Yerbatera La Hoja o el “Full Monty” misionero: la heroica resistencia de 100 que pelean por su dignidad
Hay historias que conmueven, como la de yerbatera La Hoja, esa firma que tiene más de 100 años y supo ser líder absoluta del mercado promediando el siglo pasado, para luego entrar en una crisis terminal que la llevó a la quiebra en 2008.
Desde entonces, unos 100 trabajadores luchan a brazo partido contra viento, marea y una Argentina que no le pone las cosas fáciles a nadie.
Es una pelea que cuando uno la escucha, hace recordar a la película The Full Monty, la genial comedia inglesa de 1997 que relata la dramática odisea de seis obreros industriales desempleados de Sheffield, a los que no se les ocurre mejor idea que convertirse en strippers.
Y muestra a Gaz (el personaje de Robert Carlyle) y sus compinches, castigados, en desventaja y dispuestos a cualquier cosa. Pero no, a renunciar a su dignidad.
Momentos difíciles
Los de la Hoja también tuvieron sus momentos límite. Como cuando funcionarios del INYM, acompañado por efectivos de Gendarmería de San Ignacio, vinieron hace unos años a precintar las máquinas de la enorme planta molinera situada a unos 1.000 metros de la ruta 12, en el lado opuesto al pueblo de San Ignacio.
“Las máquinas, no”, dijeron varios, y conformaron un escudo humano para impedir que se ejecutara la orden de un juez.
“Sabíamos que si las máquinas se precintaban, era el final. Iban a echarse a perder y no le iba a importar a nadie. Nosotros queríamos mantenerlas aceitadas y listas para producir, nosotros lo que queríamos era tener la posibilidad de volver a trabajar, sabíamos cómo hacerlo”, explica Alfredo Fonseca, presidente de la Cooperativa de Trabajo La Hoja Limitada.
Una cooperativa de trabajo: de empleados a socios
La cooperativa se constituyó en 2015, dentro del marco de la ley de Concursos y Quiebras y recibió el aval del juez de Rosario que llevó la bancarrota de La Hoja para empezar a trabajar.
Esta semana la cooperativa fue noticia porque logró sacarse de encima una espada de Damocles similar a la que tiene la Argentina con la deuda. Logró refinanciar un pasivo de más de 70 millones de pesos con el Banco Nación, algo así como el FMI o los bonistas de La Hoja.
“Hicimos dos pagos por 28 millones de pesos, no movimos mucho la aguja del capital adeudado, pero mostramos toda nuestra intención de afrontar nuestros compromisos y obtuvimos la renegociación que nos alivia bastante”, señaló Fonseca en una entrevista con Economis.
La cooperativa de trabajo La Hoja se diferencia de otras exitosas cooperativas yerbateras (Playadito, Piporé, Aguantadora o Andresito, todas líderes), porque aquellas son una asociación de productores pequeños y medianos con chacra propia, materia prima y capacidad económica acorde.
Esta es una asociación de 100 que antes fueron empleados (industriales, administrativos, del secadero, etc.) y vieron como los antiguos dueños vaciaron la empresa. En la Argentina la mayoría de las empresas recuperadas y gestionadas por una cooperativa de trabajo, parecen emprendimientos que viven gracias a un respirador artificial, en forma de distintos subsidios o compras que les hace el Estado.
La Hoja no tiene subsidios y al Banco Nación le pagaron 28 millones de pesos de una deuda que ellos no contrajeron. La firma Martin & Cia dejó una hipoteca que pesa sobre los activos industriales y las plantaciones de la firma, un compromiso que ahora ellos deben afrontar.
Además de sacarse esa mochila de encima y lograr un respiro por 2 años antes de volver a pagar, la empresa logró recuperar mercados.
La Hoja es fuerte en mercados como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba o Mendoza. “Y seguimos creciendo en otras provincias”, señaló Fonseca.
En un mercado muy competitivo como el de la yerba mate, La Hoja logró un crecimiento de 31% en las ventas en el período enero-mayo del 2020, según datos del INYM.
En total, vendió 2 millones de kilos de sus característicos paquetes amarillos, ocupando el puesto 15º del mercado. La top en ese período fueron Las Marías (21 millones), Playadito (14 mill.) y Molinos (9,5 mill.). Además, fue la que más logró crecer en esos primeros meses del año entre las principales 20 empresas del sector.
Una marca que fue líder
Sin dudas, la marca es uno de los activos valiosos que supo recuperar la cooperativa de trabajo. Un famoso jingle publicitario sonaba en las radios a fines de los 80 y decía: “Ojalá, ojalá, que sea La Hoja”. Era tan importante como Taragûí, Rosamonte o Nobleza Gaucha hoy en día.
“Inclusive, es una marca reconocida internacionalmente porque durante mucho tiempo se exportó a varios países”, señala el titular de la cooperativa.
La yerbatera La Hoja, fundada en 1903 en la localidad de San Ignacio por el inmigrante suizo Julio U Martín. Es una de las yerbateras más antiguas junto a La Cachuera (Amanda). Desde el vamos fue creciendo y al tiempo la firma Martín & Cía instaló en Rosario un molino yerbatero sobre la barranca del Paraná. Tenia extensas plantaciones en Puerto Mineral.
