Querida Misiones (la hermosa), desde la raíz
Por Hugo Sand, dirigente agrario, fundador e integrante de la Asociación de Productores Agrarios de Misiones. Educar y/o re educar al corazón. Ir hacia una sociedad donde cada uno de nosotros accione a cambio de la reconfortante experiencia de sentir satisfacción por haber contribuido al bien común. Quizás de esa forma podamos empezar a resolver de raíz el proceso de degradación general (ambiental, institucional y, fundamentalmente, como humanos) que nos atraviesa, y que tiene como exponente más visible la pérdida de bienes esenciales para la vida, como el agua y el suelo que es sustento de la producción de alimentos, ambos intrínsecos de la Selva Misionera y de la familia agraria.
Hace pocas semanas planteamos al Gobernador de Misiones, Oscar Herrera Ahuad, la necesidad imperiosa de decretar la veda total de tala de árboles nativos y limitar la plantación de especies exóticas, específicamente de pinos y eucaliptus que son los que más se han extendido y que, en el caso del primero, se comporta como invasora, con alto poder de ocupación de territorio.
Este planteo no es aleatorio y tampoco se limita a una específica crítica a un Gobierno, sino que se enmarca como política de Estado que, desde APAM, defendemos (independientemente de quiénes gobiernen): queremos una Misiones con equilibrio ambiental y mayormente productora de alimentos sanos en manos y fortaleciendo a la familia y al obrero rural, recuperando y preservando los bienes naturales. Por caso, vale recordar que nuestro suelo agrícola tiene más de 100 años de uso, con signos preocupantes de degradación hídrica, que se acelera con el cambio climático, con intensas e imprevistas lluvias que al caer sobre el suelo descubierto, lejos de infiltrarse, lo arrastran a otras latitudes, algo visible en los ríos y arroyos que se tiñen de colorado.
Lo repetimos: sabemos cómo hacerlo, pero nos falta la voluntad política de los representantes del pueblo que ocupan los poderes del Estado; necesitamos que más allá de los anuncios y de algunos programas, los organismos y funcionarios públicos inclinen la balanza definitivamente a favor de la producción agraria, de las pequeñas y medianas industrias locales y de la biodiversidad, esto es: a favor de la mayoría, del pueblo.
Fundamentamos nuestra posición en hechos, en la historia reciente que nos atraviesa.
Para ejemplo basta un botón, dice el refrán. Hace 25 años que rige la Ley 25.080 que subsidia el monocultivo de árboles (mayor y abrumadoramente) exóticos y exime del pago de impuestos (de todo tipo) a los forestadores.
Dicho de otro modo: los misioneros, todos, estamos destinando nuestro (recurso del Estado) dinero (el subsidio) a la expansión de un modelo extractivista, que tiene un crecimiento exponencial gracias al suelo y al agua de nuestras vertientes, que suprime empleo puesto que la mecanización desembarcó para quedarse, y que, por si fuera poco, tiene sobradas muestras de expulsión de las comunidades locales, mbya guaraníes y colonos, ocupando el espacio que necesitamos para producir alimentos.
Muchos hemos plantado pinos y eucaliptos con la Ley 25.080. Nos decían que con estas especies íbamos a tener asegurada nuestra jubilación. Hoy, dos décadas después, podemos decir que no es así. El productor que tiene 3, 4 o 5 hectáreas con esos árboles no puede vivir de su trabajo. Se calcula que una hectárea puede producir aproximadamente 500 mil kilos de madera (depende si hubo raleo o no, y del sitio donde fue plantado). Hoy están pagando alrededor de 1.000 pesos la tonelada, o sea 1 peso el kilo, con lo que sería 500 mil pesos una hectárea. Si dividimos eso por 20 años, tenemos una rentabilidad de 25 mil pesos por año, que dividido por 365 días (un año), son 68,49 pesos lo que nos da una hectárea de pino. Entonces, desde el punto de vista estrictamente económico, el monocultivo de exóticas no es rentable para el agricultor.
Creemos que hay que repensar la matriz productiva.
El territorio de Misiones representa el 0.8 por ciento de la superficie total de la Argentina. En tan poco espacio, producimos el 32 por ciento de los bosques implantados del país, tres veces más madera de lo que consumimos, y en paralelo, importamos el 70 por ciento de los alimentos que necesitamos.
