¿Pueden Argentina y Brasil tener una moneda común?

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En el marco de la visita de Jair Bolsonaro al país, sorprendieron gratamente los anuncios acerca de la intención de coordinar políticas monetarias de ambos países a través de sus respectivos bancos centrales. Hasta se habla de una moneda común. La convergencia macroeconómica fue una de las metas fundacionales del MERCOSUR. Entre nosotros, a su vez, se trata de una demanda que surge cuando sufrimos crisis originadas o facilitadas por el unilateralismo brasileño.

 

Cuando finalizaba el segundo gobierno de Carlos Menem y comenzaba el de Fernando De la Rúa se discutía mucho de ello en Argentina. Se escribían papers al respecto, y columnas de opinión en los principales diarios. La dirigencia estaba en shock por la devaluación del real del año 1998, y sus consecuencias letales para el peso atado al dólar. Argentina no podía competir con un Brasil devaluado y se sumergía en una implacable recesión. En ese marco, pedíamos coordinar. Que significaba varias cosas: desdolarizar el comercio exterior, consultarnos mutuamente (la devaluación había sido inconsulta); Cavallo modelo 2001 soñaba con una “canasta de monedas” que incluyera al real. Nada de ello vio la luz.

 

Que las demandas e intenciones de coordinación afloren en tiempos de crisis no parece ser la mejor señal. De acuerdo a la experiencia integracionista europea, que transitó las fases de la coordinación, institucionalización y moneda común -el euro- la confianza política es la precondición central. Eso sugiere que la política monetaria común es la consecuencia de la integración, y no al revés.

 

Cabe preguntarse si acaso la Argentina y Brasil están en un momento de confianza política. Macri y Bolsonaro -e Ivan Duque de Colombia, Sebastián Piñera de Chile y otros- serán vistos por la historia como parte de un giro a la derecha en la región. Con sus diferencias. Macri está al frente de una coalición más centrista que la de Bolsonaro, y su discurso es más moderado. Las bases electorales de uno y otro también lucen diferentes, a pesar de las afinidades entre sus adversarios kirchneristas y lulistas.

 

Tienen en común ambos presidentes la aspiración de lograr el demorado tratado de libre comercio con Europa. Para los negociadores europeos es mejor saber que están tratando con un Mercosur madura que con un solo país de la región. Tal vez ello esté impulsando estos gestos, además de los problemas domésticos.

Sin embargo, venimos también de algunas señales de debilitamiento del espíritu de la integración. Apenas asumido, Bolsonaro habló en contra del MERCOSUR. Los gobiernos de la región dinamitaron la UNASUR y enfrentan sin ideas el caso de Venezuela. Está el antecedente sólido de la ingeniería institucional que se vino forjando desde las décadas de los 80 y 90, sobre los que estos anuncios se sostienen. Pero la coyuntura deja dudas: más allá de los diseños, requiere mucha robustez político-institucional para que una política de estas características pueda prosperar.

 

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Nuevas coaliciones

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En Analyticos anteriores habíamos planteado la centralidad que iba a tener en estas elecciones presidenciales 2019, la transformación de las coaliciones del oficialismo y la oposición. En ambos casos, los actores polares de la confrontación -macrismo y kirchnerismo- estaban necesitados de ampliar sus bases de sustentación. Y en ambos casos, también, parte de esa ampliación tenía que ver con la incorporación del llamado “Peronismo Federal” al conjunto de los polos insuficientes.

La constitución de la fórmula Fernández-Fernández apuntaba en alguna medida a eso. El reclutamiento de la mayoría de los gobernadores peronistas en apoyo de la candidatura de Alberto Fernández reflejaba que la elección había sido correcta, aun cuando la fórmula bonaerense liderada por Kicillof sonase “muy k”. Pero la reacción de Mauricio Macri fue similar.

En éstos últimos días asistimos a diferentes movimientos de parte de los principales operadores políticos del oficialismo con vistas a incorporar a referentes de Alternativa Federal, o al conjunto del espacio, a la coalición Cambiemos. Que seguramente deberá tener otro nombre en caso de concreción de esta hipótesis electoral. Aún no queda clara la viabilidad de la estrategia, pero queda de manifiesto la voluntad de cooptar y formar nuevas coaliciones.

