Hands in black and white of old man who had worket hardly in his life farmer

Del rebote al camino: Posadas y la oportunidad de consolidar mejoras

Compartí esta noticia !

La publicación que realizó el INDEC esta semana respecto a la incidencia de la pobreza e indigencia, correspondiente al segundo semestre 2024, dejó mucha tela por cortar. Del informe se destaca la muy importante baja que tuvo este indicador no solo respecto al semestre anterior, sino también por ubicarse, en el caso del dato nacional, por debajo incluso de los niveles de finales del 2022. De un lado, se escucharon elogios al programa de gobierno del presidente Milei por haber hecho posible este descenso; del otro, las críticas a la poca representatividad (o incluso, credibilidad) del dato en un marco donde la situación social todavía muestra ciertas debilidades o recuperaciones todavía no alcanzadas. 

Aunque parezca muy difícil, porque de hecho lo es, es absolutamente imprescindible separar el dato técnico de pobreza (que surge de una metodología con consenso internacional) de las percepciones personales e incluso colectivas de las condiciones de vida de las personas. ¿Es posible una baja de la pobreza cuando todavía se verifica en el escenario social altísimas dificultades de las familias de hacer frente a sus gastos elementales? La respuesta es que sí, pero ello nos lleva necesariamente a analizar con mayor profundidad, entender el fenómeno y plantear, incluso, algunos interrogantes más. 

El hecho concreto es que la incidencia de la pobreza pasó del 52,9% al 38,1% en la totalidad de aglomerados urbanos de la Argentina y una buena parte de esa explicación se encuentra en la evolución de los ingresos respecto a las canastas básicas: el promedio nacional muestra que mientras la Canasta Básica Alimentaria creció 22,2% semestral y 163,1% interanual y la Canasta Básica Total lo hizo en 26,7% semestral y 177,9%, el Ingreso Per Cápita Familiar lo hizo en 63,6% semestral y 206,0% interanual y el Ingreso Total de los Hogares se incrementó en 64,5% semestral y 208,9% interanual, con subas mayores en los ingresos de origen laboral que los de origen no laboral. 

Por ende, vemos que hay un alza de ingresos muy superior a la evolución de las canastas. Aquí encontramos dos fenómenos: por un lado, una paulatina recuperación de los ingresos que se dio durante el segundo semestre del año tras haber tocado un piso en los primeros seis meses. Pero además, una mejora en el mercado de trabajo que permitió incorporar (o recuperar) ingresos en un hogar. Aún suponiendo que una persona no tuvo un alza de ingresos suficiente, el hecho de que otro adulto de ese mismo hogar haya podido obtener (o recuperar) un empleo, suma un ingreso más al hogar y ello eleva los niveles de ingresos en el mismo. 

Pero también no hay que dejar de ver la cuestión de la distribución: no es lo mismo un alza de los ingresos totales de los hogares si está concentrado solo en el sector más acomodado que si se distribuye de manera algo más equilibrada entre los diferentes segmentos poblaciones. En ese marco, la brecha promedio del ingreso per cápita familiar entre el decil 10 (los de mayores ingresos) respecto al decil 1 (los de menores ingresos) se achicó de 18 en el cuarto trimestre 2023 al 17 del cuarto trimestre 2024, una baja que parece menor pero que parecía ser significativamente en el contexto. En consecuencia, en ese mismo periodo el Coeficiente de Gini pasó de 0,435 a 0,430, ratificando un proceso de mejora de la distribución en un escenario de crecimiento de los ingresos, lo cual no es para nada irrelevante.

Más allá de que hay una discusión muy válida respecto a ciertas falencias de la medición, principalmente en lo relativo al cálculo de los valores de la Canasta Básica por tener subponderados a gastos hoy muy relevante en un hogar como tarifa de servicios públicos y alquileres, entre otros, hay una situación generalizada de mejora de los indicadores sociales que permiten mostrar este resultado. Pero a su vez, debe tenerse en cuenta algo no menor: en procesos tan volátiles como los que tuvimos durante el 2024, a una suba muy exagerada por fuerte empeoramiento del escenario económico (primer semestre 2024) podría acompañarle una baja muy exagerada ante la mejora y/o estabilización de ese mismo escenario (segundo semestre 2024). Podría decir que ni estábamos tan mal en los primeros seis meses ni tampoco estuvimos tan bien durante el segundo. 

Además, no debe dejarse de lado una cuestión trascendental para entender con mayor precisión este fenómeno: en muchas zonas del país (la mayoría), la población que está muy pegada a la línea de pobreza (ya sea por arriba o por abajo) es muy voluminosa. Por ende, fluctúan sistemáticamente:  con crisis caen rápido por debajo de la línea, con recuperación suben rápidamente. 

En este marco, bien podríamos intentar analizar qué pasó en Posadas, que dejó algunos datos que requieren ciertas reflexiones. La incidencia de la pobreza en el aglomerado misionero fue del 43,4%, por debajo de la media NEA (47,0%) y por encima de la media nacional (38,1%). A su vez, la indigencia se ubicó en 7,7%, también por debajo del NEA (11,6%) pero en este caso también por debajo de la media nacional (8,2%).

¿Cómo varió la pobreza en Posadas? Respecto al semestre anterior, la tasa de pobreza cayó en 12,5 puntos. Esto generó que las personas en condición de pobreza pasen de 217.204 a 169.626: un descenso de 47.578 personas. A su vez, la indigencia cayó en 10,6 puntos y las personas indigentes pasaron de 71.339 a 29.948: una merma de 41.391 en seis meses. En este contexto, cabe señalar una aclaración no siempre difundida y conocida: pobres e indigentes no son dos grupos de personas por separado, sino que parte de un solo grupo. Por ello, hay que distinguir que aquellos que están por debajo de la línea de indigencia se les llama “pobres indigentes” y aquellos que están por encima de la línea de indigencia pero por debajo de la línea de pobreza son “pobres no indigentes”. Esto se menciona en la colocación del detalle anterior respecto a la cantidad de personas que dejaron de ser pobres. Si somos técnicamente rigurosos: los pobres indigentes disminuyeron en 41.391 personas y los pobres no indigentes lo hicieron en -6.187 personas: esto no da un total de 47.578 personas que dejaron de ser pobres, como se informó anteriormente. 

¿A qué se debe esta explicación? Como se observa, la cantidad de personas que dejaron de ser indigentes fue muy superior respecto a los que dejaron de pobres no indigentes, y esto encuentra explicación en la situación de los ingresos: en Posadas, en el segundo semestre respecto al primero, el Ingreso Per Cápita Familiar creció 62,1% y el Ingreso Total Familiar lo hizo en 61,3%, incrementos muy por encima de la variación que tuvieron las canastas básicas correspondientes a la región del NEA: la alimentaria lo hizo en 21,9% y la Total 26,3%. Entonces, como puede observarse, el hecho de que los ingresos hayan crecido más respecto a la canasta de alimentos (que determina niveles de indigencia) y crecido también, aunque en menor nivel, respecto a la canasta de alimentos (que determina niveles de pobreza en sentido amplio), lo que sugiere que los hogares en situación de vulnerabilidad crítica fueron los que más sintieron el impacto positivo de la recuperación de ingresos. En conclusión, el solo movimiento de ingresos vs. canastas explica la mejor contundente que tuvo la pobreza e indigencia en Posadas respecto al semestre anterior. 

Sin embargo, si vemos la comparación interanual, es decir, contra el segundo semestre de 2023, el escenario es distinto. La tasa de pobreza creció 5 puntos interanual: del 38,4% al 43,4%, provocando que haya 21.222 personas que pasaron a estar por debajo de la línea de pobreza. En cambio, la indigencia cayó de 9,6% al 7,7%, una merma de 1,9 puntos que provocó que haya 7.022 que dejaron de ser indigentes. ¿Qué pasa cuando descomponemos la población pobre? Tal como hicimos en el ejercicio semestral, vemos la variación según tipo de pobreza. Como ya lo dijimos, las personas consideradas pobres indigentes cayeron en 7.022, mejorando así esa tasa, pero los pobres no indigentes se incrementaron en 28.244 personas: el saldo de ambos segmentos da como resultado los 21.222 nuevos pobres mencionados antes. 

En esta comparación interanual, ¿qué pasó con los ingresos en Posadas? Se incrementaron en un 166,8%, por encima de la suba de la canasta básica alimentaria regional (160,7%) pero se ubicaron por debajo del incremento de la canasta básica total (175,3%). A simple vista, ya se observa entonces que los hogares más vulnerables pudieron haber tenido una mejora de ingresos tal que les permitió salir de esa condición pero no lograron dar el siguiente salto y por ende siguieron siendo pobres (aunque en este caso ya no indigente). A su vez, las personas que superan el umbral de la indigencia no logran dar el salto sobre la línea de pobreza e incluso algunas personas que estaban muy cerca de esa línea, por encima, pasaron a ubicarse por debajo. 

Entonces, si tomamos a la población más vulnerable de Posadas y la desagregamos en vulnerabilidad crítica (para los pobres indigentes) y vulnerabilidad moderada (para los pobres no indigentes), los críticos tuvieron una mejora mucho más marcada, aunque insuficiente aún en el contexto. 

En síntesis, la mejora en los ingresos y la baja de la indigencia son señales alentadoras, pero también ponen sobre la mesa un desafío estructural: cómo transformar estas recuperaciones de corto plazo en procesos sostenidos que permitan a más personas salir (y mantenerse fuera) de la pobreza. Al mismo tiempo, nos obliga a repensar el rol de la distribución del ingreso: no alcanza con crecer, si ese crecimiento no llega a todos. La verdadera prueba está en construir un piso social que no vuelva a ceder ante la próxima crisis.

About The Author

Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin