Las PASO del fin de la grieta

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La definición final de la fórmula del peronismo encabezada por Sergio Massa y Agustín Rossi traslada el peso de la campaña al gobierno y desplaza del centro al kirchnerismo, que se concentra en la provincia de Buenos Aires. A diferencia del peronismo, las PASO de Juntos por el Cambio implican una disputa entre estilos y propuestas diferentes. El contexto en el que se desarrollan estos movimientos es el de una elección que, con la emergencia de Javier Milei, presenta un panorama de tercios: la elección del fin de la grieta.

Este año Argentina tendrá su cuarta primaria presidencial desde que rige la ley de PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) sancionada en 2010. Las de 2011 y 2019 fueron pérdidas de tiempo, ya que todos los frentes fueron con listas únicas. La de 2015 fue algo más entretenida, con la competencia Massa vs. De la Sota en el peronismo federal y la jubilación de Altamira a manos de Del Caño en la izquierda, aunque sin interna en el entonces Frente para la Victoria, y con una muy asimétrica en Cambiemos, donde Macri superó el 80% de los votos, frente a Ernesto Sanz y Elisa Carrió. En 2023 la competencia refleja un cambio de época. En la oposición, Patricia Bullrich como la candidata implícita del otrora capo indiscutido, Mauricio Macri, hoy enfrenta el desafío de un Horacio Rodríguez Larreta rebelde, que no debe ser subestimado. Y en el oficialismo, aún cuando Cristina Kirchner haya tomado la decisión final, o participado de ella, la definición de la fórmula Massa – Rossi traslada el eje y la responsabilidad de la campaña al gabinete de Alberto Fernández, donde los dos integrantes del binomio hoy ejercen funciones de “superministros”. El cristinismo decide evacuar la campaña presidencial, y concentrar sus esfuerzos en la provincia de Buenos Aires.

La batalla de Juntos por el Cambio

Un año atrás, la principal fuerza opositora parecía ganadora segura de la elección presidencial de octubre. Y Patricia Bullrich, si Macri no era candidato, se imponía cómodamente sobre Horacio Rodríguez Larreta en la intención de voto para la primaria. Además de popularidad propia, construida a fuerza de su gestión “anti-Zaffaroni” en el Ministerio de Seguridad, Bullrich tenía la carta del apoyo implícito de Mauricio, el líder espiritual del voto duro cambiemita. La única forma de revertir la situación era un arreglo Macri-Larreta, coronado por el respaldo explícito del patriarca al jefe de gobierno porteño. Es decir, tenía que repetirse la situación de hace ocho años, cuando Rodríguez Larreta, pese a su desventaja inicial, finalmente le ganó la interna porteña a Gabriela Michetti gracias al apoyo explícito del fundador. Pero no hubo acuerdo, y se desató una suerte de guerra entre ambos que se trasladó a la lucha por la sucesión en la Ciudad. La derrota de Rodríguez Larreta lucía inexorable, ya que tanto Jorge Macri como Patricia Bullrich lideraban las carreras porteña y nacional. De heredero pródigo a desheredado.

Pero pasaron cosas. Para empezar, todo el espacio electoral de Juntos por el Cambio se achicó. Lo que era un bloque electoral de más de 40 puntos, se convirtió en un tercio. Y los votos perdidos fueron hacia la novedad emergente por derecha, el libertario Javier Milei. Y luego llegaron los efectos incalculables del estallido jujeño. Gerardo Morales, presidente de la UCR y aliado de Rodríguez Larreta, y abiertamente enemistado con Mauricio Macri –quien no lo felicitó por su reciente triunfo electoral en Jujuy, y en cambio lo acusó de ser un “señor feudal del norte”– por estas horas se transformó en una figura relegitimada por toda la dirigencia cambiemita, y en el nuevo héroe del votante de Juntos por el Cambio. Morales es quien se enfrenta con el fantasma más temible de todos, mil veces peor que Cristina Kirchner: la mismísima Milagro Sala, síntesis humana del infierno liberal republicano.

