US President Joe Biden greets Chinese President Xi Jinping before a meeting during the Asia-Pacific Economic Cooperation (APEC) Leaders' week in Woodside, California on November 15, 2023. Biden and Xi will try to prevent the superpowers' rivalry spilling into conflict when they meet for the first time in a year at a high-stakes summit in San Francisco on Wednesday. With tensions soaring over issues including Taiwan, sanctions and trade, the leaders of the world's largest economies are expected to hold at least three hours of talks at the Filoli country estate on the city's outskirts. (Photo by Brendan SMIALOWSKI / AFP)

China ¿mi buen amigo?

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“En geopolítica no existen los buenos y los malos, existen intereses”, es una frase que me gusta decir entre pares, familiares, estudiantes y docentes. lejos de ser un significante vacío, puede dar respuesta a encuentros y situaciones inusitadas, donde todo sesgo ideológico queda como mera discusión entre sábanas.

El caso de China y Estados Unidos es curioso. Una cumbre clave tuvo lugar en San Francisco, con la iniciativa de un posible descongelamiento de las relaciones bilaterales entre ambos Estados. Seamos buenos y digamos todo, Pekín y Washington son grandes socios comerciales, aunque políticamente no se están llevando de la mejor manera hace ya algunos años. Cuestionamientos de un lado y del otro, como hermanos que se pelean, suelen ser algunos de los argumentos de diferencias. Entre espionaje, posicionamiento internacional y zonas de influencias, oscilan los pleitos chino-estadounidenses. 

Volviendo al tema de la cumbre, la misión diplomática, encabezada por Xi Jinping fue con el ideario de poder establecer, de una vez por todas, un horizonte bilateral con Washington. Biden, quien en primera instancia parecía estar de acuerdo con la idea de su par chino, terminó desbarrancando, una vez más. Luego de una intensa charla entre presidente, canciller y embajadores de ambos países, el tío Joe tomó la pésima decisión de referirse a Xi Jinping como “dictador” en una conferencia de prensa. La cara de Blinken, el ministro de Relaciones Exteriores de Estados Unidos era impagable, casi como diciendo “otra vez metiste la pata”.

La cuestión es sencilla, gran parte de la cúpula política de Estados Unidos entendió que la globalización es historia y ya no son los amplios dominadores del mundo. ¿Es el país con mayor influencia? ¿Es la principal economía del mundo? ¿Es la potencia militar más poderosa? Todas esas preguntas se responden con un sí rotundo. Sin embargo, también entienden que las economías y los bloques regionales tienen un peso importante, que sumados todos juntos, equivalen a gran parte del PBI mundial. Aquí se conjuga de todo: política, economía, defensa, cultura, religión, diplomacia, etc. Un lindo “mboyeré”. 

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Por ende, para Estados Unidos es prioritario tener una relación descongelada con China y viceversa. Básicamente que vuelva a existir esa suerte de “teléfono rojo” que existía en la Guerra Fría entre la Casa Blanca y el Kremlin soviético. Es importante para delinear el famoso Nuevo Orden Mundial, que lejos de ser una fantasía de internet, es una realidad. Las grandes potencias delimitan a futuro los conflictos y las economías, siendo los que manejan en gran medida esos tópicos. 

Detrás de este encuentro de poderosos, hay empresarios y agentes económicos, esperando agazapados nuevos acuerdos para mover su capital. Detrás de esas empresas, hay trabajadores, y tras sus espaldas, sus familias. Es decir, que el resultado de estas reuniones define el rumbo de las economías familiares de ambos países, cada uno con un modelo absolutamente distinto, pero que indudablemente se nutre de esto. 

La cosa es casi política o caprichosa, inclusive. Biden cree que el sistema político chino está mal y Xi Jinping desconfía de los “yankees” por sus pretensiones imperiales. Cada uno elige a quien creerle, sin embargo, queda a las claras que la cuestión es casi política. Y los chinos son claros en esto, no les importa el aparato político del frente, simplemente les interesa el dinero, y lo curioso del asunto es que esto lo aprendió de su amigo Estados Unidos. A la Casa Blanca también le fascina el dinero, de hecho, financiaron guerras durante el siglo XX y parte del siglo XXI para enriquecerse. Comercian con países como Arabia Saudita, quienes tienen una violenta dictadura teocrática. Ni hablar de Israel, pensado como socio estratégico de Medio Oriente.

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Quizás, todo este embrollo generado desde la oficina oval no es más que reavivar o reeditar el viejo eje del mal. El concepto fue aplicado en 2002 a Irán, Irak y Corea del Norte, por parte de Bush hijo. Pero previamente existieron enemigos comunes como los soviéticos y los nazis. Y ¡ojo! Muchos de ellos con total razón. La idea de Biden podría ser la de seguir insistiendo en el enemigo externo como culpable absoluto de lo que le pasa a su país y a Occidente. 

China no es ningún santo. Sabe muy bien que cuando puede, aprovecha para expandir su zona de influencia. Y si, por más que le pese a quien le pese, es una dictadura manejada desde el Partido Comunista, que de comunista solo conserva el nombre y algunos modus operandi de manejo político autoritario. Lejos de ser una “Carmelita descalza”, China busca cercanía con Estados Unidos para posicionar su economía en otras latitudes, y por qué no, pensar en un sometimiento económico a futuro. Todo es posible en el mundo de la geopolítica. 

Un apretón de manos entre ambos mandatarios con risas de por medio, nada significa en este contexto. Como también se sabe, puertas para adentro, que a Xi Jinping le importa poco que lo llamen dictador desde afuera de las fronteras chinas. Sin embargo, lo que a nosotros nos toca de lejos, es que se pongan de acuerdo para seguir comerciando y generando nichos económicos, además de intentar subsanar las guerras vigentes en el mundo. Mientras tanto, que los chinos y estadounidenses “finjan demencia y sigan”.

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