Por caso, cabe recordar los datos del INDEC (de marzo de 2022): En Posadas, en una población de 377.962 personas, alrededor 128.791 son pobres, es decir que no cuenta con los ingresos necesarios para cubrir la canasta básica de consumo, y 14.534 personas son indigentes, están en una situación peor aún. Esto en la capital de la Capital de la Biodiversidad.
Entonces, es absurdo. Hay que actuar para cambiar este escenario y queda claro que la prioridad debe ser el afianzamiento de la familia agraria, la multiplicación en la producción de alimentos, y la recuperación del monte, del suelo y del agua (sustento del turismo que genera empleo, de la energía que usamos, etc.).
Cabe indicar que el monocultivo, esto es: dedicar toda la tierra disponible al cultivo de una sola especie vegetal, es contraproducente cualquiera sea la producción, ya sea soja, pino, yerba o té. La diferencia entre un monocultivo de yerba mate, planta nativa, de nuestro monte, por ejemplo, y un monocultivo de especies exóticas como el pino elliottis, está dada en que este último es mucho más agresivo ambientalmente, es invasor y, como dijimos, es de exclusión social.
Proponemos otra forma de producir: la agroecología, un sistema agrícola diversificado en una misma superficie. El sabio suizo Alberto Roth decía que “la chacra misionera debe ser un brazo inteligente del monte”, ese monte donde convive en armonía la biodiversidad, retroalimentandose. Si logramos extender esa forma de producir, estaremos generando condiciones para que todos podamos vivir dignamente, estaremos generando arraigo rural, frenando la emigración de obreros rurales a las villas miserias de grandes ciudades, contribuyendo a la paz, evitando crisis sociales y económicas.
Pero además, estamos enfrentando, la humanidad, sin excepción, eventos extremos del clima. El calentamiento global, el cambio climático, es una realidad.
Hace pocas semanas, estuvimos sumergidos en una extensa sequía y olas de calor, con escasez de agua y daño a la producción agropecuaria, ictícola, tabacalera, hortícola, tealera y forestal, con incendios de magnitud como nunca antes en estas tierras. Hay una forma mayúscula de prepararnos, al alcance de todos, y es con una gran sombrilla que se llama Selva, árboles nativos. Si miramos una imagen aérea de la región, vamos a ver cómo Misiones conserva parte de lo que fue originalmente la Selva Paranaense. TENEMOS que CUIDAR y RECUPERAR ese monte. Tenemos que cuidarnos.
Tomamos el sector forestal y agrario porque es el tema que nos compete desde la cotidianeidad, pero la verdad es que el planteo general de este escrito es un tema de todos los misioneros. Hemos nombrado a la ley 25.080 por ser de fomento de un modelo extractivista, pero también queremos decir que tenemos leyes que, aplicadas, dan sustentabilidad; que tenemos profesionales, conocimientos y mucha ciencia y tecnología que podría ser orientada para el bien común; que no obstante, para que ello ocurra, creemos que como sociedad nos enfrentamos a un problema mucho más profundo, que está en el corazón mismo de cada uno de los ciudadanos, del ser humano.
Tenemos que hablar y retomar el camino de la ética, de la moral, de la espiritualidad. Si el hombre está mal consigo mismo, estará mal con sus conciudadanos, estará mal también con el suelo, con la naturaleza, y no podrá brindarse con lo mejor que tiene, que es precisamente su condición de ser humano, de accionar motivado por gestos altruistas y la enorme satisfacción de brindarse al servicio de prójimo, del entorno.
Las raíces del problema que enfrentamos son espirituales. Si el pensamiento ético hubiese evolucionado de la misma forma que el pensamiento científico, hoy no tendríamos tanta pobreza y graves y recientes problemas de salud, tampoco la bomba atómica, tema en la agenda mundial.
Desde APAM queremos compartir estas reflexiones, y proponer conversar, analizar y repensar el modelo de producción en defensa de nuestra “querida Misiones, la hermosa” (Roth), en honor a quienes nos precedieron y a nosotros mismos, por compromiso con esta tierra y por convicción.