La nominación de Morales como candidato a vicepresidente impulsa el sueño larretista, y probablemente, equilibra la competencia de Juntos por el Cambio. Morales no lo ignora, y seguramente se lo hizo saber a Larreta antes de reconfirmar su integración del binomio. Jujuy mediante, la presencia de Morales también implica un mayor compromiso de la alianza Larreta-UCR con la candidatura porteña de Martín Lousteau, y con otros candidatos provinciales que hacen valer cada vez más su identificación radical en las urnas.
Morales advirtió, horas atrás, que reinstaurar el orden en Jujuy después del estallido le llevará, al menos, dos meses. Es decir, que su heroica recuperación de Jujuy de manos de los bárbaros se superpondrá con la campaña electoral de las PASO. De esta forma, Jujuy se convierte en una batalla de modelos y en una resignificación del sentimiento anticristinista, que ya no es solamente un pedido de liberación del yugo de las mayorías cristinistas, sino también una de la imposición de un orden republicano radical contra el caos populista territorial. Y esa será, también, la competencia por la superación de Mauricio Macri. Ganarle a Milagro Sala es el fin de la grieta, pero bajo la forma de una victoria. Finalmente, la alianza entre Larreta y la UCR encontró su relato, y puede ser más atractivo que el macrismo modelo 2015.

Unión por la Patria: el gabinete de Alberto, al rescate del oficialismo

En una entrevista reciente en televisión, además de confundirnos –hasta último momento– con su planteo sobre “el hijo de la generación diezmada”, Cristina Kirchner admitió que las presidenciales de 2023 serán una elección de tercios. Notable ejercicio de honestidad para quien se percibía, hasta no hace mucho, como una representante de mayorías. Agregó también una lectura táctica a la dura realidad de ser un tercio: ahora importan más los pisos que los techos. Es decir, afianzar el núcleo duro. Esto tal vez fue tomado en consideración a la hora de plantear la necesidad de una sola fórmula presidencial.

La información disponible nos sugiere que, a diferencia de lo que sucedió en 2019, cuando el diseño de la boleta presidencial del Frente de Todos estuvo dominado por Cristina Kirchner, en esta oportunidad se trató de una elaboración colectiva. Alberto Fernández –presidente de la Nación y también del principal partido de la alianza oficialista, el Justicialista–, Cristina Kirchner, el propio Massa y varios gobernadores formaron parte del debate interno. Una decisión colectiva, participativa y única, tendiente a generar una sola fórmula. Pero eso no es, necesariamente, una fórmula de unidad. No, al menos, como se suele entender la unidad en el análisis de las fórmulas presidenciales.

Con frecuencia, a la unidad se la relaciona con su composición representativa. Una unidad entre las corrientes políticas, y los diferentes segmentos de un electorado. Alfonsín-Martínez era representativa de dos sectores del radicalismo, Menem-Duhalde las dos geografías clave del justicialismo; De la Rúa-Álvarez o Cristina-Cobos dos partidos dentro de una alianza. En cambio, Cristina-Boudou, Macri-Michetti o, ahora, Patricia Bullrich-Luis Petri no son fórmulas de unidad, sino que priorizan la homogeneidad y el alineamiento del vice. ¿Qué significan Sergio Massa y Agustín Rossi? Uno viene del AMBA y el otro de Santa Fe; uno es más liberal, o pragmático, y el otro siempre perteneció al peronismo y se asume como kirchnerista -aunque los camporistas lo consideran un foráneo. Sin embargo, lo que verdaderamente los define, hoy por hoy, es que son los ministros principales del gobierno nacional. Massa es el ministro de Economía, que además controla las áreas de energía, minería, agricultura y producción. Rossi es el jefe de Gabinete, que dejó parte de su equipo en el ministerio de Defensa y en la AFI.

Esto cambia mucho el sentido de la campaña. En las hipótesis que se manejaban antes del anuncio final, los protagonistas eran personas que estaban alejadas del presidente. Scioli era embajador… y es Scioli; Wado De Pedro era ministro, pero camporista y leal a CFK. Ahora, la oferta de Unión por la Patria es el corazón del gobierno nacional. Ineludiblemente, su mensaje será una defensa del gobierno. Y ello repone al gobierno en el lugar central: un partido lo defenderá, el resto lo atacará. El gobierno del Frente de Todos se hace cargo de la elección presidencial de Unión por la Patria. Y el cristinismo sale del centro de la escena, y se concentra en la provincia de Buenos Aires: allí estarán Kicillof, Cristina y Máximo Kirchner, La Cámpora, todos defendiendo el territorio -y compitiendo por él con los intendentes peronistas.

