El desempleo bajo la lupa

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Empecemos por el final. Ninguna de las líneas que sigue es certera, porque
nada puede asegurarse del mercado de trabajo en el segundo trimestre de 2020. Los datos fueron tomados en un contexto sumamente excepcional
de pandemia. Esto no solo influye en cómo y cuántos datos captamos, sino
que puede influir en las respuestas. ¿Alguien que no debía ir a trabajar,
pero lo hizo, contestó que lo hacía? Alguien que no cobró el sueldo porque
su negocio estaba cerrado y está buscando otra forma de ingreso (pero
que no necesariamente cortó el vínculo laboral), ¿se definió como
desocupado? ¿Son los mismos los que trabajan en una pandemia, o las
pocas oportunidades laborales están muy segmentadas?

El COVID-19 además implicó dos cuestiones que son muy importantes
cuando se toman datos de una muestra: hizo que se modificara la forma
de relevamiento (de entrevista personal a telefónica) y que no se pueda
entrevistar a muchas familias (porque no se tienen sus teléfonos o no
contestaron a esa modalidad). De esto último, no sabemos a cuántas de
estas familias no se pudo encuestar.

Sobre el primer punto, recordarán los grandes errores en las encuestas
previas a las PASO 2019. Una de las múltiples explicaciones entre la gran
cantidad de encuestas que erraron y las pocas que estuvieron cerca, fue el
peso de los encuestados por teléfono. ¿Hay un perfil de persona que es
más propenso a ser ubicado por teléfono? ¿Son las mismas personas las
que tiene predisposición a contestar una encuesta por teléfono que una
presencial? ¿Contestan lo mismo en persona que por teléfono? Por lo poco
que sabemos, hay diferencias que no son menores entre una modalidad y
la otra.

La no respuesta es otro factor importante. En las encuestas de la EPH, el
75% de las familias encuestadas se repiten, mientras que hay un 25% que
se renueva. Ahora bien, no sabemos cuántos de los que repetían
respondieron la encuesta telefónica, y lo que sí sabemos es que varias de
las familias “nuevas” no contestaron.

A pesar del inimaginable e importante esfuerzo que todo el personal del
INDEC realizó, lo cierto es que no sabemos si estamos comparando peras
con manzanas. Por eso antes de seguir, bien vale resaltar el aviso que el
propio INDEC puso en su informe: “Es importante destacar que hasta que no se realicen estudios que permitan descartar o medir los sesgos producidos por los cambios en la operativa de la encuesta, las estimaciones no son estrictamente comparables con las estimaciones de trimestres anteriores.”

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¿Por qué entonces miramos igual los datos del mercado de trabajo? Las
políticas públicas requieren habitualmente de datos. Datos que sirvan,
primero para indicar el camino, y luego para evaluar si fue el adecuado.
Tomaremos esos datos entonces, no como un reflejo fiel de la realidad
(aunque difícilmente pueda afirmarse que lo sean, aún en una situación
“normal”) sino como una guía de lo que puede estar sucediendo y de lo
que se necesita para revertirlo. Porque, al fin y al cabo, comparables o no,
robustos o no, esos datos fueron tomados y algo nos dicen de lo que está
pasando.

No sería prudente tomar datos absolutos, sobre todo cuando son
comparados con el resto de los trimestres (“hay tantos desocupados más”)
pero sí tendencias. De hecho, vamos a ver que los datos tienen bastante
coherencia con lo que podría esperarse en un país en vías de desarrollo
bajo una pandemia.

Empecemos por lo obvio. La tasa de desempleo subió mucho. Pero no
termina ahí. Porque en rigor la cantidad de desocupados es la misma
que hace un año. ¿Cómo puede ser? Las tasas de actividad y de empleo
se derrumbaron. La cantidad de personas con empleo cayó en la misma
magnitud que la cantidad de personas activas. Con menos personas activas,
la proporción de personas que buscan empleo se hace más grande –
respecto del total- y la tasa de desempleo junto con la de inactividad suben,
aunque tengamos la misma cantidad de desocupados.

Esto es bastante razonable. Para ser desocupado, hay que buscar
activamente empleo. Y como estamos en una pandemia, muchos de los
que dejaron de tener trabajo no pudieron (o les pareció que no valía la
pena) buscarlo. Si contamos a todos esos inactivos como activos
desocupados, la tasa de desempleo habría alcanzado el 29%. No se
alarmen. Es posible también que muchos tengan la esperanza (o incluso la
certeza) de retomar su empleo cuando pasen las restricciones y que
entonces, no valga la pena buscar cuando hay tan poco que encontrar.

¿Cómo se explica tanta pérdida de empleo con un decreto antidespidos?
El decreto funcionó muy bien. El empleo asalariado registrado fue el que
menos cayó. Un 4,5%, casi el mismo dato que surge de los registros del
sistema previsional, con lo cual parece ser bastante válido. Hay que pensar
además que el despido no es la única modalidad por la cual se puede
perder un empleo. Además de los casos decididos por trabajadores
(jubilaciones, renuncias), el decreto es menos efectivo con aquellos que
tienen trabajos temporales, suplencias, a término o por obra como en la
construcción.

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Las mayores caídas están en los asalariados no registrados (-43,4%) y los
cuentapropistas (-28,2%). Esto implicó que aumente la proporción de
asalariados registrados y mejoren las tasas de registro (por los malos
motivos, en este caso). Esto no es habitual en las crisis pero. de nuevo, la
pandemia. En las crisis, suele subir la tasa de no registro, porque en un país
como el nuestro, quién se queda sin empleo no tiene mucho ahorro para
aguantar y debe salir a hacer “algo”. Y sino encuentra un empleo, se lo
inventa (una changa, un “emprendimiento”). Pero este comportamiento es
muy difícil de realizar en pandemia. Las políticas de ingresos como el IFE
ayudaron también a desalentar la salida de los hogares, poniendo un piso
a los ingresos.

¿Por culpa del decreto antidespidos que cubrió a los registrados los que
más sufrieron fueron los no registrados? Difícil. Por empezar, el empleo no
registrado se concentra en unidades productivas que son enteramente
informales. Por otro, por definición, el trabajador informal es más “barato”
de echar que un formal, en todo momento.

Abramos un halo de esperanza. Estas tasas tan grandes de desempleo, son
también temporales. ¿Significa esto que pasada la pandemia volvemos
automáticamente al punto cero? Por supuesto que no. El ATP fue crucial
para sostener los vínculos laborales en el sector formal. Pero muchas
empresas están con dificultades para sostener esos empleos y acumulan
deudas (de impuestos, créditos, etc.).

Muchos cuentapropistas volverán rápidamente a sus tareas. Lo mismo
muchos patrones informales, que de acuerdo a la demanda, (re)contratarán
a su vez trabajadores. Pero de nuevo, dependerá mucho de que exista esa
demanda y de que la pandemia no haya agotado los recursos de las
empresas. Habrá que esperar los nuevos datos para saberlo.

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