Santiago Tristany

Licenciado en Psicología (Universidad de Buenos Aires). Perito en el Superior Tribunal de Justicia de Misiones. Especializado en terapia psicológica de adolescentes y adultos. Terapia de pareja. Maestrando en Antropología Social (Universidad Nacional de Misiones).

Los incompetentes que lo son sin saberlo

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El día 7 de enero apareció publicado en el Washington Post (*) un artículo que nos recuerda la importancia de la humildad respecto a nuestras capacidades.
En dicho texto se habla de las personas incompetentes que tienden a creer que “saben más” de lo que realmente conocen y, que suelen ser más jactanciosas que las demás personas. Mencionan que, en el contexto de una investigación, las personas que menos sabían de lo que hablaban, creían que entendían del tema tanto como los expertos. Es decir, los sujetos de la investigación que obtenían un muy bajo rendimiento, cuando se les consultaba respecto al resultado que creían haber alcanzado, sistemáticamente respondían que su rendimiento “había sido muy bueno”.
Consultando el Diccionario de la Real Academia Española, vemos que la palabra “incompetente” es un adjetivo que denota a alguien “no competente”. La palabra “incompetencia” es un sustantivo que denota “falta de competencia o de jurisdicción”. La palabra “competente” es un adjetivo que, en su primera acepción, denota “bastante, debido, proporcionado, oportuno, adecuado”. También significa a la persona a quien compete o incumbe alguna cosa. Finalmente, su sentido refiere a un buen conocedor de una técnica, de una disciplina, de un arte.
Podemos apreciar que en sus significados formales los conceptos de “incompetente” o de “competente”, no hacen referencia al conocimiento que el sujeto tiene de su saber sobre la materia. Uno puede ser un “conocedor” de algo sin entender realmente cuánto sabe del asunto. Este es el caso de quien a pesar de conocer mucho sobre una materia –al menos comparando con otras personas-, siempre considera que tiene mucho por aprender y, por lo tanto, permanentemente se imagina “en carencia del conocimiento suficiente sobre la cuestión”.
En el texto que mencionamos previamente plantean el problema que significa que haya personas, con la influencia o los medios para causar daño, que no dispongan de alguien que pueda hablarles honestamente de sus errores. Exponen el caso de los accidentes aéreos, que pudieron ser prevenidos si la tripulación hubiese hablado a sus “sobre confiados” pilotos –Capitanes-, de los errores que estaban cometiendo. Cuando existe un pacto, generalmente tácito, de silencio, las consecuencias pueden ser catastróficas.
Entonces hay un riesgo potencial en las situaciones en las que las personas son demasiado deferentes con sus superiores “jerárquicos”. Hay riesgo cuando muestran adhesión al dictamen o proceder ajeno, por respeto o por excesiva moderación; cuando exhiben una conducta condescendiente frente a una situación insostenible o inaceptable. Por desgracia, usualmente estas personas con jerarquía carecen de alguien subalterno que les indique cuándo cometen –o están por cometer- un error. El temor a la sanción -cualquiera sea- por revelar el error, les invita a depositar la responsabilidad de la falta en la jerarquía, aceptando silenciosamente el devenir de las consecuencias de dicha falta: la jerarquía asume la autoridad pero también la responsabilidad.
En el texto entonces se preguntan qué sucede cuando estos “incompetentes” son incapaces de admitir que tienen limitaciones. ¿Acaso estas personas por estar “sobre confiadas” en su propia capacidad y conocimiento rechazarán la idea de mejora? En la investigación mencionada, encontraron que quienes peor rendimiento habían alcanzado, eran también las personas con menor capacidad de aceptar críticas o mostrar interés en el propio mejoramiento: para ellas no hay algo que mejorar…
Esta cuestión que ahora tratamos nos recuerda el cuento clásico de Hans Christian Andersen titulado “El traje nuevo del emperador”, o “Los vestidos nuevos del emperador”, también conocido como “El rey desnudo”, historia en la que no hay quien diga la verdad del asunto a la máxima autoridad: que no existe el traje y “el rey carece de vestido y está desnudo”. Aunque para todos es evidente, “reina el silencio porque no hay quien tenga el valor de hablar y decir lo que sucede”.
Sin embargo el optimismo se abre camino ante nosotros. Seguramente atravesamos otros tiempos, en los que el arrojo, la audacia, la decisión, permiten vislumbrar nuevos horizontes en los que la claridad de la situación, es revelada con inteligencia a quienes es necesario, alcanzando así el conflicto una resolución por quienes tienen las herramientas y la potencia para lograrla. Para esto es necesario, claro está, poner en palabras lo que antes era mudez…
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(*) Angela Fritz (2019): What’s behind the confidence of the incompetent? This suddenly popular psychological phenomenon. The Dunning-Kruger effect explains why unskilled people think they know it all and tend to be overconfident. The Washington Post. January 7, 2019
 

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Amistades que perjudican los negocios

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Un artículo publicado en Journal of Experimental Social Psychology (*), muestra que en contextos en los que se espera justicia, las personas evitan parecer parciales. Sin embargo, si bien los esfuerzos por evitar ser juzgados como parciales podrían reducir los sesgos que se cometen, en ocasiones esos esfuerzos podrían también conducir a las personas a ser prejuiciosas o parciales en contra de las amistades involucradas.
En el artículo se explica que hay situaciones en las que, cuando un jefe tiene una amistad con un empleado, podría suceder que en una situación en la que el jefe pretenda recompensar o premiar a un miembro del equipo que haya tenido buen rendimiento o se haya destacado, el jefe elija, para evitar sospechas de favoritismo injusto a favor de su amistad, premiar a otro miembro del equipo que no merezca tanto la recompensa, a pesar de que su amigo realmente se haya lucido y amerite el reconocimiento.
Es decir que, si por pretender no ser considerado como intentando beneficiar injustamente a sus amistades, intenta forzar una situación en un sentido que no corresponde, lo que obtendrá es un efecto negativo que podría terminar perjudicando no solamente la amistad, sino también los negocios.
¿Por qué? Por actuar de modo injusto.
El problema surge de la baja en el rendimiento del empleado que, por tener una amistad con el jefe, está siendo sistemática y arbitrariamente desplazado de la lista de candidatos a recibir premios o beneficios por buen rendimiento. Si un miembro del equipo es productivo, pero el premio de productividad se le entrega a otra persona que no es tan productiva, la consecuencia será una baja en el rendimiento: ¿por qué me voy a esforzar si no se reconoce mi esfuerzo?
Eso es a nivel laboral. Hay que agregar el nivel vincular de la amistad, que también puede verse seriamente perjudicado. El empleado puede no comprender que el jefe hace esto para evitar ser acusado de favoritismos. Por lo tanto, puede creer que su jefe –y amigo- está intentando perjudicarle intencionalmente, tal vez por algún resentimiento o rivalidad oculta. Esto ya no pone en juego la productividad, sino la amistad misma e incluso, en ciertas circunstancias, podría desencadenar una oposición silenciosa (hostilidad pasiva) con negligencia o sabotaje incluidos: ¡cada uno sabrá el tipo de amistades que elige!
Por lo tanto, el desafío es aplicar la justicia en la distribución de méritos sin generar tensiones en el interior del grupo, evitando conflictos entre compañeros por rivalidades o envidias que puedan entorpecer el éxito en el cumplimiento de los objetivos. Si lo que pretende alguien con la distribución de premios o beneficios es aumentar la productividad, lo que menos querrá es perjudicarla por no haber tenido en cuenta la justicia percibida por los miembros del equipo, incluyendo a sus amistades.
Por supuesto que el jefe puede recompensar a su empleado –y amigo- en la privacidad, de modo que no genere problemas o sospechas en el resto del equipo de trabajo. La sinceridad y la justicia deben prevalecer, para que ni la amistad, ni el rendimiento del equipo, sean perjudicados.
Conversar, comunicarse, explicar los conflictos y las posibles soluciones, será siempre la mejor fórmula para evitar problemas futuros.
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(*) Shaw, A., Choshen-Hillel, S., & Caruso, E.M. (2018): Being biased against friends to appear unbiased. Journal of Experimental Social Psychology, 78, 104–115. DOI: 10.1016/j.jesp.2018.05.009

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Las complejidades laborales del mundo actual

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Un docente de francés de una escuela de Virginia, Estados Unidos de Norteamérica, fue despedido por negarse a tratar de varón, utilizando pronombres masculinos como “él”, a una persona transexual del sexo femenino que estudiaba ahí y que prefería un tratamiento masculino 1 . El docente alegó su “fe cristiana” en la argumentación de defensa. Asevera que una forma específica de ver el mundo se le está imponiendo. Afirma que su fe es más importante que su propia familia.
El administrador de la escuela explicó, que al docente se le solicitó en varias oportunidades que se refiera a dicho estudiante utilizando pronombres masculinos. La negativa del docente fue una violación directa de las políticas de la escuela que estrictamente prohíben discriminar por motivos relacionados con la identidad de género. Al negarse a seguir las directivas, procedió a discriminar creando un ambiente hostil, dijo la superintendente.
Como puede observarse, se camina entre mundos que son complejos. ¿Qué sucede cuando nos encontramos con mundos distintos que parecen colisionar? El derecho de una persona que pretende elegir cómo clasificar el mundo (y que los demás le respeten tal derecho), colisiona con el derecho de otra persona a elegir cómo clasificarse a sí misma (y que los demás le respeten dicho derecho).
El profesor considera que tiene el derecho, religiosamente fundado, de elegir cómo clasificar al mundo y a los seres humanos. Sin embargo, cuando ese derecho a clasificar, lo traslada al uso social del lenguaje, colisiona con el derecho de otra persona a elegir su género sexual, quien pretende que durante el tratamiento social, las demás personas respeten esa decisión en su interacción lingüística. Cuando estos derechos se encuentran en el ámbito socio-laboral, pueden producir estas situaciones dilemáticas que están cambiando el modo en el que pensamos las relaciones laborales y sociales.
Si mi lenguaje ejerce una “violencia simbólica” en los demás, porque mi hablar violenta la visión de la otra persona, particularmente su “verse en el mundo” y su “me muestro al mundo”, estoy forzando una “salida violenta” de su lugar y por tanto hay una agresión. Luego de la agresión no puedo “seguir pacíficamente en mi lugar” ya que he sido conmovido. Esta “violencia simbólica” es la que está empezando a tenerse en cuenta en el ámbito laboral hace un tiempo. Es la capacidad de ejercer violencia en mi forma de tratamiento social a los demás.
Sea que me amparo en el derecho religioso o en otro derecho socialmente reconocido por el grupo al que pertenezco, estoy agrediendo y desconociendo a una persona que no pertenece a ese grupo, y dicha persona está siendo expulsada, arrancada de la interacción pacífica y armónicamente protegida, propia de un contexto social amistoso. Eso conmueve profundamente y, puede desorganizarme a tal punto que me empuje a un estado de confusión y angustia. Tanto el acoso escolar (bullying) como el acoso laboral (mobbing) están siendo cuidadosamente monitoreados y prevenidos (cuando esto es posible) por los responsables de proteger o gestionar entornos complejos de interacción y producción. Esto es porque las denuncias y juicios pueden llegar a ser un problema muy serio para muchas organizaciones e instituciones. Por este motivo se protegen de toda señal o indicador de “ambiente hostil”. Para esto la regulación de las interacciones humanas son fundamentales. No se debe permitir que los “abusos” o “excesos” perduren sin ser “corregidos” o “modulados”.
Este fue el argumento del despido: el empleado no “respetaba” la política de la organización y, por lo tanto, estaba creando un entorno hostil en un ambiente institucionalmente protegido. Esto es motivo suficiente para que la organización deba actuar con el objetivo de evitar entrar en una zona “no protegida”. El sistema debe ser amparado o resguardado de inestabilidades que sean potencialmente destructivas para el sistema mismo.
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1 Publicado por Megan Johnson para Yahoo! Lifestyle, en december 8, 2018, 12:36 PM GMT-3

