Después de 40 años, Abba quiere que el mundo le dé una oportunidad

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Por Elisabeth Vincentelli. ESTOCOLMO — La pequeña y tranquila isla de Skeppsholmen alberga varios tesoros artísticos de la capital sueca: el Moderna Museet, el grupo de teatro Teater Galeasen y el remodelado galpón de ladrillo rojo a pocos pasos de un paseo marítimo donde Benny Andersson tiene su estudio personal. A principios de este mes, Andersson se metió en la boca un paquete de snus —un tabaco masticable que es tradicional en Suecia— mientras Bjorn Ulvaeus tomaba un café en su soleada sala principal; los dos músicos estaban rodeados por un piano de cola, una pequeña selección de sintetizadores y varias fotografías enmarcadas que se encontraban detrás de la pantalla de una computadora.

Por primera vez desde los años ochenta, los hombres hablaban sobre un nuevo álbum de su grupo, Abba, un disco que una de las bandas históricas del pop internacional hizo de alguna manera en secreto, con sus cuatro integrantes originales reunidos casi cuatro décadas después de ofrecer su última actuación en público.

“Nos tomamos un descanso en la primavera de 1982 y ahora hemos decidido que es el momento de ponerle fin”, dijo el grupo en un comunicado en septiembre. La respuesta fue atronadora. “Abba es otra cosa, ¿no?”, Ulvaeus se maravilló en el estudio, a pocos pasos del más grande donde completaron su LP clandestino. “Hicimos esto y estamos en la portada de todos los periódicos del mundo”.

En un país conocido por producir grandes figuras de la música pop (Avicii, el productor de éxitos Max Martin, Robyn, Roxette) Abba sigue siendo la más grande, e incluso tiene su propio museo permanente. Entre 1973 y 1981, el cuarteto —que incluye a las cantantes Agnetha Faltskog y Anni-Frid Lyngstad— publicó ocho álbumes de estudio llenos de melodías, armonías y cuerdas meticulosamente elaboradas que generaron 20 éxitos en la lista Hot 100 de Billboard, vendieron decenas de millones de discos en todo el mundo y crearon una base de fanáticos apasionados.

Pero su impacto, que cambió el paradigma, no solo se mide en cifras: el grupo era conocido por asumir riesgos con la tecnología y el uso de sus canciones. A partir de mediados de la década de 1970, fue uno de los primeros grupos en realizar minipelículas promocionales muy elaboradas —que ahora llamaríamos videoclips—, la mayoría de ellas dirigidas por Lasse Hallstrom. The Visitors, su álbum de 1981, es generalmente reconocido como el primer lanzamiento comercial en disco compacto. En 1999, el musical Mamma Mia! combinó los éxitos del grupo con un argumento que no tenía nada que ver, lo que provocó una serie de imitadores y dos adaptaciones cinematográficas que nos trajeron el espectáculo de Meryl Streep cantando “Dancing Queen”.

Ahora Abba arriesga su activo más valioso —su legado— no solo lanzando una nueva adición a su catálogo, sino creando un espectáculo que no presenta a ninguno de sus integrantes en carne y hueso. A partir del próximo mes de mayo, en un local londinense construido a la medida, el grupo actuará como avatares muy sofisticados (o, en este caso, Abbatars) diseñados para replicar su aspecto de 1979, la época de las melenas alborotadas y la extravagante ropa de escenario.

Andersson, de 74 años, y Ulvaeus, de 76, dos de los hombres más discretos en una industria con altos niveles de tensión, dijeron que estaban realmente sorprendidos, y posiblemente un poco aliviados, por la emoción con que se recibió el anuncio del nuevo álbum. (Voyage, de diez canciones, comparte su nombre con el próximo espectáculo en vivo y sale el 5 de noviembre en Capitol).

“No teníamos ni idea de que sería tan bien recibido”, dijo Ulvaeus. “Simplemente te arriesgas, te arriesgas a que te den una paliza”. Era difícil saber si se hacía eco del título de una de las canciones más famosas de Abba —“Take a chance on me”, algo así como arriésgate conmigo— a propósito; a estos tipos se les da bien el humor seco.

