De Misiones a Nueva Zelanda: el carpintero que soñó con una bicicleta de madera

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Por Ashelén Tejerina. Daniel Strekier es carpintero y llevaba una vida tranquila en Misiones y probablemente ahí se hubiese quedado de no haber sido por un artículo que leyó en el diario hace ya 14 años atrás. “Nueva Zelanda necesita carpinteros”, recuerda que decía. No dudó. Las casualidades de la vida lo habían llevado a solicitar el pasaporte unos meses atrás. El tiempo terminó demostrando que no fue casualidad. A veces las cosas funcionan de esa forma.

Llegó a Nueva Zelanda con más de 30 años, con un inglés que constaba de pocas palabras y con visa de turista. Tuvo que luchar contra los prejuicios y demostrar su capacidad y habilidad de carpintero mostrando sus trabajos ya que le costaba poner en palabras todo lo que sabía hacer. Le llevó tiempo, pero el esfuerzo y las ganas de superarse marcaron la diferencia.

Además de lograr tener su propio taller de carpintería, Daniel es el padre de Grace, una bicicleta hecha casi enteramente de madera, de 60 kilos y con 22 cambios. ¿Cuánto tiempo le dedicó a este proyecto? ¿Qué lo motivó a diseñarla? ¿Cuántos kilómetros hizo con ella? Las preguntas son infinitas.

Otra historia que vale la pena sentarse a leer y conocer, en donde los sueños se cumplen solamente si uno está decidido a llevarlos adelante. Y como dijo Daniel: “A veces hay que empezar con algo pequeñito para no asustarse y dejarlo todo por la mitad”.

Daniel bicicleta de madera
Daniel recién llegado a Nueva Zelanda, 18 de junio de 2006. Queen Street, Auckland.

¿TE VAS A NUEVA ZELANDA? ¿Y ESO DÓNDE QUEDA?

Daniel, empecemos con lo básico, ¿a qué te dedicabas en Argentina y cómo decidís irte?
En Argentina tenía mi propia carpintería desde hacía más de 20 años. Todo empezó un día de 2006 que fui a hacer la cédula al registro de Posadas. Tenía 37 años en ese momento. Recorrí no sé cuántos kilómetros para hacer el carnet, llegué y cuando estaba llenando los papeles vi que también se podía hacer el pasaporte, lo pensé y me dije “¿por qué no? Ya que estoy acá aprovecho”.

Se podría decir que el destino te hizo tomar esa decisión...

Lo hice sin tener ninguna razón, sí, sólo porque estaba ahí. Recuerdo que volvía en moto y en el viaje me puse a pensar para qué había hecho el pasaporte si no tenía dinero ni para cerrar el taller por dos días. En ese entonces yo estaba construyendo y refaccionando el taller, tenía muchos gastos, en Argentina las cosas estaban difíciles. A los tres meses me llega el pasaporte y la cédula. “Qué lindo, tengo pasaporte, no tengo dinero, pero tengo pasaporte” (risas). Lo guardé en un cofre de madera que tenía y ahí quedó por un tiempo, guardado.

Ahora que ya tenías el pasaporte, ¿cómo llegas a elegir Nueva Zelanda como destino de viaje? 

Es interesante cómo llegó a saber de Nueva Zelanda. Al mes de ésto, una clienta que sabía que quería irme al exterior me dice que en el diario El Territorio (diario de Misiones) había una noticia que decía que Nueva Zelanda necesitaba carpinteros. ¡Me fui corriendo a casa de mi madre a buscarlo! ¿Me creés si te digo que tomé la decisión en menos de dos segundos? Sólo había leído el título, pero todo mi ser se decidió con ese titular. Nada te garantizaba el trabajo igual, pero no me importó, algo me llamó a hacerlo. Fue la mejor decisión que tomé en mi vida.

