Algo real entre tanta artificialidad

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En esta oportunidad decidí escribir algo completamente distinto a lo que vengo haciendo. Al fin y al cabo, detrás de la Flor analista de datos que lees cada dos jueves, está la Flor persona, que siente y piensa muchísimo (por desgracia).

Se me ocurrió hacer este post mas personal mientras estaba sentada escribiendo al sol, disfrutando del extraño aire primaveral que hoy envuelve a la Ciudad de Buenos Aires.

Escribía en un cuaderno que me compro todos los veranos, con hojas lisas. Es mi ritual de todos los años. Algunas chicas dicen “año nuevo, vida nueva”, otras como yo decimos “año nuevo, cuaderno nuevo”.

Lo uso para descargar mi catarata de pensamientos mínimo una vez por semana, es mi forma de terapia en casa (más allá de hacer terapia con una profesional) y me encontré a mi misma preguntándome cómo sería un futuro donde los cuadernos ya no existan, donde las lapiceras ya no escriban, donde los humanos ya no reflexionemos, ya no pensemos creativamente y no pude evitar sentirme abrumada por la frustración.

¿Dejaremos que nos consuma lo artificial? ¿Dejaremos que simplemente la creatividad esté en manos de una “máquina”? Podrá ser más eficiente, podrá tener muchas ventajas comparadas pero la mente humana es más fuerte que todo, para bien y para mal.

Mientras pensaba esto, me escribía una amiga que se encuentra en Madrid buscando trabajo, una traductora y escritora muy talentosa, decepcionada por la realidad que nos acontece a todos los que nos dedicamos a la comunicación -cualquiera sea su forma-, “todo lo que sé hacer, lo hace la inteligencia artificial, ya no sirvo para nada”.

Quise escaparle a ese mensaje, quise ignorar el tema, pero ¿a quién voy a engañar? Si es en lo único que pienso 24/7.

En cuanto quise contestarle sin querer apreté la nueva función de WhatsApp de Meta IA que crea un chat con la IA para hacerle preguntas, consultas, crear diseños, imágenes, etc. Qué casualidad (no). Linda señal del universo.

La IA nos está invadiendo. Lo artificial, lo falso, lo fake. Estamos siendo bombardeados con información todo el tiempo, vivimos a las apuradas, ansiosos, colmados de incertidumbre hasta la médula por un futuro que no sabemos como será ni si nos incluirá.

Se suponía que la inteligencia artificial llegaría para ayudarnos y ser una herramienta más para alcanzar nuestras metas personales y profesionales, y lo único que está haciendo es alienandonos de nuestras propias virtudes, invisibilizando nuestras capacidades.

Vamos camino a convertirnos en una sociedad que no sepa distinguir entre lo real y lo artificial, y no hablo solo de inteligencia artificial, sino de algo más profundo. Sentimientos, sensaciones, experiencias, pensamientos, ideologías, información, sucesos.

Escribiendo este newsletter, investigando, charlando, leyendo, estudiando para armar una edición lo más coherente posible muchas veces termino preocupada por las noticias que me encuentro en el proceso, muchas de ellas he decidido no compartirlas para no generar angustia a quien me está leyendo del otro lado.

La pregunta que mas resuena en mi cabeza últimamente es “¿Hacia donde estamos yendo? ¿Por qué?”

La ola de avance tecnológico nos encuentra en un momento post pandémico donde todos los procesos -tanto positivos como negativos- se aceleraron. Crisis económica, crisis de salud mental, crisis social, violencia política, xenofobia, racismo, crímenes de odio, femicidios, etc etc. Nos encuentra solos en nuestra individualidad, inmersos en una marea de “sé tu propio jefe”, “emprende”, “viaja por el mundo solo y trabaja remoto”, donde nadie sabe como relacionarse, se cayeron todas las estructuras que teníamos, nos invade la incertidumbre, hay muchísima competencia laboral para un puesto donde tus derechos son inexistentes… Y a todo eso le sumamos que la inteligencia artificial llegó para decirnos “viste, no eras suficientemente bueno al final, yo soy mejor que vos”.

Vamos camino a la destrucción de la empatía y el sentimiento de comunidad. La inteligencia artificial no necesita eso para ser exitosa o eficiente. Solo necesita producir. Y puede hacerlo 24/7, sin pedirse vacaciones, ni un sueldo, no requiere derechos laborales, no es necesario proveerle de herramientas para mejorar su salud mental. No necesita nada. Entonces la pregunta es… ¿Quedaremos relegados simplemente a existir en detrimento de nuestras capacidades? ¿Vamos a sobrevivir sin ser personas creativas?

