Juan Rubén Martínez

Obispo de Posadas.

La oración nos abre a la realidad

Compartí esta noticia !

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 16 durante el año [21 de julio de 2019]

El Evangelio de este domingo nos presenta el encuentro de Jesús con Marta y María (Lc 10,38-42). El texto valoriza la actitud de María «que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra… María eligió la mejor parte, que no le será quitada». Marta, por el contrario, se inquietaba y agitaba por muchas cosas. El Señor le dice: «Una sola cosa es necesaria». En María, la hermana de Marta, los cristianos encontramos un modelo que nos ayuda a valorizar la escucha de la Palabra del Señor y la necesidad de la oración.

Este tema adquiere especial significación en nuestra época. La vida moderna nos lleva a estar inquietos y agitados por muchas cosas. Podemos hablar de una tendencia al activismo. El activismo es un «hacer» cosas, pero sin ligarnos al «ser». Es un obrar superficial, sin profundidad y sin compromiso. En este contexto donde tenemos más en cuenta lo urgente que lo importante, se nota, sin embargo, en muchos, una búsqueda de espiritualidad y de oración.

El papa Francisco en la Exhortación «Gaudete et exsultate» reflexiona sobre la necesidad de orar: «Finalmente, aunque parezca obvio, recordemos que la santidad está hecha de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios. Es alguien que no soporta asfixiarse en la inmanencia cerrada de este mundo, y en medio de sus esfuerzos y entregas suspira por Dios, sale de sí en la alabanza y amplía sus límites en la contemplación del Señor. No creo en la santidad sin oración, aunque no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos. […] De otro modo, todas nuestras decisiones podrán ser solamente “decoraciones” que, en lugar de exaltar el Evangelio en nuestras vidas, lo recubrirán o lo ahogarán. Para todo discípulo es indispensable estar con el Maestro, escucharle, aprender de él, siempre aprender. Si no escuchamos, todas nuestras palabras serán únicamente ruidos que no sirven para nada». (GE 147.150)

Los cristianos necesitamos revisar el lugar que le damos a la oración en nuestra vida. «Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del Divino Maestro, como los primeros discípulos: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: “Permanezcan en mí, como yo en ustedes” (Jn 15,4)» (NMI. 32). La oración es un diálogo de amor entre Dios y el hombre.

En ella realizamos una experiencia viva de la persona de Jesús: «El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21). El camino de oración implica la perseverancia y que siempre nos situemos como aprendices. La perseverancia en la oración diaria, constante y la humildad de sabernos necesitados de Dios, son claves para ser hombres y mujeres de oración.

Es bueno que no nos olvidemos de una regla invariable: tener un rato para acentuar lo importante, o sea, para orar, nos permitirá resolver con mayor eficacia tantas cosas que nos inquietan y que son urgentes.

Debemos señalar la revalorización de la oración eucarística en nuestras comunidades y la participación en los momentos comunitarios de oración, en las Misas y en las celebraciones.

Esto es alentador, porque la acción evangelizadora y sus nuevos desafíos necesitan que las comunidades cristianas sean «escuelas de oración».

Es bueno también aclarar que, si oramos bien, lejos de alejarnos de la realidad, nos podremos comprometer profunda y establemente con nuestro ambiente y con nuestros hermanos: «Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios». (NMI 33)

Es cierto que el pragmatismo nos lleva a medir todo por la utilidad y nos puede hacer ver en la oración una pérdida de tiempo. En este domingo el Señor nos deja una enseñanza, que nos permite captar la necesidad de la oración y puede ayudarnos a no estar tan inquietos y agitados por tantas cosas.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

Compartí esta noticia !

Liderazgos solidarios

Compartí esta noticia !

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 15 durante el año [14 de julio de 2019]

Entre los tantos temas ausentes en la reflexión de nuestro tiempo, está el que nos cuestionemos sobre el discernimiento de los «modelos sociales» que habitualmente nos presentan los grandes medios de comunicación. Muchos de ellos provocan un grave daño
tanto en los adultos como en los jóvenes. Como algo habitual llegan hasta nuestros hogares novelas o programas de entretenimiento que se integran a las familias sin ninguna recepción crítica. Incluso sus personajes son amados u odiados sin tener en cuenta los valores o antivalores que expresan.

El texto del Evangelio de este domingo sobre el buen samaritano (Lc 10, 25-37), que ayudó a un pobre tirado en el camino, nos presenta un posible modelo a seguir. Quizás este modelo no sirva a muchos para promover formas de consumismo, ni tenga rating, ni sirva para hacer negocios, pero, imitar las actitudes de este samaritano, nos permitirá obtener un tesoro espiritual en nuestro interior que nos dará la satisfacción de tener más paz, distensión y mayor esperanza.

En el Evangelio de este domingo, Jesús le enseña al doctor de la Ley algunas condiciones para ser un testigo de la verdad y cómo debe ser un liderazgo social válido. Le dice que ponga en práctica aquello que en teoría ya conocía: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». (Lc 10,27-28) Después le va a explicar quién es el prójimo con la conocida parábola del buen samaritano. Este sí era un modelo social porque supo ayudar a este pobre y herido que estaba tirado en el camino y le dio todo lo que necesitaba. Es bueno recordar el texto de la carta del papa san Juan Pablo II en «Novo Millennio Ineunte»: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que el mismo ha querido identificarse: “He tenido hambre y me diste de comer, he tenido sed y me has dado de beber… desnudo y me has vestido, encarcelado y me has venido a ver” (Mt. 25,35-36). Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia». (NMI 49)

Hoy también necesitamos que todos, pero sobre todo aquellos que tienen liderazgos sociales, políticos, económicos, religiosos… tengan un perfil que implique en sus acciones y compromisos esta opción preferencial por los pobres. Deberemos estar especialmente atentos a si los liderazgos son narcisistas que solo buscan poder y dinero o tienen una consideración especial por la inclusión de tantísimos hermanos marginados. Los liderazgos narcisistas siempre llevan al fracaso porque se desentienden del bien común. Necesitamos en cambio conducciones con mayor magnanimidad.

Es bueno recordar el documento de Aparecida que señala en concreto situaciones que debemos tener en cuenta y requieren una atención comprometida como la del buen samaritano: «La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres.

Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/das, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros. La Iglesia, con su Pastoral Social, debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que
correspondan». (DA 402)

Para generar esperanza en medio de tantas dificultades tendremos que corregir y ajustar muchas cosas, pero sobre todo deberemos asumir actitudes de conversión de corazón, para obrar como el buen samaritano de la parábola y así poder ser desde la caridad y justicia practicada, los modelos sociales que nuestro tiempo necesita.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo. Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

Compartí esta noticia !

Nuestra madre de Itatí

Compartí esta noticia !

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el domingo 14 durante el año [7 de julio de 2019]

Estamos próximos a celebrar el 9 de julio. En el mismo día que los argentinos recordamos la Independencia Nacional, también celebramos a Nuestra Señora de Itatí, Patrona de nuestra Diócesis de Posadas. Esta advocación de la Madre de Jesús es una devoción antigua y querida por el pueblo de Dios de nuestra región del nordeste argentino.

En realidad, María siempre acompañó a la Iglesia. Desde su mismo nacimiento, en la mañana de Pentecostés, ella estuvo junto a los Apóstoles: «Todos ellos, íntimamente unidos se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus parientes» (Hech 1, 14). Desde los primeros siglos, los cristianos veneran a María con diversas advocaciones ligadas a los lugares donde la Iglesia evangelizaba. En América Latina, desde que la fe cristiana llegó a nuestras tierras, María nuestra madre siempre estuvo presente: Guadalupe en México, Caacupé en Paraguay, Luján en Argentina, y aquí, en el nordeste, la de Itatí.

A ella, a María de Itatí que siempre nos acompaña, le pedimos especialmente por nuestra Patria. El próximo 9 de julio en nuestra Catedral San José de Posadas celebraremos las fiestas patronales de María de Itatí, Patrona de nuestra Diócesis, y rezaremos el «Te Deum» orando por nuestra Patria junto a todo el pueblo de Dios que participe. Será una oportunidad para implorar a Dios sobre la necesidad de «ser Nación», como pedimos habitualmente en la oración por la Patria que rezamos en las Misas.

Es importante recordar a María, en las advocaciones diversas en que está presente la Virgen en nuestra Patria. Sería grave, e iría contra el sentir de nuestro pueblo, excluir la religiosidad del catolicismo popular, y la devoción mariana de los argentinos en esta celebración Patria.

Siempre aparecen algunos militantes ligados a elites distanciadas de la realidad que buscan solitariamente realizar un análisis secularista, y a veces anti-católico de nuestra historia, que en general carecen de incidencia en el caminar ordinario de nuestro pueblo. Los santuarios marianos como el de Itatí en estos próximos días, nuestro santuario diocesano de Loreto y las tantas manifestaciones de fe, expresan la actualidad y la memoria de siglos. Sin esta dimensión religiosa y mariana toda proyección de nuestra Patria quedaría vaciada de un aspecto esencial de su matriz cultural.

En este domingo el Evangelio que leemos (Lc 10, 1-12; 17-20) nos plantea un pedido que el Señor realiza y que queremos especialmente tener presente en la tarea evangelizadora de nuestro tiempo: «Y les dijo: La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha». El texto del  Evangelio nos invita a seguir rezando por las vocaciones, especialmente por nuestro Seminario «Santo Cura de Ars». Desde allí se promueven las vocaciones sacerdotales y se forman los futuros pastores para nuestra Iglesia en Misiones. Tenemos que agradecer el llamado que Dios hace a muchos jóvenes que se animan a responderle generosamente y tenemos que seguir rezando por ellos, por su perseverancia, y para que muchos otros tengan el coraje de responderle al Señor. Pido que nos preparemos a celebrar y participar en la Fiesta Patronal del santo Cura de Ars el domingo 4 de agosto en la Misa de 11,00 hs en nuestro Seminario Diocesano.

En este domingo, y próximos a la celebración de Ntra. Sra. de Itatí el 9 de julio, así como nuestra oración y Te Deum por la Patria, queremos encomendar a nuestra Madre todas las preocupaciones e inquietudes en el caminar evangelizador que realizamos en la Diócesis, con la certeza que dicha evangelización implica un servicio de humanización y aporte de valores fundamentales a nuestra cultura.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

Compartí esta noticia !

Convivencia sin violencia ni grietas

Compartí esta noticia !

En este domingo celebramos a la Santísima Trinidad. Si hay algo esencial de nuestra fe como cristianos es creer que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos en la Trinidad por la Revelación que Jesucristo el señor realizó y que tenemos en los textos de la Palabra de Dios. El texto bíblico de este domingo (Jn 16,12-15) nos ayuda a profundizar la Revelación trinitaria hecha por Jesucristo del Padre y del Espíritu Santo: «Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Es importante que comprendamos la significación que tiene para nuestra vida esta verdad que confesamos los cristianos. Nuestra época va relativizando todo, y a veces, hasta los revelado por Jesucristo. Algunos dirán que reflexionar sobre esto de la Trinidad no tiene ninguna importancia ni implicancia en la realidad. Y, sin embargo, la confesión en el Dios Uno y Trino no es accidental a la fe y tiene consecuencias bien concretas en nuestra espiritualidad, en la manera de vivir y de concebir el mundo. Nos ilumina en nuestros días donde las grietas y divisiones hacen tanto daño a nuestra Patria. En la vida de la comunidad eclesial necesitamos profundizar sobre la dimensión comunitaria y social de la fe. El diálogo y la comunión en la diversidad es un instrumento fundamental de la convivencia humana, social y política.

El texto de Aparecida nos puede ayudar a ahondar el tema de la comunión eclesial desde el misterio central de la fe que es la Trinidad: «Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre y con su Hijo muerto y resucitado, en la comunión en el Espíritu Santo. El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, llamado en Cristo como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad. La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa.

