La doctora que hizo un imperio con la menopausia

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Por Danielle Friedman, New York Times. Eran las 10 de la mañana y la ginecobstetra Mary Claire Haver aún lucía una pijama, pero ya había grabado un video para sus cuatro millones de seguidores en Instagram y TikTok sobre las soluciones para el bajo deseo sexual. Ahora Haver, de 56 años, caminaba a paso ligero en su cinta Peloton mientras leía un estudio sobre la disfunción sexual femenina.

Formaba parte de su rutina matutina habitual, pero ese día la estaban grabando para una serie documental sobre cómo superar la perimenopausia.

Hizo una sentadilla por tercera vez con una barra de 36 kilos. “No estoy pensando en qué aspecto tendré en un bikini”, dijo a los realizadores que se habían reunido en el gimnasio de su garaje. “Estoy pensando en qué aspecto tendré a los 80”. Con su pelo negro brillante, sus gafas de montura oscura y su físico ágil, Haver parecía el modelo de la juventud comparada con los estereotipos de la menopausia de la clásica serie Los años dorados.

A lo largo de dos días, en entrevistas en su casa de Galveston, Texas, me repitió algo que le dijo a su audiencia aquella mañana: si las mujeres son proactivas, no están destinadas a declinar lentamente tras sus años reproductivos. Sus años menopáusicos podrían ser incluso sus mejores años. O, como a ella le gusta decir: “La menopausia es inevitable; sufrirla, no”.

Seis mil mujeres llegan a la menopausia cada día en Estados Unidos, pero solo hay unos 2300 proveedores certificados en tratamientos médicos de la menopausia. Muchas mujeres tienen dificultades para encontrar médicos con experiencia y la información necesaria para guiarlas durante la transición. El vacío se ha llenado con un floreciente grupo de influyentes de la menopausia, liderados por Haver. En los dos últimos años, podría decirse que ha hecho más por educar a las mujeres sobre la menopausia que ninguna otra figura pública, a través de sus plataformas en las redes sociales y su exitoso libro La nueva menopausia. Ha denunciado el sexismo en la medicina, ha exigido más fondos federales para la investigación sobre la salud de la mujer y ha pedido a las facultades de medicina que preparen mejor a los médicos para atender a las mujeres más allá de su edad reproductiva. En público, y en su consulta privada sobre la menopausia, ha hecho una cruzada para disipar los temores profundamente arraigados sobre la terapia hormonal, argumentando que conlleva una larga lista de beneficios para la salud y el bienestar.

En TikTok e Instagram, Haver se muestra autoritaria y empática, dirigiéndose a sus seguidores como si no solo fueran sus pacientes, sino también sus amigos. Habla con urgencia, a menudo con un fondo de pantalla verde de un estudio publicado, desglosando la investigación de manera sencilla pero rotunda.

Pero en sus esfuerzos por ayudar a las mujeres a superar la menopausia actual, también ha suscitado las críticas de los médicos más veteranos de la medicina de la menopausia por recomendar hormonas para usos que se apartan de las directrices médicas oficiales y, según dicen, corren el riesgo de perjudicar a las mujeres. Además, ha creado un negocio multimillonario de bienestar, The ‘Pause Life, vendiendo suplementos y planes dietéticos de un modo que algunos de sus colegas consideran éticamente cuestionable. Varios especialistas en menopausia e investigadores veteranos dijeron a The New York Times que creían que Haver encarnaba tanto la promesa como los peligros del próximo capítulo de la atención a la menopausia.

“Creo que, en gran medida, intenta defender y hacer lo correcto”, dijo Lisa Larkin, expresidenta de la Sociedad de la Menopausia, el máximo órgano sobre este campo en Estados Unidos, que establece las directrices médicas oficiales para la terapia hormonal y certifica a los médicos para que practiquen la medicina de la menopausia. Pero a Larkin y a otros les preocupa que, cuando los profesionales sanitarios venden cualquier cosa (incluida su propia experiencia) en las redes sociales, se pierdan o se pongan en peligro sutilezas importantes. “Es una situación riesgosa en el campo de la medicina”.

Haver escucha las preocupaciones, pero dice que está más interesada en ayudar a las mujeres. Horas después de que el equipo del documental se marchara, su casa se transformó en una especie de comando central de la menopausia, era un espacio lleno de entusiasmo por los planes que se avecinaban. Se reunía con el director de operaciones de The ‘Pause Life para hablar de un próximo reto de “explosión de grasa”, así como con su socio escritor para planificar el calendario de su próximo libro, La nueva perimenopausia, que vendió por 1,4 millones de dólares. Luego fue entrevistada por un periodista de salud sobre el uso de medicamentos GLP-1 durante la menopausia, y después dio una conferencia de dos horas a través de Zoom a un grupo de estudiantes de enfermería de la Universidad de Drexel.