Estas ideas rondan en mi cabeza cada vez que cierro los ojos y dejo que el calor del sol cuasi primaveral me de en la cara. Mientras tomo un café mirando las pocas hojas de los árboles que sobrevivieron después un invierno polar en la ciudad me pregunto si no vamos camino a que “la supervivencia del más apto” sea nuestro nuevo emblema.

Uno a veces no encuentra motivos para seguir en la lucha por lo real, a veces quiere encajar perfectamente en una sociedad líquida donde todo es descartable y artificial, pero yo todavía sigo comprando cuadernos de hojas lisas y lapiceras que aún tienen tinta.

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¿La IA podría reemplazar a los políticos?

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El avance de la IA es tan grande y las implicancias son tan profundas que vivimos tiempos históricos (desde la pandemia venimos robando con esta frase) a cada paso que damos como sociedad globalizada e interconectada.

Las elecciones en Reino Unido están completamente empañadas por el fenómeno de la IA. Tanto es así, que surgió el primer candidato de la historia hecho con inteligencia artificial, llamado Steve AI y causó tanto revuelo que una encuesta reciente arrojó que casi la mitad de los votantes elegirían a una IA por sobre el actual Primer Ministro Rishi Sunak.

Cuando leí eso yo también puse la misma cara que vos. ¿En qué mundo estamos viviendo?

Se prevé que el Partido Conservador del Primer Ministro sufra una gran derrota. Es posible que Sunak se convierta incluso en el primer PM en funciones que pierda su propio escaño en el Parlamento. Y se espera que el Partido Laborista de la oposición forme el próximo gobierno.

Es lo opuesto de lo que ocurre en otras partes de Europa, como Francia, donde el partido de extrema derecha de Marine Le Pen acaba de ganar la primera vuelta de las elecciones legislativas.

En estas elecciones también han surgido partidos más pequeños , como los centristas Liberal Demócratas, el ultraderechista Reformista y los Verdes. La apatía hacia los dos partidos principales es alta. Una encuesta reciente del Financial Times mostró que el apoyo combinado a los dos partidos principales del país es ahora de sólo el 63%, un mínimo histórico desde que surgió el sistema bipartidista inglés después de la Primera Guerra Mundial. 

No es casualidad que un contexto de descontento social, apatía política, crisis de representación y avance de posiciones extremistas surjan candidatos hechos con Inteligencia Artificial que vienen a arreglar todos los problemas de los ciudadanos. 

Steve no es el primer político virtual. En Nueva Zelanda, SAM, creado por el desarrollador de software Nick Gerritsen en 2017, fue diseñado para responder preguntas de los electores en las redes sociales. Y Alisa se presentó contra Putin en las elecciones rusas de 2018 con la misión de crear “el sistema político del futuro, construido exclusivamente sobre decisiones racionales tomadas sobre la base de algoritmos claros”.

El interrogante principal que me surge entonces es, ¿realmente podría una IA reemplazar a un político? Pero además ¿Qué implicancias tendría esto? ¿Cuáles serían las consecuencias? ¿Qué hace un político de especial que no podría hacer una IA? 

Y esto aplica para muchos otros roles que ejerce el ser humano en la vida pública, pero sin duda la representatividad es fundamental y está en crisis, declive y decadencia hace años.

Desde la inoperancia, la falta de representatividad, la desconexión con el pueblo, la ineficacia, etc etc, la IA podría solucionar muchas de estas cuestiones. 

Le pregunté a Gemini al respecto y esto fue lo que me dijo:

“En teoría, la IA podría realizar muchas de las tareas asociadas con la política, como:

  • Análisis de datos: La IA puede procesar grandes cantidades de información para identificar patrones y tendencias, lo que podría ayudar en la toma de decisiones informadas sobre políticas públicas.
  • Comunicación: Los chatbots y sistemas de generación de lenguaje natural podrían interactuar con los ciudadanos, responder preguntas y proporcionar información sobre políticas.
  • Predicción de resultados: La IA podría simular escenarios y predecir los efectos de diferentes políticas, ayudando a los políticos a tomar decisiones más efectivas.