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Los peronistas federales no tienen demasiados votos. Se trata de un segmento minoritario pero prestigioso de la política que puede aportar a la constitución de coaliciones más amplias. ¿Por qué decimos “prestigioso”? Porque los peronistas federales se han ganado un respeto entre la clase política y económica porque son considerados portadores de gobernabilidad -el poder federal de los gobernadores- y también son vistos como ejecutores de una política moderada. Que es algo que la Argentina de los próximos años necesita desesperadamente.

La personalidad de Miguel Pichetto es el paroxismo de ésta figura: no tiene votos en su propia provincia y nunca pudo transformarse en un candidato a gobernador con aspiraciones tangibles, y hoy en día tendría dificultades para la candidatura a la renovación de su senaduría por Río Negro. Sin embargo, se ha ganado un prestigio social en el círculo rojo como político eficaz. Ésta característica la comparte con buena parte de los integrantes de Alternativa Federal.

Sin dudas, la presencia de los peronistas federales en ambas coaliciones -se habla por éstos días de la posibilidad de la incorporación de uno de éstos cuatro referentes a la fórmula encabezada por Mauricio Macri- es una de las novedades de la negociación preelectoral. Pero lo que no sabemos aún es la eficacia de ésta hipótesis. Aún no queda del todo claro cuánto va a aportar a la fórmula Fernández-Fernández la cooptación de los gobernadores justicialistas. Se trata de una fórmula que, de acuerdo a las primeras encuestas, tiene la misma cantidad de votos que Cristina sola pero redujo la porción de aquellos que nunca lo votarían. Es decir, redujo su techo. Y en el caso de Mauricio Macri no queda claro si la incorporación de uno de éstos peronistas federales va a animar a la base cambiemita, o si va a traer votos justicialistas para el oficialismo.

Se trata en ambos casos de experimentos no probados. Pero, sin dudas, la constitución de estas coaliciones ampliadas es la principal novedad política electoral de estos días y el camino hacia la ampliación de la base de respaldo de los dos principales actores de la grieta.

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F-F perfora el techo K

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 La fórmula Fernández – Fernández es el fruto de la decisión de una persona, Cristina. Así lo han expuesto los propios protagonistas. A la hora de especular sobre las posibles motivaciones del proceso decisorio, hay una que se destaca en lo inmediato: el corrimiento al centro de CFK morigera -en parte, al menos- algunas las tensiones y los temores que la hipótesis de su retorno generaba en factores de poder que podían enfrentarla. En ese conjunto están el FMI, los tenedores de bonos, el Grupo Clarín, la clase media argentina y unos cuantos gobernadores justicialistas. Los enemigos del kirchnerismo pueden sentarse a conversar con Alberto Fernández, el referente del nestorismo moderado.
 En la personalidad política del elegido hay algunas propiedades que lo hacen, también, distinto pero aceptable. Aceptable para ella. Alberto Fernández no es el único emergente de la experiencia política y gubernamental del nestorismo que se apartó en un marco de disidencia. Martín Lousteau, Sergio Massa, Felipe Solá, Roberto Lavagna, Julio Cobos, Graciela Ocaña, Miguel Pichetto y tantos más hoy son quienes son gracias al rol que jugaron en aquellos años dominados por Néstor y Cristina Kirchner. Pero el nuevo precandidato presidencial nunca llegó a tanto. Expresó sus críticas al segundo gobierno de CFK tan explícita y detalladamente como los anteriores. Con el agregado de que fue quien más cerca estuvo del matrimonio, y por ende el que más supo de sus falencias. La mesa chica tripartita del primer kirchnerismo fueron Néstor, Cristina y Alberto. Ni las manos derechas llegadas desde Santa Cruz, como De Vido o Zanini, formaron parte como él de ese entretejido inicial. Alberto Fernández operaba en y desde Buenos Aires. Había sido legislador porteño, funcionario bonaerense con Duhalde y jefe de la campaña presidencial de 2003. Y un reclutador de recursos humanos para la formación del primer gobierno k.
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Tal vez por esa pertenencia, o por otras razones a revelar, el poskirchnerismo de Alberto Fernández quedó como en un limbo. Los otros se reubicaron mejor. Cobos y Ocaña recordaron sus identidades previas y terminaron en Cambiemos. Massa y Lavagna formaron sus propios espacios y fueron candidatos presidenciales. Solá y su amigo Lousteau ensayaron diferentes tipos de alianzas, que incluyeron -sin mucha convicción- al propio Macri. Pero Alberto Fernández nunca dejó de ser el de su propia biografía. Se propuso integrar el Frente Renovador de Sergio Massa y fue como un elemento extraño, resistido. Esos intentos fallidos de reconversión terminaron siendo un activo para él. En ningún momento negó de dónde venía ni se arrepintió. Si hubiera cruzado demasiado la vereda, tal vez la fórmula F-F no sería hoy posible.

