A diez años del tornado: testimonios del horror en San Pedro

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El miedo y el dolor siguen intactos. El paso del tiempo logró que los pobladores del paraje Santa Rosa, en el municipio de San Pedro, recuperaran sus casas, pero no pudo borrar de su memoria aquella noche del 7 de septiembre de 2009 en la que un tornado arrasó todo a su paso y se cobró la vida de once personas, entre ellas, ocho niños. 

El lugar hoy se ve tranquilo, pero se respira tristeza. Los testigos bajan la voz cuando la memoria los lleva a aquella noche demencial. En Santa Rosa, a 40 kilómetros de San Pedro, hace diez años vivían unas pocas familias. Hoy son más y todas viven cerca. La calidez con la que atienden al visitante contrasta con la vulnerabilidad y el dolor que siguen a flor de piel. Las lágrimas se reprimen por los que ya no están.

Todavía tenemos miedo cuando hay pronóstico de lluvias o tormentas”, repiten y coinciden los vecinos entrevistados por Economis y el portal San Pedro Online. Recuerdan el sonido furioso y repentino del viento, los animales, techos, paredes por el aire, la oscuridad y la confusión en los minutos en los que la abrumadora naturaleza se llevó cuanto pudo. 

Patricia Cordeiro Chagas, recuerda que estaba con su familia y solamente un ruido que no supo  identificar representó el momento previo en el que sus hijas desaparecieron y su casa se destruyó por completo. 

“Estábamos con la familia en la casa y escuchamos un ruido y no nos dio tiempo para pensar, se cayó todo. No nos dio tiempo para sujetar a las criaturas que estaban en la casa. Los buscamos uno a uno, ayudó mi papá, la familia de mi esposo, y los encontramos. Nos llevaron a San Pedro una semana y nos trajeron, pero igual no teníamos a dónde vivir, así que fuimos a la casa de mi tía en Irigoyen nos quedamos por tres meses hasta que nos hicieron una casita”; cuenta. 

Cuando llueve agarro mis dos nenas y me voy a la casa de mi hermana, ella tiene un sótano y ahí me siento más segura, pero en la casa no me quedo

¿Perdieron a algún familiar?

Yo perdí un hermano y dos sobrinos. 

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¿Recibieron ayuda?

Recibimos bastante ayuda, nos dieron comida, casa, mi papá vendió la chacra que tenía y de a poco fuimos recuperando nuestras cosas. Pero el miedo todavía sigue. 

¿Todavía cuando llueve o hay tormenta tienen miedo?

Sí. Cuando llueve agarro mis dos nenas y me voy a la casa de mi hermana, ella tiene un sótano y ahí me siento más segura, pero en la casa no me quedo. Mi hermana que perdió a sus dos hijas hizo un sótano. 

¿Recibieron ayuda psicológica?

Sí. Mi papá fue el que más la necesitó porque él se golpeó mucho, fue el que más asustado quedó, pero se recuperó. 

Teresa De Olivera y su hijo Leandro, hoy en la tranquilidad de su casa se miran durante la entrevista como ayudándose al hablar para recordar. 

“Mi marido me avisó que el tiempo estaba feo, a los minutos ya ni sé en qué rincón de la casa fuimos a parar porque se rompió todo. A mi marido lo tiró afuera de la casa, por suerte no le hizo nada. Fue todo muy rápido. El viento fue muy fuerte, después corrimos a la casa de mi hijo que perdió a las dos nenas, a una enseguida ya la trajeron muerta y la dejaron afuera hasta el otro día que vino Gendarmería y a los otros chicos los encontraron después”. 

Aseguran que la asistencia social y psicológica fue fundamental para que pudieran salir adelante. “Venían todos los días y nos hablaban porque estábamos todos muy tristes”. 

Aquella mañana nublada del 8 de septiembre fue de absoluta confusión. Vacas sobre árboles, chapas retorcidas como si fueran hojas de papel, paredes reducidas a polvo y la desesperación de quienes habitaban el paraje por encontrar a sus familiares.  

Con la respiración agitada, Olga Sosa, agradeció a Dios porque no les pasó nada a sus hijos. Le agradeció ante la cámara como si pudiera escucharla del otro lado. 

Cuando llega esta fecha me toman los nervios porque uno ya quedó con el trauma del 7 de septiembre

“Yo quiero agradecer a Dios porque ese día a mis hijos no les pasó nada. Pero hasta ahora me duele mucho porque perdí a dos sobrinos, un vecino, y cuando llega esta fecha me toman los nervios porque uno ya quedó con el trauma del 7 de septiembre. Nos quedamos sin nada, pero sólo queda agradecer a Dios porque no nos pasó nada en todo este tiempo. 

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¿Cómo fue el proceso después de perder todo?

Fueron muy difíciles los primeros tiempos porque después que pasó todo nos llevaron a una escuela en Tobuna, nos hicieron una casita precaria hasta que nos construyeron nuestra casa. Me acuerdo que la presidenta, Cristina, cuando vino me preguntó qué necesitaba para estar bien, y yo le dije: “Un sótano”. Y ella le dijo a la gente que estaba con ella que lo hagan. 


Especialistas del Servicio Meteorológico Nacional confirmaron que lo que sucedió en San Pedro fue un tornado de escala Fujita número cuatro, en base a un relevamiento efectuado en la zona de desastre. Según los daños producidos en la vegetación y en las construcciones, el licenciado Luis Rosso explicó que “la velocidad del tornado llegó a medir entre 320 y 420 kilómetros”.

En el cementerio de Tobuna descansan los restos de Antonio Vicente (49), Analía De Lima (69), Belén Borges (7 meses), Javier César Chagas Cordero (12), María Laura Da Rosa (2), María Priscila Da Rosa (3), Daniela Fátima Dos Santos (9), Micaela Milagros Medeiro (5), Cleberson Dos Santos (7). En el cementerio de Campiña fue sepultada Patricia Isabel De Matos (3) y Eva Ferreyra (81). Hubo más de cien heridos.

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