Soledad Balán

Presidenta del Ente Provincial Regulador de Agua y Cloacas. Lic. en Comunicación Social

Pelota detenida: faltan ellas

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Esta semana fue noticia la situación que atraviesan las niñas en el fútbol de nuestra ciudad que, por su edad y falta de categorías inferiores femeninas en los clubes, se quedaron fuera de la competencia deportiva.

Ellas entrenan e integran equipos mixtos que, cumplida una cierta edad, la normativa indica que deben desdoblarse por género y competir cada uno en su categoría: ellos en la masculina y ellas en la femenina. Sin embargo, como la mayoría de los clubes no cuenta con categorías inferiores femeninas, las chicas se quedan sin jugar.

Esta situación nos invita a parar la pelota y reflexionar sobre cómo la falta de espacios y oportunidades nos siguen condicionando y poniendo en desventaja deportiva a las mujeres.

El fútbol, un deporte universal, popular y que nos hace felices, ha demostrado ser un medio poderoso de inclusión, construcción, escuela de valores y clave para el desarrollo físico, mental y social de las infancias y adolescencias. Durante décadas, el enfoque en las academias y clubes deportivos ha predominado el fútbol masculino. Sin embargo, en los últimos años, hemos sido testigos de un creciente interés y apoyo hacia el fútbol femenino, aunque todavía queda mucho por hacer. 

Incorporar el fútbol femenino en los clubes desde temprana edad es crucial no sólo para promover la igualdad de género, sino también para cultivar un talento diverso y representativo en el deporte.

Sin duda las nuevas generaciones hoy tienen otra impronta, las niñas con pelota son menos cuestionadas y el juego entre todos se da de manera natural. Sin embargo, aparentemente las normas de los adultos siguen impidiendo ese desarrollo.

Cuando las niñas tienen acceso a entrenamientos y competiciones desde chicas, se les brinda la posibilidad de desarrollar sus habilidades en igualdad de condiciones. Esto no solo ayuda a cerrar la brecha de género existente en el deporte, sino que también desmiente algunos mitos vinculados a la fuerza y condición innata para el fútbol.

Hace unas semanas, acompañando a mis sobrinos presencié un torneo infantil y para mi sorpresa, ellas estaban ahí con las mismas fuerzas, ganas y formas. Me emocioné de ver a las niñas jugando, gambeteando y pateando con tanta calidad. Incluso me atrevo a decir -y que el género opuesto me juzgue- que la templanza, constancia y fortaleza fomentan un juego más limpio y preciso en las mujeres.

En 2017, las redes se hicieron eco y fomentaron la campaña “dejen jugar a Juana”, una crack de la pelota que desde los 6 años intentaba hacerse su lugar en el deporte y no le permitieron por el solo hecho de ser mujer. Hace apenas dos meses, dejaron jugar a Juana. Hoy con 16 años integra el plantel femenino de River e indiscutidamente esa promesa no sólo cumplió, sino que superó expectativas.

Pero ¿Qué pasa con nuestras niñas misioneras que hoy no tienen un club que las permita competir? Se me hace difícil comprender que algo tan inevitable como el crecimiento, sea hoy el impedimento para que ellas jueguen.

Tal vez extender la edad de equipos mixtos hoy sea una solución inmediata para que ellas puedan seguir compitiendo pero ¿cuál sería el gol de media cancha? que las chicas elijan el club al cual desean pertenecer, jueguen en su categoría y no tengan que esperar 7 años como Juana para poder competir.

Mientras tanto la pelota sigue girando, pero tal vez a algún equipo le esté faltando su número 9 o una defensa central clave. Por eso si bien el torneo de las inferiores continúa su curso con normalidad, para nosotras la pelota está detenida, por el simple hecho que faltan ellas.

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En Misiones lamentamos y repudiamos el ataque a las políticas públicas de integración urbana

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Como acompañantes y testigos de obras que mejoran la calidad de vida de cientos de familias misioneras y, puntualmente, de 386 familias de la chacra 252 del barrio Manantiales, lamentamos los hechos de difamación y distorsión de la realidad de una herramienta que indiscutiblemente cambió la vida de las y los argentinos.

Los fondos de integración socio urbana, aprobados por unanimidad en el Congreso de la Nación, son una de las mayores conquistas de la democracia por su representación federal y su alcance social.

Quienes militamos y pusimos el cuerpo por la aprobación de la Ley del RENABAP entendemos su importancia y su necesidad, sobre todo en estos tiempos de crisis donde se vulneran -aun más- los derechos básicos de los sectores más postergados.

Del 2019 al 2023 se llevaron a cabo más de 1300 obras, generando más de 140mil puestos de trabajo y beneficiando a casi 1.400.000 personas. Estos datos representan partidas presupuestarias imposibles de absorber por las Provincias, es decir, imposibles de ejecutar sin la decisión política de la Nación.

La compañera Fernanda Miño, quien antes y después de su paso por la SISU habita en un barrio popular, es una gestora y garantista de que miles de familias accedan a la luz, el agua potable, cloaca, obras de ampliación/ modificación de viviendas a través del Programa Mi Pieza, entre otras obras que hoy fomentan espacios deportivos y de recreación para nuestros gurises.

