El día que cambió el mundo: a dos años de la declaración de pandemia del coronavirus

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Hoy, 11 de marzo de 2022, el planeta cumple dos años en pandemia.

Desde entonces, en todo el mundo, más de 451 millones personas han contraído el virus y al menos seis millones han perdido la vida a causa de la COVID-19.

Durante dos años la sociedad estuvo confinada, distanciada, obsesionada con la limpieza, con las noticias, con la epidemiología, con la búsqueda de una vacuna, con el acceso a una dosis.

Esta semana se dio a conocer un estudio cuyos hallazgos sugieren que la COVID-19 podría causar cambios en el tejido y la masa cerebral de los pacientes. También se sabe cómo es que el virus se roba el sentido del olfato. Y numerosos sobrevivientes reportan afecciones duraderas cuya biología apenas comenzamos a comprender.

Un amplio estudio de fecha reciente, reveló que la COVID-19 tal vez provoque una pérdida más grande de materia gris y un mayor daño tisular en el cerebro que los causados por el deterioro natural en las personas que no se han infectado con el coronavirus. Se cree que este estudio, publicado el lunes en la revista científica Nature, es el primero en el que participan personas a las que se les tomaron imágenes del cerebro tanto antes de contraer covid como algunos meses después. Neurólogos que no participaron en la investigación afirmaron que el estudio era muy útil y original, pero advirtieron que no quedaba muy claro qué implicaciones tenían estos cambios y que no significaban necesariamente que las personas fueran a sufrir daños prolongados ni que los cambios pudieran afectar mucho el razonamiento, la memoria o algunas otras funciones.

En el estudio, donde participaron personas de entre 51 y 81 años, se detectó encogimiento y daño de los tejidos, o tisular, sobre todo en las regiones del cerebro que tienen que ver con el olfato; según los investigadores, existen otras funciones cerebrales que también se localizan en algunas de estas áreas.

“Para mí, estas son pruebas bastante convincentes de que hay algo en el cerebro de este grupo de personas que se modifica con la covid”, señaló Serena Spudich, jefa del departamento de infecciones neurológicas y neurología general en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale que no participó en el estudio.

Sin embargo, advirtió: “Creo que falta mucho para concluir que esto pueda tener algunas repercusiones clínicas a largo plazo para los pacientes. No queremos asustar a la población, ni que piense: ‘Ah, esto demuestra que todos van a tener daño cerebral y no podrán tener un buen desempeño’”.
En el estudio participaron 785 pacientes del UK Biobank, un archivo con datos médicos y de otra índole de cerca de medio millón de personas en el Reino Unido. A todos los participantes se les realizaron dos escáneres del cerebro con aproximadamente tres años de diferencia, además de algunas pruebas cognitivas básicas.

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En el periodo intermedio entre los dos escáneres, 401 pacientes dieron positivo por coronavirus; todos ellos se infectaron entre marzo de 2020 y abril de 2021.Puesto que los otros 384 participantes no se habían infectado con coronavirus y compartían algunas características con los pacientes infectados en aspectos como edad, sexo, antecedentes clínicos y situación socioeconómica, pasaron a formar parte del grupo de control.

Como resultado del envejecimiento natural, las personas pierden cada año una pequeñísima porción de materia gris. Por ejemplo, según los investigadores, en las regiones vinculadas a la memoria, la pérdida anual común es de entre 0,2 y 0,3 por ciento.

No obstante, los participantes en el estudio que contrajeron covid —a quienes, en promedio, se les realizó su segundo escáner del cerebro después de cuatro meses y medio de la infección— tuvieron una pérdida mayor que los participantes que no se infectaron: una pérdida adicional de materia gris de entre 0,2 y 2 por ciento en distintas regiones del cerebro durante los tres años entre un escaneo y otro. También perdieron más volumen cerebral en general y presentaron un daño tisular mayor en algunas regiones.

“Lo que me sorprende mucho es la cantidad adicional que se perdió y lo generalizada que es esta pérdida”, comentó Spudich, quien se ha dedicado a estudiar los efectos neurológicos de la covid. “Yo no habría esperado que el porcentaje fuera tan diferente”.

Es posible que los efectos sean considerables en particular porque en el estudio participaron principalmente personas para quienes —al igual que para la mayoría de los pacientes con covid de la población en general— la infección inicial no fue grave y no estuvieron tan enfermos como para requerir hospitalización.

La autora que encabezó el estudio, Gwenaëlle Douaud, profesora del departamento de neurociencias clínicas en la Universidad de Oxford, señaló que a pesar de que el número de personas del estudio que fueron hospitalizadas (15) era demasiado pequeño como para que los datos fueran concluyentes, los resultados indicaron que su deterioro cerebral era mayor que el de los pacientes que no fueron muy afectados.

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Las personas que tuvieron covid también presentaron un mayor deterioro en una prueba cognitiva relacionada con la atención y la eficiencia en la realización de una tarea compleja. Pero tanto los especialistas externos como Douaud señalaron que las pruebas cognitivas eran muy básicas, así que el estudio no dice gran cosa acerca de si la pérdida de materia gris y el daño tisular que mostraron los pacientes con COVID-19 afectaron su capacidad cognitiva.

“A ninguno de ellos se les realizaron pruebas cognitivas lo suficientemente exhaustivas como para saber si tenían alguna deficiencia importante en muchas de estas regiones donde descubrieron cambios de volumen”, explicó Benedict Michael, profesor adjunto de Infecciones neurológicas en la Universidad de Liverpool, quien investiga los efectos neuropsiquiátricos de la covid y no participó en el estudio. “No sabemos si en realidad tienen alguna repercusión en la calidad de vida o el desempeño de los pacientes”.

Pero, a dos años de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia, varios científicos siguen explorando uno de los mayores misterios de este coronavirus: ¿por qué hay gente que nunca contrajo el virus a pesar de estar considerablemente expuesta a una o varias personas enfermas?
La doctora Daniela J. Lamas escribió esta semana en Opinión sobre los médicos en todo el mundo que “creen que algunas pistas cruciales podrían hallarse en nuestros genes”.

Desentrañar ese y otros enigmas resulta urgente para enfrentar pandemias futuras e, incluso, para terminar de frenar la actual.

Solo en los primeros dos meses de 2022, según datos de la Organización Panamericana de la Salud, el 63 por ciento de los nuevos casos de coronavirus de todo el mundo se registraron en América. La cifra es preocupante en una región que alberga a menos del 13 por ciento de la población y sin embargo registra más del 30 por ciento de las muertes por covid.

“Todos queremos que la pandemia termine, pero el mero optimismo no puede controlar el virus”, dijo Carissa Etienne, la doctora a cargo del organismo. “Es muy pronto para bajar la guardia”.

Pero bajar la guardia, esa frase tan militar y tan manida, para muchos también significa despojarse no solo de las mascarillas sino también del miedo y la ansiedad.

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