Algo real entre tanta artificialidad
En esta oportunidad decidí escribir algo completamente distinto a lo que vengo haciendo. Al fin y al cabo, detrás de la Flor analista de datos que lees cada dos jueves, está la Flor persona, que siente y piensa muchísimo (por desgracia).
Se me ocurrió hacer este post mas personal mientras estaba sentada escribiendo al sol, disfrutando del extraño aire primaveral que hoy envuelve a la Ciudad de Buenos Aires.
Escribía en un cuaderno que me compro todos los veranos, con hojas lisas. Es mi ritual de todos los años. Algunas chicas dicen “año nuevo, vida nueva”, otras como yo decimos “año nuevo, cuaderno nuevo”.
Lo uso para descargar mi catarata de pensamientos mínimo una vez por semana, es mi forma de terapia en casa (más allá de hacer terapia con una profesional) y me encontré a mi misma preguntándome cómo sería un futuro donde los cuadernos ya no existan, donde las lapiceras ya no escriban, donde los humanos ya no reflexionemos, ya no pensemos creativamente y no pude evitar sentirme abrumada por la frustración.
¿Dejaremos que nos consuma lo artificial? ¿Dejaremos que simplemente la creatividad esté en manos de una “máquina”? Podrá ser más eficiente, podrá tener muchas ventajas comparadas pero la mente humana es más fuerte que todo, para bien y para mal.
Mientras pensaba esto, me escribía una amiga que se encuentra en Madrid buscando trabajo, una traductora y escritora muy talentosa, decepcionada por la realidad que nos acontece a todos los que nos dedicamos a la comunicación -cualquiera sea su forma-, “todo lo que sé hacer, lo hace la inteligencia artificial, ya no sirvo para nada”.
Quise escaparle a ese mensaje, quise ignorar el tema, pero ¿a quién voy a engañar? Si es en lo único que pienso 24/7.
En cuanto quise contestarle sin querer apreté la nueva función de WhatsApp de Meta IA que crea un chat con la IA para hacerle preguntas, consultas, crear diseños, imágenes, etc. Qué casualidad (no). Linda señal del universo.
La IA nos está invadiendo. Lo artificial, lo falso, lo fake. Estamos siendo bombardeados con información todo el tiempo, vivimos a las apuradas, ansiosos, colmados de incertidumbre hasta la médula por un futuro que no sabemos como será ni si nos incluirá.
Se suponía que la inteligencia artificial llegaría para ayudarnos y ser una herramienta más para alcanzar nuestras metas personales y profesionales, y lo único que está haciendo es alienandonos de nuestras propias virtudes, invisibilizando nuestras capacidades.
Vamos camino a convertirnos en una sociedad que no sepa distinguir entre lo real y lo artificial, y no hablo solo de inteligencia artificial, sino de algo más profundo. Sentimientos, sensaciones, experiencias, pensamientos, ideologías, información, sucesos.
Escribiendo este newsletter, investigando, charlando, leyendo, estudiando para armar una edición lo más coherente posible muchas veces termino preocupada por las noticias que me encuentro en el proceso, muchas de ellas he decidido no compartirlas para no generar angustia a quien me está leyendo del otro lado.
La pregunta que mas resuena en mi cabeza últimamente es “¿Hacia donde estamos yendo? ¿Por qué?”
La ola de avance tecnológico nos encuentra en un momento post pandémico donde todos los procesos -tanto positivos como negativos- se aceleraron. Crisis económica, crisis de salud mental, crisis social, violencia política, xenofobia, racismo, crímenes de odio, femicidios, etc etc. Nos encuentra solos en nuestra individualidad, inmersos en una marea de “sé tu propio jefe”, “emprende”, “viaja por el mundo solo y trabaja remoto”, donde nadie sabe como relacionarse, se cayeron todas las estructuras que teníamos, nos invade la incertidumbre, hay muchísima competencia laboral para un puesto donde tus derechos son inexistentes… Y a todo eso le sumamos que la inteligencia artificial llegó para decirnos “viste, no eras suficientemente bueno al final, yo soy mejor que vos”.
Vamos camino a la destrucción de la empatía y el sentimiento de comunidad. La inteligencia artificial no necesita eso para ser exitosa o eficiente. Solo necesita producir. Y puede hacerlo 24/7, sin pedirse vacaciones, ni un sueldo, no requiere derechos laborales, no es necesario proveerle de herramientas para mejorar su salud mental. No necesita nada. Entonces la pregunta es… ¿Quedaremos relegados simplemente a existir en detrimento de nuestras capacidades? ¿Vamos a sobrevivir sin ser personas creativas?
Estas ideas rondan en mi cabeza cada vez que cierro los ojos y dejo que el calor del sol cuasi primaveral me de en la cara. Mientras tomo un café mirando las pocas hojas de los árboles que sobrevivieron después un invierno polar en la ciudad me pregunto si no vamos camino a que “la supervivencia del más apto” sea nuestro nuevo emblema.
Uno a veces no encuentra motivos para seguir en la lucha por lo real, a veces quiere encajar perfectamente en una sociedad líquida donde todo es descartable y artificial, pero yo todavía sigo comprando cuadernos de hojas lisas y lapiceras que aún tienen tinta.