La primera política pública destinada a los barrios populares con fondos específicos, hoy mediante una distorsión y operación mediática, busca ser discontinuada y desfinanciada, algo que como actores sociales NO podemos permitir.

Mi solidaridad con quienes hoy están en el foco de esta operación y todo mi repudio a quienes tienen como único fin, quitar derechos esenciales a más de 6.000 barrios populares de todo el territorio nacional.

A la difamación la combatimos con información pero ¿qué pasará con las familias que hoy esperan esas obras para acceder a servicios básicos como luz y agua?

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El problema no es solo mancharse

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Esta semana, la modelo y conductora Jujuy Giménez protagonizó la campaña de una marca de tampones, logrando poner en agenda la menstruación como un acto biológico y natural que atraviesan las mujeres.

“Andrés”, “me vino”, “estoy indispuesta” son algunas de las maneras en que durante años nos referimos a la menstruación, incluyendo cientos de mitos y tabúes que hasta consideran la posibilidad de “volvernos locas”.

En Posadas, en Misiones y en toda Argentina somos más mujeres que varones y hablar de menstruación sigue siendo un tabú pese a que lo vivamos más de la mitad de la población. Sin embargo, lo preocupante es que este tabú afecte la calidad de vida de las mujeres y, sobre todo, de las niñas.

Un estudio de UNICEF identificó cuatro problemas fundamentales que atraviesan las mujeres en etapa escolar: falta de información, sentimientos de vergüenza, violencia y bullying de parte de sus compañeros de clase, e inadecuados servicios higiénicos. Esto origina que las adolescentes vivan la menstruación con miedo y vergüenza, faltando a la escuela los primeros días de su periodo y cuando asisten tratan de pasar desapercibidas, se retraen y no participan en las actividades deportivas y recreativas.

Entonces, el problema que atravesamos las personas menstruantes no sólo es mancharnos, sino bajar nuestra calidad de vida por la falta de insumos de gestión menstrual, información y un abordaje integral de la temática. Por ello, consideramos que rol del Estado es poder facilitar herramientas para las personas con el objetivo de que no impacte en su higiene y, por supuesto, tampoco en su salud.

En ese sentido, nuevamente las políticas provinciales en Misiones se encuentran a la vanguardia por su perspectiva de género, siendo una de las pocas provincias en abordar la menstruación como una cuestión no solo biológica, sino política.

Desde la Legislatura provincial, el presidente, Carlos Eduardo Rovira y en conjunto a mis colegas Laura Duarte y Anazul Centeno, presentamos un proyecto de Ley para proveer insumos gratuitos de gestión menstrual en CAPS, escuelas e instituciones públicas, ya que el factor económico y la imposibilidad de asumir un gasto mensual para la compra de toallitas y tampones es uno de los principales factores de desigualdad.

Además, desde el gobierno provincial se encuentra en vigencia el Ahora Mujer, que como todos los programas “Ahora” busca aliviar el impacto económica en compras -en este caso de las mujeres- que, coincidentemente, son las que menos ingreso tienen.

Asimismo, desde nuestro espacio político del Frente Renovador, impulsamos el Programa Provincial de Gestión Menstrual, que informa y capacita sobre el derecho a la gestión menstrual, colaborando con la entrega de copas menstruales que son económicas, seguras y amigables con el ambiente.

Las políticas públicas están dadas, ahora nos falta seguir militándolas para que cada niño, niña, hombre y mujer desde lo cultural conozcan y puedan hablar de la menstruación sin prejuicios.

Finalmente, se me hace imposible dejar de mencionar que hablar de salud menstrual es visibilizar dos derechos que deben alcanzar a todas y todos los ciudadanos: el acceso al agua potable -un elemento esencial para la higiene- y la educación sexual integral. Por eso, ambos ejes son mis prioridades para trabajar en este nuevo desafío de proyectar una ciudad más justa, integrada y de calidad.

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La construcción de la navidad en los barrios populares

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“Nadie se salva solo” es una frase que empezamos a utilizar mucho durante la pandemia, pero que en los barrios populares de Posadas resuena en las acciones cotidianas y se potencian en las celebraciones de las fiestas.

La navidad, en sus diferentes formas y creencias, también llega a los barrios populares, tal vez de una manera distinta a las tradicionales, pero no falta la alegría, el pan dulce, los adornos y regalos.

Son navidades que se hacen con las manos. Se producen los pan dulces a través del taller de panadería que dictan en los comedores, se construyen con botellas que juntan y reciclan para hacer adornos, se vivencian con una mesa larga para compartir la cena popular que realizan entre todos los vecinos y se reciben con regalos hechos con amor desde el taller de costura.

También, el corte de pelo está garantizado para todos los vecinos y dicen que Papá Noel va a dejar los regalos en el árbol comunitario que armaron con residuos plásticos que juntaron a lo largo del año.

