla sosa, descolgada de nuestra realidad, y “neutramente” intragablemente aburrida como la de Grosso, que nunca motivó el conocimiento de causas y efectos, de motivaciones y objetivos.

Precisamente, fue Mitre, en su rol de historiador, con sus narrativas al cuento, quien de hecho creó la corriente del academicismo histórico, gran falseadora de los hechos para acomodarlos a gusto y paladar de los intereses unitarios, ultra liberales, portuarios y británicos, a todos los que desde siempre sirvió Don Bartolo, sin importarle que para sus fines mediaran degüellos masivos, el fogoneo de una guerra fratricida con altísimos costos humanos y desastrosas consecuencias geopoliticas, intentonas de golpes de Estado pro oligárquicos y cuanta maniobra de sucia politiquería pudo implementar.

Hábil y amañado político y pésimo militar, finalmente con Roca se encontró con la horma de sus zapatos y quedó marginado definitivamente del escenario político argentino.

Como personero subordinado a los mandatos británicos, Mitre se prestó a destruir al Paraguay, aliado natural de Argentina, debiendo llevar por la fuerza al gauchaje que se negaba a una guerra que no la sentía justa, toda vez que se combatió a una nación fruto de la misma matriz histórica y cultural, aliándonos a un enemigo histórico como lo fue el Imperio del Brasil.

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En ese rol pro británico, no fue casual que haya presentado como gran prohombre, o “el más grande civil de la historia argentina”, al perverso y muy negativo achicador y destructor de la naciente república, que fue Bernardino Rivadavia, perseguidor y opositor constante a San Martín, a quien según todas las evidencias intentó asesinar, al igual que sus seguidores, que le impidieron regresar a la patria, previo instigación del alevoso asesinato de Dorrego.

Fue Rivadavia el claro predecesor del mitrismo en su función de personero subordinado a los designios británicos. Claro que a la vez, Don Bartolo, con esa definición al supuesto “gran hombre civil”, se auto reservaba el rol de “más grande militar de la historia argentina”, como su ego desmesurado hubiese querido ser considerado, pero que los hechos contundentes niegan, tal cual con abundancia fáctica y documental lo describen los historiadores revisionistas, con el enorme José María Rosa como gran desmitificador de la historia el cuento del academicismo mitrista.

No puede omitirse que, con sus amañadas leyes y códigos, blandidos por los doctores citadinos para expulsar al gauchaje de las tierras que ocupó por generaciones y derecho propio, facilitó la consolidación de la poderosa oligarquía de la Pampa Húmeda, nucleada en la Sociedad Rural, precisamente creada durante la presidencia mitrista.

Y fue en dicha presidencia, y en la de su sucesor Sarmiento, que se consolidó la tenencia de ricas tierras en muy pocas manos, como germen de la ultra conservadora y muy anglófila oligarquía campera, siempre anti industrialista, clasista excluyente de las mayorías y teñida de indisimulado racismo.

Claro que para cuidarle las espaldas de su “buen nombre”, Don Bartolo dejó un diario, que nunca dejó de ser reducto de la más recalcitrante oligarquía y del más apátrida liberalismo económico, además de vocero de los mandatos e intereses anglosajones.

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Diario que con otros similares, apañó y aprobó los más aberrantes hechos en contra del Interés Nacional y del pueblo argentino, como avalar las tropelías de la “década infame” de los años ’30; el bombardeo y masacre de civiles en Plaza de Mayo; los actos de terrorismo previos a la asonada de 1955; los fusilamientos de 1956; el alzamiento y golpe de 1962; el infame “proceso”; el neoliberalismo noventista y el del reciente macrismo; entre otros hechos execrables similares.

Claro que hoy el diario de Don Bartolo, dicta la letra que repiten los “cambiemitas”, los milicos proceseros y unos cuantos “progres” fuera de foco, rejuntado político al cual se subordinó –sepultando todo el ideario yrigoyenista- el partido al cual pertenece el exgobernador puesto a historiador.

Será un acto de estricta justicia, cambiar el nombre de la avenida Mitre, por el de algún auténtico patriota.

En la misma línea de pensamiento, no es casualidad que los poderes oligárquicos y sus soterradas influencias, hayan impedido hasta hoy, que quien recibió en reconocimiento por sus patrióticas acciones, el sable del Libertador, sea poco o nada recordado en lugares públicos de nuestra patria, a la cual esforzadamente el mismo – Rosas – evitó fragmentar, como lo querían los unitarios liberales. Y como lo quiere hacer desvergonzadamente el correligionario de Barrios Arrechea, el impresentable Cornejo, fogoneador de la mutilación de Mendoza en una republiqueta bananera pseudo independiente.

A propósito, no leímos que Barrios Arrechea se haya pronunciado en contra de la apátrida iniciativa de Cornejo; verdadero prototipo de radical agorilado que por notoriedad o un cargo pisotea su propia dignidad como ciudadano argentino.

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