El té se sienta a la mesa: la Coproté y una negociación en tiempos difíciles
Con el calendario marcando el tramo final de julio, los referentes del sector tealero de Misiones ya se preparan para una nueva ronda de discusiones en el ámbito de la Comisión Provincial del Té (COPROTE). La producción tealera es una de las más importantes de la provincia y, al igual que los otros pilares económicos misioneros, atraviesa un presente más que complejo, agravado por un contexto macroeconómico que no acompaña.
No obstante, el presidente de la Federación Agraria y director también del COPROTE, Fabián Labán, propuso convocar para el viernes 1 de agosto a las 9 de la mañana la primera reunión de la comisión para empezar a tratar el precio del kilo de hoja verde de té de cara a la próxima zafra. Sin embargo, más allá de la fecha, las condiciones que rodean al cultivo son, para muchos, de las más difíciles de los últimos años.
La raíz de esa complejidad está en múltiples factores que convergen sobre una actividad históricamente frágil: costos de producción en alza constante, precio de la materia prima sin recomposición real y mercados internacionales cada vez más retraídos.
Cristian Klingbeil, un histórico productor referente de la zona centro de Misiones, advirtió, en diálogo con Economis, que la próxima discusión de precios será un encuentro complejo y que “la zafra va a ser muy difícil si no hay un dólar realmente competitivo para el sector”.
Cubrir costos
Klingbeil explicó que el valor de referencia fijado para la última campaña fue de 80 pesos por kilo de hoja verde, pero muchos secaderos “pagaron solamente 60 pesos durante toda la zafra”, lo que implicó una pérdida directa para el productor en un contexto de fuerte inflación.
“El productor hizo un esfuerzo gigantesco para mantener la actividad, para que el secadero siga teniendo materia prima, pero hoy ya no se puede más. Se puede tener toda la voluntad, pero sin bolsillo que respalde, se hace imposible”, afirmó. Esta situación lo alejó a él de la actividad que tuvo que incurrir en otros rubros, aunque nunca terminó distanciándose demasiado. “Yo pude realizar otras actividades para alimentar a mi familia, pero no todos los pequeños productores tienen esa suerte”, confesó.
La situación del té no es nueva, en los últimos años se habló mucho de una caída creciente de los mercados internacionales, donde actores asiáticos empezaron a competir con el té local que, del total que se produce, más de un 90% se destina a mercados internacionales.
“Hace mucho tiempo viene mal, pero de los últimos diez años, ocho sacamos de la yerba para mantener el té”, confesó Klingbeil. “Ahora ya no se puede sacar nada de la yerba, así que si el té no se mantiene por sí solo, está mal”. Ese traspaso de recursos entre actividades agrícolas hoy ya no es viable, y la cadena de valor comienza a mostrar signos de fractura.
El sector tampoco recibió medidas de alivio por parte del Gobierno nacional. A diferencia de otras economías regionales, el té y la yerba mate “no tenían retenciones”, por lo que no fueron alcanzadas por las últimas quitas anunciadas tiempo atrás. A eso se suma la eliminación de subsidios que se mantenían en años anteriores, como el apoyo con fertilizantes o abono, y un contexto de incrementos sostenidos en combustibles, que en julio volvieron a subir antes de fin de mes.
“El combustible tiene una alta incidencia en los costos, nunca afectaba tanto como ahora. Si un productor tiene que trasladar una carga a más de 40 kilómetros, el 15% se le va solo en combustible”, detalló Klingbeil.
Mano de obra en fuga
Los insumos no son el único dolor de cabeza de los pequeños productores tealeros. La mano de obra se encarece y el margen de ganancia se achica a puntos insostenibles, por lo que varios trabajadores opten por buscar otras alternativas fuera de la provincia. De esta manera se profundiza el éxodo de trabajadores rurales hacia Brasil, donde encuentran mejores condiciones laborales y salariales.
“La gente que mejor trabaja se está yendo a Brasil. Se están yendo al ‘comunismo’, porque en ‘libertad’ se cagan de hambre. Allá pueden tener un ingreso digno y acá la gente pasa hambre”, ironizó el productor con sorna, apuntando al discurso del oficialismo nacional.