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El desarrollo está ahí

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No será el contexto lo que definirá nuestra capacidad de éxito, sino la capacidad que tengamos de organizar nuestros recursos y nuestra conducta para obtener beneficios de la configuración actual del sistema. Las reglas pueden cambiar, pero si nosotros comprendemos la dinámica que regula los efectos, estaremos plenamente seguros de que hemos maximizado las posibilidades de alcanzar el éxito. El análisis de nuestro cálculo debe contemplar los recursos humanos, fundamentales en estas nuevas realidades que se presentan para desafiar nuestra capacidad de resolución de problemas. Por eso estas habilidades otorgan prestigio.
No todos logran sostenerse en los juegos que hoy se presentan. Pero si logramos ponderar correctamente los riesgos y maximizar correctamente las variables determinantes, la capacidad de alcanzar las metas estará abiertamente a nuestro favor. Son las estrategias las que marcan diferencias. La profundidad de nuestra mirada nos permitirá vislumbrar las ventajas que para otros son inhibidores. No con temor sino con cálculo. Midiendo y volviendo coherente el planteo: planificando, organizando, ejecutando. Determinación. Acción. Control. Firmeza. Solidez.
Si observamos bien veremos que las piezas están acomodadas a nuestro favor. Es cuestión de comprender la lógica actual del sistema. Todo está a la vista. Pero no todos pueden verlo. Eso es lo que otorga la ventaja, la oportunidad. Abriendo puertas es que se logran objetivos, explorando esas dimensiones que los demás descartan sin siquiera mirarlas, estudiarlas, pensarlas. Porque para quienes está activo ese sentido agudo del olfato, los premios están disponibles por todos lados.
Las conexiones están ahí. Brillan, se muestran, salen a nuestro encuentro. No debemos desaprovechar los momentos en los que las tensiones encuentran su punto de equilibrio. Es ahí cuando debemos adecuar nuestros sentidos, para que ninguna otra cosa pueda distraernos y empujarnos al olvido o a la confusión. La experticia en la conducción de todos los potenciales, es la que permite la sincronía que habilita la autoacomodación de la organización, en la red de los que logran crecer y expandirse.
La dirección debe ser consistente con las pistas. Si los indicadores apuntan en sentidos determinados, está en nosotros disponer correctamente los recursos y gestionar las acciones pertinentes, que vayan encaminando estratégicamente nuestro recorrido a través del laberinto.
Otros se pierden. Pero sabemos que si enfocamos la atención en lo importante, sin desperdiciar tiempo ni recursos, podremos dinamizar el flujo de beneficios hacia nuestro esquema. Por supuesto que en la inversión está también la motivación y el coraje del correcto juicio. No es un mero soñar de niño, no es magia, no es suerte, sino más bien un adecuado desarrollo del pensamiento reflexivo en las variables que para otros son absurdos o disparates.
La clave está en esa potente capacidad de penetración en los profundos misterios de los terrenos inexplorados. El descubrimiento desencadena la serie de conductas que el agente inteligente debe efectuar para alcanzar el resultado positivo. No son conductas erráticas, tanteos tímidos, pruebas temerosas. Son acciones plenamente capaces de lograr efectos enriquecedores previamente proyectados.
Estamos capacitados para analizar configuraciones y comprender las dinámicas que nos permiten lograr efectos permitidos. Por eso seguimos habilitados en el juego y con luz verde para actuar con esa convicción que se espera de quienes saben lo que hacen. Hay crédito, hay confianza, hay respaldo. Lo sabemos. Porque cuando el argumento es satisfactorio, la claridad y apertura despejan los conflictos que cerraban el camino. Sabemos con quiénes debemos hablar. Sabemos qué propuestas debemos realizar. Sabemos en quiénes confiar. Podemos lograrlo. Podemos alcanzarlo. Por eso vamos por ello. Estamos en el momento y en el lugar correctos. Es cuestión de actuar.

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