Sin industria no hay Nación: acerca del industricidio neoliberal

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Un país sin industria es como un hombre sin un brazo, decía con meridiana claridad Friedrich List, el notable pensador y activo hombre de Estado que fue el padre intelectual y fáctico de los procesos de industrialización de Alemania y Estados Unidos; procesos de industrialización que eclosionaron en la Segunda Revolución Industrial, entre 1870 y 1890 aproximadamente, que tuvo como principales protagonistas precisamente a ambas naciones, sacándolas del atraso y subdesarrollo crónico a la cual hubieran seguido atadas si se habrían sujetado a la engañosa y falaz doctrina económica liberal.
En ambos países, hoy indudables grandes potencias en base a sus formidables desarrollos industriales y tecnológicos, los procesos de transformaciones de economías primarias a economías plenamente desarrolladas, fueron trabajosos y complicados, debiendo también en ambos casos vencerse las férreas oposiciones de los sectores ultra conservadores, vinculados a los cerrados intereses de grandes terratenientes agrarios y a los intermediarios que lucraban con las importaciones y las finanzas relacionadas con ese tipo de economías subdesarrolladas, subordinadas a otras economías desarrolladas e industrializadas, en particular en esos años a Gran Bretaña.
En Estados Unidos, Alemania, Japón y prácticamente todos los casos de naciones que vencieron las fuertes ataduras culturales, sociales, económicas e incluso militares, de los sectores oligárquicos recalcitrantes opuestos a toda transformación socio económica profunda y positiva; las dirigencias con mentalidad de estadistas y con claro espíritu de patriotismo, entendieron que sin industria ni desarrollos tecnológicos propios, la independencia y la dignidad nacional son meros conceptos huecos, carentes de contenido y privados de toda entidad real.
Esos procesos de transformaciones nunca son fáciles ni con senderos allanados libres de amañados obstáculos internos y fuertes presiones externas; estas últimas del enorme sector financiero especulativo y factores del poder corporativo con bases en los países desarrollados, a los que no les conviene que nuevos países se sumen al selecto grupo de naciones desarrolladas.
EEUU debió vencer al sur esclavista, productor primario subordinado a la industria británica, en especial la textil.
Alemania debió torcerles el brazo a los sectores reaccionarios y retardatarios de los junkers (grandes terratenientes) y los intermediarios de las importaciones y poderes financieros ultra conservadores. Claro que algunos junkers, muy ilustrados y con
 claro sentido de patriotismo, por encima de los mediocres conceptos clasistas y de escaso patriotismo de los oligarcas tradicionales, fueron actores principales en la consolidación de la unidad nacional y de su fuerte transformación en un Estado industrial, como el Canciller de Hierro, Otto von Bismarck.
En Japón, los estadistas y patriotas que promovieron la industrialización y modernización, tuvieron que vencer las resistencias de los señores feudales que con el poder de los samuráis a su servicio, pretendían seguir atados a perimidas 
estructuras feudales ya inviables y muy anacrónicas.
Brasil emprendió su decidido camino hacia la industrialización y fuerte desarrollo tecnológico, solo después de vencer las enconadas resistencias de la poderosa “oligarquía del café con leche”, la cual nucleaba a fuertes terratenientes de diversos Estados, pero en particular los oligarcas cafeteros de San Pablo, y los productores bovinos y lácteos de Minas Gerais. Para contrarrestar sus influencias anti industriales, lograron consolidar una fuerte clase dirigente consustanciada con la mentalidad industrialista y progresista.
Corea del Sur, un país pequeño y muy pobre, devastado por la Segunda Guerra Mundial y la subsiguiente Guerra de Corea, marginado de la economía mundial, solo era un importante productor de arroz, en un marco de pobreza y marginación generalizadas. Firmes y bien delineadas Políticas de Estado, dieron el marco necesario para que los sectores empresarios locales se convirtieran en líderes de las transformaciones  industriales y tecnológicas, reservando el mercado interno como la base propia para expandir sus producciones. Con eso se evitó que se volcaran a ser meros importadores, u oligarcas tradicionales, intermediarios o simples  inversores inmobiliarios, con lo cual el perfil productivo de su país hubiese sido mucho más limitado que el actual. Notable el caso del minúsculo país, arrasado por guerras, que soporto intervenciones armadas y situaciones de esclavitud denigrante, hoy transformado positivamente en una de las diez mayores economías del mundo.
En todos los casos descriptos y en otros similares, el rol del respectivo Estado Nacional fue activo y claramente proactivo a favor del desarrollo industrial, tecnológico y social.
Claramente sin industria no hay nación soberana, con dignidad nacional y criterio de grandeza. Sin industria y desarrollos tecnológicos propios, apenas pueden existir esos remedos de naciones pseudo independientes, que en realidad son meras colonias políticas y/o económicas de las potencias a las que los sectores mediocres y acomodaticios, se someten gustosamente, con tal de mantener internamente un sistema político feudal, apenas revestido de formalismos democráticos, y con también mucha fanfarria hueca de patrioterismo meramente declamativo.
Ese modelo político – económico de economía primaria, vetusto, anacrónico e inclusive hoy totalmente inviable; es claramente el objetivo al cual tozuda y neciamente buscan llevarnos al como sea, los sectores del conservadurismo recalcitrante, el mismo que sigue añorando los “tiempos de la república”, en las décadas de “organización nacional” del mitrismo, de esa parodia de democracia (años del voto cantado, y otras “lindezas” similares), y del burdo remedo de nación independiente (que en realidad era una colonia dócil a los dictados de Gran Bretaña).
A ese rol hoy totalmente inviable, de país – estancia, nos quieren empujar al como sea los de la ultra conservadora y clasista oligarquía tradicional (nucleados en la Sociedad Rural y similares), con sus prolongaciones en la oligarquía diversificada en industriales con mentalidad de estancieros y otros intermediarios 
varios (como la describe Eduardo Basualdo), más los agentes y especuladores que medran en los vericuetos de ese modelo, sin olvidar tampoco a sectores funcionales a esos intereses, de la política, los medios de comunicación y las muy cerradas estructuras que mantienen “alineada a la tropa” de las FFAA y FFSS bajo los prejuicios ultra liberales y por ende fuertemente antinacionales. Esto último desde 1955 en adelante, y muy acentuado desde el apátrida e infame “proceso”, período en que a fuerza de bayonetas se impuso el siniestro e industricida modelo económico neoliberal.
Por supuesto, si bien pueden ser sutiles, se notan las influencias y presiones del mega sector financiero transnacional, y de las Potencias Neocolonialistas y sus aliados menores, para embretarnos al como sea y sin salida, buscando desguazar todo desarrollo industrial y hacer desaparecer todo atisbo de entes propios  
creadores de tecnologías.
Excepto el caso de Egipto en el siglo XIX, cuando las presiones de las hilanderías británicas lograron abortar completamente un proceso de industrialización que estaba en plena marcha y buscando diversificarse, cuesta encontrar otro pésimo ejemplo similar en el mundo, de alguna otra nación en épocas de paz, que haya padecido semejante proceso de industricidio y tecnicidio
 planificados con premeditación y alevosía.
Claro está que, aunque muchos dirigentes políticos, empresarios y
académicos, así como el grueso de los militares argentinos, no hayan tomado conciencia de ello, estamos siendo sistemáticamente agredido por un relativamente sutil proceso de guerra híbrida; la cual tiene como objetivo de mínima embretarnos sin salida en el rol de colonia dócil; y de máxima, llevarnos a los empujones a la disolución nacional.

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