El año de Milei

Amén de las transformaciones en marcha en el seno de las dos coaliciones principales, sin dudas este año electoral también le pertenece a Javier Milei. El libertario no tiene techo, por la sencilla razón de que pesca en un océano cada vez más grande. Lo que veíamos en los dos apartados anteriores es que la grieta ordenadora de la política nacional durante quince años se está esfumando, y el derechista libertario fue un pionero de este descubrimiento. Es el que aprendió a hablarle a los argentinos que se sienten por fuera de la grieta K-M. Y, por ahora, es el único que lo viene haciendo. Se dice, con razón, que no tiene estructura ni experiencia, pero es el único pescador de la laguna.

También se dice que se desinfla, pero tal vez el problema fue de los operadores que lo habían inflado demasiado. Milei nunca lideró la intención de voto, ni tuvo el 40%: siempre fue una tercera fuerza, en crecimiento sostenido, que se abre paso a medida que la grieta lo pierde. Sus tropiezos provinciales cuentan poco, porque esta es una elección presidencial esencialmente nacional. Y es el candidato de las propuestas, que se enfrenta a dos espacios políticos que tienen mucha dificultad para enunciar sus soluciones. Milei es un problema para todos.

El fortalecimiento de Larreta – Morales lo ayuda, porque Milei se ha preparado durante un año para combatir al jefe de gobierno porteño. Su archienemigo retórico, símbolo de la Argentina paloma y tibia que él viene a arrasar con su motosierra liberal. A su vez, a Massa le conviene que Larreta y Milei suban, porque su principal amenaza es Bullrich. Un eventual ballotage Milei – Bullrich es un enigma, pero en uno Massa – Larreta, el antilarretismo de Milei dificulta la transferencia de votos desde La Libertad Avanza hacia Juntos por el Cambio (o “por el Kargo”, como dice libertario), ya que el libertario seguramente sugerirá a sus seguidores que se abstengan Y en uno Massa – Milei, es posible que el candidato de Unión por la Patria atraiga votos larretistas. En cambio, en un ballotage Massa – Bullrich, el votante de Milei se va a inclinar por la única mujer en competencia, garantizando su triunfo.

Julio Burdman, profesor universitario y analista político | Director de Observatorio Electoral Consultores y Roger Data

Columna publicada originalmente en Le Monde diplomatique

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En Argentina el Grooming es un delito penal

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Desde el 13 de Noviembre del 2013 se estableció el “Día Nacional de la Lucha Contra el Grooming”, ya que ese mismo día el Congreso sancionó la ley 26.904 de Grooming o Ciberacoso´ sexual, quedando incorporada de esta manera la figura al Código Penal. ¿Qué establece la normativa? En su Artículo 131 dice:Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma’.

¿Qué es el Grooming y en qué contexto se da?

Se considera Grooming cuando un adulto contacta a un menor de edad a través de cualquier medio digital y, mediante engaño, logra que el niño, niña o adolescente realice acciones de carácter sexual. En este proceso el abusador genera un vínculo de cercanía hacia la víctima, mediante un perfil falso, creando un ambiente de secretismo y proximidad que lo lleva a conseguir material íntimo o en muchos casos a mantener un encuentro sexual.

Consejos para prevenirlo
• Dialogar con los hijos acerca de cómo utilizar la tecnología
• Pedirles que no compartan información personal con extraños
• Implementar la utilización de herramientas de control parental para evitar que los menores accedan a contenido inapropiado.
• Optimizar y marcar los tiempos del uso en internet.
• Hablarles sobre los peligros que pueden ocasionar agregar a personas desconocidas en sus redes sociales y, remarcarles que, sobre todo, la prevención es lo más efectivo.

¿Cómo denunciar un caso de Grooming?

La línea 137, accesible desde cualquier tipo de telefonía, es gratuita, Nacional y ofrece contención, orientación, asistencia y acompañamiento las 24hs, los 365 días del año.

Por lo que, recordemos, ante cualquier duda o sospecha comuniquémosnos con el Nro. 137.

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Equilibrio fiscal apretando más arriba

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No habrá aumentos de tarifas de servicios públicos por un tiempo. Las PYMEs endeudadas con AFIP obtuvieron una moratoria con 180 días de gracia. Se estableció la doble indemnización para despidos -aun cuando el sector privado no estaba despidiendo. Se bajó la tasa para créditos no bancarios de ANSES y se dispuso de un bono especial para jubilados con la mínima y beneficiarios de AUH, para que alcancen la cifra mínima de la canasta alimentaria. Se lanzó la Tarjeta Alimentaria. En pocos días, Alberto Fernández lanzó una serie de medidas que demuestran que estamos ante un gobierno peronista que se ocupa de su electorado más vulnerable. Y al mismo tiempo, hace aprobar una ley de equilibrio fiscal con énfasis en la presión impositiva (retenciones, ingresos, dólar, etc.) con vistas a lograr el superávit en 2020. Un equilibrio fiscal distinto a los que conocimos recientemente, porque busca segmentar los costos de las medidas.

