El consumo masivo enfrenta una crisis, mientras el salario real muestra una recuperación ilusoria

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Los datos más recientes del INDEC revelan una caída interanual acumulada en las ventas de supermercados del 11,9% hasta noviembre de 2024. Este panorama, señala un estudio del Centro de Economía Política Argentina, desafía la narrativa oficial sobre la recuperación del poder adquisitivo de los salarios privados registrados, reavivando el debate sobre el consumo popular y su relación con la economía doméstica.

A pesar de los esfuerzos del gobierno por transmitir un optimismo sobre los salarios, señalando que estos han recuperado niveles perdidos desde finales de 2023, las cifras sobre la compra de bienes esenciales como leche, carne y yerba mate presentan una realidad opuesta. “No tiene sentido sostener que existe recuperación salarial en los niveles que menciona el gobierno”, concluye el informe de CEPA.

Una desconexión entre salarios y consumo

El análisis técnico del CEPA indica que la correlación histórica entre el salario real y las ventas de supermercados, cercana a 0,83 hasta noviembre de 2023, se ha desplomado a un insignificante -0,05 desde diciembre del mismo año. Esto sugiere que, aunque el poder adquisitivo declarado por las estadísticas oficiales aparenta un crecimiento, no se traduce en mayores niveles de consumo.

Tal desconexión se atribuye a una metodología de medición del índice de precios al consumidor (IPC) que no refleja con precisión los gastos reales de los argentinos. Según el informe, los ponderadores utilizados por el INDEC para medir la inflación están desactualizados y no consideran cambios significativos en los patrones de consumo desde 2005.

Un punto crítico señalado por el CEPA es que, si se aplicaran los ponderadores de la Encuesta Nacional de Gasto de Hogares 2017-2018, la inflación acumulada desde la asunción del presidente Javier Milei sería un 8,5% mayor. Esto implica que, en lugar de un incremento del 1,5% en el poder adquisitivo de los salarios privados registrados, habría una caída del 6,8%.

El impacto de este desfase se hace evidente en los hábitos de consumo: el mercado interno de productos lácteos sufrió una contracción del 11,1% entre enero y noviembre de 2024; el consumo per cápita de carne vacuna alcanzó su nivel más bajo en 26 años, con una caída del 9%, y la yerba mate, ícono del consumo argentino, registró una disminución del 15,1% en noviembre de 2024 comparado con el año anterior.

¿Es posible una actualización de los indicadores?

El informe destaca que la solución técnica pasa por implementar los ponderadores de la ENGHo 2017-2018, que reflejan un aumento en la proporción de gasto destinada a servicios básicos como agua, electricidad y gas, y una menor incidencia de alimentos en la canasta promedio. Sin embargo, se señala que el gobierno evita hacerlo por el costo político que implicaría un incremento en los indicadores de inflación.

Mientras tanto, el consumo popular sigue mostrando señales de crisis. La paradoja de una economía con salarios en recuperación pero con un consumo en caída expone la urgencia de revisar las métricas oficiales para que estas reflejen las verdaderas condiciones de vida de la población. “El problema no es solo económico, es también metodológico”, concluye el informe.

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