Juan Rubén Martínez

Obispo de Posadas.

Seremos creíbles si nos reconocemos como hermanos

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Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 1° domingo de Cuaresma 1 de marzo de 2020

El miércoles de ceniza, con la masiva participación del Pueblo de Dios en las misas que se celebraron en las distintas parroquias y comunidades, hemos iniciado el tiempo de la Cuaresma. Para acompañar la reflexión de este tiempo, escribo habitualmente una carta pastoral que iremos compartiendo en los próximos domingos.

«Nos disponemos a celebrar el tiempo cuaresmal como un tiempo de gracia y penitencia que nos prepara a vivir más intensamente el misterio central de nuestra fe que es la Pascua. Nuestra fe, que está centrada en la persona de Jesucristo el Señor, de quien queremos ser discípulos y misioneros, nos lleva a revisar nuestra vida y espiritualidad. Y lo hacemos a la luz del Evangelio de Aquel en quien creemos, de Aquel que se hizo uno de nosotros para salvarnos y se reveló para que comprendamos que nuestra vida está cargada de sentido y que todos los bautizados tenemos una vocación y una misión.

En la Pascua celebramos el misterio del amor de Dios. De un Dios cercano que se hizo hombre, de Jesucristo el Señor que por nosotros murió y resucitó. En estas semanas de Cuaresma, a través de la espiritualidad de la liturgia, nos disponemos a renovar nuestra fe, esperanza y caridad. Esta carta cuaresmal lleva por título, «Seremos creíbles si nos reconocemos como hermanos». El texto del Evangelio de San Juan nos ayuda a comprender la necesidad del amor a los hermanos: «Que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que también ellos estén en nosotros para que el mundo crea que Tú me enviaste» (Jn 20,21). En esta reflexión cuaresmal buscaremos revisar cómo vivimos este pedido del Señor de reconocer al otro como hermano. Este mandato del Señor viene del Evangelio y es válido para todos los tiempos, pero, particularmente en el nuestro, tendremos que considerarlo especialmente. Amar a Dios y amar al prójimo será indispensable en esta época donde el contexto secularista rompe vínculos llevándonos a omitir a Dios y a ser indiferentes o incluso dañar a otros para sobrevivir en ámbitos excesivamente competitivos dominados por lo mercantil y el materialismo.

El fundamento último del amor humano está dado en el mismo amor trinitario. De hecho, el evangelio de Juan resalta la expresión del Señor en el versículo que ilumina esta carta: «que sean uno como Tú, Padre, y yo, somos uno» y agrega algo fundamental: «para que el mundo crea». Como causa de credibilidad del anuncio, de nuestra acción evangelizadora, se pone la unidad. En efecto, Cristo ha venido a ser semejante en todo a nosotros para que nosotros seamos hijos en Él (Heb 2,10-17). Para que seamos hijos de Dios en sentido pleno, capaces de decirle «Abba», es decir, Padre. Somos también coherederos de Cristo porque somos ya sus hermanos (Rom 8,14-17)».

En este primer domingo de Cuaresma, leemos el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. (Mt 4,1-11). Allí, respondiendo al tentador, Jesús nos enseña que «El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Que la meditación de la palabra de Dios nos ayude a caminar como hermanos y con esperanza este tiempo de gracia y de conversión.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

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«Amar es dialogar e incluir»

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El Evangelio de este domingo (Mt 5, 38-48) señala con definición y claridad que si nos llamamos cristianos tenemos que asumir un estilo de vida, criterios y opciones que muchas veces van a contrapelo de aquello que es habitual en los ambientes en los que estamos como: «el ojo por ojo y diente por diente». El Señor, nos dice que tenemos que tomar la decisión de vivir de otra manera: « Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra» (Mt 5,39). 

