Los peligros de abrir los ojos
SANTIAGO — El 28 de octubre, Brandon González, de 19 años, marchaba con un grupo de manifestantes por la avenida principal de la capital andina, cuando la policía antidisturbios que bloqueaba la vía hacia el palacio presidencial empezó a disparar gases lacrimógenos y balines de goma endurecida.
González, quien venía de su trabajo en un hospital equipado con vendas y gasa para atender a manifestantes heridos, agarró una piedra y se la lanzó a un vehículo policial que estaba disparando gases lacrimógenos a la multitud. Segundos después, vio a un carabinero a unos 7 metros de distancia apuntándole con un rifle a su cara.
“Sentí un impacto en mi ojo y todo se puso negro. Levanté mis manos para que dejaran de disparar, luego me acosté en el piso y me dispararon tres veces más”, dijo González, quien trabaja como auxiliar hospitalario. “Pensé, ‘van a matarme’”.
Al menos 285 personas en Chile han sufrido traumas oculares graves, la mayoría por balines de goma endurecida y contenedores de gases lacrimógenos disparados por las fuerzas de seguridad chilenas durante este mes de disturbios. De acuerdo con la Sociedad Chilena de Oftalmología, se espera que esa cifra aumente.
La imagen de un ojo vendado es tan común en la actualidad, que se ha convertido en un símbolo de unión para los manifestantes en Chile. Aún así, la probabilidad de una herida de esta magnitud no los ha disuadido.
El presidente del país, Sebastián Piñera, no ha podido calmar la agitación a nivel nacional causada por los salarios bajos y el alto costo de la vida, a pesar de ceder a las exigencias de un aumento del salario mínimo y una pensión básica más elevada. Luego de que ciudadanos molestos por la subida de la tarifa del metro quemaran algunas estaciones del metro de Santiago, Piñera declaró al país “en guerra contra un enemigo poderoso” y ordenó a la fuerza policial y militar a patrullar las calles.
Desde entonces, la policía ha sido culpada de al menos seis muertes, más de 6300 arrestos y 2400 hospitalizaciones de manifestantes. Actualmente, los defensores públicos en Chile están investigando cientos de casos de presuntos abusos por parte de los carabineros, incluyendo tortura y violencia sexual. El daño a la infraestructura y los comercios ya sobrepasa los miles de millones de dólares.
El anuncio que realizó el gobierno chileno, la semana pasada, de que llevará a cabo un referendo en abril para remplazar la constitución de la era de Augusto Pinochet —una de las exigencias principales de los manifestantes— tampoco ha logrado detener los disturbios.
Piñera ha apoyado la represión policial con el argumento de que el uso de la fuerza ha sido justificado para mantener el orden. De acuerdo con los Carabineros de Chile, alrededor de mil oficiales también han sido hospitalizados por heridas recibidas durante las protestas.
Mario Rozas, general director de Carabineros de Chile, anunció el martes 19 de noviembre que Chile suspenderá el uso de balines antidisturbios y que los oficiales solo podrán disparar la escopeta antidisturbios “como una medida extrema y exclusivamente para la legítima defensa cuando haya un peligro inminente de muerte”, el mismo criterio utilizado para las armas de fuego.
El cambio viene una semana después de que un video documental de The New York Times reveló que los carabineros de Chile habían cegado a manifestantes con balines de goma, y pocos días después de que un estudio de una universidad descubriera que los balines contenían cantidades peligrosas de metal.
El número de heridas oculares severas a manos de la policía ha indignado a grupos de derechos humanos y ha alarmado a profesionales médicos. El 8 de noviembre, un estudiante universitario de 21 años llamado Gustavo Gatica recibió impactos de balines en ambos ojos y quedó totalmente ciego.
Para al menos 12 víctimas, el daño a la córnea, iris y nervio óptico ha sido tan severo que los doctores han tenido que extraer el ojo por completo.
“Un balín que es menor al tamaño de la pupila genera un impacto tremendo. Es como si el globo ocular se abriera como una flor”, dice la doctora Carmen Torres. “Es un daño que nos ha dado bastantes problemas, especialmente en la reparación”.