Haver está, según su propia descripción, viviendo su mejor vida menopáusica. “No sé por qué Dios se despertó y dijo: ‘Te voy a dar un megáfono y la gente te va a escuchar’, pero aquí estamos”, me dijo, sentada en su luminosa cocina con vistas a un pantano. “Me lo tomo con mucha responsabilidad, ¿verdad?”.

Haver creció en el seno de una gran familia católica del sur de Luisiana, siendo la mediana de ocho hermanos. Sus padres tenían un restaurante cajún y estaban perplejos y preocupados por su deseo de forjarse una carrera en ciencia y medicina. “Las chicas de mi familia no hacían eso”, dijo, “se casaban, tenían hijos y atendían a sus maridos”.

Pero a Haver le afectó mucho la pérdida de un hermano mayor a causa de la leucemia cuando tenía nueve años, y convertirse en médico le pareció una decisión significativa. (Mientras grababa videos, me contó que tiene a la vista su foto, y las de dos hermanos más, que ha perdido por enfermedad). Estudió medicina en Luisiana donde, como la mayoría de los médicos actuales, solo recibió una hora de instrucción sobre la menopausia. Durante su residencia en obstetricia y ginecología en el hospital University of Texas Medical Branch de Galveston, recibió unas seis. (En la actualidad, solo alrededor del 31 por ciento de las residencias de obstetricia y ginecología ofrecen un currículo sobre la menopausia).

Como residente de primer año, un supervisor con botas de vaquero le dijo que tuviera cuidado con las mujeres con menopausia,“mujeres quejumbrosas” dijo con un exagerado acento sureño, que a menudo tenían más de 40 años y se quejaban de síntomas vagos y difíciles de precisar como niebla cerebral, falta de sueño, aumento de peso, palpitaciones y desaparición del deseo sexual. Haver dijo que eso implicaba que esas mujeres no padecían una enfermedad grave, sino que se limitaban a quejarse. El mensaje caló. “Hasta el día de hoy, cuando una paciente viene con múltiples quejas vagas, tengo que retroceder y decirme: ‘Escúchala, créele, esto es real’”, dijo Haver.

Durante el último año de Haver como residente, en 2002, la limitada atención a la menopausia se redujo aún más. Ese año, los investigadores que supervisaban el primer estudio a gran escala del país sobre los resultados sanitarios en mujeres posmenopáusicas, conocido como Iniciativa para la Salud de la Mujer, pusieron fin bruscamente a su ensayo de terapia con estrógenos y progestágenos, tras observar un aumento muy pequeño del cáncer de mama entre algunas participantes que tomaban estrógenos orales.

Ahora se considera que los resultados fueron exagerados, pero los titulares sobre el estudio tuvieron un efecto escalofriante en el tratamiento. “Prescribíamos Terapia de Reemplazo Hormonal con bastante frecuencia”, dijo Haver. “Cuando me licencié, como un mes después, era como: no la prescribiremos. Vas a hacerle daño a alguien”.

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Casi de la noche a la mañana, las hormonas pasaron de moda entre las mujeres menopáusicas. En 2007, el número de mujeres menopáusicas que las tomaban cayó por debajo del 5 por ciento. Antes había rondado el 40 por ciento.

Poco después, ella y su marido, Chris Haver, director de proyectos en Chevron, decidieron convertir a Galveston en su hogar y criar allí a sus dos hijas. Se incorporó al personal del hospital y creó una ajetreada consulta de obstetricia y ginecología. Durante 10 años, supervisó el programa de residencia de obstetricia y ginecología del hospital.

No fue sino hasta 2015, cuando Haver entró en la menopausia a los 48 años y experimentó sofocos e insomnio incapacitantes, que empezó a cuestionar la creencia predominante de que, aparte de recetar antidepresivos y ansiolíticos, los médicos no podían hacer mucho para ayudar a las mujeres a volver a sentirse como ellas mismas.

“No sabes cuántas veces me han dicho, o les he dicho a mis pacientes: ‘Esto es lo que pasa’”, dijo. “Es duro ser mujer”.

