Cuando la cultura cura: el bienestar como producto del arte y la participación

Un informe con base en más de 14.000 encuestas y testimonios revela cómo las prácticas culturales impactan positivamente en la salud emocional, mental y social.

Getting your Trinity Audio player ready...
Compartí esta noticia !

¿Qué tienen en común una clase de teatro, una ronda de bordado y un recital comunitario en una plaza? Mucho más que entretenimiento: son prácticas culturales que, según evidencia reciente, pueden mejorar la salud, reforzar vínculos sociales y promover una vida más plena. El informe “Cultura para la salud”, impulsado por Fundación Medifé y basado en cuatro olas de encuestas realizadas en la Ciudad de Buenos Aires entre 2021 y 2023, revela el impacto profundo de la participación cultural en el bienestar individual y colectivo.

El estudio -basado en más de 14.000 casos y numerosas entrevistas- muestra que el 95% de los porteños realiza al menos cinco consumos culturales distintos por año, desde escuchar música hasta asistir a museos o practicar danza, pintura o escritura. Y lo hacen, en su gran mayoría, no por razones profesionales, sino para sentirse mejor.

“La cultura es un estímulo para salir, para conectarse con otros. Y eso trae bienestar”, sostiene Mariana Trocca, directora de salud mental de Medifé. La psicóloga Virginia Montero, por su parte, afirma que memorizar textos, cantar o bailar mejora la neuroplasticidad y ayuda a prevenir el deterioro cognitivo, en especial en adultos mayores. Para Enrique Avogadro, exministro de Cultura porteño, el arte “es mucho más que entretenimiento: es desarrollo, es ciudadanía saludable”.

Uno de los ejes más relevantes del informe es la articulación posible entre salud y cultura. Se propone, por ejemplo, que médicos puedan prescribir talleres artísticos, al igual que hoy se recomienda actividad física. También se subraya el valor de lo colectivo: el teatro comunitario Catalinas Sur o las experiencias de tejido y bordado -como las de Ricardo Gorodisch o Débora Staiff- evidencian cómo el hacer con otros fortalece la autoestima, reduce la ansiedad y crea redes de contención emocional.

Los datos son elocuentes: cuanto más diversa es la práctica cultural, mayor es la percepción de bienestar. Además, quienes se criaron en entornos familiares con hábitos culturales fuertes, hoy muestran niveles más altos de participación. El acceso, sin embargo, no es universal: factores económicos, falta de tiempo o compañía, y la escasa información disponible siguen siendo barreras importantes, sobre todo en los sectores de menor nivel socioeconómico.

Pero aún en contextos adversos, la cultura resiste y transforma. El informe destaca el valor del espacio público -plazas, parques y clubes- como ámbitos clave de encuentro. Y señala que los circuitos culturales no se agotan en lo comercial o institucional: lo comunitario, lo independiente y lo barrial son fuentes genuinas de bienestar.

“Todos estamos rotos, pero no por eso vamos a dejar de hacer cosas nuevas”, dice Débora Staiff, artista visual y sobreviviente de cáncer, quien encontró en la técnica japonesa de bordado sashiko una vía de sanación. Su frase resume el espíritu del informe: la cultura no sólo entretiene, también repara.

Autor

Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin