El Árbol: Arquetipo Universal
En todas las culturas y religiones antiguas, el Árbol tenía un lugar central de reverencia. No se adoraba al árbol per se, sino como símbolo de energías trascendentales que mueven nuestro mundo. El hecho de honrar determinados árboles, significaba una reverencia a la naturaleza para muchos pueblos antiguos que utilizaban sus árboles como fuente de medicina y alimentos para sobrevivir en ocasiones especialmente duras, como ha sucedido con nuestros hermanos guaraníes.
Desde el comienzo de la cultura humana, el árbol también ha sido fuente de materiales de construcción, lugares de sanación, consuelo y de conexión con otros seres humanos y divinidades. El Árbol ha llegado a encarnar el Axis mundi o ‘eje del mundo’, un símbolo ubicuo presente en numerosas culturas. La idea expresa un punto de conexión entre el cielo y la tierra en el que convergen todos los rumbos de una brújula.
baobab
Los árboles están entre los más grandes y viejos seres vivos de nuestro planeta, por ello los seres humanos los interpretamos religiosamente.
Para los judíos, la Cábala, o Árbol de la Vida, representa un mapa de la creación de Dios.
Las escrituras hebreas ponen énfasis en los arboles en muchas situaciones: en el Jardín del Edén, cuando la paloma vuelve luego del diluvio con una rama de olivo como señal que las aguas descendían, cuando se lo narra a Abraham parándose en arboledas sagradas para estar más cerca de dios, y hasta la zarza ardiente desde la cual Dios habla a Moisés y le da instrucciones, por solo mencionar algunas.
La religión de los mormones tuvo su inicio en revelaciones que le sucedieron a Joseph Smith en la arboleda sagrada de Palmyra, Nueva York.
Dicen las leyendas en Asia que Buda nació bajo el árbol de la sal (shorea robusta) y alcanzó su rango meditativo bajo un árbol pomarrosa y la iluminación bajo un árbol baniano.
En la mitología hindú se habla de Asvattha (una especie de higuera sagrada) que, con sus raíces en el cielo y la copa en la tierra, se considera manifestación del Brahma en el universo.
Asvattha hindú
Para los Escandinavos o países del norte estaba el Yggdrasil, árbol con raíces profundamente hundidas y ramas resistentes, a través de las cuales se conectaban los diferentes mundos de la mitología nórdica.
Los mayas veneraban la Ceiba la que denominaban yaxche, el árbol de la vida, la que sustenta los cielos.
Los celtas honraban los bosques sagrados y varias catedrales de Europa están decoradas con el rostro del HOMBRE VERDE pre cristiano, símbolo de la primavera y de la fertilidad.
Gracias a esta resonancia espiritual, así como la sombra y el espacio que otorgan los arboles, proporcionan un puente focal natural para que una comunidad convierta a los arboles en un símbolo de identidad. En el país Vasco tiene un roble que señala donde se reunía el gobierno Vasco y ha sido remplazado en varias ocasiones desde el siglo XVI.
En África, algunas tribus adoran al baobab, también conocido como “árbol de la vida”. Este árbol, con su sistema radicular, impide desplazamientos de tierra y es un gran reservorio de agua de lluvia. Así, matar un baobab en la sabana africana, significa desestabilizar el suelo.
En la Iglesia de la sagrada Familia en Barcelona las columnas han sido moldeadas como troncos de árboles, imitando el claro de un bosque, espacio que genera un sentimiento de protección y elevación que estimula el sentido del asombro, la belleza y lo divino.
En Japón los templos se encuentran en arboledas y creen que el cultivo de bonsáis genera cualidades precisas para alcanzar una adecuada mentalidad religiosa. Sin hablar de las muchas tradiciones religiosas alrededor del mundo que han practicado –y lo siguen haciendo – retiros personales a Arboledas sagradas, para recibir mensajes divinos.
Los ejemplos continúan.
Hombre verde de la mitología celta
Hoy, los científicos comprenden el amplísimo rango de servicios naturales, sociales, psicológicos, ecológicos y económicos que nos prestan los bosques. Sin embargo, en nuestra cultura, los arboles se plantan casi exclusivamente por su valor como madera, para talarlo y utilizarlo como materia prima. Su valor es casi exclusivamente económico, sin tener en cuenta los muchos otros beneficios que tiene para todo lo que lo rodea: El agua que retienen y purifican, los patrones climáticos que regulan, las medicinas y alimentos que nos ofrecen, el dióxido de carbono que atrapan para darnos oxígeno, las especies de flora y fauna que resguardan y los tantos pueblos que dependen de ellos para su existencia. Los arboles son sagrados. Material, espiritual y simbólicamente, ellos son nuestros compañeros a lo largo de la historia.
Sin embargo, este año el Amazonas se incendió de una manera nunca antes vista. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) estima que en agosto de este año se quemaron 2,5 millones de hectáreas en la Amazonía “En solo un mes se destruyó una superficie equivalente a la superficie de la provincia de Tucumán, más de 120 veces la Ciudad de Buenos Aires”, dijo Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace Andino.
La tala, la quema para fomentar la industria cárnica o las plantaciones de soja, y muchas más prácticas dañinas para el medio ambiente, conllevan a que el efecto invernadero avance y el cambio climático con él.
Más grita el planeta, más gritos se oyen. Voces latinoamericanas son las que reclaman estas situaciones de contaminación y desforestación desde hace más de treinta años. La mayoría forman parte de comunidades indígenas y buscan defenderse de actividades que suceden cerca de sus casas, – la mayoría llevadas a cabo por empresas provenientes de Europa o Estados Unidos – y, por lo tanto, les repercute directamente a ellos y a sus familias.
Mural en conmemoración a Berta Cáceres, activista ambiental latinoamericana asesinada en 2016
Sin embargo, con más de 1.500 activistas asesinados desde 2002, América Latina es la región más peligrosa del mundo para defender el planeta. La lista va desde Berta Cáceres, Antonio Esteban Cruz, Macarena Valdés, Manuel Gaspar Rodríguez, Chico Méndez, hacia un largo y triste etcétera.
Mientras tanto, en los centros urbanos de todo el mundo son los más jóvenes quienes están alertando esta situación. Su referente es la adolescente sueca Greta Thunberg de 16 años y otros tantos provenientes de otros países, pero con un mismo rango de edad. En la Argentina, la mayoría de las marchas por el cambio climático son organizadas por organizaciones juveniles como Alianza por el Clima, Jóvenes por el Clima Argentina y Fridays for Future. Sin duda son los jóvenes los más conscientes de lo irreversible de estos cambios, hacia los cuales vamos en una suerte de carrera suicida.
Tal vez sean ellos los que devolverán el lado valorativo y afectivo que significan los arboles. Me gustaría creer que con ellos se inicia un cambio de época, que traerá luz y esperanza para realizar los cambios que hacen falta.
Marcha contra el cambio climático. Buenos Aires, 2019