En este punto, Labán coincidió en ese diagnóstico, aunque también señaló las regulaciones laborales que limitan la cantidad de horas por jornal. “Si me pagan 2.000 pesos la hora en Brasil y trabajo 14 horas, gano 28 mil pesos por día. Acá, con suerte, trabajando todo el mes llegás a la mitad de lo que podés juntar allá, porque se trabaja menos horas. Entonces se van a Brasil”.
Pero no solamente los peones desertan de la actividad agrícola, también sucede con las nuevas generaciones de productores, dueños de las tierras que buscan un futuro lejos de la ganadería. En ese punto, Labán señaló que los jóvenes ya no quieren continuar con la producción familiar, al ver el esfuerzo desmedido de sus padres sin una retribución acorde. “Muchos productores vendieron la chacra y se fueron al pueblo. Siempre pasó eso, pero no como ahora, con esta magnitud”, denunció.
Lo más grave, apuntó el dirigente, es que estas tierras terminan siendo adquiridas por grandes empresas, que concentran la producción y desplazan al productor familiar. “Compran las chacras de quienes no pueden sostener los costos, muchas veces por una monedita a gente mayor que ya no puede trabajar. Así, pierden los que hicieron grande al sector”, lamentó.
Sin margen para ajustes
A diferencia de otros cultivos, donde todavía es posible aplicar tecnología para mejorar la eficiencia, en el caso del té “todo lo que sea avances tecnológicos y bajar costos ya se hizo”, según remarcó Klingbeil. La fertilización, la pasada de herbicidas y otras prácticas ya están mecanizadas. “No hay mucho más margen para ajustar. La industria también pasa por lo mismo. Eso de reducir costos es un eufemismo para decir que se reduce mano de obra”.
En ese sentido, resaltó los avances que se lograron en eficiencia energética, especialmente en la quema de chip, pero aclaró que esos esfuerzos no alcanzan sin políticas públicas que acompañen. “Hoy se necesita un dólar competitivo y un valor de combustible coherente, porque el actual no resiste análisis. Tenemos el combustible más caro que Uruguay, que no produce un litro de petróleo”.
La situación de la industria tampoco es alentadora. En el primer semestre, se exportaron cinco millones de kilos menos que en años anteriores, según reportaron exportadores. Varios industriales admitieron tener los galpones llenos y embarques reprogramados, lo que refleja una ralentización preocupante en las ventas externas. “Todo lo que estaba previsto enviar en junio lo harán recién en agosto”, indicaron.
Enrique Urrutia, empresario tealero, graficó con claridad esa retracción. “Un cliente de Estados Unidos compró un 20% menos que en años anteriores. Eso afectó muchísimo a los que exportamos. En nuestro caso, y en el de otras empresas grandes, vendimos menos porque le vendemos a ese cliente que compró menos”.
En su estimación, las exportaciones cayeron entre un 10 y 12 por ciento respecto a años “normales”, que ya venían siendo apenas regulares. “El último año fue peor aún”.
Expectativas acotadas
Arnoldo Schmidt, integrante del directorio de la COPROTE, reconoció que las expectativas para el encuentro de agosto no son buenas. “Las industrias todos los años se quejan”, señaló. De todos modos, están trabajando en una grilla de costos para intentar fundamentar un nuevo valor para el kilo de hoja verde. “Estamos haciendo números finos, para que le sirva al productor”, dijo Labán, aunque advirtió que el contexto económico es muy adverso, con subas mensuales del combustible y un dólar que ya roza los 1.300 pesos.
Para muchos, la única posibilidad de recuperación está atada a una reactivación del mercado internacional. “Todo lo que se diga de la siguiente zafra son solo especulaciones. Hasta noviembre no sabremos cómo estarán las cosas”, explicó Urrutia. Según el empresario, recién entre octubre y noviembre los compradores internacionales empiezan a moverse o consultar por producto, por lo que las expectativas están en pausa.
Mientras tanto, los productores ven cómo la tierra se vacía, las chacras cambian de manos y el trabajo digno se busca del otro lado de la frontera. “No se sabe cómo se hará para salvar todas las actividades regionales. En esto caen tanto el productor chico como el grande”, advirtió Klingbeil. “Lamentablemente hoy, el que invierte en producción agraria termina fundiéndose”.









