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Andresito, el héroe de Misiones

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Por Lautaro Reck. El Litoral no es sólo tierra de yerba mate, caminos colorados y de vegetación abundante. Por más que el andar de sus pobladores sea calmo, se esconde tras esa manta una historia de lucha revolucionaria oculta por los constructores de la historia oficial y reconstruida por el relato informal de la población. Ahí yace el recuerdo de la figura mítica de Andrés Guacurarí.
“Andresito”, como se hizo conocer, era morocho y guaraní, una de esas mezclas que las oligarquías de todos los tiempos despreciaron, persiguieron y aniquilaron. Y durante las luchas por la independencia latinoamericana, en el momento en el que San Martín diseñaba el cruce de los Andes, Andrés conducía al ejército de “los pueblos libres”, junto a su padrino, José Gervacio Artigas.
No es menor la mención del Caudillo de la ex Banda Oriental. Fueron sus ideas las que convirtieron al General Guaraní en el mítico personaje que hoy es representado por una estatua de seis metros de alto en la Costanera de Posadas, Misiones. En Corrientes, su ciudad, no hay nada que lo recuerde.
Según la perspectiva del historiador César Ricciardino, en la etapa de fundación de la Argentina existen dos líneas históricas. La primera comprende la Revolución de Mayo de 1810, la declaración de Independencia de 1816 y la “constitución liberal” de 1819, y una segunda que se encuentra la declaración de Independencia de 1815 por la Liga de los Pueblos Libres y una propuesta de “construcción social de oportunidades”.
El Congreso de los “Pueblos Libres” fue la idea central del General José Artigas, que posibilitaba la inclusión de todos los habitantes de la región sudamericana. En él participaron originarios, gauchos, europeos y hasta mestizos, y se propusieron construir un territorio en donde la esclavitud y la servidumbre no existiera, en donde cada pueblo fuera libre. “La idea más democrática y popular de esta parte del mundo”, según escribe en un artículo el historiador Felipe Pigna.
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Como General a cargo de las Provincias de Corrientes y Misiones, se enfrentó en batallas con sables y armas a las potencias europeas y al poder conservador de la Junta de Mayo. Batalló a fuerza de ideas revolucionarias y liberales a las elites provinciales.
Revolucionario, de carácter fuerte, y amigo del consenso, “Andresito Artigas”, como lo recuerdan los caciques guaraníes, fue el primer gobernador latinoamericano en declarar la reforma agraria. “Que los más infelices sean los más privilegiados”, sostuvo en sus memorias, que todavía no fueron fechadas.
“Fue gobernador de Corrientes por un mes, y no existe en la ciudad ni siquiera una placa, un monumento, nada en su honor antes del 2015”, cuenta Camilo Gómez Montero, director del documental “Buscando al Comandante Andresito” (Ver Del mito al cine). “Su figura sigue estando latente en la población del Litoral, pero no en los libros con los que aprenden los chicos en la escuela”, agrega el realizador del film que se presentó en el salón de los pasos perdidos en el Congreso Nacional.
La historia de este personaje mitad ficción, mitad  mortal, fue corta, ya que al mes de haber sido declarado Gobernador de Corrientes cayó preso del ejército brasilero y encerrado por 10 años en la prisión de Río de Janeiro. Pero nadie pudo borrar el recuerdo en la gente de su tierra. Por eso, hoy sus hazañas son contadas en los fogones de las comunidades guaraníes. Esos relatos que en medio de la marginalidad, la pobreza y el olvido, hacen sentir a sus integrantes una pizca de esperanza, de saber que en algún momento de la larga noche de los 500 años de la dominación europea los guaraníes sintieron el aire fresco de la libertad.
 
Los hombres del General  
Junto a la figura del Comandante del ejército de los pueblos libres, emergen dos hombres trascendentales que acompañaron su lucha: la del gaucho entrerriano Manuel Miño y la del franciscano y cura de la iglesia de la antigua ciudad de Mandisoví (actualmente Federación, Entre Ríos) Fray José Leonardo Acevedo.
El primero, gaucho y amigo personal de Andresito, fue el encargado de recuperar la Ciudad de Candelaria a manos del ejército paraguayo. Esta batalla, recordada como uno de los enfrentamientos militares estratégicos más importantes de la “liga de los pueblos libres”, que le valió a Andresito la gobernación de Corrientes y Misiones.
La otra figura, quizás más trascendental aún que el comandante Miño, fue la del cura Fray José Leonardo Acevedo, quien acompañó desde 1815 a Guacurarí sirviéndolo como capellán de sus tropas y secretario. Cura gaucho, dejando más de una vez la Biblia de lado para empuñar las armas, se destacó en la recuperación de Candelaria junto al comandante Miño. Lo interesante de este pintoresco personaje no radica únicamente en su conjunción entre la Fe y la Guerra, sino que los historiadores “hegemónicos” no lo recuerdan por su enrolamiento en las filas de Artigas, sino como el Cardenal de la Capital Entrerriana de Urquiza.
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Acevedo, además de ser capellán de tropas y secretario de Andresito, fue su más cercano consejero. Tal es así que cuando el ejército portugués tomó prisionero a Andrés Guacurarí y lo llevó a la cárcel de Río de Janeiro, el mismo cura pidió ser encerrado junto a su capitán.
Luego de ser liberados, cada uno tomó su propio camino. Guacurarí, se estima, volvió a territorio guaraní, en tanto que el cura retornó a Entre Ríos, donde se radicó. Con la aparición en la escena política de Urquiza fue propuesto para ocupar el cargo de obispo de Paraná. En 1858 fallece en Paraná, y con él toda historia escrita acerca de las hazañas del ejército de los pueblos libres.
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