Dijo el ministro Guzmán que este paquete impositivo, que el FMI conocía, era fundamental para poder renegociar con los acreedores y «reperfilar» el cronograma de vencimientos de la deuda. La bancada de Juntos por el Cambio declaró oponerse al paquete económico legislativo por criterios «institucionalistas» (los famosos «superpoderes» presidenciales) ya que no podía oponerse a sus contenidos. ¿Cómo estar en contra del superávit?

Desde un punto de vista electoral, las razones de uno y otro polo son prístinamente democráticas. Cada cual defiende a su electorado. El paquete de Guzmán recae más fuertemente «arriba» que «abajo». La discusión es político-económica: quien paga los costos del ajuste. No hay discusión macroeconómica: nadie discute que los números tienen que cerrar para que podamos cumplir con nuestros compromisos. Hacía mucho tiempo que en Argentina no había unanimidad sobre este último punto. La Argentina peronista reencontró sus objetivos sociales con la salud macroeconómica. Ya no sostiene que ciertos desequilibrios pueden tener efectos virtuosos. El kirchnerismo, pieza clave en la aprobación de la Ley de Solidaridad en el Congreso, pasó -en términos de pensamiento económico- de la heterodoxia latinoamericana al progresismo universal.

No era de extrañar que Alberto Fernández y Sergio Massa hubiesen visto con buenos ojos un plan de austeridad que esté dirigido a la salud de la macro. Pero este plan fue avalado y operado por Cristina y Máximo Kirchner. Este último punto seguramente tuvo influencia en la tranquilización del mercado, expresada en la caída del riesgo, el repunte de los activos argentinos y la moderada estabilidad del dólar. La política argentina adoptó un formato más predecible, con coaliciones ideológicamente sesgadas y la natural puja distributiva detrás de cada medida del gobierno, pero la ley de gravedad no entra en el campo del debate.

Esa es la novedad de Martín Guzmán como ministro. En la academia estadounidense, de la que proviene, se debaten los efectos de las políticas económicas pero no la naturaleza de sus instrumentos. Se puede ser progresista, o conservador, sin dejar de ser «convencional». Por otra parte, si esto que el mercado valoró se mantiene, lo que deberían cambiar son los discursos políticos. Si la racionalidad se da por descontada, los opositores deberán abandonar las acusaciones de «populismo económico», «inestabilidad», «falta de capacidad» y otros debates arcaicos, y discutir los efectos distributivos. ¿Es justo que el campo pague más que la minería? ¿Es demasiado alta la presión fiscal? ¿Es equitativo el sistema previsional así como está? Si esas son las discusiones de la política, nos habremos convertido finalmente en el país constante y aburrido que todos estaban reclamando.

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Gabinete y primeros pasos del gobierno de Alberto Fernández

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La reorganización de la micro

El gobierno de Cambiemos dejó fuertes incertidumbres microeconómicas en la sociedad argentina. No casualmente, el mensaje principal de la campaña del Frente de Todos fue la promesa de enfrentar la “desorganización de la vida cotidiana”. Algo que estaba registrado por las series de opinión pública. Más allá de las evaluaciones sobre la «situación económica general» -algo así como la percepción de la marcha de la macro por parte del público lego- desde los inicios de la gestión Macri se computaban altísimos índices de disconformidad con la situación personal.

En los números, eso estaba reflejado por los indicadores de consumo y producción. Los ciudadanos económicos estuvieron paralizados (y en pánico) por carecer de certezas mínimas suficientes sobre el valor de sus ingresos y gastos personales. Aún dentro de los estándares argentinos contemporáneos, esta sensación de incertidumbre cotidiana era más alta de lo habitual. Obviamente, siempre hay una correlación entre los indicadores de la macro y los de la micro. Pero en términos generales, podemos decir que los últimos años se vieron caracterizados por una micro más volatil que la macro. Y por una gestión gubernamental de la micro que fue más ineficaz aún que la macro. Producción y Comercio no funcionaron, y el hecho de que la gestión Macri haya terminado recuperando los instrumentos micro de la segunda presidencia de CFK –Ahora 12 y Precios Cuidados– dan cuenta de ello.

