Energía nuclear: la destrucción neoliberal requiere medidas de impulso concretas y sin dilaciones
Escribe Carlos Andrés Ortiz
Superadas más de dos décadas de estrecheces presupuestarias, paralizaciones de proyectos y congelamientos de vacantes, acaecidas desde el comienzo del gobierno de Alfonsín, todo el Sector Nuclear resurgió fuertemente en 2006, completándose obras paralizadas –Atucha 2 la más emblemática-, continuándose el Proyecto CAREM (reactor nuclear modular), y varios más, llegándose a incrementar 1.100 % el presupuesto asignado.
Cabe citar que Alfonsín obró “asesorado” por el personero neoliberal afín a las petroleras, Jorge Lapeña, para esa muy desacertada decisión, que según se dijo sucedió tras fuertes presiones británicas hechas con sordina.
Tan fuerte fue el impulso del período 2006 – 2015, que en 2015 estaban planificadas tres nuevas grandes centrales nucleares, una de uranio natural y dos de uranio enriquecido; dos con apoyo de China y una de Rusia. La primera de ellas, una tipo CANDU PHWR (a base de uranio natural y agua pesada), con financiación y apoyo técnico chino ya estaba en sus fases iniciales de construcción, en Lima, Buenos Aires.
Los sueldos de todo el sector, que habían estado muy deprimidos en el largo período neoliberal que implosionó en 2001, mejoraron sustancialmente desde 2006 al 2015, concretándose numerosas incorporaciones de personal científico y técnico, lo cual era acuciantemente necesario, cuyas formaciones específicas insumen tiempo y recursos muy valiosos.
En Argentina, el establishment ultra conservador y retrógrado, fue y es anti industrialista y anti tecnológico, siendo además muy afín a los intereses de las petroleras y gasíferas transnacionales. Acorde a eso, siempre obstaculizó e impidió las usinas nucleares e hidroeléctricas, frenando o destruyendo los entes tecnológicos vinculados con esos tipos de generadoras, para favorecer las usinas termoeléctricas, grandes consumidoras de petróleo y gas natural.
A lo precedente, hubo excepciones de gobiernos golpistas y/o ultra reaccionarios, que pese a ello apoyaron el desarrollo nuclear, como el de Onganía, Levingston y Lanusse, seguramente por las fuertes influencias nacionales del General Guglialmelli y del economista Dr. Aldo Ferrer (con quienes tuve el enorme gusto de poder dialogar). Otra excepción fue el infame “proceso”, durante el cual la férrea postura del Capitán de Navío Carlos Castro Madero se opuso al desguace de la CNEA (1), que quiso perpetrar el personero neoliberal y por entonces “superministro” Martínez De Hoz. No solo se opuso sino que logró notorios avances, entre ellos completar el dominio de todo el ciclo de combustibles nucleares. Claro que su gestión resulta muy cuestionada por desapariciones, encarcelamientos y despidos del personal, por razones políticas…
Pero a fines de 2015 hubo un abrupto cambio de signo político. Los neoliberales habían vuelto al poder; y con ello volvieron a recrudecer las acciones tendientes a la destrucción del valioso Sector Nuclear Argentino. De vuelta perpetraron acciones para retrotraernos a aquel perimido país estancia del siglo XIX, a lo cual le agregaron desembozadas acciones de brutales negociados financieros de timba y fuga de divisas, mientras se destruía intencionalmente todo el país, conducente todo a la disolución nacional; esto último acorde a los dictados del “Estado profundo” transnacional que promueve el proceso llamado Globalización Salvaje.
Como perpetró prácticamente con todas las grandes obras de importancia estratégica, el macrismo paralizó Atucha 3 sin motivo concreto alguno, perdiéndose inversiones ya hechas y despidiendo muy valioso personal que costó formar técnicamente, produciéndose además un absurdo desaire al apoyo chino en dicha obra.
Además, también sin justificativo alguno, cerró el funcionamiento de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP), sita en Arroyito, Neuquén, en una operatoria claramente destructiva de la capacidad tecnológica nacional, que obligó a importar el insumo, el cual es básico para el funcionamiento de nuestras tres centrales nucleares.
