“No puede pensarse la transición energética sólo como cambio de tecnologías”, dice especialista

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(Télam-Confiar. Por Griselda Acuña, de la Red Argentina de Periodismo Científico) La transición energética no puede pensarse únicamente en términos de cambio tecnológico sino también desde una perspectiva socio-cultural, asegura a Télam-Confiar el ingeniero especialista en sistemas ambientales humanos, Pablo Bertinat, quien señala, además, que las denominadas energías renovables no darían abasto para reemplazar los hidrocarburos si se sostiene el nivel de consumo actual.

En medio del desafío de potenciar las energías renovables en un contexto de colapso climático, Télam-Confiar le consultó al científico rosarino si los seres humanos podremos sostener el actual nivel de consumo sin destruir el medio ambiente, aunque sean reemplazados los hidrocarburos.

“En términos globales no podríamos reemplazar los hidrocarburos en la cantidad que hoy se consume energía pensando en energías renovables porque no nos alcanzarían los materiales, los minerales, etcétera. Entonces hay que pensar en un proceso de cambios culturales que permita construir formas de vida con menos materia y energía. Esto dicho en un contexto de fuerte desigualdad, o sea, hay sectores del planeta que tendrían que bajar rotundamente su consumo per cápita de energía y hay otros que posiblemente tengan que subirlo; pero por supuesto con otras pautas de consumo, con otras fuentes energéticas”, reflexiona.

Bertinat nació en Rosario, tiene 64 años y su título de base es ingeniero electricista. Con el tiempo, su recorrido académico lo posicionó en otros espacios. Es también magíster en Sistemas Ambientales Humanos; se desempeña como profesor e investigador en la Universidad Tecnológica Nacional, en Facultad Regional Rosario y es director del Observatorio de Energía y Sustentabilidad en esa casa de estudios.

Consultado sobre los tipos de energías renovables, explica en detalle: “Una forma de caracterizarla es por su renovabilidad o no renovabilidad. La renovabilidad de la fuente indica si esa fuente la voy a tener disponible en las condiciones y cantidades para las futuras generaciones. En ese marco, uno podría decir que fuentes renovables pueden ser el sol, el viento, el agua, bajo algunas condiciones, la biomasa, etcétera, y que claramente no renovables son fuentes como los combustibles fósiles, el petróleo, el gas, el carbón, el uranio (que es un combustible nuclear), que sabemos que tienen una existencia limitada sobre el planeta. En ese sentido, estamos en un colapso climático, claramente. Cada vez se habla más de darle mayor importancia a lo ecológico e ir dejando de lado a los combustibles fósiles”.

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El especialista sostiene que “estamos en una situación climática sumamente compleja, que es importante analizar en su contexto y que tiene que ver con un cambio en las condiciones planetarias que se ha producido básicamente por la actividad del hombre sobre la Tierra”.

“O sea -añade- es la primera vez geológicamente hablando en la historia planetaria que la actividad del hombre ha logrado alterar algunos parámetros como, en este caso, el clima. Y eso se ha producido de manera muy rápida, muy veloz y con responsabilidad de nuestra actividad, de la sociedad, y asociado fuertemente a la utilización justamente de combustibles no renovables como los combustibles fósiles, que son los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, que son los que producen el calentamiento global”.

El catedrático asevera que “por supuesto, con responsabilidades diferenciales: hay países o economías que históricamente tienen una responsabilidad mayor porque hace más de dos siglos que están emitiendo fuertemente, o sea, hay una fuerte desigualdad también en la responsabilidad sobre las causas, pero también hay una fuerte desigualdad respecto a los impactos que están produciendo el calentamiento global”.

Y en esa línea claramente ecologista advierte que se debe abandonar cuanto antes a los combustibles fósiles para frenar, en la medida de lo posible, el calentamiento global.

“En un primer momento se pensaba que teníamos que buscar fuentes renovables porque los combustibles fósiles se iban a terminar -o sea se van a terminar indefectiblemente-, pero hoy hay una urgencia mayor y es que debiéramos dejar los combustibles fósiles bajo tierra más allá de saber que hay existencia para algunos años más de uso. Y esto tiene que ver con tratar de evitar o disminuir rápidamente la emisión de gases de efecto invernadero para no profundizar el calentamiento global, el cambio de clima muy acelerado. Los impactos seguramente en los próximos años serán muy fuertes y sobre todo para aquellos que tienen menos posibilidades para adaptarse o para contener esos cambios”, indica Bertinat.

En cuanto a la transición energética, sostiene que “hay muchas miradas y discursos sobre la transición energética; adherimos a algunas pero hay otras que sólo entienden la transición energética como un cambio tecnológico, y nosotros entendemos o quisiéramos que la transición energética sea algo mucho más que un cambio tecnológico y tiene que ver justamente con las características del diagnóstico”.

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Y describe: “Hoy el sistema energético es por un lado un sistema sumamente fósil, o sea, dependiente de combustibles fósiles. Como sabemos más de un 80% de las fuentes del mundo energética son combustibles fósiles, más de un 90% en Argentina, pero no es la única característica”.

“El sistema energético es un sistema fuertemente desigual, fuertemente inequitativo. Eso hace que tengamos que pensar en otras variables del cambio. El modelo energético actual es un modelo sumamente conflictivo. Pensemos que hay un sinnúmero de conflictos bélicos y también de conflictos territoriales alrededor de la energía. Eso implica tener también una mirada sobre esto”, agrega.

Y añade: “Pero también podríamos decir que el sistema energético es un sistema fuertemente opaco, poco democrático, poco participativo, sumamente mercantilizado y que requiere también de otras miradas para pensar cómo construir el derecho a la energía, para que la energía se configure como una herramienta para mejorar la calidad de vida de la gente y no como una herramienta meramente de mercado”.

“Entonces -añade- pensar en un proceso de transición energética justo y popular implica no sólo cambiar las fuentes energéticas, sino también democratizarlo, evitar los conflictos, desmercantilizarlo y lograr que haya una mayor igualdad y equidad en la apropiación de los recursos. Implica una serie de medidas que exceden a lo tecnológico”.

En la misma línea, asegura que “realmente hay que cambiar las pautas de consumo” y que “no tenemos condiciones planetarias para tener la misma estructura de cantidad de energía puesta en juego con fuentes renovables por los impactos que esto generaría y por la escasez que hay de materiales minerales”.

“O sea, yo no podría tener todo eólico porque el cobre no alcanzaría. Entonces, hay una cantidad de elementos que hace falta tener en cuenta y sobre todo replantear las condiciones en que satisfacemos las necesidades humanas y pensar en otros procesos, otros mecanismos”, finaliza.

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