El nuevo gobierno del Frente de Todos, heterodoxo en esta y otras materias, va a implementar una serie de intervenciones en las próximas semanas. Sus primeras medidas van a estar dirigidas a regular la micro. Paritarias, acuerdos de precios y medios de pago, revisión de los aumentos de diciembre, tarjetas alimentarias, créditos bancarios y no bancarios, congelamientos de tarifas de servicios públicos y otras medidas van a formar parte de la batería micro inicial.

El Ministerio de Desarrollo Productivo a cargo de Matías Kulfas y la Secretaría de Comercio a cargo de Paula Español van a formar parte de la delantera de esta política. Una política que, en rigor, va a atravesar todo el espíritu inicial de la gestión. Casi todas las carteras del gabinete nacional van a tomar medidas con este objetivo. Los consejos de Lucha contra el Hambre, Políticas Sociales y Económico y Social buscarán un marco de consenso colectivo. Y la aprobación del proyecto de ley de “Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la Emergencia Económica” por parte del Congreso en el período de extraordinarias (la segunda quincena de diciembre) le dará más herramientas al presidente Fernández para implementarla.

Un gran desafío del gobierno, entonces, será que la reactivación de la micro vaya en sintonía con la gestión general de la macro. Lo deseable, claro, sería que sus efectos sean virtuosos en el «nexo micro macro» del que hablaban los viejos manuales de economía.

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El gabinete progresista

Los gabinetes importan, y ello se vio reflejado en la gran cantidad de preguntas que generó durante la primera semana de diciembre. No importan tanto por las personas que los integran, sino por lo que dicen acerca del estilo de gobernar y la orientación general de una administración. Este gabinete de Alberto y Cristina dice fundamentalmente dos cosas: que el gobierno será progresista, y que estará centrado en la jefatura de la fórmula presidencial.

Dos hipótesis previas al 6 de diciembre quedaron descartadas. Una era que hubiera una presencia de economistas “ortodoxos” al frente de las carteras sensibles de la economía; la otra era que el gabinete tuviera más figuras políticas ajenas al eje Fernández – Fernández (extrapartidarios o representantes del colectivo «los gobernadores»). Ninguna sucedió. El equipo del nuevo gobierno es el resultado de una mesa de decisión integrada por dos personas. Y esa mesa hoy lidera la coalición.

Es un gabinete de colaboradores de la mesa presidencial, coordinado por un jefe de gabinete de la máxima confianza del presidente. Al presentar a sus integrantes, Alberto Fernández destacó fundamentalmente dos cosas: la relación personal con cada uno de ellos y/o la capacidad profesional que ostentaban dentro de sus áreas. Solo en pocos casos (Agustín Rossi, María Eugenia Bielsa, Gabriel Katopodis y Felipe Solá) ponderó también su volumen político previo (la jefatura parlamentaria de Rossi o los cargos ejecutivos obtenidos a través del voto popular de Bielsa, Solá y Katopodis). Nadie está allí por representar provincias o partidos políticos. Estamos, por si quedaban dudas, ante un gobierno presidencialista. Con la novedad de una vicepresidencia influyente.

Sobre el perfil progresista de la nueva administración, podemos destacar cuatro elementos para una definición. 1) En materia económica, además de un ministro que proviene del mundo académico y que cree en los equilibrios macro, se destacan los perfiles heterodoxos favorables a una micro regulada, la reforma tributaria progresiva, el paradigma del desarrollo y la convicción de que la deuda debe renegociarse con firmeza; 2) En las áreas con partidas para la infraestructura social (Vivienda, Obras Públicas, AYSA, Transporte y otras) que tanto demandan gobernadores e intendentes se designaron perfiles políticos y no tecnocráticos; 3) En Defensa y Seguridad, dos áreas muy sensibles a las preferencias de Washington, habrá dos ministros (Rossi y Fréderic, respectivamente) que representan políticas de control civil y gobierno político de las fuerzas armadas y de seguridad, y autonomía respecto de Estados Unidos (relación con la DEA, guerra contra las drogas, ingresos de tropas en territorios nacionales, etc.), y se hicieron anuncios fuertes respecto de la intervención de los sistemas de inteligencia del Estado que podrían ir en la misma dirección; 4) en relaciones exteriores se designó a un político experimentado y se lo presentó como alguien que aportará «un enfoque político más que diplomático». Esto sugiere que, en un momento de turbulencia regional, Argentina jugará en el plano sudamericano con los mismos valores que persigue en su política doméstica.