Pero el Señor va más allá y pone como exigencia del seguimiento el amor a los enemigos: «Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán Hijos del Padre que está en el cielo…Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?» (Mt 5, 43-46). Si realizamos un auténtico examen de conciencia sobre nuestro estilo de vida y manera de obrar, seguramente en la mayoría de los casos nos podemos encontrar muy lejanos a esta enseñanza y aún peor, quizás podamos sentirla como algo alejada de la realidad y nos parezca imposible ponerla en práctica. Es cierto que en nuestros ambientes laborales, comunitarios o familiares, y aún políticos y sociales, percibimos todo lo contrario a estas enseñanzas del Señor. El «ojo por ojo y el diente por diente», el dañar y vengar a aquel que me genera inseguridad, que capto que no me quiere o me hace daño es la moneda corriente con la que convivimos. Es muy difícil romper con los circuitos de violencia, y la falta de diálogo real, si no hay una conversión que implique cambiar la manera de plantear nuestras relaciones, y el convencimiento que amar es posible, incluso al que aparece como peligroso a mi propia existencia e intereses. Esta violencia, que muchas veces nos escandaliza cuando observamos algunos escenarios sociales y políticos, y que también se expresan en estilos de vida que nos presentan novelas, películas y programas de diversión, ocurren también, en una escala menor seguramente, en nuestras familias, trabajos y pequeñas comunidades cotidianas. El tomar la decisión de amar incluyendo al que no me interesa, me desagrada, o aún al que me daña, nos permite vivir la bienaventuranza que nos dice: «Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados Hijos de Dios» (Mt 5, 9). 

El sábado 22 de febrero a las 20:00 hs hemos celebrado la Misa en nuestro Seminario «Santo Cura de Ars», dando inicio a las actividades y recibiendo a nuevos jóvenes que ingresaron a nuestro Seminario provenientes de las Diócesis de Oberá, Iguazú y Posadas. Esto desde ya es un motivo de agradecimiento a Dios porque con su gracia nos sigue acompañando en un tema central como es el de las vocaciones sacerdotales. 

Tenemos la certeza del cariño que el pueblo misionero tiene por nuestros seminaristas. También quiero seguir pidiendo la oración de todos como nos enseña el Señor ya que la mies es mucha y los operarios pocos. Seguiremos necesitando rezar por las vocaciones sacerdotales, el apoyo al sostenimiento económico del seminario desde las becas, bonos, donaciones o alimentos. La oración y otras formas de ayuda al tema vocacional nos permiten tener un profundo agradecimiento a Dios y a tantos hermanos que con sus acciones generan signos de esperanza. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!

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El poder como servicio

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La liturgia de cada domingo nos acompaña a que alimentemos nuestra fe en la cotidianidad de nuestra vida. El Evangelio de este domingo (Mt 5,17-37), nos propone esta enseñanza directa que el Señor realiza a la multitud, y que en el texto de San Mateo empieza con las bienaventuranzas, y continua con diferentes exhortaciones de Jesucristo, el Señor. Él señala que no vino a abolir la ley o los profetas, sino a darle cumplimiento: «Les aseguro que, si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 5, 20). El texto de este domingo se presenta exigente y replica en nuestro interior para tomar conciencia que ser cristiano no es solamente el cumplimiento de rituales.
Si nuestro estilo de vida no está impregnado de la existencia del amor de Dios y del amor misericordioso a los hermanos, el Señor nos dice que será difícil que entremos en el Reino de los Cielos. Este es el gran desafío que afronta nuestro tiempo, muchas veces sumergido en estructuras de pecado que generan ambientes materialistas y mediocres, requiriendo de cristianos que sean verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo y testigos de la Vida.

No es fácil captar el núcleo del cristianismo. Comprender que la centralidad de la caridad, la justicia y la misericordia son las «credenciales de ingreso» al Reino que nos propone el Señor. Esta comprensión es indispensable para todo bautizado que se dispone a asumir este camino que queremos intensificar como discípulos y misioneros de Jesucristo. Debemos acentuar que estas credenciales de ingreso al Reino que son importantes para todos, lo son especialmente para aquellos que tenemos responsabilidades en la conducción ya sea como pastores, o bien como dirigentes sociales, políticos, económicos. Todos aquellos que debemos dar cuentas del bien o de los daños que provocamos desde nuestras tareas y compromisos. 

Considero muy importante en relación a este tema del poder como servicio subrayar algunas reflexiones del episcopado argentino sobre el estilo de liderazgos que necesitamos hoy: «En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos. Para nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos. 

En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas. 

Por eso, es fundamental generar y alentar un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente ha de ser ante todo un testigo. El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad hace al crecimiento de una comunidad. Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad. No habrá cambios profundos si no renace, en todos los ambientes y sectores, una intensa mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. Alentamos a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en «la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política». Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de nuestras instituciones. Queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios como así también a los educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia». 

