Mujeres al volante en el duro negocio forestal

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Por Damián Zena. En pleno siglo XXI los roles de género están más visibles que nunca y evidencian enormes desigualdades que niegan a las mujeres las mismas oportunidades de formación, de conseguir empleo y de ocupar lugares de toma de decisión. A pesar de las conquistas logradas por los colectivos feministas, todavía quedan prácticas culturales naturalizadas que superar, como ser la desigualdad salarial, laboral y el acceso a determinados rubros con salarios dignos. Pero ya no quedan profesiones exclusivas En el norte de la provincia, dos jóvenes mujeres se inician en el rubro del transporte forestal, realizando las mismas tareas que habitualmente lo realizan los hombres.

Se trata de Marianela Olofsson de 21 años y Diana López de 26, dos jóvenes de Puerto Esperanza que trabajan para la empresa forestal Tupieana S.A. de Felipe Jelen, conduciendo camiones. Para ambas se trata de trabajar de lo que les apasiona, en un rubro que históricamente estuvo reservado para los hombres. “Muchos se sorprenden al verme al frente de un camión y otros me aplaudieron también”, señaló Diana. “Siempre veía a mi papá trabajando en este rubro y ahora vivir la misma experiencia que él, me da mucho orgullo” agregó por su parte Marianela.

Un legado familiar

Para Marianela, conducir un camión es continuar el legado de su padre, Pedro Olofsson, que lleva años trabajando en el rubro. A pesar de corta edad, ya tenía experiencia conduciendo jeeps y otros vehículos menores, por lo que estuvo en consideración de Felipe Jelen, quien le preguntó si le interesaría conducir uno de sus camiones. Ante esta oferta, la joven decidió empezar a practicar con su padre. “Nos levantábamos a las 2 o 3 de la mañana, para acompañarlo e ir aprendiendo”, indicó, “él fue mi primer maestro”. 

Una vez en la empresa, practicó tres semanas más junto a un camionero establecido de la empresa, Jorge Enríquez, que le indicó las tareas específicas a realizar. “Me mostraba los puntos  de cargas como ingresar a Arauco para descargar, en fin todo eso”, manifestó Marianela que ahora vuelve a madrugar, pero no para acompañar a nadie, sino para ser ella la que lleve el volante. “Todos los días me levanto a las 3am y tipo 3:30 voy al monte, controlo si la unidad está en condiciones y salgo a los loteos”. Desde ahí, dependiendo del cargamento, el destino que le tocará ese día: si es rollo conducirá hasta Puerto Piray, pero si es raleo, lo llevará a la planta de Puerto Esperanza. 

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Un gusto adquirido

“No se cómo explicar, porque en mi familia no  hay amante de los fierros, pero desde q me acuerdo, me llaman la atención”, indicó Diana que empezó a manejar vehículos más pequeños a los 14 años y cuando cumplió 18 tuvo el propio. “Antes de salir del colegio hice un curso de mecánica y cuando mi auto no andaba yo intentaba repararlo”, agregó, manifestando un amor por la mecánica desde muy joven. Sin embargo, su camino a la empresa llegaría más adelante.

Diana, que actualmente vive con su pareja y su hija de cuatro años, vio frustrado sus anhelos de seguir formándose en la mecánica automotriz por cuestiones económicas, por lo que empezó a trabajar como cajera en un supermercado, donde una señora se ofreció a repartir sus currículums. “Trabajando en el supermercado conocí a la señora Miriam Miranda a quien le comenté que me gustaban los camiones, por lo que ella se ofreció a ayudarme. Por un tiempo no pasó nada, hasta que me llamaron de la empresa”, recordó. 

En la entrevista manifestó su interés por los vehículos de gran porte, a pesar de no haber conducido alguno antes, pero de igual manera le dieron la posibilidad de aprender. Luego de dos semanas de practicar con otros tres choferes, la dejaron a cargo de un semi remolque para trasladar los chips de madera, desde el monte a las calderas de la empresa. Al igual que su compañera de trabajo, arranca desde temprano buscando la biomasa para llevarlas a las plantas de Puerto Esperanza y Puerto Piray. No obstante, sus recorridos son distintos y rara vez se encuentran una con la otra.

Romper con los estereotipos

Conducir camiones, como otras tantos labores, era una tarea exclusiva para los hombres. No obstante, esto no fue un impedimento para que Marianela y Diana se animaran a trabajar de lo que realmente les gusta. “Es un trabajo pesado, pero no es difícil, una mujer también puede hacerlo, pero tiene que gustarte”, comenta Diana. Por su parte Marianela anima a otras mujeres dedicarse a lo que les gusta, “si yo pude, otras chicas también, hay que animarse y si hay una posibilidad aprovecharla”. 

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Para conseguir eso que tanto anhelaron, fue fundamental el apoyo de la familia. Marianela comenta que la familia está muy orgullosa, sobre todo el padre, que fue su ejemplo a seguir, en tanto que Diana asegura que su hija de cuatro años es muy feliz, sabiendo que su mamá maneja un camión. 

Por otra parte, en la empresa, su relación con los colegas es de mucho respeto, saben que se están ganando un lugar por su trabajo y sus compañeros las acompañan. “La verdad que me tocaron muy buenos compañeros; no llegué a conocerlos a todos aún, pero con los pocos que me los cruce son muy buenos, cualquier cosa que está mal o me hace falta están atentos en ayudarme” indicó Marianela. “Es un trabajo q es conocido más para hombres y la idea de ser la primer mujer  en la zona, en manejar un camión me da mucha felicidad”, reflexionó Diana que inició sus actividades unas semanas antes que su compañera.

Vivimos una revolución impulsada por ellas, que ya no toleran la sumisión de brindarse únicamente a las tareas hogar, de quedarse calladas y obedecer órdenes. Ellas se mueven, ellas enarbolan una bandera que trasciende las calles, que ingresa a las aulas, a las oficinas y a las distintas instituciones. Ellas construyen, en su revolución, un camino para que las próximas generaciones no deban padecer la desigualdad salarial, para que no les toque oír “ese trabajo es para hombres”, para que romper esas barreras culturales que le impiden hacer y vivir de lo que les gusta.

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