Sostener el problema para permanecer: la Educación Disruptiva no tiene un manual
Si permitimos dar rienda suelta a la imaginación ¿cuál sería la escuela que permita el desarrollo pleno de nuestros estudiantes? Cómo psicóloga, madre y profesional que se desarrolla hace más de una década en el ámbito educativo, leo ese interrogante y no llega a mi mente una sola respuesta, pero sí muchas preguntas. Entre ellas ¿qué es el desarrollo pleno? ¿Será medible, para que se pueda posicionar a esa escuela en alguno de esos ranking que tanto nos gusta leer? ¿Será disruptiva esa escuela? ¿Qué es una escuela disruptiva?
Una vez una sabia mentora, mencionaba en una jornada de trabajo donde aprendíamos a analizar los indicadores, con las noticias de esas críticas fascinantes a todo lo que “está mal” del sistema educativo decir: “Sobre educación todos se sienten en el derecho de opinar, porque todos de alguna manera son parte del sistema educativo”, por que fueron parte de él cómo estudiantes o lo son ahora cómo padres, abuelos, tíos, con la nostalgia plena que valida de que “antes era mejor” o la gratitud de que el presente mejoró. Todo muy subjetivo. Esto hace mucho más complejo definir una escuela disruptiva, pero intentamos al menos acercar en este artículo ideas que nos ayuden a profundizar el debate.
Tradicionalmente, la educación ha privilegiado modelos que promueven habilidades duras, como la resolución de problemas y el razonamiento crítico. Aunque estas competencias son esenciales, también lo son las habilidades blandas, como la empatía, la comunicación y la creatividad, así como el desarrollo de formas de pensamiento que fomenten la adaptabilidad y la colaboración. La integración de enfoques interdisciplinarios puede enriquecer los procesos de aprendizaje, creando un ambiente más inclusivo y reflexivo. La actualidad, el pulso del mundo entre sus descubrimientos, sus catástrofes, sus desafíos políticos, climáticos, éticos y tecnológicos ponen en escena la conciencia ambiental, la conciencia vincular y emocional, las conexiones y redes interrelacionadas. Esto por ejemplo nos pone frente al desafío del cuidado mutuo, pero no solo entre las personas, sino también de las personas con el planeta, siendo necesario el desarrollo del pensamiento que pueda ir más allá del antropocentrismo.
En función de esto, es importante traer en este análisis al pensamiento tentacular, acuñado por Donna Haraway bajo el marco del Chthuluceno, amplía este horizonte al enfatizar las interconexiones entre humanos y no humanos, y al proponer que el aprendizaje es un proceso rizomático, no jerárquico. Este modelo permite explorar las relaciones complejas y multidimensionales que configuran nuestro mundo, fomentando un aprendizaje situado y colaborativo. El pensamiento tentacular implica abrirse a perspectivas no humanas, a formas de inteligencia y conocimiento que provienen de otros seres vivos y sistemas. Esto incluye aprender de especies como los pulpos, cuya biología y comportamiento inspiraron la metáfora tentacular por su capacidad de sentir, aprender y actuar a través de sus extremidades. El pensar “con el otro”.
Entonces, en este camino, de darnos un momento de pensar que otros modelos de pensamiento pueden dar a los estudiantes otras maneras de indagar y construir conocimiento, podemos dar lugar a para la “utilidad” del nervio óptico, ese nervio que es nuestra ventana al mundo, a todo eso que caprichosamente queremos inmortalizar en una fotografía, con la misma fascinación que plantea Gabriel García Márquez con José Arcadio Buendía, quien desarrolla una obsesión particular con la máquina de fotografía. José Arcadio Buendía tenía la idea de capturar la imagen de Dios utilizando este aparato. ¿Pero si a ese nervio óptico le damos más valor que el pueden desarrollar las tecnologías para fotografiar?
Podríamos entonces dar lugar al pensamiento visual, tal como lo desarrolló György Kepes, enriquece la comprensión al destacar la capacidad de las representaciones gráficas para organizar y comunicar ideas complejas. Kepes argumentó que las imágenes y los patrones son lenguajes universales que permiten conectar conceptos abstractos con experiencias sensoriales, facilitando tanto la creatividad como el análisis crítico. Estos enfoques juntos invitan a repensar los métodos educativos para integrar la observación, la interdisciplinariedad y la reflexión en la construcción del conocimiento.
El arte y la creatividad, por ejemplo, ofrecen herramientas únicas para estimular el pensamiento disruptivo. Tal como se sugiere en la obra de María Gainza y su exploración de las narrativas personales a través del arte, estas prácticas pueden abrir nuevas posibilidades de comprensión, conexión emocional y aprendizaje significativo.
Sin dudas el pensamiento tentacular y la posibilidad de dar lugar el pensamiento visual, nos permiten conectar con nuestro pensamiento emocional y narrativo. Relacionar el aprendizaje con las experiencias personales y las emociones fomenta conexiones más profundas y significativas. Este enfoque ayuda a los estudiantes a construir su propia comprensión del mundo, integrando aspectos culturales y sociales en su proceso educativo.
Para implementar estos modelos, es necesario repensar las prácticas educativas y crear escenarios de aprendizaje que estimulen la creatividad, la reflexión crítica y la colaboración interdisciplinaria. Algunas estrategias incluyen:
- Aprendizaje basado en el arte: Utilizar obras visuales, música o literatura como puntos de partida para discusiones y ejercicios creativos, permitiendo a los estudiantes explorar diversas perspectivas.
- Proyectos colaborativos: Diseñar actividades que involucren múltiples disciplinas, fomentando el trabajo en equipo y la solución de problemas desde enfoques integrados.
- Narrativas personales: Animar a los estudiantes a conectar su aprendizaje con sus historias de vida, promoviendo la empatía y el pensamiento crítico.
Reflexión para los docentes: Incorporando modelos alternativos de pensamiento
Los docentes juegan un papel fundamental en la incorporación de modelos de pensamiento alternativos. Esto implica adoptar un enfoque flexible que valore tanto el proceso como el producto del aprendizaje. Los educadores pueden:
- Fomentar el cuestionamiento: Crear un espacio donde los estudiantes puedan explorar preguntas abiertas y desarrollar respuestas creativas.
- Adoptar un rol de facilitador: En lugar de ser transmisores de conocimiento, los docentes pueden guiar a los estudiantes en su exploración de ideas, promoviendo la autonomía y la curiosidad.
- Promover la interdisciplinariedad: Diseñar proyectos que conecten distintas áreas del conocimiento, mostrando cómo se relacionan entre sí para abordar problemas reales.
Este enfoque responde a un modelo disruptivo al romper con las estructuras tradicionales de enseñanza y aprendizaje. Los ecosistemas educativos que incorporan estos modelos permiten a los estudiantes experimentar la educación como un proceso dinámico y adaptativo, donde el error y la experimentación son parte del camino hacia el conocimiento.
Mejoras académicas para los estudiantes
La integración de estos modelos de pensamiento también ofrece a los estudiantes propuestas académicas más ricas y personalizadas. Esto les permite:
- Desarrollar habilidades blandas: La colaboración, la resolución de conflictos y la empática son fomentadas mediante actividades grupales y proyectos interdisciplinarios.
- Fortalecer habilidades duras: A través del pensamiento visual y la observación analítica, los estudiantes pueden adquirir competencias aplicables a campos como el diseño, la tecnología o la investigación.
- Potenciar el aprendizaje cognitivo: Los modelos tentaculares y narrativos estimulan conexiones neuronales al relacionar conceptos abstractos con experiencias concretas, facilitando una comprensión más profunda.
El futuro de la educación no está solo en el dominio del pensamiento lógico o crítico, sino en la capacidad de integrar enfoques más amplios y diversos. Modelos como el tentacular, el visual y el narrativo ofrecen herramientas valiosas para enriquecer el aprendizaje, desarrollando estudiantes que no sólo comprendan el mundo, sino que también estén preparados para transformarlo. En última instancia, este cambio de paradigma podría ser clave para construir una sociedad más creativa, empática y resiliente.
La educación disruptiva no tiene un manual, pero sostener el problema nos permite comprender que el camino no está en buscar soluciones simples o definitivas, este enfoque invita a “seguir con el problema”, a permanecer en el proceso de confrontar y explorar las complejidades éticas, ecológicas y políticas de nuestras relaciones en el mundo. Y por consecuencia, la relación del sistema educativo con el lugar que lo habita.