Carlos Gardel, Julio de Caro y el Día Nacional del Tango

Carlos Gardel, Julio de Caro y el Día Nacional del Tango

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El natalicio de 2 de los grandes artistas del tango: Carlos Gardel y Julio de Caro, es el motivo del Día Nacional del Tango.

Carlos Gardel nació el 11 de diciembre de 1890; y Julio de Caro, el 11 d diciembre pero en 1899: origen de la efeméride que honra al 2×4, Día Nacional del Tango.

Fue un 11 de diciembre de 1965, en la tanguera esquina de Corrientes y Esmeralda, donde Ben Molar concibió la idea de un Día Nacional del Tango. Él elevó la solicitud a la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires ese mismo año, pero demoró años -y gracias al acompañamiento de un sinnúmero de organizaciones sociales- que logró su aprobación.

Julio de Caro, director, compositor y arreglista, fue uno de los grandes representantes del género tanguero y de los modernizadores de la música ciudadana. Encarnó una fuerza evolutiva dentro del género y dio inicio a la Guardia Nueva del tango: un movimiento de renovación de la estética musical, que surgió entre 1917 y 1925.
Carlos Gardel fue el iniciador y máximo exponente del tango como canción: fue quien inventara la manera de cantar el tango, quien le diera estilo propio como no se había escuchado hasta entonces. Desde ese momento hasta su fallecimiento en el trágico accidente aéreo de Medellín, Colombia, Gardel sigue siendo un gran ícono del tango.
En los años parisinos, Gardel introdujo al brillo de los cabarets franceses la figura -ya reconocida en el país- de Julio De Caro, y hasta lo presentó con su orquesta en la Costa Azul.

Solazados de argentinas remembranzas, caminando por las calles de París, Gardel le pidió a de Caro que prolongara su estadía en Francia; justificó contundente que el tango tendría allí un baluarte si se quedara. Pero a Julio le tiraba la querencia, y prefirió la vuelta. No obstante, en la efeméride del tango han quedado sellados con tinta indeleble.

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La etnicidad argentina es un abanico desplegado que genera el aire de la Rosa de los Vientos; alientos, jadeos y gritos; golpes de puño, palo y cadena; cadencias al andar, sociolectos, y rítmica-fraseo en el habla, no provienen sólo de los inmigrantes europeos del 1900, quienes eran la mano de obra libre de una Europa con las tripas crujientes; los anteriores inmigrantes eran esclavos y eso es muy diferente; pero la pluriculturalidad porteña existió desde siempre, fue sistemática y explica muchos hechos de su historia y hasta el presente.

Que nuestros símbolos nacionales sean el tango y el bombo no resulta casual. Aun hoy en día nue stro lenguaje cotidiano, nuestro lunfardo, disfrazado por supuestos expertos, no acepta que la mayor parte de las palabras habituales provienen de África: mondongo, tango, matungo, bamba, mambo, mucama, bengala, bombo, marote y tantos otros.

¿Hay acaso algo más importante en nuestra identidad que el bombo y el tango? Pero, obvio, siempre es mejor decir que vienen de un extraño dialecto italiano ya perdido, de albanesas del sureste, de un pueblito montañoso de Francia…

El tango revela al negro, ese a quien la historia escrita por blancos ha tratado de esconder; obviamente, el negro no cuajaba en “La Europa americana” que pretende ser la Argentina.

Pero el negro ha sabido rebelarse y revelarse para perdurar; el negro es la síncopa, el contratiempo, la sangre y el fuego que transmite el “tangó”, instrumento musical africano de percusión, padre del bombo “bongó”, y quien diera identidad (nombre) y estructuralidad a la música nacional por excel encia, el tango.

La historia oficial

El tango surgió en las márgenes del Río de la Plata hacia fines del siglo XIX, en aquellas orillas de mezcla de inmigrantes, como respuesta y expresión de una búsqueda de identidad y de libertad, pero como se dijo en la efeméride que nos convoca, tiene sus raíces más profundas en África esclava. ¿Quién podría clamar más por libertad que el encadenado a su propio epitelio?..

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Si se realizara un recorrido por sus principales hitos y momentos, se observa que, sin dudas, el tango ha sido una expresión siempre permeable a los diferentes contextos históricos. Desde la marginalidad de sus orígenes, logró la aceptación masiva como parte de la cul tura nacional, luego de su triunfo en París aproximadamente por 1910. Su consagración y elevación en la Época de oro, abarcativa del período 1940-1955, no fue inmune a los golpes de los años de ostracismo y declinación, oscurantismo y mordaza, de los tiempos oscuros de la historia argentina.

Más tarde, el tango volvió empoderado por el retorno a la democracia y con una explosión de producciones culturales, consumo y práctica de sus aristas sociales en todo el país; despertar que roza los 40 años de desarrollo incesante.

El tango funcionó como elemento cohesionador frente a la necesidad de construcción de una identidad nacional. Hoy, se presenta como una reafirmación de aquello y, a la vez, como espacio dinamizador y reflexivo a partir de la convivencia de expresiones y diversidad de alocutarios.

Las identidades -entendidas no ya como concepción ontológica y unívoca, sino como construcción simbólica y producto histórico- son problematizadas y deconstruidas para encontrar caminos de confluencia y amalgama de comunidades.

En ese encuentro de diversidades y diferencias, el común denominador es la importancia del tango como cultura nacional, popular y patrimonio intangible que proyecta y expresa la cultura argentina no solo hacia adentro, sino también hacia el mundo entero, de donde se ha nutrido y alimenta aún en este siglo.

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