Crisis como oportunidad: Acelerar la transición hacia una economía sostenible

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La pandemia de coronavirus desató una crisis sin precedentes en la historia contemporánea. En primer lugar, la situación sanitaria fue la emergencia prioritaria por resolver a nivel mundial. Asimismo, el COVID-19 dio lugar a la mayor crisis económica mundial en más de 100 años. Concretamente, según las últimas investigaciones, en 2020, la actividad se redujo en el 90 % de los países, la economía mundial se contrajo alrededor de un 3 % y la pobreza aumentó en todo el mundo por primera vez en una generación. Ante la urgencia, los Gobiernos aprobaron una respuesta normativa rápida y abarcadora que alivió los peores impactos económicos inmediatos de la crisis. Sin embargo, dichas respuestas también acentuaron una serie de fragilidades económicas y problemáticas posteriores a contraer deudas con organismos de financiamiento internacional.

El Banco Mundial ha publicado recientemente su último “Informe sobre el desarrollo mundial 2022: Finanzas al servicio de la recuperación equitativa”. El mismo examina el papel central que desempeñan las finanzas en la recuperación económica tras la pandemia.

En tiempo récord y de manera inesperada, la pandemia generó una onda expansiva que afectó a toda la economía mundial y desencadenó la mayor crisis en más de un siglo. Esto condujo a un aumento drástico de la desigualdad interna y entre los países, especialmente en aquellos menos desarrollados. Las observaciones preliminares del informe del Banco Mundial sugieren que la recuperación tras la crisis será tan desigual como sus impactos económicos iniciales: las economías emergentes y los grupos desfavorecidos necesitarán mucho más tiempo para sobreponerse a las pérdidas de ingresos y medios de vida causadas por la pandemia.

La investigación advierte que los impactos económicos de la pandemia fueron especialmente graves en las economías emergentes, donde las pérdidas de ingresos pusieron de manifiesto y exacerbaron ciertos factores de fragilidad económica preexistentes. A medida la pandemia avanzó durante 2020 y 2021, se vio con claridad que muchos hogares y empresas no estaban preparados para soportar una alteración de semejante duración y escala en sus ingresos. El informe muestra que más del 50 % de los hogares de las economías emergentes y avanzadas no podrían sostener el consumo básico durante más de tres meses en caso de perder sus ingresos. Muchos hogares y empresas de economías emergentes ya cargaban con niveles de deuda insostenibles antes de la crisis y tuvieron dificultades para hacer frente a los pagos cuando la pandemia y las medidas de salud pública conexas provocaron una disminución abrupta en sus ingresos.

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En este sentido, expertos del Banco Mundial analizan que, aunque son los hogares y las empresas quienes se han visto más directamente afectados por la pérdida de ingresos derivada de la crisis, los riesgos financieros resultantes afectan a toda la economía a través de diversos canales que se refuerzan mutuamente y que conectan la salud financiera de los hogares, las empresas, las instituciones financieras y los Gobiernos. Debido a esta interconexión, si en un sector los riesgos financieros son elevados, pueden extenderse a otros ámbitos y desestabilizar la economía en general. Sin embargo, esta relación no es inexorable. Las políticas fiscales, monetarias y del sector financiero bien diseñadas pueden contrarrestar y reducir estos riesgos interconectados, y ayudar a transformar los vínculos entre los sectores de la economía para pasar de un círculo vicioso a uno virtuoso.

En este sentido, el último capítulo del informe afirma que, a pesar de los numerosos desafíos generados por la pandemia, la crisis desatada por la COVID-19 también presenta una gran oportunidad para acelerar la transformación hacia una economía mundial más eficiente y sostenible. Al respecto, afirma que el cambio climático es un fenómeno global, pero sus impactos se manifiestan más severamente en los países de ingreso bajo y entre las comunidades de bajos ingresos, donde a menudo agrava las vulnerabilidades existentes, como la falta de acceso al agua potable, el bajo rendimiento de los cultivos, la inseguridad alimentaria y la inseguridad habitacional.

Si bien se trata de un desafío grande, lo cierto es que existen alternativas para re pensar el modelo económico actual y caminar hacia uno más sostenible. El documento asevera que los Gobiernos y los bancos centrales cuentan con una variedad de instrumentos de política para apoyar la transformación hacia una economía más verde fijando de manera adecuada el precio de las emisiones de carbono y respaldando las finanzas verdes y las tecnologías sostenibles. Así, la creación de políticas públicas que pongan en el centro de la recuperación el cuidado del planeta y de las personas es vital. Al respecto, la investigación sugiere que los Gobiernos pueden, por ejemplo, revisar el código tributario para incentivar la inversión verde, mientras que los bancos centrales y los supervisores pueden exigir requisitos más estrictos en función del riesgo para los préstamos a sectores involucrados en actividades insostenibles. Aunque es evidente que no será tarea fácil, enfrentar la crisis económica poniendo a las personas y al planeta en el centro es una oportunidad única para que los gobiernos adapten sus economías y hagan un giro de 360 grados hacia el desarrollo sostenible.

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