En los primeros años del siglo XX, centenares de trabajadores coparon San Ignacio y fundaron el club Libertad a finales de la década del 20. “Se los llamaba `Los martinceros` (mote impuesto por los vecinos al numeroso ejército en `grafas` que solía cruzar la ruta 12”, dice el sitio de la Junta Histórica de San Ignacio.
Aún conserva activos importantes
La Hoja tiene activos industriales importantes. Una planta de molienda en San Ignacio, a unas 30 cuadras de donde están las Ruinas Jesuíticas y sus oficinas centrales. También tiene una planta productora de yerba mate en saquitos en Rosario y 1.000 hectáreas de plantaciones de yerba en la localidad de Puerto Mineral, a 70 kilómetros de la localidad que adoptó Horacio Quiroga.
También allí funciona un secadero donde se obtiene la yerba canchada, la que luego se deja estacionar y se muele para obtener el producto final.
Además de la marca “La Hoja”, tienen la propiedad de media docena de otros sellos como “Don Lucas”, “Flor de San Ignacio”, “Insignia” y “Palermo”. Esta última con una connotación otrora turfística, registrada en una época en que los “burros” competían con el fútbol en popularidad en la Argentina.
“Acá en el banco hemos puesto en marcha el consejo consultivo porque para nosotros es una prioridad dar asistencia a las cooperativas”, dijo el economista Claudio Lozano, director del BNA esta semana, al referirse al proceso de reestructuración de La Hoja.
Lozano y el Director de empresas recuperadas del ministerio de Desarrollo Social, Eduardo Murúa, participaron de una videoconferencia para anunciar el principio de acuerdo al que todavía hay que limar algunos detalles financieros.
Para Murúa, es la primera vez que una empresa recuperada logra refinanciar pasivos con el Banco Nación.
Del sueldo al retorno
El proceso para levantar la empresa y ponerla otra vez en funcionamiento no fue fácil. La firma pidió la quiebra en 2008 y recién en 2015 se constituyó la cooperativa y el juzgado en lo civil y comercial Nº 1 de Rosario avaló que los ex empelados se hicieran cargo de la compañía, con todas sus deudas.
El Banco Nación era el primer acreedor, pero también estaba la AFIP, proveedores de yerba y de envases.
Una de las claves para hacer el “click” y pasar de empleados a “dueños” de la firma, dice Fonseca, fue que la mayoría de las personas eran empleados históricos, muchos de ellos cercanos a la edad de jubilarse.
“Fue importante la paciencia, la templanza y la confianza en el otro. Si se elige a alguien para Tesorero, hay que confiar en él, lo mismo para alguien que está en la balanza, en Recursos Humanos o en contabilidad, tenemos que confiar en el otro”, señaló este misionero de 56 años que en la época de Martin y Cia trabajaba en el secadero.
“Yo era uno de los más jóvenes y desde que empezamos a funcionar como cooperativa ya se jubilaron unos 30, y fuimos tomando más gente”, explicó.
Hoy un trabajador de la parte industrial de La Hoja cobra entre 50.000 y 60.000 pesos, un sueldo por encima de la media en esta pequeña localidad a la vera del río Paraná que vive del turismo que generan las ruinas jesuíticas.
Pero ya no es un sueldo, sino un “retorno” como se denomina a la remuneración de cada socio. Todos tienen monotributo y realizan sus aportes previsionales por esa vía.
Congelamiento en góndola y materia prima cara
El otro problema grande con el que La Hoja debe remar es la falta de capital de trabajo. Es el dinero que necesita una empresa para dar una vuelta a todo su proceso productivo y comercial. En el caso de la yerbatera, para comprar hoja verde, secarla, estacionarla, moler la canchada, envasarla y distribuirla.
“Necesitamos unos 40 millones de pesos por mes y no los tenemos, entonces tenemos que apelar a todo tipo de mecanismos, hay proveedores que nos aguantan, productor yerbateros que confían en nosotros”, explica Fonseca.
Acá es donde una cooperativa tiene que luchar contra el país, que impone una deuda de 70 millones de pesos a través de su Banco estatal a alguien que no contrajo ese pasivo, ni se benefició del dinero solicitado. Y que es incapaz de asistir con fondeo barato a una empresa que fue la 15º del mercado en su competitivo rubro.
Otro contratiempo grande fue la cantidad de cheques rechazados que recibieron de compradores (distribuidores, mayoristas) con motivo de la cuarentena. “Fueron más de 20 millones de pesos en cheques”, señaló Fonseca. Otra dificultad más a superar, en la lucha por sobrevivir y poder crecer.
Por eso los 100 de La Hoja están de pie y remando para defender su trabajo. Que es lo mismo que la dignidad.
Excelente nota de revalorizar la roduccion historica de la empresa a cooperativa, sin dudas una desicion importante para mantener hoy en dia la industria. Gracias por permanecer. La hoja una firma historica en nuestra vida de argentinos.