Para controlar la leucemia mieloide crónica, son claves la consulta temprana y el cumplimiento de los tratamientos

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La leucemia mieloide crónica es una enfermedad oncohematológica que representa alrededor del 15% de todas las leucemias[4]. En las últimas dos décadas, su tratamiento cambió radicalmente con la aparición de los denominados ‘inhibidores de tirosina quinasa’, la proteína responsable de la proliferación desmedida de los glóbulos de la sangre, especialmente los blancos. En oportunidad del Día Mundial de la Leucemia Mieloide Crónica, que se conmemora este 22 de septiembre, los especialistas destacan que el éxito de la terapéutica, además, se basa en la consulta temprana ante los primeros síntomas, la adherencia de los pacientes y en una buena comunicación con el médico para acordar los mejores objetivos posibles.

La leucemia mieloide crónica es una enfermedad que se inicia en la médula ósea secundaria a la multiplicación descontrolada de las células con la consecuente acumulación de las mismas y su pasaje al torrente sanguíneo. [5].

A nivel local, se diagnostican cerca de 3 mil nuevos casos de leucemia por año[6] y se calcula que la leucemia mieloide crónica representa alrededor del 15% de todas estas[7]. Si bien es más frecuente en adultos mayores, puede aparecer en cualquier momento de la vida[8],[9],[10].

“A diferencia de la leucemia aguda, en la leucemia mieloide crónica los síntomas aparecen con el tiempo. Esta enfermedad tiene un periodo latente que varía de un individuo a otro; puede pasar tiempo sin síntomas, hasta que la enfermedad se expresa”, explicó la Dra. Alicia Inés Enrico, jefa de servicio de Hematología del Hospital Ricardo Gutiérrez de La Plata.

Cuando esto ocurre, el paciente puede experimentar debilidad, cansancio, sudores nocturnos, fiebre, dolores articulares, la sensación de que le crece el abdomen (por agrandamiento del bazo) o aparición de hematomas (moretones) sin razón[11]. Estos signos llevan a la consulta, por esto es fundamental que la persona les preste atención. El diagnóstico se basa en un análisis de sangre que evidencia el aumento del número de glóbulos blancos maduros junto con la detección de una alteración cromosómica denominada cromosoma Filadelfia, originada por un intercambio de material genético entre los cromosomas 9 y 22, de ahí la fecha del 22 de septiembre instaurada como el Día Mundial. 

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“Es importante estar alertas porque los síntomas pueden pasar desapercibidos al inicio. A veces, la fatiga o el cansancio se atribuyen a otra causa. Además, al inicio los pacientes pueden ser más asintomáticos. Ante cualquiera de los síntomas mencionados, es recomendable realizar una consulta”, subrayó la Dra. Enrico.

La especialista indicó que la prevalencia de esta enfermedad aumenta con el tiempo porque -al haber nuevos tratamientos- los pacientes viven muchos años y muchos de ellos casi una vida normal. “Hoy un porcentaje de pacientes muy elegidos tienen una opción de dejar el tratamiento y estar sin enfermedad”, afirmó.

En el país, se diagnostican unos 3 mil casos nuevos por año de leucemia[1]; de estos, se estima que alrededor de 15% corresponde a leucemia mieloide crónica[2], una enfermedad que suele aparecer a partir de los 50 años -en promedio se diagnóstica a los 64 años-[3], pero que también puede afectar a jóvenes.


 

Antes de 2001, la leucemia mieloide crónica era una afección con un pronóstico poco alentador, con elevadas tasas de progresión a una forma aguda en pocos años, pero esa realidad cambió absolutamente. “Desde ese año, cuando se aprobó la primera droga de la familia de los inhibidores de la tirosina quinasa, cambió la evolución de la enfermedad. Actualmente, disponemos de varios fármacos y líneas de tratamiento para las personas diagnosticadas con leucemia mieloide crónica. Estos tratamientos van dirigidos a tratar las lesiones que se produzcan a nivel de las células”, detalló la Dra. Enrico.

Estos medicamentos mejoraron significativamente los niveles de respuesta, reduciendo el riesgo de que la enfermedad evolucione[12],[13],[14], lo que se traduce en índices de sobrevida relativa similares a los de la población general[15],[16],[17] 

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Por otra parte, es importante que el abordaje de la enfermedad sea multidisciplinario. Desde el momento en que se hace el diagnóstico, es recomendable la consulta con un cardiólogo especializado en afecciones oncohematológicas y con un psicólogo, ya que puede ser de gran ayuda para sobrellevar tanto el impacto del diagnóstico como el tránsito con la enfermedad. 

Para la Dra. Enrico, al ser una enfermedad crónica, “la calidad de vida del paciente es fundamental. La persona tiene que estar informada para poder decidir y, en ese sentido, hay dos aspectos centrales: el diálogo y la confianza entre el médico y el paciente y el acercamiento a las organizaciones de pacientes que están preparadas para acompañar en otros aspectos vinculados a la enfermedad”. 

Para el éxito del tratamiento de cualquier enfermedad crónica, es clave el adecuado cumplimiento de las indicaciones que da el médico, en términos de -entre otras- conductas vinculadas al estilo de vida y a la toma de medicación en tiempo y forma. Tal como refiere la Organización Mundial de la Salud, la adherencia al tratamiento a largo plazo de las enfermedades crónicas en los países desarrollados promedia 50%; en países en desarrollo, las tasas son aún menores. Es innegable que para muchos pacientes es difícil seguir las recomendaciones del tratamiento[18].

“Es fundamental que las personas que tienen sintomatología consulten al médico y aquellos que ya están diagnosticados cumplan con las pautas de tratamiento y se realicen los controles periódicos necesarios para ir monitoreando el grado de control que se va logrando de esta enfermedad. El propio paciente tiene que saber cada cuánto tiempo le corresponden las evaluaciones médicas. En este sentido, también el rol que cumplen las asociaciones de pacientes es muy importante, porque acompañan a la persona, la ayudan y la educan sobre todo lo que tiene que saber sobre su leucemia”, concluyó la Dra. Enrico.

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