Disney no pudo vencer al Mickey paraguayo
New York Times. Una es un coloso que abarca parques temáticos, mercancías y películas, con 150 premios de la Academia, 225.000 empleados y unos ingresos anuales de casi 90.000 millones de dólares. La otra es una empresa familiar de tercera generación con 280 trabajadores que envasa salsa picante, soja en granos, confites granas multicolores, una hierba llamada cola de caballo, seis variedades de pan dulce y siete tipos de sal para su venta en supermercados paraguayos.
Sin embargo, Mickey es un nombre familiar que rivaliza con Disney en este país sudamericano poco turístico de 6,1 millones de habitantes . De hecho, un visitante podría pensar que son socios. Están los uniformes rojos que lleva el personal de Mickey. Está su eslogan apto para toda la familia: ¡la obligación de ser buenos!
Por encima de todo, está el ratón de caricatura —también llamado Mickey, e indistinguible de Mickey Mouse—, cuyas icónicas orejas circulares adornan las puertas de la fábrica de la empresa, sus camiones y una mascota muy pedida en las bodas paraguayas.
Pero no se confundan, dijo Viviana Blasco, de 51 años, sentada en la capital, Asunción, entre artículos de papelería, camisetas y tazas de café de la marca Mickey.
Está “el Mickey de Disney”, dijo —una de los cinco hermanos que llevan el negocio— y “el Mickey paraguayo, nuestro Mickey”.
Aun así, si el Mickey paraguayo se parece notablemente al de Disney, puede que no sea del todo una coincidencia.
Los paraguayos son notoriamente creativos —algunos dirían escurridizos— cuando se trata de propiedad intelectual.
En las fábricas se producen imitaciones de prendas Nike, Lacoste y Adidas. Las autoridades educativas paraguayas advirtieron el año pasado de que la Universidad de Harvard Paraguay —en Ciudad del Este, la segunda ciudad más grande del país y un punto crítico de falsificación— estaba otorgando títulos de medicina falsos. (La escuela no tiene ninguna conexión con la Harvard más famosa)
Paraguay ocupa el puesto 86 de 125 países en un índice elaborado por la Alianza por los Derechos de Propiedad, un instituto de investigación con sede en Washington, con una puntuación de 1,7 de 10 en la protección de los derechos de autor.
Pero Mickey, la empresa de la familia Blasco, sobrevivió a múltiples desafíos legales planteados por Disney.
También es una institución muy querida que habla de la peculiar historia, gastronomía e identidad nacional de Paraguay.
La saga de Mickey comenzó, dijo Blasco, en 1935.
Paraguay acababa de sufrir un mortífero conflicto con Bolivia por el Chaco, una maraña de matorrales tostados por el sol. En un enfrentamiento anterior, la Guerra de la Triple Alianza (1864-70), Argentina, Brasil y Uruguay habían aniquilado a la mitad de la población paraguaya.
El país aún se tambaleaba por ambos sucesos.
El abuelo de Blasco, Pascual, hijo de inmigrantes italianos, vio la oportunidad de repartir alegría y obtener ganancias en el proceso. Abrió una pequeña tienda de frutas y helados caseros. Se llamaba Mickey.
Exactamente de dónde surgió la idea, dijo Blasco, sigue siendo “algo de misterio”.
Pero Pascual, dijo, solía ir de vacaciones a Buenos Aires, la capital cosmopolita de Argentina, conocida por sus cines que proyectaban películas internacionales. Mickey Mouse debutaba en la gran pantalla, por ejemplo en The Gallopin Gaucho (1928).
“En una de las venidas seguramente vio el famoso ratón”, dijo Blasco.
Cualquiera que fuera su origen, Mickey fue un éxito. Unos años más tarde, Pascual abrió la heladería, cafetería y confitería Mickey.
En 1969, Mickey ya vendía arroz, azúcar y bicarbonato en envases decorados con el ratón del mismo nombre. En 1978, el negocio se trasladó a una fábrica coronada por un árbol de Navidad iluminado de 62 metros.
Blasco negó que su familia se hubiera apropiado de la propiedad de Disney.
“No es que le quitamos. Se construyó una marca durante muchos años, que paralelamente a lo que hoy es Walt Disney también Mickey fue creciendo”, dijo Blasco, quien agregó que se convirtió en algo profundamente implantado en la cultura paraguaya.
Esa afinidad era evidente en varias tiendas que venden productos Mickey en Luque, un suburbio de clase trabajadora de Asunción.
La mascota de Mickey se hacía fotos con los fans, entre ellos Lilian Pavón, de 54 años, enfermera pediátrica. “Yo soy fanática del producto de Mickey”, dijo, elogiando, en particular, la galleta molida y el orégano de la empresa.
Pero sus sentimientos por este roedor de 2 metros van más allá de los condimentos, añadió, mientras Mickey chocaba los puños con los compradores y repartía un pan tradicional paraguayo en forma de anillo llamado chipa.
De niñas, dijo, ella y sus amigas coleccionaban estuches de lápices, cuadernos y pegatinas de Mickey Mouse. Soñaban con visitar Disneyland o Walt Disney World. Pero el costo de volar a Anaheim u Orlando hacía que la peregrinación fuera “imposible”, incluso de adulta, dijo Pavón.
“Yo me conformo con verle a Mickey en estos lugares”, añadió, de pie en el pasillo de carnes refrigeradas de El Cacique, un supermercado económico.
Mickey resuena en la nostalgia de los paraguayos, dijo Euge Aquino, chef de televisión e influente de redes sociales, quien utiliza sus ingredientes para preparar comidas reconfortantes como pastel mandi’o (empanadas de yuca y carne).
Paraguay no es conocido por su alta cocina, admitió.
Es llano, caluroso y está muy lejos de las tendencias gastronómicas extranjeras.
“Nuestro clima es bastante complicado”, dijo Aquino, de 41 años, “entonces se cultiva y se consume lo que llega a crecer”.
Lo que crece es principalmente yuca o mandioca y maíz, que es sagrado para los nativos guaraníes. Pero lo que a los platos locales les falta de ostentación, dijo, lo compensan con sabor y significado.
Los paraguayos siguen amasando harina de yuca y harina de maíz para hacer chipa durante la Semana Santa. Infusionan su yerba mate con hierbas aromáticas como el boldo, burrito y begonia. Rellenan sus caldos, guisos y choclotortas con anís, azafrán, clavo de olor, nuez moscada molida, pimentón dulce y coriandro, todo ello suministrado por Mickey en bolsitas del tamaño de una ración.
“Un momento, un sabor, un aroma es recuerdo”, dijo Aquino, mientras una sopa paraguaya —una “sopa” esponjosa hecha con harina de maíz de Mickey— se doraba en su horno. “Y ese recuerdo te puede generar demasiadas emociones. Es la comida de tu mamá o de tu abuela’’.
La popularidad de Mickey, dijo, también tiene mucho que ver con que la mascota reparta golosinas a las puertas de la fábrica cada Navidad: una tradición que se remonta a 1983.
Aquino recuerda haber sentido que se le ponía la piel de gallina mientras esperaba fuera de la fábrica durante la fiesta anual a principios de la década de 1990.
“No había redes sociales, no había celulares, no había nada”, dijo Aquino. “Y de repente te venía un Mickey, y vos: ‘¡Wow!’, era una locura.”
“Es un rockstar”, dijo.
Por ahora, reina una “convivencia pacífica” entre Mickey y su doppelgänger estadounidense, dijo Elba Rosa Britez, de 72 años, abogada de la empresa más pequeña.
Esta tregua se ganó a pulso.
En 1991, Disney presentó una demanda por violación de marca registrada ante el Ministerio de Industria y Comercio de Paraguay que fue rechazada. La empresa presentó entonces una demanda, pero en 1995 un tribunal de marcas falló a favor de Mickey.
Disney apeló de nuevo, llevando el litigio ante el más alto tribunal de Paraguay.
Allí, un juez estuvo de acuerdo en que los paraguayos podrían confundir fácilmente el Mickey de Disney y el Mickey paraguayo.
Pero Disney no calculó este “hueco jurídico”, explicó Britez.
La marca Mickey estaba registrada en Paraguay desde al menos 1956 —y los descendientes de Pascual la habían renovado desde entonces— sin que la multinacional protestara.
En 1998, la Corte Suprema de Paraguay emitió su fallo definitivo. Durante décadas de uso ininterrumpido, Mickey había adquirido el derecho a ser Mickey.
“Yo salté de alegría”, dijo Britez.
La inmunidad legal de Mickey en Paraguay, reconoció Blasco, podría no extenderse a la venta de sus productos en el extranjero. “Nunca realmente lo tratamos de hacer”.
La firma paraguaya que representaba a Disney declinó hacer comentarios. Los responsables de Disney no respondieron a las solicitudes de comentarios.
Durante una reciente fiesta nacional, el hombre que llevaba el disfraz de la mascota Mickey se preparaba en un contenedor metálico con aire acondicionado dentro de la fábrica de la empresa que le sirve de oficina.
Blasco pidió al Times que ocultara la identidad de Mickey al público paraguayo para preservar parte de la “magia” que hay detrás de la mascota.
“Ver la sonrisa de los niños no tiene precio”, dijo la mascota, antes de enderezarse el corbatín y salir retozando ante su adorado público.
“¡Mickey!”, gritaban, “¡Mickey!”
Mickey posaba para las fotos, esparcía caramelos en los cochecitos y pasaba palomitas a través de las ventanillas de los coches a niños pequeños con los ojos muy abiertos. Los conductores de autobús tocaban el claxon. Un equipo de construcción de carreteras saludó. Un trabajador se asomó de un camión de la basura, levantó el puño y gritó: “¡Eh, Mickey!”.
Algunos de los que hacían cola para conocer a la mascota dijeron que el triunfo de Mickey contra Disney los llenaba de orgullo nacional.
“Está bien”, dijo riéndose Maria del Mar Caceres, una ama de casa de 25 años. “En algo por lo menos ganamos”.