El trabajo a distancia no es una opción para los pobres, los jóvenes y las mujeres

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Por Mariya Brussevich, Era Dabla-Norris y Salma Khalid. La pandemia de COVID-19 está devastando los mercados laborales de todo el mundo. Decenas de miles de trabajadores han perdido sus empleos, millones de personas se han quedado fuera de la fuerza laboral y muchas ocupaciones enfrentan un futuro incierto. Las medidas de distanciamiento social ponen en peligro los empleos que exigen presencia física en el lugar de trabajo o interacciones personales. Quienes no pueden trabajar a distancia, a menos que se consideren esenciales, se enfrentan a un riego significativamente más alto de sufrir reducciones en las horas trabajadas o en las remuneraciones, suspensiones temporales de personal o despidos permanentes. ¿Qué tipos de empleos y trabajadores presentan un mayor riesgo? No sorprende que los costos hayan recaído fundamentalmente sobre quienes tienen menos capacidad para soportarlos: los pobres y los jóvenes en los empleos menos remunerados.

En un nuevo trabajo, hemos investigado la viabilidad de trabajar desde casa en una amplia muestra de economías avanzadas y de mercados emergentes. Estimamos que cerca de 100 millones de trabajadores de 35 países avanzados y emergentes (de los 189 países miembros del FMI) podrían presentar un riesgo alto debido a que no pueden realizar sus trabajos a distancia. Esto equivale, en promedio, al 15% de su fuerza laboral. Aunque existen importantes diferencias entre países y trabajadores.

La naturaleza de los empleos en cada país

La mayoría de los estudios que miden la viabilidad del trabajo desde casa adoptan definiciones sobre empleo utilizadas en Estados Unidos. Sin embargo, las mismas ocupaciones en otros países pueden diferir en las interacciones personales necesarias, la intensidad tecnológica del proceso de producción e, incluso, el acceso a las infraestructuras digitales. Para incorporar este hecho, el índice de viabilidad del trabajo desde casa que hemos construido utiliza las tareas que realmente se realizan dentro de cada país, de acuerdo con las encuestas recopiladas por la OCDE sobre 35 países.

Observamos importantes diferencias entre países, incluso dentro de las mismas ocupaciones. Resulta mucho más fácil el trabajo a distancia en Noruega y Singapur que en Turquía, Chile, México, Ecuador y Perú, sencillamente porque más de la mitad de los hogares de los países emergentes y en desarrollo ni siquiera tienen una computadora en casa.

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¿Quiénes son los más vulnerables?

En general, los trabajadores del sector de alimentos y hostelería, así como del comercio minorista y mayorista, son los más afectados debido a que sus trabajos son los que menos posibilidad de trabajo a distancia tienen. Esto significa que más de 20 millones de personas de nuestra muestra que trabajan en estos sectores presentan el riesgo más alto de perder sus empleos. Aunque algunos son todavía más vulnerables que otros:

  • La posibilidad de trabajar a distancia de los trabajadores jóvenes y de quienes no tienen educación universitaria es significativamente menor. Este riesgo más alto se corresponde con los perfiles de edad de los trabajadores en los sectores más afectados por el confinamiento y las políticas de distanciamiento social. Es preocupante observar que la crisis podría ampliar la desigualdad intergeneracional .
  • Las mujeres podrían verse especialmente afectadas, amenazando con revertir algunos de los avances en materia de igualdad de género realizados en las últimas décadas. Esto se debe a que las mujeres se concentran de manera desproporcionada en los sectores más afectados, como son los servicios de alimentos y hostelería. Además, las mujeres realizan más tareas relacionadas con el cuidado de los hijos y las labores domésticas , mientras que la provisión por parte del mercado de estos servicios se ha interrumpido.
  • Los trabajadores a tiempo parcial y los empleados de pequeñas y medianas empresas se enfrentan a un riesgo mayor de pérdida de empleo. Los trabajadores en empleos a tiempo parcial suelen ser los primeros en perder sus trabajos cuando se deterioran las condiciones económicas y los últimos en ser contratados cuando estas mejoran. También tienen menos probabilidades de tener acceso a asistencia sanitaria y a canales formales de seguros que puedan ayudarlos a capear la crisis. En las economías en desarrollo, en particular, los trabajadores a tiempo parcial y los que tienen empleos informales afrontan un riesgo mucho mayor de caer en la pobreza.

El impacto sobre los trabajadores con bajos ingresos y empleos precarios podría ser especialmente grave, ampliando las desigualdades ya existentes en las sociedades. Nuestros resultados, que indican que los trabajadores en la parte más baja de la distribución de ingresos tienen menos capacidad para trabajar a distancia, están corroborados por los recientes datos de desempleo de Estados Unidos y otros países. La crisis de la COVID-19 aumentará la desigualdad de ingresos.

Este efecto se ve agravado por el hecho de que los trabajadores que se encuentran en la parte más baja de la distribución de ingresos se concentran de manera desproporcionada en los sectores más afectados, como los servicios de alimentos y hostelería, que son los menos susceptibles al trabajo a distancia. Los trabajadores con bajos ingresos también tienen una mayor probabilidad de vivir al día y tener pocas reservas financieras, como son los ahorros y el acceso al crédito.

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¿Cómo proteger a los más vulnerables?

La pandemia cambiará con toda probabilidad la manera en que se realiza el trabajo en muchos sectores. Los consumidores pueden recurrir más al comercio electrónico, en detrimento de los empleos del comercio minorista, y pueden pedir más comida para llevar, reduciendo el mercado laboral para los trabajadores de restaurantes.

¿Qué pueden hacer los gobiernos? Pueden centrarse en ayudar a los trabajadores más afectados y a sus familias mediante la ampliación de las redes de protección social y seguros sociales para amortiguar la pérdida de empleo y de ingresos. Los subsidios salariales y los programas de obras públicas pueden contribuir a que recuperen sus medios de vida durante la recuperación.

Para reducir la desigualdad y ofrecer a las personas mejores perspectivas, los gobiernos deben fortalecer la educación y la capacitación y preparar mejor a los trabajadores para los empleos del futuro. El aprendizaje permanente también implica reforzar el acceso a la escolarización y a la capacitación profesional para ayudar a los trabajadores desplazados por shocks económicos como la COVID-19.

Esta crisis ha demostrado con claridad que tener acceso a Internet es un elemento fundamental de la capacidad de las personas para continuar su participación en el lugar de trabajo. Invertir en infraestructuras digitales y cerrar la brecha digital también permitirá que los grupos desfavorecidos participen de manera importante en la economía del futuro.

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