Sobre el programa de créditos para vivienda, sus límites y una propuesta realista
Por Nicolás Villanova (Sociólogo, Doctor en Historia e Investigador del CEICS) El Gobierno nacional acaba de anunciar la línea de Créditos Casa Propia a tasa cero para la construcción y refacción de viviendas a nivel nacional. Como suele ocurrir, se lanza un plan con bombos y platillos que en los hechos resulta apenas lo que un alfiler ocupa en una playa. Lo interesante del crédito es que no se ajusta por inflación, sino por la variación salarial. Sin embargo, en un país donde la inflación es tan elevada, aun contenida por el control de precios y el congelamiento de tarifas, un aumento sustantivo de los precios puede desandar la imposibilidad de sostener el pago del crédito, aun cuando el tope de la cuota no superará el 25% del sueldo. Toda esta política crediticia presenta serios límites para la resolución del problema de la vivienda y el déficit habitacional. Un verdadero programa de viviendas supone un plan ambicioso acorde a las necesidades actuales.
El primer límite supone que para inscribirse en el sorteo los interesados deben demostrar “solvencia”. En efecto, el gobierno lanza 87 mil créditos de los cuales 67 mil son para refacción y sólo 20 mil para construcción de viviendas. Para el préstamo por refacción se debe acreditar un salario superior a $25.000 y para construcción se exige un salario no menor a los $53.000. De este modo, ninguno de los más de 2 millones de desocupados puede inscribirse, como tampoco los más de 500 mil beneficiarios de planes de empleo (que cobran la mitad del salario mínimo), ni los más de 5 millones de obreros informales que no pueden demostrar su sueldo porque están “en negro”. Es decir que el crédito deja afuera a unos 8 millones de personas que no tienen “solvencia”. Tampoco pueden inscribirse los obreros registrados con salarios por debajo de la línea de pobreza, que son unos cuantos. El préstamo para construcción exige la posesión de un terreno, los cuales hoy varían mucho sus precios, pero los lotes de 40 a 70 metros cuadrados no bajan de los 10 mil a 40 mil dólares.
Además, los créditos son muy limitados por la cantidad de dinero prestada. De los 67 mil préstamos para refacción, 40 mil se entregan por un valor de 100 mil pesos y otros 25 mil por un monto de $240 mil. A valores del mes de marzo, el costo de la construcción del metro cuadrado oscila entre los 65 mil y los 74 mil pesos, según cada provincia. De modo que el préstamo más barato para refacción supone un equivalente a la construcción de una superficie de casi 1,5 metros cuadrados, mientras que, el más caro, equivale a 3,5 metros cuadrados, un dormitorio. O bien, un arreglo en un baño o una cocina.
Estos préstamos se enmarcan en el Programa Federal Argentina Construye impulsado en 2020, el cual propone la construcción de 5.500 viviendas, sumadas a las 30 mil en las que el ministerio estaría trabajando, la refacción de unas 42.900 unidades habitacionales, la entrega de 200 mil créditos, 4 mil transferencias para la compra de materiales, fabricación de 1.250 núcleos sanitarios y la generación de unos 2.000 lotes con servicios. En síntesis, muchos créditos para “soluciones habitacionales”, pero muy poco para la construcción de viviendas nuevas. El carácter limitado de la política de vivienda se pone de manifiesto con el incremento del deterioro de las condiciones habitacionales de la población. El censo del 2010 registró unas 490.848 viviendas como “irrecuperables” y unas 854 mil unidades familiares que conviven con otras unidades familiares bajo el mismo techo. Por lo tanto, el “déficit cuantitativo” se estimó en 1,3 millones de viviendas, las cuales se suman a los 2,7 millones de viviendas de “mala” calidad que requieren mejoras (“déficit cualitativo”). Por su parte, el Registro Nacional de Barrios Populares elaborado en 2018 detectó unos 4.416 barrios o asentamientos precarios en todo el país donde habitan estimativamente unos 3,7 millones de personas. Sólo en el Gran Buenos Aires se observaron unos 982 asentamientos y villas, con una población allí radicada de 1,3 millones de personas, quienes viven en las peores condiciones de vida sin los servicios más elementales.
Con estos números sobre la mesa no se puede andar con créditos miserables para que la población haga lo que pueda. Para resolver el problema hace falta un programa ambicioso de construcción de viviendas sociales. ¿Por dónde empezar? En todo el territorio argentino sobran tierras para construir viviendas. Terrenos e instalaciones pertenecientes a los militares y las fuerzas armadas, galpones ferroviarios de la ex ONABE, tierras fiscales “vacantes”. Sobra cemento, arena, ladrillos y hay mano de obra suficiente y calificada para construir viviendas y resolver el déficit habitacional de millones de personas. Se podría empezar por el predio de Campo de Mayo para darle un uso acorde a las necesidades sociales, en lugar de utilizarlo para entrenamiento militar. Sólo allí se podría construir una ciudad entera, a 30 minutos del centro porteño, que podría albergar a entre 500 mil y un millón de personas tan sólo usando la mitad del terreno.