Las guerras de la Eurocopa

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La pelota rueda y el mundo del fútbol se paraliza en Europa. Es claro, la máxima cita continental a nivel selecciones ya ha comenzado, aunque con este torneo, salen a flote una serie de problemas geopolíticos que parecen recrudecer a cada instante que pase.

La Eurocopa 2024 se juega en Alemania, espacio geográfico preponderante cuando hablamos del viejo continente. Consigo, sale a flote un desdén solamente provocado por la exacerbación del sentir nacional que crece a pasos agigantados en esa parte del mundo. Aparejado a ello, viejos y nuevos conflictos geopolíticos traspasan las fronteras de la paz social para instalarse como el mecanismo de combate dentro y fuera de las canchas. Otra mala interpretación del famoso “folklore del fútbol”.

Los fantasmas del ayer

Ucrania, Rumania, Georgia, Turquía, Serbia, Albania y otros tantos más, son los protagonistas de este triste resurgir. Desde hinchas serbios y rumanos cantando a favor de Putin por su accionar en suelo ucraniano, hasta batallas en Georgia que datan de casi mil años. 

Todo eso, es motivo suficiente para que los nacionalismos extremistas golpeen las puertas de Europa una vez más. Turcos y georgianos tuvieron un enfrentamiento durísimo en pleno estadio, cuando el lugar estaba destinado a los fanáticos del fútbol. ¿El motivo? Una disputa que viene del año 1121, la batalla de Didgori

En ese momento, el Reino de Georgia conquistó finalmente su capital Tifilis contra el Imperio Selyúcida, dominado actualmente por los turcos. Así de alejados de la actualidad están los enfrentamientos. 

Serbios y albanos tienen una rispidez mucho más cercana en el tiempo y que, quizás, sea aún más dolorosa. 

La desintegración de Yugoslavia a finales de lo 80’s y principio de los 90’s trajo a colación una serie de enfrentamientos de carácter étnico, social y político, principalmente, en los Balcanes. El episodio más funesto de esta triste gesta fue el genocidio bosnio, entre 1992 y 1995. 

Sin embargo, las diferencias entre ese grupo de naciones “ex – hermanas” siguen latentes en la política y futbolísticamente. Serbios y albanos se agarraron a los golpes de puños, croatas que siempre están al tiro del cañón contra los albanos y los propios bosnios, que, si bien quedaron fuera de la competición, su causa parece estar siempre latente. 

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Los nuevos/viejos extremos 

Toda esta situación encuentra un correlato bastante a tono con lo que sucede en los estrados de los eurodiputados, como así también en los acontecimientos políticos en el interior de los países. 

El avance de la derecha es un hecho, aunque a priori no pareciera ser un problema de facto para los europeos, entendiendo que, al menos en los países que componen la Unión Europea, la alternancia de poder entre izquierda y derecha es algo a lo que ya están acostumbrados. En algunos momentos más conservadores y en otros más moderados, pero es una ambivalencia ideológica que ha permitido la coexistencia en el “dichoso” modelo democrático europeo. 

Sin embargo, hay un factor que pareciera escapar a la simplista lógica de la “far-right”. El nacionalismo a niveles exacerbados llevó al viejo continente al borde del abismo, con dos grandes guerras mundiales que arrancaron allí. Es cierto, distintos intérpretes en algunos casos y con disparadores que también variaron según la época, pero con el nacionalismo in extremis como el arma principal de estos hechos.

Para que se entienda, nacionalismo no es simplemente ponerse una escarapela o distintivo en una fecha patria o hacer mella del orgullo de los colores de su bandera nacional. Las expresiones más radicalizadas de ese concepto llevan a hacer creer a un grupo social o una comunidad que por el hecho de pertenecer a una nación, tienen el derecho de pasarse por encima a otras. Esas expresiones avalan peleas inauditas en estadios de fútbol hasta expresiones de las más recalcitrantes del neo-fascismo. 

El simple hecho de que esto esté pululando tan ligeramente por la atmósfera política y social de Europa tiene una explicación rápida. El viejo continente está siendo el protagonista de un ascenso meteórico de las nuevas/viejas derechas con una fuerte impronta nacionalista, propalada por la inmediatez de las redes sociales. 

Líderes políticos como Meloni en Italia, Orban en Hungría, Vucic en Serbia e inclusive algunos grupos neonazis en Alemania, son las alertas más que evidentes que ponen de relieve esta situación. 

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Párrafo aparte para la breve y concisa lectura de que estos llegaron al poder mediante la vía democrática.

Estas nuevas derechas y nuevos nacionalismos no necesitan de golpes de Estado para llegar y mantenerse como los hegemones del status quo. Les basta con algunos procesos electorales y con una fuerte maquinaria mediática para posicionarlos. Aunque hay algo que es seguro: tienen un signo característico que comparten con sus antecesores de derecha y nacionalistas exacerbados. 

Estos momentos que atraviesa Europa, actualmente son de crisis, y en esas crisis, las derechas vuelven a ser el refugio de la clase media del viejo continente

Problemas económicos y energéticos azotan a la región, sumado a una galopante crisis migratoria y una islamización generalizada que no parece ser contenible por los moderados o centristas, al contrario, ofician de garantistas para esto. 

De esta forma, la brújula política de la clase media europea va virando hacia la derecha más dura. ¿Son los que pueden solucionar esos problemas? La respuesta, mirando a futuro, es incierta, la respuesta mirando al pasado es tajante: cuando Europa asistió a estos conglomerados nacionales que vivieron en paz armada, todo decantó en una sangrienta guerra.

Es posible que Europa esté allanando el camino para un conflicto bélico a gran escala que involucre a varios países. De hecho, la guerra en Ucrania sigue siendo el escollo más grande de los moderados europeos. Una derrota ucraniana sería una derrota de los defensores de la democracia occidental, involucrando a Estados Unidos bajo la nefasta gestión de Biden en materia de política exterior. Lo que pasa en la Eurocopa no es algo aislado, sino más bien, es el síntoma de una enfermedad mayor, el cual, por el bien de la paz mundial, deberíamos rogar que no se trate de una tensión tan grande en donde se rompa ese contrato social medianamente diplomático de Europa y donde abra camino a que se erijan nuevos líderes globales que lleven la praxis política al extremo. Hoy más que nunca, Europa es el termómetro del mundo.

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