La política no es el plano árido del trueque y la planilla de excel que nos quieren vender. Es una relación social atravesada por personalidades, egos y lastimaduras. La lealtad cimenta la confianza pero también es un sentimiento muy potente. En todos estos años de cadalso y judicialización, Cristina Kirchner nunca dejó de ser una figura central de la política argentina. Y seguramente sintió que estaba siendo sometida a algo injusto. Los ex funcionarios k que la vapulearon en público y sin otra necesidad que la de demostrarle a alguien que ya nada tenían que ver con aquél pasado quemaron demasiados puentes. Por supuesto que estamos en una era de la reconciliación, las sonrisas, los abrazos. Pero podría haber un límite en eso.
 Los que conocieron a Néstor Kirchner dicen que él sellaba las amistades después de una buena pelea. En algún momento su archinémesis santacruceña fue el ex gobernador Arturo Puricelli. Enemigos mortales. Y un buen día volvió, en forma de fichas (como funcionario del gobierno nacional en Seguridad y Defensa, para ser más precisos). No sabemos aún si Cristina Kirchner es capaz de esos recomenzares. Sería, sin duda, una virtud en los tiempos que corren. Se necesitan armadores de coaliciones.
 El experimento arrancó bien entre los gobernadores del peronismo. La mayoría saludó la fórmula F-F y los pocos que mantienen distancia son los que ahora menos la necesitan. Los que ya reeligieron (Schiaretti, los provinciales patagónicos) y los que no tienen reelección (Urtubey, quien además mantiene sus pretensiones presidenciales, probablemente apostando a una instalación a futuro). Y todo el sindicalismo (gordo y flaco) se entusiasmó con la fórmula, mucho más de lo que estaba con la presunta candidatura de CFK. Jefes políticos provinciales y sindicalistas forman parte de otro círculo, seguramente no rojo, que además de estar politizado tiene una muy buena capacidad de anticipar las tendencias de la política. La tercera vía se ha estrechado y el lugar de Massa queda por definirse. La fórmula F-F puede tener hoy los mismos votos que una F sola, pero cuenta con las condiciones para crecer. La unidad opositora avanzó; el proyecto Lavagna ahora piensa en cómo recoger los votos no peronistas desencantados de la economía de Cambiemos.

 
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Un primer balance de las elecciones provinciales de 2019