¡Qué osado! ¿Cuánto te llevó el proceso de dejar todo y venirte?
Habré tardado unos tres o cuatro meses. Hice una lista de las cosas que necesitaba, ¡una lista larguísima! Solamente una amiga sabía, que también había viajado al exterior, pero después nadie más. Tuve que trabajar muy duro para ahorrar. El dinero que iba juntando, lo iba poniendo en el cofrecito de madera junto al pasaporte porque no tenía cuenta en el banco, todo en cash era. En un momento, cuando ya tenía todo el dinero que creía necesitar, me dije “¿me voy para Nueva Zelanda o me compro una camioneta?” ¡Con lo que había juntado podría haberme comprado una camioneta 0km.! Pero no, el esfuerzo que había hecho era para viajar y así fue. ¡Me voy a Nueva Zelanda! Lo único que faltaba era comprar el pasaje y decirle a mi madre.

¿Cómo fue ese momento? Nunca es fácil decirle a los padres que nos vamos a la otra parte del mundo, tengas la edad que tengas.

Le conté un día antes de comprar el pasaje. Ella siempre me decía que cerrase el taller unos días y me tomara vacaciones, que las necesitaba, que trabajaba mucho. Cuando le dije, se puso super contenta, me preguntó a dónde me iba y le digo que a Nueva Zelanda (risas). “¿Y dónde queda eso?” Recuerdo que cerré el puño y le dije “mirá, ésta es la Tierra, de este lado está Argentina y de este otro, Nueva Zelanda.” Fue un momento muy emotivo porque el destino elegido claramente no era ni cerca ni familiar, ninguno de los dos sabía muy bien con qué me iba a encontrar. Pero le dije que iba sólo por tres meses, como era mi idea. Y bueno, mis tres meses siguen como verás. Mi amigo Darío me llama Daniel, el sábatico, porque la gente normalmente se toma un añito de vacaciones.. ¡Yo sigo de viaje, para ellos pero no estoy de vacaciones!

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¿Cómo era tu nivel de inglés y cómo fue tu primer encuentro con la cultura neozelandeza? 
Cuando llegué mi inglés era muy básico, la única palabra de mi profesión que sabía era hammer [martillo] pero fue divertido. Después de trece años sigo luchando con el idioma pero por supuesto estoy más ducho. Algo que hice para aprender más rápido fue vivir con gente que hablase sólo inglés. También me pasaba que intentaba hablar con quién sea, iba caminando y paraba a la gente y les preguntaba cosas, solamente para poder conversar. En el trabajo también me ayudaron mucho. 

¿Te demoró mucho la Visa? Hoy en día los procesos se volvieron muy arduos y cada vez más exigentes.

Realmente no tanto. A los días de enviar todo, estaba en Rotorua y un amiga uruguaya me llama y me dice que me había llegado un sobre, como yo aún vivía en backpackers había dado la dirección de ella, que era de Migraciones. Le dije que lo abriese ¡y me dice que me habían dado la Visa de trabajo por dos años! 200 metros a la redonda se habrán enterado que tenía la Visa de la alegría que tuve. Al mes y medio entonces ya estaba trabajando oficialmente.

¿Te costó adaptarte? ¿Hiciste amigos rápido?

Cuando empecé a trabajar me mudé con uno de mis compañeros de trabajo. Fui aprendiendo más palabras de mi profesión y a comunicarme  mejor. Pero también empecé a frustrarme. En Argentina yo hacía 20 años que tenía mi taller, hacía diseños, visitaba clientes, lista de materiales, planos, instalaba los muebles que realizaba, todo. Hacía trabajos difíciles y que me generaban desafíos, porque es lo que amo hacer. En la compañía para la que estaba me daban para lijar.. semanas y semanas lo único que hacía era lijar. Y un día me enojé y hablé con el manager le dije que me diera trabajo que eso era sencillo, que yo quería más. Pero me dijo que eso era lo único que tenían para mí en ese momento. 

