A 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial

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Por el historiador Julio B. Mutti, autor de “10 historias argentinas de la Segunda Guerra Mundial”. El 2 de septiembre de 1945 se cumplirán setenta y cinco años del final de la Segunda Guerra Mundial. Actos, días festivos, desfiles y grandes discursos resonarán en todo el mundo.

A pesar de la gran importancia de esta fecha, en países como la Argentina, que no se vieron involucrados en forma directa en el conflicto desde un comienzo, estos aniversarios pasan algo desapercibidos. Década tras década, vamos perdiendo contacto con la insondable importancia que tuvo una guerra que cambió la historia de la humanidad para siempre, que afectó la vida cotidiana, económica y política de la nación y que dejó su marca indeleble en nuestra sociedad.

La Segunda Guerra Mundial no solo se peleó en los campo de batalla; se peleó en política interna y exterior, diplomacia, espionaje, economía, etc.

Cuando comenzó la guerra, Argentina estaba inmersa en la esperanza de la reconstrucción de la credibilidad. El presidente Roberto M. Ortiz había puesto punto final al fraude electoral y la democracia parecía renacer. Pero una enfermedad lo privó de seguir en la presidencia. Pero Castillo, el vicepresidente olvidado que asumió en su lugar, no era Ortiz; y Enrique Ruiz Guiñazú, su ministro de Relaciones Exteriores, no fue Cantilo, el ministro saliente.

La diabetes de Ortiz cambió el destino de la Argentina para siempre. Las políticas de neutralidad de cualquier costo de Ruiz Guiñazú y Castillo, que sin dudas hubieran sido diferentes con sus antecesores, la debilidad del gobierno, el crecimiento de las facciones nacionalistas del Ejército, el fraude electoral que había vuelto, nos llevaron hasta de junio 1943, al golpe de Estado de un ejército bastante tomado por las ideas totalitarias que imperaban en Europa.

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En apenas unos pocos meses, la guerra se trasladó hasta nuestro patio trasero. Una batalla entre cruceros ingleses y un moderno acorazado de bolsillo alemán se desarrolló frente a Punta del Este. Todo el mundo estaba revolucionado y no se hablaba de otra cosa; más aún cuando el capitán alemán hundió su nave frente a Montevideo y escapó con casi todos sus hombres a Buenos Aires. El mundo entero hablaba de la Batalla del Río de la Plata.

Pronto barcos llenos de argentinos cruzaron el Atlántico. Conocemos muchas historias de hijos de inmigrantes de las potencias aliadas, como por ejemplo la de los famosos aviadores argentinos de la Real Fuerza Aérea que se destacaron combatiendo a Hitler. Pero por cada historia de heroísmo existen docenas de otras tristes y olvidadas. También los argentinos de habla germana acudieron al llamado de la patria y tomaron las armas en la guerra de todas las guerras.

La sociedad argentina era contraria a cualquier idea de totalitarismo. Más todavía lo fue después de indignarse al conocer que submarinos alemanes habían torpedeado a barcos mercantes argentinos. Todavía estremecen los titulares de los principales diarios porteños de junio de 1942, contando que un submarino había torpedeado al “Río Tercero” frente a Nueva York; que costó la vida a cinco jóvenes marineros argentinos.

Cuando Brasil declaró la guerra al Eje, en agosto de 1942, Argentina pasó a ser el centro neurálgico del espionaje alemán en Sudamérica. Desde ese momento, la realidad pareció superar a la ficción: desembarcos clandestinos en Mar del Plata, tráfico de divisas, cacería de agentes, estancias secreta, contrabando de materiales, influencias políticas y una red clandestina de radiotelegrafía tan extendida por el país que llegó a ser la más grande fuera del Reich. Argentina era un campo de batalla donde espías aliados y del Eje peleaban una batalla formidable.

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El 2 de septiembre de 1945 tuvo lugar la rendición formal de Japón. Pocas semanas antes, la guerra había puesto a la Argentina en boca de todo el mundo de nuevo. Con Alemania ya vencida dos submarinos alemanes aparecieron en Mar del Plata sin previo aviso. Escapaban de la humillación y traían a bordo a unos de los mitos más mentados del final de la guerra.


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