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El año electoral 2019 se caracteriza por un fenómeno inusual de desdoblamiento de las elecciones provinciales. Desde marzo, la mayoría de los domingos se vota en algún lado. Dos de cada tres provincias tuvieron o tendrán elecciones locales separadas de las nacionales. A ello hay que sumar otro dato significativo: también en dos de cada tres provincias, Cambiemos ya no se denomina así, porque los frentes provinciales dominados por el radicalismo han preferido adoptar otras denominaciones. Esta situación es muy distinta de las elecciones de 2017, donde en todos los distritos salvo en la Ciudad de Buenos Aires, el oficialismo utilizó el mismo nombre que en las presidenciales de 2015. Hay, en definitiva, un alejamiento (¿espíritu de preservación?) de la política provincial respecto de la nacional.
Hasta la fecha hubo siete elecciones provinciales: cinco primarias y dos generales. Se trata de las provincias de La Pampa (primarias no obligatorias; las elecciones se realizarán el 19 de mayo), Neuquén (gobernador y legisladores provinciales), San Juan (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 2 de junio), Río Negro (gobernador y legisladores provinciales), Entre Ríos (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 9 de junio), Chubut (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 9 de junio) y Santa Fe (primarias provinciales generales; las elecciones se harán el 16 de junio). Hubo también elecciones municipales en Córdoba y Mendoza. Próximamente (el 12 de mayo) habrá elecciones provinciales generales en otra provincia clave: Córdoba.
Una primera lectura de los resultados (tomando a la cantidad de votos obtenidos como indicador) de estos siete comicios muestra que:
– En La Pampa solo se votó lugar dentro de la alianza Cambiemos, imponiéndose cómodamente el precandidato del radicalismo (Kronenberg) sobre el del PRO (Mac Allister).
– En Neuquén se reeligió el gobernador Omar Gutiérrez (MPN), dejando en segundo lugar al peronismo – kirchnerismo y en el tercero a Cambiemos.
– En San Juan se impuso cómodamente en cantidad de votos el peronismo, y el gobernador Uñac se proyecta hacia su reelección.
– En Río Negro se impuso cómodamente la candidata del gobernador, Arabela Carreras (Juntos Somos Río Negro), dejando en segundo lugar al peronismo – kirchnerismo y en el tercero -lejos- a Cambiemos.
– En Entre Ríos triunfó ampliamente el peronismo unido (Federal + Kirchnerismo), y el gobernador Bordet se proyecta hacia su reelección.
– En las primarias Chubut el candidato más votado fue el gobernador Arcioni, aunque en cantidad de votos la fuerza más votada fue el peronismo – kirchnerismo; las elecciones estarán disputadas entre Arcioni y el kirchnerista Linares; Cambiemos quedó muy relegado
– En Santa Fe se impuso en cantidad de votos el postulante socialista, el ex gobernador Antonio Bonfatti, aunque en cantidad de votos la fuerza más votada fue el peronismo. Las elecciones estarán disputadas entre Bonfatti y el justicialista Omar Perotti.
En las seis elecciones en las que compitió el oficialismo provincial, sus candidatos fueron los más votados. Las fuerzas provinciales en Neuquén y Río Negro demostraron su superioridad; en las otras provincias, en dos el gobernador reelegirá seguro y en otras dos, la competencia será entre el oficialismo provincialista y el peronismo. En ninguna de las elecciones Cambiemos tiene posibilidad de ganar.
El caso de Santa Fe es particularmente interesante. Allí, las encuestas y estudios cuantitativos electorales (de inferencia estadística por circuito) sostienen que hubo transferencia de votos (alrededor de 5 puntos porcentuales) desde Corral -el candidato cambiemita- hacia el socialista Bonfatti. Una tendencia preocupante para Cambiemos en el cálculo nacional, ya que el fantasma de la transferencia de Macri a Lavagna (quien es, además, el candidato presidencial apoyado por Bonfatti) asoma por el horizonte. En Córdoba todo indica que Schiaretti se impondrá cómodamente ante un Cambiemos partido en dos, y la duda es si el gobernador cordobés -uno de los políticos más importantes de la Argentina- apoyará a Lavagna o intentará jugar una carta en el peronismo.
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En el análisis político nacional hay una tendencia a sobre-analizar las implicancias de los resultados en la presidencial. Se trata de dos escalas y lógicas distintas. Aunque las elecciones locales crean clima y muestran algunas pistas. Estamos asistiendo al desgajamiento de Cambiemos a nivel local y al fortalecimiento del peronismo en distritos clave. Un dato clave para las proyecciones nacionales es cómo se vienen organizando los espacios y coaliciones políticas en los distritos. Para el peronismo y para Cambiemos, las provincias ponen a prueba cuán unidos están sus dirigentes (y sus votantes). Cambiemos debe demostrar que no se disgrega, y el peronismo que es capaz de unirse. La crisis económica terminará definiendo hasta qué punto estos armados provinciales se coordinarán -o no- a nivel nacional para las elecciones presidenciales. Tanto el peronismo unificado como el Cambiemos que resiste la dispersión enfrentan la amenaza del proyecto Lavagna. Y cada elección provincial en la que el ex ministro de Duhalde y Néstor Kirchner no es protagonista es una confirmación de que la elección de octubre será entre los dos grandes de la grieta.

 
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Plan Resistir: un paliativo de emergencia y transición para seguir en la carrera electoral

