Primeros movimientos de Alberto Fernández en un marco de reacomodamiento regional

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La búsqueda regional de un modelo político sustentable 

Por detrás del clima de realinamiento político regional (crisis en Chile, Ecuador y Bolivia, dudas sobre el futuro de Venezuela y el Grupo de Lima, liderazgo controversial de Bolsonaro, etc.) sobrevuela la “competencia estratégica” entre Estados Unidos y China, el vector central de la política global. Esto afecta a la Argentina en más de un sentido: si Alberto Fernández no encuentra el respaldo de Estados Unidos para financiar el pago de la deuda, deberá reorientar los lineamientos de su incipiente  política exterior.

En ese marco hay que leer su primer viaje como presidente electo: México. Junto al presidente azteca, Andrés Manuel López Obrador, Fernández muestra la intención de constituir un modelo político y regional distinto para América Latina. A Fernández le gusta verse a sí mismo como el punto medio entre Jair Bolsonaro y Nicolás Maduro, es decir, una vía alternativa intermedia a los dos paradigmas más extremos de América Latina en la grieta ideológica. Entre otras cosas, porque tanto la izquierda bolivariana como la derecha conservadora comienzan a ser vistos como modelos políticos poco sustentables. El se ve a sí mismo como un centro-izquierdista moderado que se distingue de Piñera (Chile), Duque (Colombia), Moreno (Ecuador) u Ortega (Nicaragua), por nombrar algunos. Estos últimos no supieron desarrollar políticas de diálogo social o regional. Por lo tanto, la vía intermedia sería metodológica. Gobiernos de coalición política amplia e interlocución fluida con la sociedad civil (sindicatos y movimientos sociales),  con una visión socio-económica concertada, como alternativa sustentables para las democracias desiguales. Allí están él, López Obrador, el Frente Amplio uruguayo que pelea por un mandato más, un Lula Da Silva quien a partir de su libertad comenzará a moverse en la política regional.

Los modelos políticos mucho tienen que ver con las imágenes que los gobiernos saben proyectar. Sin embargo, la política internacional está hecha de imágenes y expectativas. Es parte del lenguaje que se respira en el entorno de los negocios; es lo que hoy Fernández, en su breve “luna de miel”, tiene que aprovechar.

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G1_502 (Blanco)

Precisamente, otra dimensión del viaje de Fernández a México fue el contacto con Carlos Slim y otros empresarios. Fernández está ansioso por traer inversiones y México siempre luce como una oportunidad. Aunque ha ocurrido que se han hecho grandes anuncios de inversiones mexicanas que nunca se concretaron. A partir de la elección de Trump, gobierno y empresarios mexicanos están “tanteando” y prometiendo planes y destinos alternativos. Ya ocurrió durante la presidencia de Macri, cuando en julio de 2018 el entonces presidente Peña Nieto y una delegación empresarial aterrizaron en Buenos Aires llenos de entusiasmo. Los grandes grupos mexicanos (Telmex, Pemex, Cemex, etc.) entraron en una fase de desesperación cuando su país vecino, con el que tienen una enorme dependencia económica y comercial, eligió a un presidente que prometía muros, anulación del NAFTA y presionar a sus empresas para que “traigan de regreso” a sus fábricas del otro lado de la frontera.

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Fernández quiere retomar aquellas conversaciones y apuesta a algo de la conversado se concrete esta vez. Su metodología es pro-business y no pro-market: en lugar de promover las condiciones para la inversión, se reúne con los inversores para asegurarles que las puertas estarán abiertas.

El gabinete de Alberto y sus posibles significados: cuatro escenarios

En este contexto, en los últimos días circula una gran cantidad de hipótesis acerca de cómo sería el gabinete de Alberto Fernández a partir del 10 de diciembre. Su formación inicial. El primer equipo con el que disputará un largo mundial, que podría ir cambiando a medida de que la selección avance en las instancias clasificatorias. A México llevó a Matías Kulfas y por eso sus acciones parecieran subir. Dada la heterogeneidad del Frente de Todos, se busca en la composición del equipo un indicador fuerte acerca de cómo sería la orientación general de la administración.

Suele decirse que no importan las personas, importan las políticas. En todo caso, la elección de personas refleja lo que -podríamos suponer- sería la orientación de las políticas. Pero para eso, aún deberían definirse las condiciones de esa orientación. Alberto Fernández deberá hacer equilibrios hacia dentro de la coalición, hacia un posible pacto social, y en función de lo que sería su política exterior. Hay cuatro escenarios. Si finalmente predominan las personas especialistas o de estrecha confianza con el presidente y poca representatividad política, es porque vamos hacia un gobierno más personalista (el “albertismo”). Si aparecen ministros extrapartidarios (radicales, por ejemplo), es porque el gabinete va hacia convertirse en una herramienta de la concertación político-social. Si proliferan los ministros de ancha espalda política o representativos de las corrientes internas del Frente de Todos (gobernadores, intendentes, kirchnerismo, sindicatos) es porque piensa respaldarse en su propia coalición. Y si aparecen ministros más asociados con la ortodoxia económica o las preferencias de Washington en temas clave, es porque se ha sellado (o se pretende sellar) un acuerdo con la Casa Blanca.

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Macri como líder de la oposición

Si nos guiamos por la historia, Mauricio Macri ya debería ser considerado como un ex político. Tanto los presidentes que no reeligen como los candidatos que salen segundos en una elección presidencial pasan al olvido. Luder, Angeloz, Bordón, De la Rúa: ninguno de ellos tuvo trayectoria política después de la derrota electoral o política.

Sin embargo, muchas cosas que venían guiando nuestra visión política están cambiando. Creíamos que los candidatos a la presidencia eran gobernadores, o políticos de mucha popularidad personal. Creíamos que los candidatos naturales a la gobernación bonaerense eran jefes partidarios o intendentes fuertes. Nada de ello está sucediendo. Alberto Fernández y Axel Kicillof llegaron a las listas por decisión de Cristina Kirchner. María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, años atrás, llegaron por la decisión de Mauricio Macri. Los delegados deben enfrentar a sus jefes para asumir el liderazgo político efectivo, o ser elegidos como líderes. De lo contrario, los líderes son quienes detentan los votos.

¿Querrá Vidal desafiar el liderazgo de Macri? ¿Podrá? Ambos perdieron las elecciones, pero quedaron posicionados para seguir intentándolo. Además, no hay otros para sustituirlos. Tal vez Macri y Vidal comiencen, en poco tiempo, a trabajar sigilosamente en sus candidaturas legislativas para 2021.

Mientras Vidal no cuestione el liderazgo de Macri, él seguirá siendo el jefe político. Y así las cosas, las decisiones estratégicas del PRO dependerán de él. Todo indica, hasta que no tengamos noticias o evidencias en contrario, que Macri lidera el armado de la futura oposición. Y si se concreta la versión de que él promueve un ascenso de Patricia Bullrich dentro del PRO, es porque la futura oposición se prepara para una línea más dura y conservadora. Seguridad, occidentalismo y economía abierta. No pesan los liderazgos de las gestiones locales, pesa la ideología. Sobre el final de su ciclo, el PRO optó por definirse ideológicamente. Y eso terminó siendo electoralmente redituable. La distancia ideológica en la política argentina llegó para quedarse.

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