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Una campaña de hechos consumados

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Alberto Fernández inicia su segundo viaje al exterior después de las PASO del 11 de agosto. El primero fue por España y Portugal; ahora viaja a Perú y Bolivia. En los cuatro casos, Fernández mantiene reuniones con los presidentes o primeros ministros, y es acompañado por personas que integrarían su futuro gabinete, como Felipe Solá o Gabriel Katopodis. Su campaña es la de los hechos consumados: indudablemente, uno de los sentidos de sus viajes es presentarse como el virtual presidente electo de la Argentina. También, busca posicionarse como un “progresista moderado”, cercano a los socialistas europeos y a los populistas latinoamericanos de centroizquierda. Algo así como un punto intermedio entre los extremos que representan Maduro y Bolsonaro.

Recordemos también que antes de las PASO Alberto Fernández había viajado a Brasil, para visitar a Lula en prisión, y a Uruguay para encontrarse con los líderes del Frente Amplio. Fernández no va a economizar gestos para satisfacer a su propia coalición. Dado que se respira que un gobierno suyo sería más “centrista” que los de Néstor y Cristina Kirchner, y dado que el kirchnerismo va a ser un componente muy importante de la coalición Frente de Todos, Fernández probablemente querrá enviar señales de identificación hacia este grupo relevante. Que no se siente cómodo con la idea de que el gobierno del Frente de Todos será distinto, aunque la acepte por lo bajo. Por esa razón, marcar diferencias políticas con Bolsonaro y otros líderes derechistas de América Latina será algo buscado por el presidenciable.

El presidente Macri, paradójicamente, hace una campaña más propia de un candidato que desafía al poder. No habla de lo que hizo ni de lo que hará, pero lanza consignas y encabeza actos. Apuesta a mantener unido al voto que rechaza al peronismo, y crecer un poco más sobre una polarización. Y hay una nueva apuesta al big data y los públicos microsegmentados: tal vez, la mayor apuesta hasta ahora. Con la información electoral, socioeconómica y demográfica que maneja el Estado, ahora el oficialismo sabe quiénes son los votantes empadronados que no concurrieron a las PASO, y cuáles son o podrían ser sus preferencias. Pero la paradoja del big data es contar con información y no saber qué hacer con ella. ¿Qué puede ofrecerles el presidente a aquellos que podrían engrosar la concurrencia a las urnas, si la macroeconomía salpica también a ellos?

La big data electoral sí podrían servir en casos puntuales. Rodríguez Larreta, por ejemplo, sabe que la clave de su reelección está en mejorar su desempeño en algunos barrios de la zona sur de la Ciudad. Son aquellos que pertenecen a las comunas 4 y 8, pero más específicamente en barrios como Parque Patricios o Nueva Pompeya, donde la ciudad hizo obras importantes, pero el oficialismo PRO obtuvo menos votos de los esperados. Entonces, en el mes de campaña por delante, el Jefe de Gobierno y sus militantes “municipalizarán” el mensaje y concentrarán allí sus timbreos, llamados telefónicos, recorridas y mensajes vía redes sociales. El 11 de agosto quedó a poco de la reelección pero el temor a Lammens y al “efecto ganador” del Frente de Todos es real.

La misma lógica sofisticada puede aplicarse a ciertos municipios del interior bonaerense, donde Cambiemos quiere asegurarse la continuidad, o a la provincia de Mendoza, donde la elección de gobernador está pareja. Pero no sirve para dar vuelta una elección presidencial. De hecho, enfrenta un problema mayor: dado que todos los votantes ya creen que Alberto y Cristina Fernández ganarán, el incentivo a votar estratégicamente por Macri cayó. Y el deterioro de la inflación y los indicadores sociales en los últimos 40 días profundizaron el desencanto. Lavagna maneja la infornación de que una parte importante de los votantes de Cambiemos podría repensar su voto, e ir hacia él. Pero siguen rechazando al kirchnerismo y no están dispuestos a aproximarse al Frente de Todos. Por lo tanto, Lavagna está conminado hacia diferenciarse de los Fernández para poder capturar a esos nuevos votantes potenciales, aún cuando Alberto haya insinuado que podría quererlo cerca. Lavagna y sus socios provinciales están pensando en meter diputados y concejales; Urtubey, su candidato a Vice, en lograr una buena cantidad de votos “macristas” y posicionarse (¿en diálogo con Vidal?) para la oposición del futuro.

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