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 Sorprendido por el pico inflacionario del mes de marzo (4,7% de acuerdo a los datos del INDEC, y de 6% para el rubro alimentos), el gobierno nacional anunció hoy un “plan anticrisis” destinado a contener las alzas de los precios en los sectores que más afectan a los que más sufren. El primer anunció fue el “angostamiento” de la banda cambiaria, para moderar las fluctuaciones del dólar. Y luego le siguieron medidas que recuerdan -con menor extensión y menos instrumentos operativos, al no haber un “Moreno amarillo” que controle- a los tiempos del kirchnerismo. Se relanzan los Precios Cuidados y más beneficios para quienes reciben jubilaciones y planes sociales. Un plan protagonizado por el BCRA, Miguel Braun y la ANSES, y que responde al pedido de los actores territoriales de Cambiemos (Vidal, Rodríguez Larreta, los intendentes cambiemitas del Conurbano). Las medidas son:
 – Acuerdo de precios por seis meses sobre 60 productos de la canasta básica. Fueron pactados con 16 empresas grandes; rigen a partir del 22 de abril. Se anunció también -sin demasiadas precisiones- un régimen de Lealtad Comercial para dar a la Secretaría de Comercio más atribuciones de sanción a las empresas que “abusen de su posición dominante”.
 – Programa de descuentos para beneficiarios de ANSES en grandes supermercados y otros negocios, y de 70% en medicamentos para beneficiarios de AUH
 – Más pequeños créditos ANSES (mayores montos, más cuotas) destinados  principalmente a jubilados
 – Congelamiento hasta fin de año de tarifas de electricidad, gas y transporte (excluyendo los ya anunciados), enfatizando los casos de colectivos, trenes metropolitanos y peajes. Y ´lo mismo parta el caso de la telefonía celular (líneas prepagas), pero en este caso hasta el 15 de septiembre.
 – Por último, se anunciaron planes de pagos de AFIP (con bajas tasas de interés) para deudores tributarios, con acento en PyMes.
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 ¿Esto compensa las últimas pérdidas de ingreso generadas por la inflación, o solo detiene por un tiempo la hemorragia? No era mucho más lo que se podía hacer. Y tampoco tiene tiempo Mauricio Macri ya de desplegar otro tipo de estrategias para contener lo que se convirtió en el principal problema de su gestión. Tras el “pico” de marzo, las expectativas inflacionarias se estaban saliendo de cauce. Asimismo, al lanzar este plan el gobierno está reconociendo cierta responsabilidad en las recientes escaladas de precios. Ya que un componente indiscutible de la aceleración de precios tuvo que ver con los aumentos de tarifas y combustibles que el Poder Ejecutivo diseñó.
 El Plan Resistir fue avalado -no podría ser de otra forma- por el Fondo Monetario Internacional. Tanto en las intervenciones del tipo de cambio -que podrían ser entendidas como un incentivo a la salida- como en las medidas paliativas hay recursos comprometidos. Y hoy el Tesoro no puede decidir estas cosas sin antes conversarlas con los representantes del organismo. Por un lado, esto nos sugiere que los técnicos del Fondo podrían ser hasta menos “creyentes” en el modelo ortodoxo que los funcionarios del gobierno argentino. Y por otro, que el FMI acompaña la vocación del gobierno. Macri muestra que quiere resistir hasta las elecciones, y mantenerse competitivo en la carrera electoral.
 En clave política, el guiño amigable que el gobierno envía al mundo financiero desde el Plan Resistir es una cierta demostración de voluntad política. Los anuncios de hoy y el inesperado video que utilizó Macri para comentar los mismos resuenan como movimientos de campaña. Además, los beneficiarios del paliativo anticrisis no están en el núcleo duro macrista. Los acreedores del estado argentino -FMI y tenedores de nuestros bonos y activos- quieren que Mauricio Macri continúe hasta 2023. Y quieren verlo luchar por ello. Aunque los representantes del FMI hayan dicho que ellos están dispuestos a trabajar con cualquier gobierno -¿qué otra cosa podrían decir?- lo cierto es que Macri es la opción que mejor expresa la voluntad de pago de la deuda. Tanto Lavagna como Kicillof vienen declarando que en un futuro gobierno integrado por ellos, los términos de lo acordado serán rediscutidos. La apuesta es exigente, porque si estamos ante un escenario de cambio de gobierno, una inflación artificialmente contenida tenderá a desatarse sobre el final. “Pacto de caballeros”, se dijo hoy. Por eso, si las encuestas siguen siendo desfavorables a la reelección, no solo los emisarios del Fondo deben conversar con los referentes de la oposición. También deberían estar haciéndolo los ejecutivos de las 16 empresas de primera línea que reeditaron los acuerdos de precios de la canasta básica. Con los anuncios de hoy, comienza la transición del macrismo. Hacia su segundo mandato -uno que sería, según le dijo Macri a Vargas Llosa, más acelerado que éste- o hacia la alternancia democrática.

 
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