A principios de 2016, cuando sintió que no podía vivir un día más con sus síntomas, Haver pidió estrógeno (y progestina, para protegerse del cáncer del revestimiento uterino). Dijo que, al principio, tomar hormonas le pareció como “tirar la toalla”. Pero a medida que desaparecían sus síntomas, se sintió más feliz y con más energía que en años, e indignada por el hecho de que se hubiera privado a las mujeres de estos beneficios durante tanto tiempo.

La decisión marcaría el inicio de un enfoque más rebelde de Haver en el tratamiento de la menopausia, que incluía desobedecer las recomendaciones médicas generales sobre las hormonas.

Y, en 2023, su enfoque se vio reforzado por un cambio cultural más amplio en el tratamiento. Los proveedores de atención sanitaria afirman que las hormonas volvieron a entrar en la conversación nacional como tratamiento viable para los síntomas de la menopausia después de que The New York Times Magazine publicara un artículo de Susan Dominus, titulado “Las mujeres han sido engañadas sobre la menopausia”, que explicaba por qué se había malinterpretado la investigación anterior sobre las hormonas y el riesgo de cáncer.

Desde entonces, algunos expertos en menopausia se han embarcado en una intensa campaña de concienciación pública para educar a las mujeres sobre los beneficios potenciales de las hormonas y disipar los temores generalizados sobre sus riesgos, en un esfuerzo por lograr que más mujeres reciban la ayuda que necesitan. En la actualidad, menos del 4 por ciento de las mujeres menopáusicas elegibles utilizan hormonas aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos, según la Sociedad de la Menopausia, lo que sugiere que muchos millones de mujeres ―y sobre todo las de bajo nivel socioeconómico y acceso a la asistencia sanitaria― están sufriendo de manera innecesaria.

A principios de este año, Haver reunió a una constelación de unas tres decenas de médicos influyentes en un grupo que se autodenomina “menopausia” y que apoya con entusiasmo el trabajo de los demás en Instagram y TikTok. Colectivamente, tienen más de 5 millones de seguidores solo en Instagram. Ahora conversan a diario a través de un grupo de WhatsApp. “Compartimos artículos constantemente, pedimos opiniones y hablamos de casos complicados”, dijo Haver. En parte es un grupo de apoyo, en parte un consejo asesor y en parte una máquina de publicidad.

Hay un tema recurrente en las publicaciones de Haver: que el cuerpo de la mujer necesita estrógenos, progesterona y testosterona ―que caen en picado durante la menopausia― para funcionar de manera óptima, y que tomarlos no solo puede ayudar a aliviar los síntomas, sino también a prevenir enfermedades cardiovasculares y demencia, y contribuir a la salud y la felicidad a largo plazo. También comparte regularmente contenidos de miembros de la “menopausia” que hacen estas promesas y más.

El problema es que los estudios no han demostrado definitivamente estas afirmaciones; al menos, los datos no se consideran lo bastante sólidos como para que la Sociedad de la Menopausia (o cualquier otra organización médica) se sume al tipo de mensajes que está difundiendo.

Todas las personas entrevistadas por el Times coincidieron en que muchas más mujeres podrían beneficiarse de la terapia hormonal. Pero los veteranos especialistas en menopausia dijeron que temían que el mensaje cultural hubiera ido demasiado lejos en los últimos meses, pasando por alto los riesgos para la salud, incluidos el cáncer de mama y ciertas enfermedades cardiovasculares, y creando una percepción equivocada de que las hormonas son esenciales para el bienestar general de la mujer a medida que envejece.

La Sociedad de la Menopausia solo recomienda estrógenos a las mujeres que padecen síntomas perturbadores de la menopausia, o a las que tienen un riesgo elevado de desarrollar osteoporosis. También recomienda la terapia con testosterona para tratar el bajo deseo sexual, aunque la testosterona aún no está aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) para este uso.

No recomienda el estrógeno como herramienta de primera línea para mejorar el bienestar general, ni para prevenir las enfermedades cardiacas o la demencia en las mujeres que tienen la menopausia a la mediana edad. Los datos de ensayos clínicos sobre el uso de estrógenos para estos fines son limitados, y los que existen son contradictorios.

“Nadie de la Sociedad de la Menopausia está controlando las hormonas. Dicen: ‘Esto es lo que muestra la investigación; esto es lo que muestra la investigación de buena calidad’”, dijo Jennifer Gunter, ginecóloga obstetra y especialista en menopausia de San Francisco.

