La vida luego de un implante de válvula aórtica mediante cateterismo

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Hace 44 años, Laura María Turco había sido operada por un problema en la válvula mitral, quedando en perfecto estado de salud. Pero las dificultades regresaron allá por 2007: con sus 74 años se sentía cansada, con falta de aire, cansancio y sufría pérdidas periódicas del conocimiento; vivía asustada y le complicaba realizar tareas mínimas cotidianas como caminar, subir alguna escalera, o asistir a sus clases de yoga. Ante lo que inicialmente se le colocó un marcapasos, pero como todo aquello que había sido una solución en su momento ya no era suficiente y su estado de salud no mejoraba, se le realizaron numerosas angioplastias.

Lo que Laura tenía era una obstrucción (estenosis) de la válvula aórtica, una condición generalmente asociada a la edad que se estima padecen al menos 120 mil argentinos y que se trata en forma quirúrgica mediante una cirugía convencional de reemplazo valvular. Sin embargo, muchas personas por su edad avanzada o por su estado general de salud, desde el año 2010 cuentan en nuestro país con una alternativa menos invasiva que es el implante de válvula aórtica por vía percutánea (TAVI, por sus siglas en inglés), un procedimiento muy novedoso, sin cirugía, que se realiza a través de cateterismo y cuya utilización está creciendo en forma vertiginosa en el mundo entero. Laura fue una de las primeras pacientes a la que se realizó este procedimiento en Argentina, precisamente en 2010.

“Durante la intervención no sentí dolor ni nada. Tuve un posoperatorio de 3 ó 4 días y volví a mi casa, al principio un poco cansada, pero en muy pocos días retomé mis actividades y volví a sentirme como me había sentido muchos años atrás”, refiere Laura, que hoy asiste al Taller de Memorias para adultos mayores del Centro de Jubilados de Devoto, recibe clases de gimnasia y disfruta de sus dos nietos. En su casa cocina, plancha y lava la ropa, sus actuales 84 no son ningún obstáculo y si bien ya no cose para terceros como lo hacía en sus horas libres alternando sus labores como portera de escuela, lo hace para sí misma y disfruta de una muy buena calidad de vida.

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Muchos pacientes mayores que por su riesgo quirúrgico no tienen indicación de cirugía convencional, hoy se benefician con una técnica que cada vez gana más adeptos en la comunidad médica del mundo entero.

Desde el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI) explican que la válvula aórtica está ubicada en el interior de la cavidad izquierda del corazón y es la responsable de que la sangre fluya hacia a la aorta. Muchas personas añosas, generalmente por causa de calcificaciones, sufren un endurecimiento paulatino de la válvula, que comienza a trabajar en forma deficiente, lo que se conoce como ‘estenosis de la válvula aórtica’ y suele producir síntomas como los referidos por Laura. La progresión de esta condición lleva a la insuficiencia cardíaca severa con rápido deterioro de la salud y de la calidad de vida del paciente.

La cirugía convencional requiere realizar una apertura importante en el esternón y paro cardiorrespiratorio con utilización de una bomba de circulación extracorpórea, lo que genera cuadros dolorosos y complicados en pacientes añosos e incrementan los tiempos de recuperación.

En opinión del Dr. Daniel Berrocal, cardioangiólogo intervencionista, miembro del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI) y ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), “el implante de válvula aórtica por cateterismo es un procedimiento que consiste en ingresar por una arteria (femoral, subclavia o través del tórax) con un catéter que lleva incorporada una válvula biológica -de origen porcino o bovino- muy similar a la empleada en la cirugía convencional; la misma va montada sobre un stent de metal auto expandible y se despliega sobre el interior de la válvula enferma restableciendo la normal circulación de la sangre. Es un procedimiento que puede realizarse incluso con anestesia local, y con tiempos más cortos de recuperación respecto de la cirugía convencional”.

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“Luego de la realización de un implante, tan importante como el tratamiento médico es la contención familiar: hay que tener en cuenta que son pacientes frágiles y que muchas veces necesitan ayuda para la administración de los medicamentos, para bañarse o movilizarse. Claramente vemos mucha mejor recuperación en los pacientes que están muy acompañados que en aquellos que no lo están”, manifestó la Dra. Carla Agatiello, que fue la cardioangióloga intervencionista que junto con el Dr. Daniel Berrocal llevaron a cabo oportunamente la intervención. Hoy ambos especialistas -aunque de manera mucho más espaciada- siguen viendo a su paciente regularmente.

“Cada vez se indican más este tipo de intervenciones en personas de no tan alto riesgo, porque lo que confiamos en que en un futuro cercano sea una práctica de rutina de la que puedan beneficiarse un mayor número de pacientes”, concluyó la Dra. Agatiello.

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