Como dato no menor, la PIAP es la mayor del mundo, y su capacidad de producción no solo abastecía las necesidades nacionales, sino que también exportó el valioso insumo estratégico.
Su cierre fue otra clara maniobra tendiente a la destrucción de nuestras capacidades tecnológicas e industriales, despidiendo a casi todo su muy capacitado personal.
Siguiendo nefastas operatorias de precedentes gobiernos ultra reaccionarios y claramente antinacionales, el macrismo deterioró los salarios reales del personal del Sector Nuclear, el cual mayoritariamente es altamente calificado, y por ende muy valioso y difícilmente reemplazable.
Con ese cuadro de situación desolador en el Sector Nuclear (como en casi toda la realidad general), comenzó la presidencia de Alberto Fernández.
Aun conociendo las severas limitaciones estructurales y coyunturales, con la Espada de Damocles de la descomunal deuda externa y los acuciantes problemas sociales, se esperaba un amplio abanico de medidas rápidas y decididas, para revertir y comenzar a solucionar las precedentes destructivas acciones perpetradas en el precedente gobierno.
Claro está que al caos económico y social, se le sumó la terrible pandemia del COVID 19, lo cual complicó mucho todo, agravado eso por la clara oposición salvaje de los medios concentrados y de la hoy oposición “cambiemita” (2).
Sabiendo las severas urgencias de la pandemia, cuesta entender la casi absoluta falta de decisiones claves, para relanzar y reimpulsar un área de notable importancia estratégica, como es el Sector Nuclear.
Se demoró casi dos años en cambiar la cúpula directiva de la CNEA, no se definió la construcción de la cuarta central nuclear, no se reactivó la PIAP, el proyecto CAREM parece avanzar con cierta parsimonia, y hasta donde sé, los sueldos del sector siguen muy deprimidos, lo cual hace que cunda el desánimo.
Respecto a la PIAP incluso circula una muy discutible iniciativa de transformar la planta en productora de urea, lo cual implicaría desnaturalizarla y dar una estocada más al Sector Nuclear. Excepto, claro está, que técnicamente la planta pueda producir ambos tipos de insumos, agua pesada y paralelamente urea.
En lo energético, parecería que solo se apuesta a los hidrocarburos, y a sus “asociadas” las energías “renovables amputadas” (pues amputaron del concepto y de las promociones a las hidroeléctricas de más de 60 MW).
Incluso trascendió pero tuvo muy poca difusión, un trasnochado proyecto de Cabandié, de subordinar el Ministerio de Energía a los dictados del sector del medio ambiente, el cual lamentablemente adoptó muchos de los eslóganes del ultra ecologismo, que se preocupa por el “conservacionismo” in extremis, dejando de lado al imprescindible desarrollo socio económico.
Es bien conocido que los gobiernos liberales y neoliberales han sido funcionales a los poderosos intereses de petroleras y gasíferas transnacionales, así como de sus asociadas “renovables”; mientras que los gobiernos de orientación nacional, se preocuparon por diversificar la matriz energética, impulsando fuertemente las energías hidroeléctrica y nuclear, junto a sus respectivos desarrollos tecnológicos.
Sin que implique ningún desmedro del actual gobierno, sobre todo en comparación con el intencionalmente desastroso gobierno anterior, lo concreto en el tema aquí expuesto es que al menos hasta ahora no demuestra estar en consonancia clara e irrefutable, con anteriores gobiernos nacionales y de filiación Justicialista.
Perón inauguró Atucha 1, CFK inauguro Atucha 2 (acto al cual concurrí invitado por amigos del Sector Nuclear).
Para estar en sintonía y acorde a urgencias estratégicas, urge que el actual gobierno rectifique rumbos y dé total y decidido apoyo al real orgullo argentino que es nuestro Sector Nuclear.
(1) CNEA: Comisión Nacional de Energía Atómica.
(2) “Cambiemita”: coloquialmente dícese del grupo político neoliberal y ultra reaccionario, cuyas denominaciones cambiaron sucesivamente – Alianza Pro más radicales ultra conservadores – Juntos por el Cambio – Juntos.