Rocío Reichert, feriante de 21 años: “Todo lo relacionado con alimentos tiene futuro”

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Rocío Magali Reichert tiene 21 años y un arraigo profundo a la tierra. Vive en Colonia Carril, de la localidad de Salto Encantado, creció entre la chacra y la feria, siguiendo el paso de sus padres, productores agrícolas que durante veinte años llevaron sus productos frescos y orgánicos a la Feria Franca de Salto Encantado. Rocío, hoy cursa el tercer año del Profesorado de Matemática, encontró en la feria no solo un lugar de venta, sino un pilar que dio sentido a su vida y que define su vocación y compromiso con el campo.

El 26 y 27 de octubre, Rocío será la representante de la Feria Franca de Salto Encantado en la Fiesta Provincial de las Ferias Francas en Jardín América. “Es un orgullo para mí representar este espacio, porque forma parte de mi vida desde que era una niña”, comentó. La feria fue para ella un lugar de aprendizaje donde, junto a su familia entendió el valor y el esfuerzo que requiere la producción de alimentos. Desde pequeña, Rocío ayudaba en lo que podía, observando de cerca el trabajo diario de sus padres, forjando amistades y entendiendo que la feria no es solo un espacio de intercambio económico, sino también un punto de encuentro y comunidad.

Una historia que comenzó a principios de los años 2000, cuando algunos productores de Aristóbulo del Valle empezaron a vender sus productos en el municipio vecino los días miércoles. Al poco tiempo, el día sábado se sumó a las jornadas de ventas y desde entonces, cada fin de semana la feria abre sus puertas a orillas de la Ruta Nacional N°14.

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La vida de la feria no estuvo exenta de desafíos. En 2006, un incidente puso a prueba la resistencia y el compromiso de sus miembros cuando un camión fuera de control destruyó parte del local. Sin embargo, los productores encontraron rápidamente un lugar temporal para continuar las ventas en el salón parroquial de Nuestra Señora de la Merced. Gracias a su esfuerzo y colaboración, reconstruyeron el lugar y con el tiempo, añadieron mejoras como carpas y rejas para resguardarse del clima.

Actualmente, cinco familias sostienen la actividad en la feria, aunque se espera que pronto se sumen nuevas. La feria, aun sin una comisión formal, toma sus decisiones de manera colectiva, reflejando un espíritu de unidad y colaboración.

Rocío no solo se ve en la chacra; su formación en matemática también es parte de su visión. “Mis padres me enseñaron que el conocimiento es clave para progresar”, reflexionó. Para ella, estudiar una carrera terciaria es un camino para abrir sus horizontes y descubrir nuevas posibilidades, sin dejar de lado sus raíces y el compromiso con el campo. Como muchos jóvenes, Rocío se planteó preguntas sobre el futuro en la producción agrícola. Su respuesta es clara: “Todo lo relacionado con alimentos tiene futuro; la ciudad depende de la producción del campo”.

Esta joven estudiante y productora, que lleva el legado de su familia y el espíritu de la feria en sus venas, no solo se prepara para enseñar matemática. Con sus estudios y sus experiencias, Rocío es una pieza fundamental en el tejido de su comunidad, que sigue creciendo en torno a valores de esfuerzo, cooperación y resiliencia.

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