Sin embargo, es posible que intuyeran que una reunión generaría interés. Desde su desaparición en 1982, Abba ha seguido prosperando. Las conversaciones sobre el pop han cambiado a lo largo de las décadas, ayudando al grupo a superar la etiqueta de “europop cursi” que a menudo se le adjudicaba durante su apogeo en la década de 1970. “Hemos conocido al enemigo y son ellos”, escribió el crítico estadounidense Robert Christgau en 1979. En la actualidad, Abba es ampliamente respetada como proveedora de una sofisticada artesanía pop, y su perdurable popularidad trasciende generaciones y fronteras.

“Abba es sencillamente una de las bandas más importantes de la historia de la música popular”, escribió Michelle Jubelirer, presidenta y directora de operaciones de Capitol Music Group, en un correo electrónico. “Son un verdadero fenómeno mundial, y lo han sido desde que ganaron el Festival de Eurovisión en 1974 con ‘Waterloo’”.

Y cada década, más o menos, algo ha reavivado el interés, empezando por el recopilatorio de 1992 Abba Gold, que sigue en las listas británicas más de 1000 semanas después de su lanzamiento (yo escribí las notas de presentación de una reedición de 2010). El arte de las canciones clásicas y la magia en el estudio de la banda sigue siendo un puente entre las lealtades musicales, atrayendo a fans tan diversos como Elvis Costello, Carly Rae Jepsen, Jarvis Cocker, Kylie Minogue y Dave Grohl. Solo hay que preguntarle a Madonna, que recurrió directamente al grupo para que le diera una secuencia de “¡Gimme! ¡Gimme! ¡Gimme! (A Man After Midnight)” para su éxito de 2005 “Hung Up”.

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Andersson y Ulvaeus podrían haberse limitado a sentarse sobre sus montones de coronas, con la certeza de que su lugar en los libros de récords estaba asegurado. “¿Qué hay que demostrar?”, dijo Andersson. “Seguirán poniendo ‘Dancing Queen’ el año que viene”.

Ulvaeus se rió. El dúo sigue complementándose de forma casi cómica: Andersson es un músico de músicos que va a su estudio casi todos los días (y conduce un Toyota ultracompacto). Ulvaeus, que siempre ha tenido una inclinación empresarial, sigue realizando diversos proyectos con su empresa de producción y hostelería Pophouse Entertainment (y maneja un Tesla rojo).

Como no había presión para reunirse, la pareja dice que no había un gran plan para un álbum: simplemente ocurrió cuando los cuatro amigos se dieron cuenta de que seguían disfrutando el hecho de hacer música juntos.

Todo empezó hace unos cinco años, cuando Simon Fuller, el productor de la franquicia Idol y de las Spice Girls, propuso un espectáculo con reproducciones en 3D de los integrantes del grupo “cantando” las pistas vocales originales con el apoyo de una banda en directo.

“Fue una elección fácil (para mí) darles el poder de ser el primer grupo importante que realmente aprovecha las posibilidades del mundo virtual”, dijo Fuller en un correo electrónico. “La música de Abba atrae a todas las generaciones como ningún otro grupo desde los Beatles”.

El proyecto también tenía ventajas prácticas para las personas que no están dispuestas a someterse a los rigores de los grandes conciertos.

“Lo que nos interesaba era la idea de poder soltarle eso al mundo, mientras estamos en casa cocinando o paseando al perro”, dice Andersson.

El dúo viajó a Las Vegas para ver el holograma utilizado en el espectáculo del Cirque du Soleil Michael Jackson ONE, y su principal conclusión fue que tendrían que hacerlo aproximadamente un millón de veces mejor. La empresa de efectos visuales Industrial Light & Magic, famosa por La guerra de las galaxias, les aseguró que podría hacerlo. (Fuller ya no participa en el proyecto).

Naturalmente, “las chicas”, como aparentemente todo el mundo en el círculo cercano de la banda llama cordialmente a Faltskog, de 71 años, y Lyngstad, de 75, tenían que estar a bordo, sobre todo porque el proceso implicaría semanas de capturas de movimiento. “Dijeron: ‘De acuerdo, si eso es todo’”, recuerda Andersson. “‘No queremos salir a la calle. No queremos hacer entrevistas en televisión ni reunirnos con periodistas’”. (Cumplieron su palabra y no participaron en este reportaje).

Andersson y Ulvaeus decidieron que los Abbatar debían tener material fresco porque eso es lo que habría ocurrido antes de una gira. En 2017, Faltskog, que vive en las afueras de Estocolmo, y Lyngstad, que vive en Suiza, viajaron al estudio RMV, a cien metros del estudio de Andersson en Skeppsholmen. Allí, pusieron sus voces en la balada I Still Have Faith in You y en la canción disco cargada de cuerdas de “Don’t Shut Me Down”. Las dos cantantes, que llevan varios años fuera del mundo de la música, retomaron su trabajo justo donde lo dejaron.

“Llegaron y simplemente, ya sabes, ‘Ahí tienen, chicos, todavía podemos hacer esto’”, dijo Andersson. “Increíble”.

Faltskog y Lyngstad no fueron las únicas que se sintieron atraídas por el trabajo. “Benny me llamó diciendo algo así como: ‘¿Puedes venir al estudio?, estamos pensando en hacer una o dos canciones con la vieja banda’”, escribió en un correo electrónico el guitarrista Lasse Wellander, que lleva trabajando con el grupo desde su álbum autotitulado de 1975. “Al principio no entendí lo que quería decir, ¡luego me di cuenta de que se refería a Abba!”.

El plan original era hacer solo esos dos temas, pero siguieron adelante. “Dijimos: ‘¿No deberíamos escribir algunas otras canciones, solo por diversión?’”, recordó Andersson. “Y las chicas dijeron: ‘Sí, será divertido’. Así que vinieron y tuvimos cinco canciones. Y dijimos: ‘¿No deberíamos hacer algunas más? Podemos sacar un álbum’”.

Hubo conversaciones sobre cómo encajar el nuevo LP en una discografía tan querida. “Parte de la pregunta era si esto perjudicaría de algún modo la historia de Abba, la música de Abba”, dijo Gorel Hanser, que lleva trabajando con la banda desde 1969, antes incluso de que se llamara Abba, y forma parte de su equipo de gestión. Dijo que pensaba que Andersson había abordado esas preocupaciones cuando se le ocurrió la idea de Mamma Mia!. “¿Lo estamos haciendo bien? ¿Estamos destruyendo lo que tenemos?”, dijo. “Pero creo que se ha cuidado mucho. No dejamos nada sin hacer lo mejor posible”.

Las nuevas canciones presentan algunas de las letras más poéticamente agridulces de Ulvaeus, con referencias a la dificultad de las relaciones y la separación. “Yo mismo he pasado por eso”, dijo. “Es ficción, pero sabes exactamente cómo es”.

Para Andersson, la creación de material nuevo para Abba fue un cambio bienvenido. “Creo que es un poco aburrido trabajar solo en reciclar”, dijo, provocando inadvertidamente una breve discusión con Ulvaeus —su único desacuerdo del día—por su elección de palabras.

“Tú lo llamas reciclar, yo lo llamo relato trascendente”, dijo Ulvaeus. “Puedes elevar, puedes hacer cosas en otras plataformas, que es lo que es Voyage: es contar una historia en otra plataforma. Eso es Mamma Mia! también”, continuó, refiriéndose al musical y no a la canción. “No es reciclar”.

En cierto modo, el intercambio fue puro Abba: desenfadado, pero con serias preocupaciones. Otra oportunidad para el debate surgió cuando los dos hombres hablaron de sus Abbatars. Andersson comentó que Ulvaeus había pedido que se cambiara el pelo de su alter ego digital porque no se puede soportar tanto realismo de 1979. Cuando comenté que era una forma estupenda de reescribir un poco la historia sin dejar de ser fiel a su espíritu, Ulvaeus respondió, con una ligera sonrisa: “Sí, es una cuestión existencial muy interesante”. (Ulvaeus, conocido en Suecia por su compromiso con el ateísmo y el humanismo, disfruta con este tipo de preguntas, y más tarde preguntó: “Entonces, ¿crees que la Constitución estadounidense es lo suficientemente fuerte como para soportar a otro presidente republicano?”).

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El vínculo de componer canciones de Andersson-Ulvaeus ha resistido los divorcios entre los miembros de la banda y la presión provocada por el desprecio de la crítica. (Para los que lo hayan olvidado: Andersson estuvo casado con Lyngstad, Ulvaeus con Faltskog). Desde que se conocieron en 1966 no han dejado de escribir juntos, y sus colaboraciones posteriores a Abba incluyen canciones para la banda de Andersson, así como los musicales Chess y Kristina from Duvemåla, una epopeya sobre los inmigrantes suecos del siglo XIX en Estados Unidos que incluye un raro espectáculo sobre los piojos.