Por estas razones, en sus directrices más recientes, la Sociedad de la Menopausia instó a los profesionales sanitarios a abandonar el término “terapia hormonal sustitutiva” y sustituirlo por “terapia hormonal” o “terapia hormonal de la menopausia”, para evitar crear la percepción de que es necesario sustituir el estrógeno, la progesterona y la testosterona a medida que las mujeres envejecen. A diferencia de las personas con niveles bajos de hormonas tiroideas o insulina, las mujeres posmenopáusicas con niveles bajos de hormonas reproductivas a menudo pueden tener una vida larga y sana, dijo Stephanie Faubion, directora médica de la sociedad y directora del Centro para la Salud de la Mujer de la Clínica Mayo.

A pesar de eso, el mensaje de Haver ha calado, al menos entre muchas de las mujeres que la siguen en las redes sociales o que han leído La nueva menopausia. “Las mujeres que no tienen ningún síntoma menopáusico están pidiendo terapia hormonal para reducir el riesgo de enfermedades cardiacas y demencia a lo largo de su vida”, dijo Nanette Santoro, profesora de obstetricia y ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, quien desde principios de la década de 1990 ha estudiado y atendido a pacientes menopáusicas.

Santoro dijo que, varias veces a la semana, era consultado por mujeres que solicitan testosterona para su bienestar general. “Muchas mujeres piden testosterona como si fuera esencial para su salud y bienestar”, dijo Santoro, cuando en realidad algunos datos sugieren que la testosterona es ineficaz en las dosis administradas a las mujeres para cosas como la energía, la resistencia o el mantenimiento de la musculatura.

Haver y otros expertos en menopausia sostienen que, aunque todavía no existen estudios amplios y a largo plazo que establezcan los beneficios indiscutibles de las hormonas para la prevención de enfermedades, eso sucederá con el tiempo, y las mujeres no deberían tener que esperar décadas para recibir una atención mejor, que es el tiempo que podría tardar poder reunir pruebas suficientes para cambiar las directrices oficiales. Con frecuencia sugiere que la corriente dominante en el estudio de la menopausia es conservador en sus recomendaciones, negando a las mujeres una atención crucial que se basa en pruebas prometedoras, si no es que definitivas.

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“Atiendo a pacientes todos los días”, dijo, y “solo quieren recuperar sus vidas”. Es posible que no experimenten los síntomas específicos enumerados por la Sociedad de la Menopausia, añadió, “pero se ha producido un cambio drástico en su capacidad de recuperación y en la forma en que gestionan las actividades cotidianas de su vida, y están en una lucha”. Los riesgos de cada mujer varían en función de sus antecedentes y su genética. Pero para muchas pacientes ―y para la propia Haver― las hormonas en realidad se sienten como una cura milagrosa.

En su clínica, que cobra 1500 dólares por una cita de una hora y no acepta seguros, Haver habla de todos los riesgos y complejidades de las opciones de tratamiento, incluidas las no hormonales. También formula sus recomendaciones en Instagram y TikTok con descargos de responsabilidad, y subraya que las hormonas no son adecuadas para todo el mundo.

Pero los detractores de Haver y de los mensajes favorables a la terapia hormonal de la menopausia sostienen que esas advertencias se pierden en una cultura virtual que no premia la sutileza. “En medicina hay muchos matices, y los matices no tienen cabida en las redes sociales”, dijo Gunter.

“Resulta muy difícil abordar sus trucos, porque el 75 por ciento son técnicamente correctos y el resto procede de un universo paralelo”, dijo Santoro. “La cantidad de tiempo y esfuerzo que he dedicado últimamente a redirigir a mis pacientes lejos de ese 25 por ciento ha sido asombrosa”.

Haver cree firmemente en lo que vende ―literal y en sentido figurado― en las redes sociales y a través de The ‘Pause Life, donde supervisa una plantilla de dos empleados a tiempo completo y unos 18 a tiempo parcial. Sigue sus propios consejos dietéticos y toma los suplementos que vende. Dijo que quería ofrecerles a las mujeres las herramientas para prosperar del mismo modo en que ella lo ha hecho. Pero su aventura empresarial también la enfrentó a las directrices médicas oficiales, que desaconsejan a los médicos vender sus propios productos a los pacientes.

Dijo que, si tuviera que escribir La dieta Galveston hoy en día, lo haría de manera diferente: sin fotos del antes y el después, menos centrado en restringir la alimentación, más centrado en ser fuerte. Dijo que su comprensión de la grasa había evolucionado. Lamenta haber contribuido a lo que ahora entiende como la cultura de la dieta, reforzando la idea cultural de que la delgadez equivale a la salud. Ahora le explica a sus pacientes que el tamaño y el peso corporal ―que a menudo son un reflejo de la grasa subcutánea, o la grasa que está justo debajo de la piel― no siempre están correlacionados con la salud. Es la grasa que rodea nuestros órganos, llamada grasa visceral, la que puede aumentar el riesgo de enfermedad.