¿Creés que el tema estaba más relacionado a tus habilidades comunicativas que a tus habilidades profesionales?
Totalmente. El tema era que ellos no me entendían muchas veces y yo a ellos tampoco, entonces tenían miedo de darme trabajos más elaborados y más responsabilidades porque no sabían si iba a ser capaz de lograrlo. El asunto es que un día les pedí si me dejaban hacer un trabajo para mí y me dijeron que sí. Entonces ahí cambió todo. Construí un escritorio que necesitaba con algunos chiches para la computadora y demás, algo que era innovador para ellos. Ahí el manager se empezó a dar cuenta de mi capacidad y gradualmente me fueron dando trabajos más complicados. The crazy argentinian solía llamarme. Trabajé con ellos unos 8 años.


¿Cuándo tomaste la decisión de dedicarte particular a tu propio taller, Masterpiece Woodworks?
Yo ya hacía tiempo que venía armando una clientela, porque tenía en mente dedicarme por mi propia cuenta, pero iba de a poco. Ya hace 5 años que estoy con Masterpiece Woodworks en Nueva Zelanda. Poder tener mi propio taller acá es un orgullo, más que nada por el esfuerzo que conllevó y por el estar tan lejos de casa. Nunca me había imaginado que podría hacerlo en un país que no es el mío. Pero lo hice.

¿Fue fácil lograrlo?
No. Si bien cuando arranqué tuve unos dos meses de muchísimo trabajo, después se cortó. Tenía preparado unos ahorros porque justamente tenía miedo de que pudiese suceder algo así. Estuve casi cuatro meses sin nada de trabajo, habré hecho unos 200 nzd en todo ese tiempo… Fue duro. Por suerte me llamó un ex manager y me ofreció hacer unas horas con él. Trabajaba tres días a la semana, entre 38 y 42 horas, de 6 de la mañana a 9 de la noche. No es fácil en ningún lugar trabajar por cuenta propia, pero si uno tiene un sueño, tiene que hacerlo y apostar a él. Al tiempo salí adelante, la rueda de mi taller se empezó a mover podríamos decir. 

Grace bicicleta de madera
Grace pesa 60 kilos y tiene 22 cambios.

¿Es ahí donde se empieza a gestar la creación de Grace, la bicicleta de madera? ¿Cómo llegaste a imaginarla?

La idea se me ocurrió un día que un amigo sudafricano vino a verme para consultarme si podía hacerle un trabajo, quería hacer una pista para unos autitos de control remoto. Le sugerí que la hiciésemos de cubiertas. Entonces fui a una gomería y me dieron algunas que no usaban. Cuando me puse a trabajar con ellas, las empecé a mirar con cariño (risas) y empecé a imaginar que las usaba en un cuatriciclo, pero me pareció muy grande. Mi mente pasó a un triciclo pero no me gustó, no encajaba con mis gustos. Recuerdo que estaba mi mountain bike afuera y me quedé mirandola. Ahí me dije “voy a construir una bicicleta de madera”.

¿Ya habías fabricado algún objeto de este estilo anteriormente o esta bicicleta fue lo primero que construiste?
Cuando empecé a construir la bicicleta ya tenía experiencia en trabajos difíciles. En 1989 realicé un trabajo muy costoso pero con el que aprendí mucho, una canoa canadiense. Fue un proyecto muy costoso de hacer, no económicamente sino de esfuerzo, tuve que pensar mucho y trabajar muy bien la madera para que sea liviana y fuerte a la vez. Fue todo un desafío, pero me encantan los desafíos y ponerme a prueba. Para la bicicleta se necesitaron conocimientos no sólo de carpintería o de madera sino también de mecánica, por el funcionamiento de piezas móviles. El saber no ocupa lugar y es fundamental. Construir a Grace fue una de las mejores vacaciones que tuve. Arranqué en enero de 2018 y la terminé en diciembre, ¡porque en el medio tenía que seguir trabajando para vivir!

¿Tenés en mente comercializarlas? 
No esta misma, pero sí estoy trabajando en un prototipo de otra con unas ruedas más finas, como de moto, de 26 cm. de ancho. Son más fáciles de andar y será eléctrica, con la última tecnología en motor eléctrico, batería y caja de cambios con cinco velocidades. Sí, tengo todo diseñado (risas). Pienso comercializarla una vez que esté lista, ¡pero también voy a tener que ver quién quiera comprarla! Es un trabajo caro y demanda unos 7 u 8 meses la fabricación de cada bicicleta.