Implicancias y consecuencias sociales:

Sin embargo, reemplazar a los políticos por IA plantea importantes desafíos éticos y sociales:

  • Falta de juicio humano: La IA carece de la capacidad de empatía, intuición y juicio moral que son esenciales para la toma de decisiones políticas complejas.
  • Sesgos y discriminación: Los algoritmos de IA pueden perpetuar y amplificar los sesgos existentes en los datos, lo que podría llevar a decisiones discriminatorias.
  • Responsabilidad y transparencia: ¿Quién sería responsable de las decisiones tomadas por una IA política? ¿Cómo se garantizaría la transparencia y la rendición de cuentas?
  • Pérdida de confianza: La falta de contacto humano y la percepción de que las decisiones son tomadas por máquinas podrían erosionar la confianza pública en el sistema político.
  • Amenaza a la democracia: La política es un proceso inherentemente humano que involucra debate, negociación y compromiso. Reemplazar a los políticos por IA podría socavar los principios fundamentales de la democracia.

Conclusión:

Si bien la IA puede ser una herramienta valiosa para ayudar a los políticos a tomar decisiones más informadas y eficientes, reemplazarlos por completo sería un error. La política es un ámbito complejo que requiere habilidades humanas únicas, como la empatía, la creatividad y la capacidad de construir consenso. La IA puede complementar, pero no sustituir, el papel fundamental de los políticos en una sociedad democrática.”

Respecto a los riesgos me surgen varios interrogantes. ¿No es acaso más peligrosa la falta de empatía de un ser humano? ¿No es acaso más dañino para la democracia moderna la desinformación que es generada con malintención por parte de los seres humanos que utilizan herramientas novedosas para engañar al pueblo? ¿No es más grave la discriminación hacia sectores minoritarios sea cual fuesen?  

Y que tal si hablamos del sesgo ideológico que viene corrompiendo a las nuevas generaciones a través de redes sociales poniendo unos contra otros constantemente? ¿No es más dañino para la democracia moderna la creciente ola de resentimiento que provoca crímenes de odio e incluso la justificación de los mismos? Y qué tal si hablamos de la guerra? 

Podría seguir haciendo preguntas y llenar páginas y páginas.

Entonces, la IA podría complementarnos, reemplazarnos y hasta ser más ‘eficientes’ en muchísimos aspectos que no podría abordar en esta edición. La cuestión es puramente ética, no en términos de eficiencia y eficacia. 

La IA llega a nuestras vidas en un momento de la historia que encuentra a casi todas las democracias occidentales en su pendiente hacia el abismo de lo desconocido.

Polarización extrema, resurgimiento de discursos de odio, ideologías extremistas, desinformación por doquier, radicalización de grupos -incluso- armados, crisis economicas, apatía social, aislamiento por lo que dejó la pandemia y posterior crecimiento de sentimientos individualistas, desconexión de grupos sociales hasta en el ámbito laboral por el auge del teletrabajo, etc. 

Entonces, los problemas que hoy tenemos no son por el avance de la inteligencia artificial, sino por la falta de inteligencia humana. Creo fervientemente que la clave para adaptarse a esta nueva realidad será desarrollar habilidades que complementen a la IA, como la creatividad, el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la inteligencia emocional.

La invención del candidato británico Steve AI plantea más preguntas que respuestas sobre la confianza en la política. La IA puede ofrecer la posibilidad de una mayor participación pública en el proceso político, sí, es por eso que los gobiernos deberían prestar muchísima atención a lo que suceda tanto en Reino Unido como en las futuras elecciones en EEUU, adelantarse a lo que pueda pasar y dar forma a leyes que garanticen no sólo la protección de los intereses de los ciudadanos y la integridad del sistema político, sino también de lo que nos queda de humanidad… que no es mucho.

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Para poder combatir el cambio climático, América Latina necesita canjear su deuda

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La pandemia de COVID-19 ha puesto a prueba la capacidad de los gobiernos de América Latina para pagar sus crecientes deudas externas y ha empujado a países como Argentina y Ecuador al riesgo de incumplimiento. Este fenómeno no es único de la región: la deuda, en 2020 y 2021, ha costado más de 3,000 millones de dólares en las economías emergentes.

América Latina, además, es una de las regiones más afectadas del mundo por el cambio climático. Si a eso se suma una caída del Producto Interno Bruto de 7.7% en 2020, y que este no volverá a los niveles previos a la pandemia hasta 2024, estamos frente a un problema serio. Ante ello, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26) —que ya se realiza en Escocia— los gobiernos de la región buscan instalar una posición casi unificada sobre este tema: no hay política de mitigación climática posible mientras exista una deuda externa que deje a los países sin margen de acción.

En el “Diálogo de alto nivel sobre acción climática en las Américas”, que se realizó en septiembre y en el que participaron todos los países de la región con excepción de Brasil y México, el gobierno argentino logró el apoyo sobre la iniciativa de “canje de deuda por acción climática”, que busca acuerdos con organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reducir la deuda e invertir ese dinero en políticas de reducción de los efectos del cambio climático. La idea es que los países elaboren planes de mitigación y adaptación, conforme a sus condiciones y circunstancias nacionales, y que una porción de la deuda se oriente a su implementación.

En un contexto de pospandemia, la mayoría de los países latinoamericanos necesitan proteger sus activos naturales pero, debido a las crecientes deudas soberanas, hoy no pueden costearlo. La integración de los países de la región en estas propuestas, pese a las discrepancias ideológicas entre los líderes, es la única solución posible para el desarrollo e implementación de políticas climáticas económicamente sostenibles contra la crisis.

Sobre esta propuesta el presidente argentino, Alberto Fernández, dijo en la reunión: “Los canjes de deuda por acción climática, los mecanismos de pago por servicios ecosistémicos y el concepto de deuda ambiental son claves para la salida de esta crisis. Necesitamos que los organismos de crédito comprometan 50% de sus carteras de préstamos en acciones ambientales”.

Se sumó el presidente de Colombia, Iván Duque, quien pidió “herramientas más novedosas” de financiamiento por parte de los organismos de crédito y que los acreedores cancelen las deudas de los países cuando estos cumplan con sus metas climáticas. Además, sugirió crear un mercado de carbono latinoamericano.

Y el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, agregó: “Tenemos que endeudarnos para enfrentar las consecuencias del cambio climático, que aumenta cada vez más. Estamos en un ciclo perverso y a ello ahora se suma la pandemia. El cambio climático tiene emisores importantes y ellos tienen que poner su parte”. Esta iniciativa también fue propuesta ante John Kerry, enviado especial de Estados Unidos para el clima, quien acudió a la reunión.

El FMI ve la propuesta como algo factible: “Las economías en desarrollo con capacidad fiscal limitada podrían beneficiarse de instrumentos alternativos, como canjes de deuda por actividades de protección del medio ambiente, diseñados para movilizar recursos para inversiones en infraestructuras y medidas de conservación medioambientales y, al mismo tiempo, reducir la carga de la deuda”. Y organismos como el Banco Mundial también.

Este tipo de organismos son la principal fuente de financiamiento de los países en vías de desarrollo y, si ellos ya están de acuerdo, otros acreedores como China —principal socio comercial de casi todos los países de la región— podrían seguirlos.

Implementar estas políticas es necesario para América Latina, en donde la cuestión económica no es el único problema: el medio ambiente también está bajo mucha presión. La naturaleza representa más de una cuarta parte de la riqueza en los países de ingresos medianos. Pero estos activos, muchos de ellos insustituibles, se están perdiendo a un ritmo alarmante por las actividades humanas.

La región contiene 57% de los bosques primarios del mundo, alberga entre 40% y 50% de la biodiversidad mundial y un tercio de todas las especies de plantas. La sequía fue un factor determinante para que 2020 fuera el año con más incendios activos en el sur de la Amazonia, superando a 2019. La cuenca del río Amazonas, que se extiende a lo largo de nueve países de América del Sur y almacena 10% del carbono global, ha experimentado una enorme deforestación en los últimos años debido a la tala para crear pastizales para el ganado y la degradación producida por los incendios.

Por primera vez en la historia hay llamados de países y organismos multilaterales para una ronda de reestructuraciones de deuda que sean ecológicas e inclusivas. Esto debe marcar la hoja de ruta del integracionismo latinoamericano que muchos creían muerto: consensos para poner la agenda climática en el centro de la escena, a pesar de las disidencias ideológicas. Los mandatarios deberán actuar en consecuencia, si no, América Latina quedará relegada a ser la región que tuvo todo para ser vanguardia como un bloque regional y decidió mirar sus propios intereses sin pensar en las futuras generaciones.

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Estados Unidos-Argentina: embajador nuevo, presiones viejas

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Marc Stanley, uno de los principales recaudadores de fondos demócratas judíos durante la campaña de Joe Biden, fue nominado como el nuevo embajador de Estados Unidos en Argentina. 

La noticia se conoció en agosto luego de la reunión que mantuvieron el Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, y el presidente Alberto Fernández, pero fue confirmado esta semana ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos. 

Stanley en 2011, fue designado por el ex presidente de Estados Unidos Barack Obama como miembro del Consejo del Museo Conmemorativo del Holocausto en Washington. También fue miembro de la Junta de Visitantes de la Universidad Aérea de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en la Base de la Fuerza Aérea Maxwell en Montgomery, Alabama.

Además, es líder de muchas organizaciones caritativas y políticas judías y se desempeñó durante seis años como presidente del Consejo Nacional Judío Democrático. En Dallas, también es ex presidente inmediato de The Legacy Senior Communities, Inc., una organización benéfica sin fines de lucro patrocinada por la comunidad judía que brinda atención continua a las comunidades de jubilados y atención domiciliaria para personas mayores y sus familias.

Y dada su experiencia en el tema, no es casualidad que sea designado como embajador en el país que tiene la mayor población judía de América Latina.

Luego de la videoconferencia, empezó la polémica. “La Argentina es un hermoso micro turístico al que las ruedas no le están funcionando correctamente”, ironizó Stanley, quien aún debe ser confirmado por el Senado local mediante el envío de cartas credenciales. A su vez, anticipó que parte de su función diplomática será asistir para que la economía -que se encuentra en recesión desde 2018- se pueda “encarrilar”.  Además, criticó la postura de derechos humanos de la gestión de Alberto Fernández. 

Deuda, FMI y ¿soberanía?

“La deuda del FMI, 45 mil millones de dólares, es enorme. El problema, sin embargo, es que es responsabilidad de los líderes argentinos elaborar un ‘plan macro’ para devolverla, y aún no lo han hecho. Dicen que ya pronto viene uno”.

La soberanía es una de las grandes banderas que disputan los gobiernos populares a lo largo y ancho del continente por razones estrictamente geopolíticas.

En el caso de Argentina, hizo una reestructuración de su exorbitante deuda en dos fases, 2005 y 2010, que contó con la adhesión del 97% de los acreedores. Sin embargo, a pesar de este éxito rotundo en la reestructuración, Argentina fue perjudicada por la voluntad geopolítica adversa del gobierno de Estados Unidos que dificultó la renegociación permitiendo dislates jurídicos (como el de la famosa cláusula Ruffo aplicada por el juez provincial de Nueva York, Thomas Griesa), que le impidieron a Argentina volver al mercado internacional de deuda, extorsionando hasta que el nuevo gobierno de Mauricio Macri finalmente decidió claudicar frente a los fondos buitres pagándoles unos 12.000 millones de dólares. 

Cumplir con el FMI, significa volver a servir a los intereses que supieron primar en nuestro país bajo los gobiernos dictatoriales, donde el mercado interno sufrió la monopolización y extranjerización de sus capitales y eso el gobierno de Alberto Fernández lo tiene claro. De hecho, durante el acto en conmemoración a Nestor Kirchner a 11 años de su muerte, el Presidente puso énfasis en todo momento en la importancia de la reestructuración de la deuda, la recuperación de la soberanía y la capacidad de decisión para beneficiar al conjunto de los argentinos y argentinas.

En una entrevista reciente el ministro de economía Martín Guzmán señaló que “acabar con la dependencia del FMI es un acto de soberanía. Que esté el FMI en la Argentina es un gran problema desde la construcción de la política económica desde la soberanía. Por eso negociamos una solución de una forma que ese principio sea absolutamente innegociable”.

Los fantasmas de siempre

Marc Stanley hizo énfasis en su discurso sobre la complicada relación que Argentina está teniendo con su inclaudicable defensa de derechos humanos y las posturas que adoptó la Cancillería en los últimos meses respecto a la violacion de los mismos en lugares como Venezuela, Cuba o Nicaragua. “Argentina aún no se ha unido a Estados Unidos y otros países para presionar por reformas significativas en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua”, cuestionó el designado diplomático. 

En medio de una guerra ideológica entre la CELAC y la OEA, Argentina (junto con México) se abstuvo en la votación del Consejo Permanente de la OEA, que aprobó una nueva resolución sobre la situación en Nicaragua, al juzgar que, si bien el documento del organismo regional “contiene elementos congruentes” con la postura argentina sobre los derechos humanos en ese país, “sólo parece prejuzgar el desarrollo de un acto eleccionario que aún no ha tenido lugar”, en relación a los comicios presidenciales nicaragüenses previstos para 7 de noviembre próximo. 

“El texto en cuestión, si bien contiene elementos congruentes con la posición argentina en lo que concierne a la situación de los derechos humanos en Nicaragua y los arrestos de representantes de la oposición nicaragüenses -como ya lo expresara en el comunicado emitido conjuntamente con México el pasado 15 de junio- sólo parece buscar prejuzgar sobre el desarrollo de un acto eleccionario que aún no ha tenido lugar”, fundamentó el Palacio San Martín, en un comunicado, respecto a la postura sostenida por la representación argentina en la OEA.

La postura en Venezuela (y Nicaragua) puede complicar el apoyo que el país necesita de Estados Unidos para resolver el principal reto que enfrenta la economía: la deuda con el FMI.

Estados Unidos es, además de todo lo ya conocido, clave en el board del FMI y Argentina necesitará banca política para tener éxito en la negociación de un nuevo programa.

¿America is back?

El nuevo embajador promete ser un nuevo nexo para afianzar (o mejorar) las relaciones comerciales entre nuestro país y los Estados Unidos.

Sin embargo, la historia reciente nos muestra cómo el gigante del norte está siendo desplazado del tablero lentamente. 

“A medida que Estados Unidos ve una mayor competencia con la República Popular China en la Argentina y en otros lugares, haré que sea una prioridad mantener los pies en el fuego, sobre todo cuando productos como la tecnología 5G inferior a la del mercado están ingresando al mercado (regional), y permitiendo que China acceda todos los datos e información de la población argentina”, puntualizó Stanley.

Los últimos gobiernos argentinos han demostrado interés en las propuestas chinas, particularmente la del OBOR (One Belt, One Road). Durante las reuniones del G20 de 2018 en nuestro país, Argentina había reconocido en una declaración conjunta presidencial que la iniciativa “inyectaría dinamismo” a la cooperación sino-argentina. En septiembre de 2020, el presidente Alberto Fernández expresó su interés en comenzar las negociaciones para que Argentina pueda formar parte del plan OBOR, lo que podría ser positivo para el país ya que esto estimularía el empleo y obras en el territorio, entre otras cosas.

Estados Unidos tiene otra forma de vincularse económica y comercialmente con nuestro país, partiendo de la base de que, a diferencia del país asiático, se trata de una economía que no es complementaria y siempre han existido más tensiones.

Estados Unidos es el principal inversor extranjero en el mundo, y nuestro país no es una excepción. La Inversión Extranjera Directa (IED) es una herramienta que consiste en la inversión con interés durable por parte de empresas en países que no son el de su origen. En nuestro caso, y de acuerdo a la consultora Abeceb, Estados Unidos posee un stock del 22,7% de las IED, con inversiones de U$S17.000 millones.

“Estoy dispuesto a viajar por todas las provincias argentinas para promover los ideales de la administración Biden y promover nuestra industria”, dice el designado embajador. 

AMIA, un tema sensible que se se vuelve a tocar 

Uno de los temas sin dudas más controversiales que tocó en su breve exposición ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, fue el tema de la AMIA. Marc Stanley dijo que “debería haber una demanda” de que el gobierno y el poder judicial argentinos investiguen y procesen a fondo el atentado terrorista con bomba de 1994 del centro comunitario judío de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires.

El ataque, recordemos, que fue llevado a cabo por un terrorista suicida libanés vinculado a Hezbolá y que los investigadores creen que fue organizado directamente por altos funcionarios del gobierno iraní, aún no se ha resuelto oficialmente. Stanley, hablando en su audiencia de confirmación describió el bombardeo como “un gran problema” y pidió al gobierno argentino que aborde adecuadamente el ataque.

“Este no es un problema judío. Esto es un problema que incluye a toda la Argentina”, dijo Stanley. “Ochenta y cinco personas murieron y no todos eran judíos… Creo que todos los argentinos deberían estar molestos por eso, y creo que debería haber una demanda de este gobierno, el poder judicial debe enjuiciar y averiguar quién es responsable y obtener justicia”.

Así como Venezuela, o Nicaragua más recientemente, alejan a la Casa Blanca y la Casa Rosada, hay varias partidas simultáneas en el tablero de la relación bilateral. 

Un caso en sentido contrario es la agenda del cambio climático, que ofrece una causa común entre ambos gobiernos. Se observa, además, un interés en tener un diálogo fluido con la administración de Joe Biden, que es correspondido por funcionarios del equipo del líder demócrata. Eso se vio explícito en las distintas visitas que funcionarios de la Casa Blanca tuvieron en los últimos meses en nuestro país. El cambio climático sin lugar a dudas puede posicionar a la Argentina como el gran líder de la región, pero para ello el gobierno del Frente de Todos necesita resolver sus problemas. 

Sin cohesión interna, no hay política exterior sostenible posible. El cambio de Canciller da cuenta de esos vaivenes ideológicos. 

La llegada del ex jefe de gabinete Santiago Cafiero a Cancillería intenta poner paños fríos a la interna que explotó luego de los resultados de las elecciones de medio término. Hasta ahora, solo ha obtenido tibios resultados. Es posible que esta posición cambie con las propuestas que se llevarán adelante en la COP26, que pone sobre la mesa la centralidad del cambio climático y el famoso “subdesarrollo”. 

Luego de la visita de John Kerry, el enviado de la Casa Blanca para entablar diálogos con distintos gobiernos de Latinoamérica sobre la lucha contra el cambio climático, Cancillería puso en marcha el plan “COP26” y el propio Alberto Fernández, en una suerte de guiño hacia la administración Biden, esta semana será uno de los principales oradores del continente y defenderá las inversiones verdes y el desarrollo sostenible, quizás el inicio de una “buena” (al menos no tóxica) relación bilateral con el nuevo embajador.

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Reuniones claves en tiempos de crisis

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La vuelta a la presencialidad del G-20

La reunión de líderes de las 20 economías más grandes del mundo en Roma este fin de semana estará dominada por las discusiones sobre los objetivos climáticos que probablemente marquen la pauta para la cumbre COP26 que sigue. 

  • Primero lo primero. El G-20 está compuesto por 19 países más la Unión Europea. Los estados miembros son: Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur, Turquía, el Reino Unido y Estados Unidos.
  • Quienes no van: Xi Jinping y Vladimir Putin. Participaran de forma virtual. (shockeados?)

Al foro central también asistirán presidentes de países invitados, representantes de organizaciones internacionales y regionales y como ya es tradición, se aguarda la participación de los ministros de Economía y Finanzas.

  • Que buscará Argentina: una posible reunión bilateral con Biden cambiaría el panorama, aun no está confirmada. La delegación argentina buscará consolidar los respaldos internacionales cosechados en el último año y medio para la renegociación del préstamo con el FMI e intentará lograr que de frutos la presión internacional sobre el Directorio (Board) del organismo para eliminar los sobrecargos, que le costarían a la Argentina más de u$s 10.000 millones en un acuerdo a 10 años. Se busca “repensar una nueva arquitectura financiera internacional“, el rol de los bancos de desarrollo y los canjes de deuda por acciones climáticas.

Sobre este tema en particular te recomiendo el artículo que escribiré para el Washington Post en Español, sale el lunes así que prendete a mi Twitter.

Habiendo dejado 2 líneas de autobombo, procedo. (inserte meme de proceda aqui)

Dado que Xi Jinping y Vladimir Putin no irán, veamos qué buscará Estados Unidos: los principales temas de agenda incluirán los altos precios de la energía, los problemas de la cadena de suministro y una tasa impositiva mínima global.

No será fácil para Biden, quien necesita reparar la credibilidad de Estados Unidos luego de la desordenada retirada militar de Afganistán y una ruptura con el aliado transatlántico París por el acuerdo del submarino nuclear AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) que echó a pique un billón de dólares. Sobre ese tema te conté todo en esta edición.

La Casa Blanca no dio muchos detalles, solo hay dos reuniones confirmadas. Con Macron, para calmar las aguas por el acuerdo AUKUS y con Mario Draghi, el PM italiano por ser el anfitrión del evento y se espera que se hable de posibles inversiones estadounidenses en Italia para contrarrestar la avanzada china.

Biden, como quien para en la ruta camino a la costa atlántica para comerse un asado, apenas aterrizó en Roma ya nos regaló una de las fotos más icónicas del año:

El G20 como antesala de la COP26

Aunque casi 200 países estarán representados en la reunión COP26 convocada por la ONU en Glasgow que comienza el lunes, los miembros del G20 representan más del 80% del PIB mundial y un nivel similar de emisiones de carbono.

La reducción de la actividad industrial como respuesta a la crisis sanitaria hizo que las emisiones de CO2 del G20 relacionadas con la energía disminuyeran un 6% el año pasado. 

Pero la dependencia a los combustibles fósiles de los países más ricos continúa. Son China, Estados Unidos e India quienes representan –con un 61% en total sobre los miembros– un mayor impulso en el crecimiento del consumo de carbón. Según los cálculos de Climate Transparency, su uso ha repuntado casi un 5% en 2021.

Es por eso que las discusiones en la antesala de la COP26 van a ser acaloradas, cómo estación de subte porteña esta semana.

Sobre la mesa hay un argumento sólido para compromisos “netos cero” cómo recortar el uso de carbón en el sector energético, firmar el compromiso de metano, reducir el subsidio al combustible y aumentar los objetivos climáticos nacionales, también conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional.

  • Mi breve opinión personal sobre este foro: el G-20 2021 parece encarnar algo más amplio sobre nuestro momento contemporáneo. 

El bloque se reunió por primera vez a finales del siglo pasado a la sombra de la crisis financiera asiática. Una década más tarde, fue una cumbre del G-20 que ayudó a movilizar la respuesta global a la crisis financiera de 2008, generando compromisos de más de un billón de dólares en gasto público para restaurar el crédito, el crecimiento y el empleo.

Como foro que incluía tanto a las potencias tradicionales de Occidente del siglo XX como a los gigantes emergentes del mundo en desarrollo, se erigió como el bloque definitorio del orden posterior a la Guerra Fría. Sus reuniones se convirtieron en el principal evento del calendario geopolítico anual.

Esa imagen es menos clara ahora. Las diferencias dentro del bloque y su incapacidad para asumir la apariencia de una agenda colectiva ambiciosa refleja un cambio más profundo en la política internacional. El G-20 fue muy lento en su respuesta a la pandemia, a pesar de que sus países se han asegurado la gran mayoría del suministro de vacunas del mundo. Las diferencias políticas entre países ahora ahogan los intereses económicos compartidos, y los miembros del bloque están preparados para defender sus propios intereses en Roma. 

  • Lo que espero que suceda: las naciones desarrolladas están subiendo la apuesta y apuntan a finalizar un ambicioso plan de acción climática. Al otro lado de la división están India, China, Brasil, Australia, Indonesia y Arabia Saudita, países donde la agenda de crecimiento podría verse profundamente afectada por estas decisiones.

Las naciones en desarrollo en la agrupación del G20 señalaron que esta visión quita el foco de los compromisos existentes en el Acuerdo de París y de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático para limitar el calentamiento global por debajo de los 2ºC (preferiblemente hasta 1,5°C) en comparación con los niveles pre industriales.

El “Compromiso de Metano” firmado hace poco por Estados Unidos y la Unión Europea también reavivó diversas disputas de varias naciones del G20. 

Existe una presión cada vez mayor para que todas las naciones en particular las de grandes emisiones como China, India, Rusia y Brasil se adhieran al Compromiso de Metano, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gas en un 30% para 2030. 

Esto afectaría tanto a la ganadería como a la agricultura en estas naciones y eso no les cae nada bien en una coyuntura de recuperación económica post pandémica. Otra área clave de debate es el llamado a la descarbonización del sector energético para 2030.

El rol que tome EEUU será clave. Porque últimamente en lugar de intentar construir un mundo inclusivo como se lo propuso durante la campaña 2020, Biden ha estado obligando a los países a elegir un bando entre Estados Unidos y China, algo que la mayoría de los países (incluso viejos aliados europeos) se han negado a hacer. Y esto se va a ver explícitamente en esta reunión.

El consenso que Washington busca sobre una visión clara frente al cambio climático, está roto. Cabe tan solo recordar la disputa que estalló entre Jair Bolsonaro y Emmanuel Macron en 2019, cuando la selva amazónica estaba en llamas y Macron acusó a Bolsonaro de “ecocidio”: al permitir que madereros, ganaderos, agricultores y mineros exploten el bosque más grande del mundo, argumentó Macron, Bolsonaro estaba cometiendo un crimen contra el planeta. Bolsonaro criticó a su par francés y lo acusó de tratar a Brasil como si fuera “una colonia o una tierra de nadie”. 

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