Y sin embargo, a través de The ‘Pause Life, sigue organizando retos de “explosión de la grasa abdominal” en los que anima a sus seguidores a limitar el azúcar y el alcohol, dar prioridad al sueño y a la reducción del estrés, comer sano y hacer ejercicio durante 28 días. El objetivo es reducir la grasa visceral, dijo, y animar a las mujeres a cuidarse, pero el mercadeo sugiere lo contrario. “Es un nombre horrible”, dijo. “Lo sé”.

Haver inició su negocio de suplementos en el periodo previo a la publicación de La dieta Galveston, pues le preocupaba que disminuyeran las ventas de su curso dietético. Por ese entonces, también recomendaba regularmente una serie de suplementos a sus pacientes y seguidores ―para ayudarles a llenar las lagunas de lo que obtenían de los alimentos, dijo― y pensó: “Puedo hacer un producto mejor que les encante a quienes me consultan en busca de información nutricional”.

Al igual que con las hormonas, confió en su revisión de la limitada investigación existente. “Mientras vendas productos que tengan pruebas decentes que los respalden, que sean de alta calidad, que estén probados, que yo daría a mis hijos, me parece bien”, dijo.

Pero la FDA solo regula ligeramente los suplementos dietéticos, y se han realizado pocas investigaciones sólidas sobre ellos, por lo que es un negocio que suscita fuertes críticas.

“Personalmente creo que los suplementos son una especie de camino al infierno en medicina”, debido a su falta de regulación y a sus promesas sin trabas, dijo Gunter. Dijo que cuando un médico promociona los beneficios de un suplemento basándose en pruebas limitadas, le provoca preguntar “¿por qué debería confiar en ti para cualquier otra cosa?”.

A principios de octubre, la organización sin ánimo de lucro Verdad en la Publicidad emitió una alerta a los consumidores sobre las afirmaciones de los suplementos para la menopausia, e instó a más de 100 marcas a revisar su mercadeo. En esta lista figuraba The ‘Pause Life, señalando que su sitio web “incluye, entre otras cosas, afirmaciones de que sus suplementos pueden ayudar a tratar la ansiedad y el dolor muscular, ayudar a mejorar la función cognitiva y reducir la fatiga”. En respuesta, Haver dijo que había contratado a un consultor para que revisara detenidamente el sitio web de The ‘Pause Life y eliminara todo lo que no cumpliera con las recomendaciones del grupo. “Queremos hacerlo bien”, dijo.

En la reunión anual de la Sociedad de la Menopausia celebrada en Chicago el mes pasado, Faubion, directora médica del grupo, dijo que había oído numerosos susurros de sus miembros sobre lo que percibían como una crisis de desinformación impulsada por las redes sociales que promovía soluciones carentes de pruebas. “Nunca había oído este nivel de alarma y preocupación”, declaró Faubion al Times.

Los dirigentes de la sociedad también dijeron al Times que nunca había habido tanto en juego, ya que cada vez eran más los médicos que solicitaban su certificación para practicar la medicina de la menopausia, y querían asegurarse de que ejercían una atención basada en pruebas.

Por eso, en las últimas semanas, la Sociedad de la Menopausia ha tomado medidas para intentar disuadir a los médicos influyentes y a sus seguidores de la comunidad médica de hacer recomendaciones que no se ajusten a sus directrices: el 30 de septiembre, el grupo publicó una declaración dirigida a sus miembros, entre los que se encontraba Haver, en la que instaba a los médicos a ceñirse al guión.

Unas horas más tarde, Haver publicó en Instagram un mensaje sobre el peligro de “utilizar las directrices como arma” contra las mujeres para negarles atención médica esencial. Más tarde borró la publicación. “Probablemente exageré”, me dijo.

Haver dice que a veces se exalta demasiado por lo que considera como obstáculos para el tratamiento. No tiene intención de retroceder en su cruzada para que las mujeres menopáusicas reciban la atención que cree que merecen. “Quizá mis mensajes no siempre sean perfectos”, dijo. “Pero acepto lo negativo y digo: ‘¿Cómo puedo hacerlo mejor?’”. Luego añadió: “Y sigo adelante”.

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