Presentaron el Saocom 1A, el satélite argentino que partirá al espacio en 50 días

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A 50 días del día D, cuando será lanzado desde la californiana Base Vandenberg, se presentó oficialmente el Saocom 1A, el satélite que partirá al espacio el próximo 29 de septiembre y que permitirá gracias a sus detallados mapas de la humedad en el suelo, medir el riesgo de enfermedades de los cultivos, generar sistemas de alerta temprana de inundaciones y asistir en emergencias ambientales e inundaciones.
Fruto de una idea que nació hace unos 20 años, a poco de empezar la crisis de 2001 el proyecto quedó en suspenso, una década atrás se retomaron los estudios preliminares y hace unos 6 o 7 años se comenzó a trabajar en los detalles. Hoy, en medio de otra “tormenta económica”, podrá por fin abandonar nuestro planeta.
El Saocom (Satélite Argentino de Observación con Microondas) consta de dos partes principales: una es la plataforma, para todo lo que tiene que ver con su orientación, la potencia y la comunicación. La otra es la carga útil, el “alma” del aparato, monopolizada por una voluminosa antena radar de 1.500 kilos de peso y compuesta por 7 paneles.
Made in Argentina, tiene el sello de fabricación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), con desarrollo de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y apoyo de las empresas VENG e INVAP, cuyos directivos y técnicos contaron en primera persona, durante el evento en el museo de la Casa Rosada, el nacimiento, desarrollo y futuro de su criatura.
“Es tecnología de primera línea mundial en la que trabajaron más de 800 ingenieros y técnicos. Ahora quedan 30 días de trabajo y luego otros 10 en conjunto con Spacex, la empresa que hará el lanzamiento. Deberemos probar que la propulsión no tuvo inconvenientes durante el traslado, hacer los ensayos con los paneles solares y las comunicaciones con las estaciones terrenas. Será un trabajo intenso hasta el 29 de septiembre. Tenemos que estar seguros de que llegaremos al espacio”, afirmó el director ejecutivo de CONAE, Raúl Kulichevsky.
Por su parte, la ingeniera Josefina Peres, jefa alterna del proyecto en CONAE, calificó la misión como una “odisea” y relató que “la antena fue completamente desarrollada en Córdoba. Empresas locales nos proveyeron de 140 computadoras y kilómetros de cables y luego hubo que trasladar todo a Bariloche”.
A diferencia de un satélite óptico, que toma fotografías como una cámara, el radar emite su propia luz, envía los pulsos de microondas a la Tierra y esa energía electromagnética interactúa con la materia que encuentra: un techo, un árbol, una zona de cultivos, etc. Luego, una muy pequeña parte de la energía de esa interacción llega al satélite, que la recibe, la procesa y la manda a la estación terrena, donde finalmente se obtienen las imágenes.
El vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica CNEA, Alberto Lamagna, destacó que “los paneles solares se construyen como productos especiales para cada satélite. No son todos iguales, y estos son altamente sofisticados, tendrán que soportar la radiación y no podrán sufrir fallas. Trabajaron en ellos unos 20 empleados directos y otros 60 indirectos. Hubo una infinidad de detalles a tener en cuenta”.

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