La Iglesia, como comunidad de amor, está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo. En el ejercicio de la unidad querida por Jesús, los hombres y mujeres de nuestro tiempo se sienten convocados y recorren la hermosa aventura de la fe. Que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea. La Iglesia crece no por proselitismo sino por ‘atracción’: como Cristo ‘atrae todo a sí’ con la fuerza de su amor. La Iglesia “atrae” cuando vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si se aman los unos a los otros como Él nos amó» (DA 155-156-159)

En nuestra querida Patria vivimos un tiempo fundamental en el camino de la democracia en un año electoral. Debemos señalar con dolor el escándalo de las divisiones y grietas, odios, estrategias totalmente vaciadas de ideales y valores, y posicionamientos sin ninguna responsabilidad ciudadana. Debemos denunciar también la mediocridad, y plantear la necesidad del aporte cristiano y de la gente de recta conciencia que se preocupe por priorizar el bien común por encima del triste escenario del mero posicionamiento de poder. Esto será clave para que podamos pensar en una Argentina con esperanza. Desde este domingo en que celebramos la Trinidad, Dios Uno y Trino que es Amor, tenemos que plantearnos con seriedad la convivencia eclesial y social para que el diálogo que nos ayuda a hacer propuestas superadoras de las clásicas coyunturas y el respeto a la dignidad humana sean claves del futuro en nuestra Patria.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

Compartí esta noticia !

La santidad comunitaria

Compartí esta noticia !
«LA SANTIDAD COMUNITARIA»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para la Solemnidad de Pentecostés
[09 de junio de 2019]
 
En este domingo estamos celebrando la gran Solemnidad de Pentecostés. El Evangelio de San Juan (20,19-23), nos muestra a Jesucristo resucitado, enviando a sus Apóstoles: «Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» (Jn 20,21). Y les otorga el poder para ejercer el ministerio de perdonar y retener los pecados, que los sacerdotes ejercen en el Sacramento de la confesión: «Al decirles esto sopló sobre ellos y añadió: reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» (Jn 20,22-23). 
Es bueno recordar que estos hombres eran como nosotros. Los relatos que nos narran los textos bíblicos no los muestran como un grupo de perfectos. Pedro, cuando es elegido, se reconoce como pecador y, en el contexto de la Pasión de Jesús, lo niega tres veces. Juan y Santiago pretendían los mejores lugares, provocando los celos de los otros discípulos. Estos hombres y algunos otros discípulos, junto a María, estaban orando en el «cenáculo», en la mañana de Pentecostés, cuando el Paráclito prometido, el Espíritu Santo, descendió sobre ellos (Hch 2). En esa mañana nació la Iglesia. El Espíritu Santo prometido va acompañándola y lo hará hasta el final de los tiempos. En esta reflexión de Pentecostés quiero especialmente tener presente a la Iglesia. Los cristianos, por el bautismo, somos parte de la Iglesia. Nuestra fe en Jesucristoel Señor tiene, por un lado, una dimensión de compromiso personal, y por otro, una dimensión comunitaria, eclesial. 
Es importante decir esto porque en nuestro tiempo el individualismo es muy fuerte. No faltan aquellos que se manifiestan católicos cuando, en realidad, sus criterios, opciones y modo de vida no son compatibles ni están en comunión con la Iglesia. Sin la referencia comunitaria-eclesial, terminamos acomodando la Palabra de Dios, a nuestra medida, gustos o propias ideologías. 
Todos los cristianos estamos llamados a vivir nuestra fe en comunidad, en la Iglesia. Porque Dios no nos llama a una santidad individualista, aislados de los demás. La Trinidad nos invita a una santidad comunitaria y a una misión compartida. Es en la comunidad de la Iglesia donde formamos nuestra fe, nos animamos entre los cristianos en las dificultades. 
La experiencia comunitaria y eclesial es parte de un proceso de maduración de nuestra fe. En ese caminar vamos formando nuestra conciencia y nos hacemos responsables más profundamente del compromiso con Jesucristo, el Señor. Sin esta dimensión comunitaria de la fe, difícilmente podremos asumir una espiritualidad y compromiso cristiano en nuestra manera de pensar, criterios de juicio y normas de acción. 
El Papa Francisco nos dice que «en Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios» (EG 259)
Hace casi 2000 años desde aquel Pentecostés que la Iglesia sigue anunciando a Jesucristo por la fuerza del Espíritu Santo que la anima. Nosotros estamos llamados a ser los testigos en este inicio de milenio. Sabemos que esto no es fácil por la complejidad de nuestro tiempo, pero no es poco contar con la certeza que el Espíritu nos acompaña y seguirá acompañándonos hasta el final de los tiempos. 
Hasta el próximo domingo y ¡Feliz Pentecostés! 
Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin