Con Evo Morales el PBI per cápita se multiplicó por tres
En una controvertida y confusa situación el ex – presidente de Bolivia, Evo Morales, dimitió a su cargo, denunció un golpe de Estado y se exilió en México. La crisis, si bien con antecedentes y aristas mucho más complejas, se dispara en el 2016 cuando Morales convoca a un referéndum para modificar la Constitución y abrir paso a su reelección. En dicho plebiscito la opción por el “no” se impuso ajustadamente. Con posterioridad, y por gestiones del propio ex – presidente, la justicia electoral emitió un fallo interpretando la Constitución vigente para entender que la reelección está habilitada.
En las elecciones se necesitaba una diferencia de 10% para no ir a segunda vuelta. Cuando los resultados oficiales preliminares todavía no otorgaban dicho margen, Morales se autoproclamó presidente reelecto lo que motivó violentas reacciones. En paralelo, la Organización de los Estados Americanos (OEA), que suele actuar regularmente como veedora en procesos electorales latinoamericanos, señaló que las irregularidades detectadas justificaban otro proceso de votación con autoridades electorales nuevas. Ante ya furiosos actos de violencia y un llamado de las fuerzas de seguridad a dar un paso al costado, Evo Morales se declaró víctima de un golpe de Estado
Este paupérrimo desempeño institucional contrasta con el desempeño económico. Según la CEPAL, entre el 2016 (cuando asume Evo Morales) y el 2018 se observa que:
- El ingreso per cápita en dólares de Bolivia creció un 190% cuando en Argentina lo hizo en apenas un 47%.
- La inflación promedio en Bolivia fue de 4% anual cuando en Argentina estuvo por encima del 30%.
- La deuda pública en Bolivia es de 36% del PBI cuando en Argentina están por encima del 80% del PBI.
Estos datos muestran el muy buen manejo de la política económica que hizo el gobierno de Evo Morales. Las diferencias con la Argentina son contundentes. Una diferencia clave es el orden fiscal que le permitió evitar los excesos de emisión y endeudamiento que tanto daño generan en la Argentina. Si bien el ingreso per cápita en dólares de Bolivia sigue siendo bajo, el crecimiento económico fue el mayor de América Latina, generando las condiciones para una sustancial reducción de la pobreza.
En las lecturas superficiales y apasionadas que pululan en la Argentina subyace la idea de que la crisis fue promovida por los sectores más poderosos de Bolivia que no toleran las políticas económicas “anti-neoliberales” de Evo Morales. Se trata de pensamientos típicos del siglo pasado, que colisionan con las evidencias. En Bolivia, más allá de cuáles hayan sido las motivaciones ideológicas, el pilar de sus muy buenos resultados económicos fue la disciplina fiscal. Una evaluación más objetiva lleva a considerar como factores desencadenantes de la crisis el rechazo al empecinamiento del líder boliviano por perpetuarse en el poder y las dificultades para construir una convivencia justa y armoniosa en una sociedad con profundas fragmentaciones raciales.
Discutir si encuadra o no como golpe de estado es un debate poco conducente cuando son tan graves y generalizados los desvíos institucionales y tan brutal la violencia. En lugar de canalizar energías para censurar o reivindicar los errores que llevaron a Bolivia a una situación tan crítica, es mejor destacar su lección económica: el orden fiscal es la base de una política que reivindica al socialismo, el indigenismo y lo popular.
En las convulsiones que sufre Latinoamérica aparecen rasgos de inmadurez, pero también avances que invalidan los análisis simplistas. Bolivia fue capaz de crecer y avanzar en la inclusión social, pero fracasó en la construcción de instituciones políticas que posibiliten la alternancia en el poder con armonía racial. Chile combinó instituciones económicas sólidas con apego a la democracia, pero tuvo escasa sensibilidad para contemplar las aspiraciones de los sectores más postergados. La Argentina tiene una sólida democracia y un sistema político plural, pero no ha logrado superar –como sí lo pudieron hacer Chile y Bolivia– el voluntarismo y la irracionalidad en el diseño de sus instituciones económicas.