Si bien la división del trabajo solía ser fluida en los años 70, ahora está mucho más clara: Andersson concibe las melodías y graba las maquetas en su guarida de Skeppsholmen, y luego las envía a Ulvaeus, que escribe las letras. Al preguntarle por la elaboración de esas maquetas, Andersson se ofreció a tocar “Don’t Shut Me Down”, y se dirigió a su computadora. Entonces no pudo encontrarla entre sus docenas de archivos, buscando “Tina Charles”, ya que la canción de Abba tiene un aire a uno de los éxitos de la cantante británica.

Finalmente, no encontró el demo, sino la pista de acompañamiento terminada, y la puso en marcha en el inmaculado sistema de sonido, proporcionando un gran ejemplo de lo cruciales que son las voces de Faltskog y Lyngstad para el tapiz sonoro de Abba.

“Todos los grupos de éxito desde los años 70 han tenido más de un cantante”, dijo Andersson, mencionando a Eagles y Fleetwood Mac, además de Abba. “Oyes a Frida cantar una canción y luego a Agnetha, es como si hubiera dos bandas. La dinámica se ve favorecida enormemente por el hecho de que son dos. Y luego, cuando cantan juntas…”.

Sus armonías en el álbum Voyage llevan el sello inconfundible de Abba, aunque el registro sea un poco más bajo que antes. La edad no es la única causa de la diferencia: “Solíamos obligarlas a llegar lo más alto posible en la mayoría de las canciones porque eso da energía”, dice Andersson.

“Las instamos más que las obligamos”, intervino Ulvaeus.

En los últimos 40 años muchas cosas han cambiado en el pop, pero Voyage no intenta sonar a otra cosa que no sea Abba. “Si escuchas los nuevos discos, siempre son tan sofisticados”, dijo Andersson. “No hay nada que se mueva aparte del ritmo exacto. Yo no hago eso, yo lo hago a mano alzada”.

El enfoque ayuda a que el nuevo álbum se sienta atemporal. “Hoy en día se puede editar cualquier cosa, pero ellos no lo hicieron”, dijo por teléfono el baterista Per Lindvall, que colabora con Andersson y Ulvaeus desde Super Trouper en 1980 y que toca en el nuevo álbum. “Tampoco se han dedicado a ensayar las voces hasta desfallecer. Es parte del sonido único de Abba”.

El nuevo espectáculo —en el que los dos hombres han invertido “una gran parte”, según Andersson, cuyo hijo Ludvig es uno de sus productores— requirió un poco más de tecnología del siglo XXI, incluyendo cinco semanas de captura de movimiento. Esto implicó meterse en trajes ajustados cubiertos de sensores, y requirió que Andersson y Ulvaeus se afeitaran sus queridas barbas.

A medida que las piezas del proyecto Voyage iban encajando en los dos últimos años, el antiguo vocalista de los Klaxons, James Righton, se encargó de reclutar a la banda de acompañamiento en directo de los Abbatar. Entre sus diez miembros se encuentra Victoria Hesketh, de 37 años, que actúa como Little Boots. A principios de 2020, practicó con el conjunto recién formado en Estocolmo, bajo la tutela de Andersson.

“Fue una extraña combinación de ser presionada técnicamente de una manera muy dura, pero al mismo tiempo estar tan llena de alegría en cada momento”, dijo en una entrevista telefónica. “Podía ver a Benny riéndose para sí mismo detrás de la consola de mezclas”.

Hace cuatro décadas, este largo e improbable viaje era inimaginable. “Hay que entender lo imposible que parecía justo antes de Abba tener discos de éxito en Inglaterra y Estados Unidos”, dijo Ulvaeus sobre el panorama del pop antes de que internet lo globalizara. “No estaba dentro de lo posible”.

Sin embargo, Abba no solo rompió las barreras para los músicos de todo el mundo, sino que lo hizo con el pragmatismo de los artesanos, que es lo que sus miembros siguen siendo en el fondo. “La cuestión es que siempre ha sido un trabajo cotidiano, incluso entonces”, dice Andersson. “Escribíamos las canciones, esperábamos que saliera algo bueno, íbamos al estudio, grabábamos esas canciones. Y luego escribíamos algunas más. Exactamente igual que ahora: solo se trata de intentar que salga algo bueno, y ver qué pasa”.

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