Apagar el fuego es urgente, prevenir los próximos incendios una necesidad y restaurar las áreas quemadas una obligación
Sin duda, cuando los homínidos comenzaron a dominar el fuego hace más de 1,7 millones de años, la capacidad de nuestros antepasados de controlar a la naturaleza se incrementó y los humanos emergimos como especie dominante. Este dominio, como ocurre siempre, fue en desmedro de los más débiles. Especies animales y vegetales, procesos ecológicos, ambientes, paisajes quedaron atrás al compás del aumento de la población humana, el incremento de sus recursos tecnológicos y económicos y su nivel de consumo. El fuego fue, y en algunos casos sigue siendo, un recurso para calentarnos, protegernos, cazar y cocinar, malear metales, combatir enemigos y habilitar áreas para la instalación de cultivos.
Aunque el fuego puede ser una herramienta de manejo y en algún caso funcional para mantener las dinámicas ecológicas en algunos ambientes, el mismo debe ser controlado. Si escapa del control humano, deja de ser una quema y una herramienta para transformarse en un incendio, y cuando éste se desenvuelve en tierras forestales, se lo conoce cómo incendio forestal. Un reciente informe de la Organización Mundial de Conservación (WWF) denominado “Incendios, bosques y el futuro: una crisis fuera de control”, advierte que a nivel mundial los incendios forestales de 2020 podrían ser peores que los ocurridos durante el 2019, que fue record histórico. El cambio climático, originado en parte por el carbono liberado a la atmósfera por los incendios forestales, la deforestación y la quema de combustibles fósiles, promueve la persistencia de un clima más cálido y seco. A nivel global se estima que el 75% de los incendios son causados por la actividad humana de manera intencional, o por negligencias que permiten que las quemas se trasformen en incendios, y Argentina no escapa a este análisis global, con escasas erupciones volcánicas y dónde la incidencia de tormentas eléctricas es menor, ese porcentaje puede ser aún mucho mayor.
Año tras año son noticia los incendios forestales que acumulan cientos de miles de hectáreas abrazadas por el fuego. Esto ocurre a la vez que miles de bomberos voluntarios y brigadistas de todo el país luchan con templanza, y muchas veces con pocos recursos por evitar y controlar estos incendios. Los registros oficiales dan cuenta de miles de focos ígneos detectados que no llegan a ser incendios de amplitud, gracias al esfuerzo de estos hombres y mujeres.
Argentina cuenta con diversas ecorregiones, y en ellas la temporada de mayor riesgo de incendios ocurre en diferentes momentos del año. Según los últimos datos disponibles del Servicio Nacional de Manejo del Fuego en lo que va del año ya se han quemado más de 430.000 hectáreas, principalmente en las islas del delta y en la provincia de Córdoba. Como alerta WWF en su informe, esto se vincula también con los factores climáticos extremos, que se reflejan en la bajante del Río Paraná apenas comparable con una ocurrida en la década del 70’, y en los 130 días sin lluvias significativas en algunas regiones de la provincia de Córdoba.
Los incendios en el país no dan tregua y la situación es cada vez más preocupante: en este momento 13 provincias padecen focos de incendios activos. Según establece la Constitución Nacional en su reforma de 1994, los estados provinciales son responsables de la gestión de sus recursos naturales, y por ende del control de los incendios forestales. No obstante en el año 2013 se creó por Ley el Sistema Federal de Manejo del Fuego que integra al Servicio Nacional del Manejo del Fuego, las Provincias, la Administración de Parques Nacionales y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este sistema colaborativo presta ayuda cuando es necesario y solicitado por las jurisdicciones provinciales, a través de personal capacitado, recursos logísticos y operativos o con la asignación de los medios aéreos. Pero este año, además de los extremos meteorológicos antes comentados, se suma el contexto de pandemia que dificulta enormemente la movilización de personal desde las provincias..
En un contexto cómo el actual, toma relevancia la importancia de invertir en prevención de los incendios forestales ya que estudios internacionales indican que por cada 8 dólares invertidos en este aspecto, pueden ahorrarse hasta 100 dólares en logística de control de incendios, a la vez que se evitan los enormes impactos ambientales y sociales que estamos viendo.
Con los fuegos declarados los brigadistas deben contar con los recursos logísticos y operativos necesarios y disponer de los medios terrestres y aéreos acordes para controlar los incendios y salvaguardar la naturaleza y los servicios ecosistémicos que esta provee, las personas, la infraestructura y los bienes materiales.
Particular atención presentan las áreas de bosques nativos afectadas por el fuego, las cuales están protegidas por el artículo 40 de la Ley de Bosques que indica que deben ser recuperados y restaurados y mantener su categoría en el Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos de cada Jurisdicción.
La emergencia climática nos demanda actuar de manera urgente para controlar y extinguir los incendios activos, prevenir los próximos, iniciar rápidamente los procesos de restauración necesarios para recuperar los servicios ambientales perdidos, y realizar peritajes que determinen las causas e identifiquen y sancionen fuertemente a los responsables. Autoridades nacionales, provinciales y la ciudadanía debe estar a la altura de esta demanda.