A 35 años del descubrimiento del VIH

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El Dr. Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huesped escribió la siguiente columna editorial:
Hace 35 años, la revista Science publicó un artículo que cambiaría para siempre nuestra manera de entender la salud sexual. Se descubrió el virus causante de esa “rara enfermedad” que desconcertaba a la comunidad científica y escandalizaba a los medios. Un virus que afectaba al sistema de defensas del organismo y que, una vez debilitado, permitía la aparición de enfermedades oportunistas. Años más tarde el virus adquirió su nombre: Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Y en su nombre nos trajo la clave para comprenderlo: humana. Porque puede afectar a todas las personas por igual, más allá de su orientación sexual, su identidad de género o su país de origen.
Los comienzos de la epidemia se dieron en un contexto para nada favorecedor que incluyó la falta de información y el miedo. Porque cuando no se conoce, se teme. Fue así como se creyó que el virus afectaba exclusivamente a la población de hombres que tenían sexo con hombres, mientras que otros postulaban que era un castigo divino para quienes mantenían relaciones sexuales antes del matrimonio. Mientras tanto, fallecía Rock Hudson, la mítica estrella del cine clásico de Hollywood, y el VIH irrumpía para mostrar lo que muchos no querían ver: la sexualidad nos atraviesa a todos por igual. Sin embargo, algunos medios titulaban: “Confirman que Rock Hudson padece enfermedad que afecta a amorales”. Un hito que marcó la historia de la epidemia. Porque desde ese entonces hasta hoy, la discriminación y el estigma social siguen siendo sus fuerzas motrices.
Los primeros casos de VIH/sida se reportaron en 1981. Tuvimos que esperar seis años para que en 1987 se apruebe AZT, la primera droga efectiva contra el virus. No obstante, el costo del tratamiento convertía al único remedio posible en un privilegio para unos pocos. Entonces la comunidad comenzó a reaccionar. Como sociedad, como Estado y como comunidad científica debíamos dar una respuesta. Se multiplicó el activismo en todo el mundo. Y nuestro país no estuvo ajeno. Años más tarde se reglamentaba en Argentina la Ley Nacional de Sida que garantizaría el tratamiento universal y gratuito para todas las personas que viven con el virus. Una ley modelo para la región y el resto de los países.
A diferencia de otras epidemias, de otras enfermedades, el VIH nos empujó a dar explicaciones constantemente: sí, se puede compartir un mate con una persona que vive con el virus y no, los besos, las caricias, los abrazos no transmiten VIH. Aparecieron las campañas, los afiches, los folletos. Entonces comenzamos a repetir como un mantra que el único método que previene el VIH es el preservativo. Y otra vez, el VIH nos obligó a pensar en nuestra sexualidad, a hablar de ella, y a tomar decisiones.
Los aniversarios nos ofrecen la excusa para parar, mirar hacia atrás y entender que es mucho el camino recorrido en pos de una mejor esperanza y calidad de vida. Después de 35 años, con la participación de activistas y organizaciones sociales, se conquistaron derechos impensados. Por ejemplo, Estados Unidos dejó de prohibir el ingreso de personas con VIH a su país y en Argentina se prohibió realizar test de VIH en los exámenes preocupacionales. Al mismo tiempo, la comunidad científica también hacía su aporte. Con el acceso al tratamiento, las personas con VIH tienen la misma expectativa de vida que una persona que no vive con el virus. Así se disminuyeron las muertes relacionadas al sida y también las posibilidades de transmisión ya que se comprobó que si una persona, bajo tratamiento, mantiene el virus en niveles indetectables por más de 6 meses reduce prácticamente a cero las posibilidades de transmitirlo por vía sexual a terceros.  Después de más de tres décadas los avances nos permiten plantearnos nuevos interrogantes, nuevos desafíos. La posibilidad de prevenir el VIH con la administración de antirretrovirales, con la Profilaxis Pre Exposición (PrEP), abre otro panorama de posibilidades. Sin embargo, persisten las mismas deficiencias, la ley de Educación Sexual Integral sigue sin implementarse en todo el país y el sistema de salud expulsa a poblaciones claves.
 
Hoy celebramos los avances, las conquistas, sin perder de vista que aún buscamos la cura: la del virus y la del estigma. Porque ni el más fuerte de los sistemas inmunológicos resiste a la discriminación y a la marginalidad. Porque los mejores resultados en investigaciones científicas carecen de impacto si no existe un compromiso en generar el mejor contexto para aplicarlos. El VIH llegó hace 35 años para desafiarnos, para hacernos entender que esta epidemia no es un asunto exclusivamente médico y que si no somos parte de la solución, somos parte del problema.

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