Pero a veces, la navidad llega en forma de política pública, como llegó el aula maker hace dos semanas a la Biblioteca Popular de Manantiales, o en acceso seguro a la energía eléctrica, o posibilitando, por primera vez, pasar las fiestas en el hogar propio.

Otras veces, llega con forma de referente barrial, de una vecina o vecino comprometido o de un militante social que se pone al hombro la ardua tarea de liderar espacios que brinden mayor acceso de derechos y garantizan una festividad para todas y todos.

Desde hace más de un mes –y con un mundial de por medio- en cada recorrida que hago por los barrios, ofrecen rifas, juntan plásticos, juguetes para reparar y trabajan en adornos y regalos de madera para celebrar las fiestas. Porque nada es improvisado, todo lo trabajan y proyectan en conjunto.

“No se venden cohetes” dice el cartel de un kiosko en el Porvenir II, porque vivir en comunidad también es comprender y empatizar que, lo que a algunos puede divertir, puede hacer daño o asustar a los abuelos, a las personas con discapacidades y a las mascotas.

Y al fin y al cabo, en eso consiste habitar las ciudades, en hacerlas propias y construirlas en comunidad.

Porque la ciudad integrada por la que todos los días trabajamos, no la aprendemos a hacer en los libros, sino, de ellos. De las vecinas y vecinos que son quienes viven y transforman sus redes y vinculaciones cotidianas, para el beneficio de nadie en particular, sino de todos.

Y me es imposible no mencionar, que todas estas acciones y actividades son sostenidas por mujeres. Mujeres que no solo bancan la olla en los comedores todos los días, que sostienen sus familias y las familias de sus vecinos, sino también, cada diciembre –sin el gorro rojo y los renos atrás- hacen de la navidad, una ilusión para las niñas y los niños, una compañía para los adultos mayores y una celebración para cientos de personas.

Inicié reflexionando que la navidad también llega a los barrios populares, pero en realidad no llega, la construyen, como construyen todos los días sus formas de habitar la ciudad y, desde hace más de diez años, tengo la suerte de ser parte.

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La educación popular como modelo de transformación social

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A pocos días de cumplirse dos años del inicio de la pandemia por coronavirus y con la reciente vuelta a clases con la presencialidad total, se vuelve fundamental poner en valor los espacios comunitarios y de organización que buscaron acompañar y contener el proceso pedagógico de las infancias en este tiempo.

La educación popular, aquella que se posiciona como un proceso participativo y transformador, en el que el aprendizaje se basa en la experiencia práctica de las propias personas y su comunidad, también logró reinventarse en tiempos de pandemia.

La necesidad de conectividad, de intercambio colectivo y de aprender desde nuevas plataformas, permitieron que distintos barrios populares de Posadas se organizaran para garantizar la permanencia de los niños y niñas en el sistema educativo.

“Nadie se salva solo” fue una frase que resonó con fuerza durante los primeros meses de pandemia y, una vez más, las mujeres jefas de hogar y referentas comunitarias pusieron la cabeza y el corazón para generar un lugar donde los gurises puedan hacer sus tareas, conectarse a las clases virtuales y, de paso, llenar la panza.

Los recorridos por los barrios -que, estoy convencida que son muchos más de los que frecuento- demostraron que estos espacios lograron contener a los chicos e incluso mejorar el rendimiento educativo que años anteriores del inicio de la pandemia.

Aprender a leer y escribir, un proceso tan significativo que representa el primer paso de libertad a través del conocimiento, fue posible gracias al gran acompañamiento que se realizaron en las bibliotecas, comedores, merenderos, iglesias y otros espacios comunitarios.

Hoy nuestros barrios de Posadas cuentan con nuevas bibliotecas, repletos de libros usados y nuevos donados por el Parque del Conocimiento. También con conexión a Internet, útiles escolares para compartir y espacios adecuados para el encuentro de estudio.

Estas redes de contención pedagógica, visibilizaron que las formas de enseñar también se transformaron y estos espacios se convirtieron en encuentros de talleres de títeres, música y actividades recreativas.

Sin embargo, no sólo los chicos fueron beneficiados, sino también estudiantes de la Universidad. Se me vienen a la mente dos estudiantes de enfermería que pudieron rendir en la Biblioteca de Manantiales, lugar que logramos que accedan a internet mediante Marandú. Justo estudiantes de enfermería, profesión tan necesaria y revalorada en estos tiempos.

Lejos de romantizar la brecha social que se vio aún más amplia durante la pandemia en los barrios populares, se pone en valor la red de contención y de soporte pedagógico que se gestó ante una necesidad, donde con la asistencia de un Estado provincial presente, se pudo dar respuestas inmediatas a la concentración de demandas.

Este “aniversario” de la pandemia, que no propicia ninguna celebración, nos invita a reflexionar acerca de aquellas pequeñas luchas diarias que se convirtieron en conquistas y hoy permiten que cientos de niños y niñas no sólo asistan a la escuela diariamente, sino también tengan un espacio donde se garantice el Derecho al juego, a la cultura y a la educación popular.

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