Realmente es un trabajo que te demanda mucho y que quizás no sea tan redituable en sentido monetario ¿Qué te fascinó o te motivó de este proyecto, ya que el dinero que puedas ganar no es la principal motivación?
Yo soy una persona que siempre tiene que tener un proyecto entre manos, sino me aburro. Y hacía mucho que no tenía algo así. Algo que aprendí en la vida es que a veces un proyecto muy grande lleva a que uno lo abandone. Si uno se plantea empezar con algo chiquito, puede lograr grandes cosas. En mi caso, lo primero que se me ocurrió fue el tema de las llantas y el cuadro, después una cosa fue llevando a la otra y terminé armando toda la bicicleta de madera. Las ideas te van llevando y te vas motivando. Eso fue lo que me fascinó de crear a Grace, el trayecto. Fui de a poco, creando, pensando, soñando. Verla terminada me llenó de satisfacción.

¿Por qué el nombre Grace?
Desde que la empecé a construir estaba buscando un nombre. Un amigo argentino que cada tanto venía a casa y que presenció muchas veces cómo iba avanzando este proyecto, falleció de cáncer y en el funeral, en una de las oraciones, escuché el nombre Grace. En ese momento me acordé de que a mi mamá le gustaba la actriz Grace Kelly, quien después fue princesa de Mónaco. De ahí viene el nombre Grace. Encaja muy bien ya que en el frente tiene una placa, un agradecimiento a Dios, por la posibilidad y la capacidad que tuve de poder hacerla.

Y LOS 3 MESES DE TURISTA SE CONVIRTIERON EN AÑOS.

Por lo visto sos una persona muy agradecida, Daniel y muy humilde también. Me interesa saber cómo fue para vos salir de Apóstoles, tu pueblo en Misiones y pasar a vivir en una cultura tan diferente como la de Nueva Zelanda. 

Viéndolo hoy desde lejos, fue agradable, pero al principio fue difícil. En el primer taller donde trabajé, los primeros tiempos me hacían un poco de bullying porque yo no les entendía, pero no era tanto por el idioma sino por las costumbres y hábitos. Les gustaba mucho hacer bromas y sabían que yo no podía defenderme porque sino podían llamar a inmigraciones y de patitas a Argentina de nuevo (risas). Es una cultura diferente, una forma de vida distinta y tenía que intentar adaptarme a este nuevo país. Nunca quise olvidarme de mis raíces, que al final eso es lo que yo soy. Estoy muy orgulloso de ser misionero y nunca voy a dejar de sentirlo. Extraño a mi familia, mi taller, mis clientes, claro que sí, pero sigo sosteniendo que fue una de las mejores decisiones de mi vida venirme para acá. Hay que estar abierto y trabajar para lo que uno desea, esa es mi forma de pensar.

¿Qué fue lo que hizo que te quedaras a vivir en Nueva Zelanda? 

Si bien la idea original era venir por 3 meses hoy ya llevo 13 años en estas tierras. Lo que hizo que me quede es que me terminé enamorando de este país. Amo Argentina pero hay mucha corrupción allá, se pagan muchos impuestos y no se ven cambios. Acá también y son caros, pero ves que se avanza, que se usa el dinero para hacer obras, para arreglar. ¡Hasta a veces es demasiado! (risas)

Para cerrar, si tuvieras que decirnos cuál es tu lugar favorito de Nueva Zelanda y por qué, ¿cuál sería?

Muchos lugares de acá me enloquecieron pero el que más me ha gustado es Mount Cook. Fui de viaje en el 2008 ó 2009, dormí al pie de la montaña en mi camioneta. Experimenté una sensación mágica , no sabría definirlo en palabras, el aroma, el fresco de la mañana. Fue maravilloso y es uno de los lugares más especiales que he visitado. 

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» Para ver algunos de los trabajos que realiza Daniel les recomendamos pasarse por su Facebook → Masterpiece Woodworks.

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