El Evangelio de este domingo nos pide que vivamos nuestro compromiso cristiano, estilo de vida y servicio con mayor radicalidad y donación. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!

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Con María, servidores de la esperanza

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Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el 5° domingo durante el año 9 de febrero de 2020

Estamos empezando el año. Y en febrero todo se empieza a activar. Vemos cómo se va normalizando la vuelta al trabajo y a los estudios. Con eso, empiezan a volver las preocupaciones. Por eso es bueno que iniciemos nuestras actividades con mucha esperanza. En este año, desde la diócesis de Posadas y en toda la Argentina, estamos preparándonos para participar en el «IV Congreso Mariano Nacional» que se desarrollará entre el 23 y el 26 de abril en Catamarca. El tema del Congreso será «María, Madre del pueblo, esperanza nuestra» y el lema que nos acompañará será «Con María, servidores de la Esperanza». Se realizará en Catamarca en el contexto de la celebración de los 400 años de Nuestra Señora del Valle y del hallazgo de la imagen de la Virgen en la gruta de Choya. Como diócesis nos unimos gozosamente a esta celebración, y por eso, hemos iniciado también un año diocesano dedicado a la Virgen María, en nuestro Santuario de Loreto.

Durante todo el año buscaremos resaltar las principales fiestas de la Virgen y las diversas advocaciones que de ella se veneran en nuestras parroquias. También la imagen de la Virgen de Loreto, patrona de las Misiones, recorrerá las comunidades e instituciones. Además, durante este año seguiremos trabajando aquello a lo que nos comprometimos en junio pasado en la Asamblea diocesana, con la búsqueda de caminos pastorales ante el desafío de la evangelización de los jóvenes, revisando en parroquias, escuelas y universidades, grupos y movimientos, cómo acompañar a nuestros jóvenes.

Son muchos los motivos para iniciar con esperanza. Y la esperanza es creer que las cosas pueden mejorar, porque la vida triunfa sobre la muerte. La esperanza debe llevarnos a participar, a comprometernos, a testimoniar, a anunciar, a denunciar, pero no mentir hablando de solidaridad y escondiendo los más bajos intereses.

Hace algunos años los obispos argentinos señalábamos qué tipo de liderazgos necesitamos: «Necesitamos generar un liderazgo con capacidad de promover el desarrollo integral de la persona y la sociedad. No habrá cambios profundos si no se reconoce, en todos los ambientes y sectores una mística del servicio, que ayude a despertar nuevas vocaciones de compromiso social y político. El verdadero liderazgo separa la omnipotencia del poder y no se conforma con la mera gestión de las urgencias».

Creo oportuno subrayar que para el cristiano es fundamental pedir a Dios ser sostenidos por la virtud y don de la esperanza. La esperanza es tener desde la fe la certeza que Cristo resucitó. Es esperar el encuentro definitivo con nuestro Padre Dios, esperar su abrazo. Comprender que hay un encuentro con Dios que trasciende la historia. Pero esta esperanza, lejos de proponernos una espera pasiva, reclama un compromiso activo en la realidad que nos toca vivir.

Ese don de la esperanza nos compromete a ser protagonistas y, con el camino y la palabra, nos reclama transformar el mundo. El Evangelio de este domingo (Mt 5,13-16), nos dice: «Ustedes son la sal de la tierra…Ustedes son la luz del mundo…», y el profeta Isaías en la primera lectura que se lee (Is 58,7-10), nos señala qué ayuno agrada a Dios: «Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo; si cubres al que veas desnudo y no te preocupas por tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar».

«Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas». Estos textos nos proponen una reflexión que revela que la esperanza cristiana implica un estilo de vida y un compromiso en el día a día de la vida. La esperanza nos compromete a evangelizar y humanizar el vasto y complejo mundo de las políticas de la realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes. La mediocridad egoísta y mercantil, daña la esperanza. Pero la esperanza y la vida siempre triunfan sobre las desesperanzas.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

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400 años de Concepción de la Sierra

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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción [8 de diciembre de 2019]

En nuestra Patria, por una autorización de la Santa Sede, desde hace algunos años, cuando coincide un domingo de Adviento con la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, se permite celebrar a nuestra Madre en esta fecha, el 8 de diciembre, que es tan significativa para los cristianos en nuestra tierra. Este año queremos celebrar y agradecer a Dios por los 400 años de Concepción de la Sierra Concepción que fue una de las reducciones jesuíticas de los 30 pueblos guaraníes. Concepción fue una de las comunidades más importantes sobre el río Uruguay fundada por San Roque González de Santa Cruz. Viviremos con intensidad esta celebración con la misa de la mañana y tendremos la gracia que durante el día estará el corazón incorrupto de nuestro querido Santo. Esta será una celebración clave en el camino del año Mariano que estamos viviendo como Iglesia en la Argentina

En relación a esta celebración de la Inmaculada habitualmente he tratado de reflexionar sobre el valor de la pureza, especialmente ligado a nuestros niños y jóvenes. Debemos reconocer que teniendo en cuenta los peligros que acechan al tema de la vida en todas sus dimensiones, y el ambiente sobre todo que ofrecen algunos medios de comunicación, hablar de la pureza en los niños y jóvenes parece absurdo. Por un lado, nos escandalizamos de la violencia y los problemas juveniles, y por otro, la comunicación consumista, el alcohol y la droga entre otros, se multiplica descontroladamente.

Hace algún tiempo, los obispos argentinos, hemos enviado un mensaje que expresa nuestra preocupación sobre el tema de la droga y el narcotráfico en donde señalamos que «la sociedad vive con dolor y preocupación el crecimiento del narcotráfico en nuestro país. Son muchos los que nos acercan su angustia ante este flagelo. Nos conmueve acompañar a las madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos adictos, a quienes ven cada vez más cerca de la muerte. Nos quedamos sin palabras ante el dolor de quienes lloran la pérdida de un hijo por sobredosis o hechos de violencia vinculados al narcotráfico. Sabemos que este problema es un emergente de la crisis existencial del sentido de la vida en que está sumergida nuestra sociedad. Se refleja en el deterioro de los vínculos sociales y en la ausencia de valores trascendentes. Cuando este mal se instala en los barrios destruye las familias, siembra miedo y desconfianza entre los vecinos, aleja a los chicos y a los jóvenes de la escuela y el trabajo.

Tarde o temprano algunos son captados como ayudantes del “negocio”. Hay gente que vende droga para subsistir, sin advertir el grave daño que se realiza al tejido social y a los pobres en particular… Lo que escuchamos decir con frecuencia es que a esta situación de desborde se ha llegado con la complicidad y la corrupción de algunos dirigentes. La sociedad a menudo sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y políticos colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la confianza y desanima las expectativas de cambio. Pero también es funcional y cómplice quien pudiendo hacer algo se desentiende, se lava las manos y “mira para otro lado”. Esta situación está dejando un tendal de heridos que reclaman de parte de todos, compromiso y cercanía. Jesús nos pide que nos inclinemos ante quien sufre y que tratemos con ternura sus heridas. San Pablo nos enseña a “tener horror por el mal y pasión por el bien” (Rm 12, 9). Por eso no debemos quedarnos solamente en señalar el mal.

Alentamos en la esperanza a todos los que buscan una respuesta sin bajar los brazos: A las madres que se organizan para ayudar a sus hijos. A los padres que reclaman justicia ante la muerte temprana. A los amigos que no se cansan de estar cerca y de insistir sin desanimarse.

A los comunicadores que hacen visible esta problemática en la sociedad. A los docentes que cotidianamente orientan y contienen a los jóvenes. A los sacerdotes, consagradas, consagrados y laicos que en nuestras comunidades brindan espacios de dignidad humana. A los miembros de fuerzas de seguridad y funcionarios de otras estructuras del Estado que aún a riesgo de su vida no se desentienden de los que sufren. A todos los que resisten la extorsión de las mafias».

La droga no es el único mal que padecen nuestros jóvenes y adolescentes. Seguramente podríamos enumerar una grilla larga de males que se suman a esta plaga.

En este día en que celebramos a Nuestra Madre en su Inmaculada concepción, le pedimos su intercesión por nuestros niños y jóvenes, por el respeto a su dignidad y pureza. Ellos son el presente y el futuro, y todo lo que invirtamos en ellos, será un signo de esperanza.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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