Importantes resultados del tratamiento con plasma: “Transforma al coronavirus en un catarro”
La aplicación temprana de plasma de convaleciente a pacientes mayores de 65 años con Covid-19 reduce significativamente el riesgo de que la enfermedad evolucione a un caso grave, según los resultados iniciales del ensayo clínico realizado en la Argentina por la Fundación Infant, que informó este jueves (12/11) su responsable, el doctor Fernando Polack. El tratamiento demostró una efectividad superior al 60% y abre la puerta a nuevas estrategias para combatir la pandemia.
La Fundación Infant, con el prestigioso infectólogo Fernando Polack a la cabeza, reveló este jueves (12/11) los resultados preliminares de la investigación sobre uso temprano de plasma de convaleciente en adultos mayores de más de 65 años con COVID-19 leve, los cuales demostraron una eficacia del 61% para evitar que el coronavirus se desarrolle en una enfermedad grave y lo tornan, en palabras del especialista, en “un mal catarro”.
Esta noticia “monumental”, anunciada por Polack y sus colaboradores en una conferencia de prensa en el SUM del Estadio Antonio Vespucio Liberti, tiene aún más relevancia en cuanto a la efectividad, ya que los especialistas detectaron hasta un 70% de efectividad en mayores de 75 años sin enfermedades previas preexistentes, siempre que se lo administre dentro de las primeras 72 horas de la aparición de síntomas.
Este estudio es el primero en mostrar la utilidad terapéutica del suero de plasma rico en anticuerpos contra el virus SARS-CoV-2 como intervención temprana (versus placebo) en adultos mayores de 65 años. En total participaron 160 pacientes con menos de 48 horas desde el inicio de los síntomas.
“Con el uso del plasma en forma temprana aplicado a las 72 horas de los primeros síntomas leves, logramos que el ladrón no llegue a robar, o sea, que el virus no logre desarrollar su enfermedad grave”, explicó, estableciendo una analogía con un robo.
De esta manera, y en línea con el uso de derivados del plasma -como la gammaglobulina hiperinmune- y las drogas antivirales en otras enfermedades-, el plasma rico en anticuerpos actúa al comienzo de la enfermedad evitando que avance, a diferencia de los ensayos realizados en pacientes graves donde detener la progresión del COVID-19 se hace más difícil y no se han encontrado beneficios concluyentes en su utilización. Así, el equipo administró el plasma a las 72 horas de síntomas leves activos, en pacientes confirmados con COVID-19 con enfermedad leve. El 11% de las personas que recibieron plasma se enfermó gravemente frente al 30% de enfermos graves de los que recibieron placebo.
“El plasma es sólo un vehículo que lleva anticuerpos. El 28% de las personas tiene, según nuestro estudio, la cantidad de anticuerpos necesarios para donar plasma para este tratamiento. Restringiendo los donantes a los de mayores concentraciones de anticuerpos, es posible mejorar el rendimiento del plasma aún más. Los pacientes que tuvieron neumonía o necesitaron internarse son quienes más anticuerpos suelen producir”, explicó Polack.
“Esto cambia el foco de a quiénes administrarles plasma. Es una intervención para esa población que estará disponible mucho antes de la llegada de una vacuna para COVID-19 en el país”, aseguró Polack, que destacó que a diferencia de otros estudios realizados con plasma cuando al paciente ya cursa la enfermedad grave, la utilización tan temprana del mismo interrumpe el curso normal de la infección y es capaz de detener la evolución de la enfermedad grave en la que luego será necesaria una internación en terapia intensiva y con demanda de un respirador.
Según apuntó Polack en la presentación, “este estudio describe la primera estrategia en el mundo para detener la progresión del SARS- COV2 con una intervención económica, universal, no sujeta a patentes, probadamente segura y que puede administrarse en forma ambulatoria en unidades de atención sin necesidad de hospitalizacion”.
El diseño de este estudio fue aleatorio, doble ciego y controlado con placebo. Esto significa que la mitad de los pacientes recibió al azar plasma de alto título de anticuerpos y la mitad restante placebo (solución fisiológica), sin que médicos ni participantes supieran qué sustancia se administró a cada individuo. Este método se usa para garantizar la imparcialidad en la evaluación de los resultados.
Una vez que todos los pacientes reclutados recibieron plasma o placebo se comparó la evolución de la enfermedad en ambos grupos. De los pacientes efectivamente tratados con plasma sólo 9 necesitaron oxígeno contra 23 que recibieron tratamiento con placebo. Se estima que una de cada 6 personas tratadas con plasma que hubiera tenido enfermedad severa de no haberlo recibido, no llegó a desarrollarla.
“Este es el único estudio en el mundo contra el SARS-COV2 que se hizo con esta metodología rigurosa de comparación temprana de un grupo contra otro y, por lo tanto, otorga evidencia de que la enfermedad no avanzó debido a la administración del plasma y no por otras razones”, explicó la doctora Romina Libster, una de las autoras principales del trabajo, médica pediatra especialista en vacunas e investigadora de la Fundación INFANT.
“En marzo empezamos a pensar esto. En paralelo, se generó una lista de voluntarios para que donaran plasma. Se eligió a los que tenían más anticuerpos y se les extrajo. También salimos a buscar a los pacientes recuperados. Se los visitaba en sus casas y se los hisopaba. Los positivos eran llevados a hospitales y unos recibían placebo y otros plasma. Se monitoreaban durante 15 días, hasta el alta y se los visitaba diariamente en sus casas para ver los resultados”, describió Polack.
La investigación permitió demostrar que, al analizar la letalidad a los 28 días del ingreso, el uso de plasma de convalecientes se asoció de forma significativa a una reducción de la mortalidad del 24,4%.
Según detalló Polack, el plasma se utilizó en una sola dosis y logró funcionar en los pacientes con comorbilidades, ya que un alto porcentaje de los pacientes en los que lo probaron tenían enfermedades preexistentes: un 75% era hipertensos, un 30% eran diabéticos, y un 25% tenía enfermedades cardiovasculares.