Puerto Iguazú es sin dudas la ciudad más castigada por la parálisis provocada por la pandemia de coronavirus. Vive del turismo y será quizás una de las últimas en recuperar la actividad central que genera cientos de empleos y le da vida a la ciudad. Por eso resulta insólito que mientras muchos empresarios y hoteleros diseñan protocolos de bioseguridad para volver lentamente a la actividad, los dueños de un boliche devenido en bar, hayan burlado las recomendaciones sanitarias y rompieran todos los protocolos.

Eso sucedió en la noche del sábado en Leblond, un boliche transformado en bar para poder reabrir en medio de la cuarentena administrada. Antes de la pandemia era una disco. Cambió su habilitación a bar y el sábado inauguró desestimando todos los protocolos: capacidad excedida, nadie con barbijos o tapabocas y bailes sin ninguna distancia social ni entre mesas ni personas. 

Según testigos, contaban con DJ, animación, servicio de comida sin aprobación de expendio.

Una denuncia anónima le puso fin al desatino. La Policía llegó a la 1.30 y recién pudo ingresar a las 2, porque los dueños bloquearon el ingreso. La noche terminó con detenidos a la salida y forcejeos con los agentes de seguridad. Uno de los socios es de una familia tradicional de Iguazú. 

En el operativo intervinieron la División Comando Radioeléctrico, División infantería Zona Norte, Comisaría Seccional Tercera, Guardia Unidad Regional V. Los efectivos tuvieron que obligar a los dueños a bajar la música -el encargado del evento fue identificado como Miguel Orlando Milogi y el DJ como Eduardo Arce- y desalojar el lugar que fue clausurado por el Juzgado de Faltas. Los responsables del lugar acusaron a “la competencia” por la denuncia, pero no pudieron justificar la aglomeración de personas bailando en el lugar.

Los bares vecinos, que sí estaban respetando las normas de bioseguridad, también fueron obligados a cerrar a raíz del operativo.
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